Miedo por el prisionero de Guantánamo reestablecido en Serbia, donde el gobierno quiere deshacerse de él
Andy Worthington
Andyworthington.co.uk
27 de septiembre de 2018
Aquí en “Close Guantánamo”, hemos tomado un interés no solo en cerrar la prisión, sino en contar las
historias de los hombres que siguen ahí detenidos, para disipar el mito de que
son “lo peor de lo peor” y también le damos seguimiento a los prisioneros que
han sido liberados. Por eso estamos encantados de que Jessica Schulberg del Huffington Post
recientemente haya sobresalido por su historia sobre Mansoor Adayfi.
Mansoor Adayfi, un yemení (identificado en Guantánamo como Abdul Rahman
Ahmed o Mansoor al-Zahari) fue enviado a Serbia en julio
del 2016, después de nueve meses de ser autorizada su liberación por
la Junta de Revisión Periódica o Periodic Review
Board (PRB), introducida por Barack Obama durante sus últimos
tres años en el gobierno, a través de la cual se autorizó la libertad de 36
hombres en total, hombres que previamente habían sido categorizados, muchos de
manera excesiva, como demasiado peligrosos para estar en libertad.
La historia de Adayfi es fascinante. Una captura insignificante, incluso
con las autoridades estadounidenses concediendo que “probablemente era un
guerrero de bajo perfil que estaba aliado con al Qaeda, aunque es incierto que
haya estado afiliado al grupo”, únicamente quedó relacionado con ser una
amenaza para los Estados Unidos por su comportamiento en Guantánamo.
Como explicó uno de sus abogados, Carlos Warner, un defensor público
federal durante
su PRB “entre el 2002 y el 2008 Mansoor no fue un prisionero ejemplar”, añadiendo
que “Cuando lo conocí en 2008-2009, era un hombre muy enojado que profesaba su
inocencia y que esperó seis años para ver un abogado. No hablaba inglés y no
entendía por qué estaba detenido, qué proceso legal le esperaba o cuáles eran
sus opciones de liberación”.
Pero cuando conoció a Andy Hart, otro defensor federal, que tristemente
murió en el 2013, su vida se transformó. Como describe Beth Jacob, una de sus
abogadas, “Andy motivó a Mansoor a que tomara clases y aprendiera inglés y le
abrió todo un mundo nuevo”.
Tal y como lo describe Warner, Andy Hart “tenía un acercamiento a
Guantánamo desde una perspectiva humanitaria”, antes que un acercamiento legal.
Le enseño inglés a Adayfi y aprendió árabe. Como resultado de esto, en las
palabras de Warner, “Mansoor ahora habla y escribe perfecto inglés. Andy animó
a Mansoor a crecer mientras estaba detenido y a no desperdiciar su vida en un
ciclo de enojo”.
En sus últimos años en Guantánamo, Adayfi se convirtió en un gran
entusiasta de la cultura estadounidense y “en un prisionero ejemplar desde la
perspectiva del gobierno”, que terminó en su liberación. De cualquier manera,
como se tiene que encontrar a un tercer país que acepte a los prisioneros
yemeníes, porque el establecimiento estadounidense entero se niega a repatriar
a los yemeníes por situaciones de seguridad en su país. Él acabó en Serbia, en
donde la vida después de Guantánamo no ha sido fácil.
Los problemas para Mansoor Adayfi surgieron cuando un reportero de NPR lo visitó a
principios del 2017, suceso que discutí
aquí, cuando claramente estaba teniendo dificultades con las autoridades
serbias. Sin embargo, la próxima vez que apareció en el radar mundial, fue a
través de un escrito revelador, un tributo maravilloso a Andy Hart de cómo lo
ayudó a liberar su claramente encapsulado potencial. “En nuestra prisión en el
mar” fue publicado en el New York Times
hace un año. Es un precioso recuento de cómo el mar significaba mucho para los
prisioneros, pero cómo las autoridades estadounidenses generalmente se los
escondían. Escribí
acerca de eso aquí.
El artículo del Times fue adaptado de un ensayo que escribió Adayfi para
“Ode to the Sea: Art From Guantánamo
Bay”, una maravillosa exposición de arte realizada por prisioneros y
ex prisioneros, que se mostró en el John Jay College of Criminal Justice en New
York de octubre del año pasado a enero de este año. La exposición atrajo una
cantidad significativa de atención después de que el Pentágono decidió
objetarla.
En abril de este año, la BBC decidió enfocar la historia de Mansoor Adayfi a través de un
programa poderoso para la Radio 4 y en julio el New York Times
publicó otro artículo que él escribió, en esta ocasión, acerca del amor. Escribí
acerca de esto aquí y estoy encantado de promover su recién estrenada página web. Erin
Thompson, la principal curadora de la exposición de arte en Nueva York, lanzó una
recaudación de fondos para ayudarlo a sobrevivir y que continúe escribiendo.
Fue la primera vez, en tanto, que escuché por primera vez cómo su futuro
estaba incierto, porque este mes Thomson explicó que “su apoyo será terminado y
su habilidad para trabajar, estudiar o incluso vivir en Serbia o en algún otro
lugar, está en peligro”.
El artículo de Jessica Schulberg, ella actualiza la historia, sugiriendo
que él necesitará “trasladarse a un campo de refugiados y aplicar para asilo o
aceptar ser enviado a algún país en el Golfo en donde los derechos humanos sean
poco respetados”, ninguna opción de las cuales, es aceptable. Yo espero que lo
leas y compartas si es que te parece útil. Dados los graves problemas causados por
Donald Trump, quien cerró la oficina para el cierre de Guantánamo, que usó para
empoderarse con asuntos como ese, parece ser que no existe quien pueda
acercarse al gobierno de EE.UU., pero tal vez nosotros podamos hacer que
nuestras voces sean escuchadas y lograr contactar al gobierno serbio para
hacerles saber que Mansoor Adayfi necesita su apoyo y no su indiferencia ni su
hostilidad.
Salió de Guantánamo hace dos años. Ahora teme ser deportado y asesinado.
Jessica Schulberg, Huffington Post, 9 de septiembre, 2018
Mansoor Adayfi vive bajo constante vigilancia en Serbia y su estado legal en el país es incierto. En julio 11 del 2016, Mansoor
Adayfi abordó un avión para salir de la bahía de Guantánamo. Los Estados Unidos
mantuvo al yemení detenido sin cargos ni juicio por más de 14 años antes de
decidir que era seguro soltarlo. Hay un detalle: EE.UU. lo mandó a Serbia, un
país en donde no conocía a nadie ni hablaba el idioma. ¿Pero podría ser esto
peor a vivir el resto de su vida en Guantánamo?
Ahora, dos años después, la respuesta a esa pregunta es más complicada de lo que podrías esperar. A pesar de haber sido liberado de
la prisión, Adayfi no se siente un hombre libre.
El gobierno serbio ha mantenido a Adayfi bajo intensa y constante vigilancia y ha bloqueado sus esfuerzos para terminar su educación o
encontrar un trabajo. A principios del verano el gobierno serbio le presentó un
ultimátum, comenta él. Se podría ir a un campo de refugiados y aplicar para
asilo o aceptar ser mandado a un país en el Golfo con bajo índice de respeto a
derechos humanos. Ninguna opción es una buena alternativa. Ha escuchado a
través de canales informales de comunicación que es probable que Serbia no le
de asilo. Si su aplicación es rechazada, podría ser deportado. Si termina en un
país del Golfo, Adayfi tiene miedo que podría ser inmediatamente detenido y
encerrado, o enviado a Yemen, en donde la guerra civil apoyada por los Estados
Unidos y Arabia Saudita ya ha matado a varios miembros de su familia.
El gobierno serbio no respondió a las múltiples solicitudes de comentario.
El tiempo se está terminando: la identificación emitida por el gobierno para Adayfi expiró a finales de agosto. Recibió
extensión temporal, pero se le notificó que perdería su departamento y el
estipendio por parte del gobierno algún día de este mes de septiembre.
Mientras tanto, los oficiales de Washington que decían estar comprometidos a mantenerse pendientes de ex detenidos de Guantánamo para
asegurarse que se mantengan alejados de grupos extremistas, se han hecho de la vista gorda.
Mientras que Adayfi no quiere regresar a una vida de detención indefinida, las espantosas opciones que tiene en frente, algunos
días, lo acercan a la desesperación. En Guantánamo, por lo menos tenía amigos y
la esperanza de que eventualmente su vida sería mejor. “Esto es peor que
Guantánamo”, Adayfi le dijo a HuffPost durante una conversación. “No me siento
libre…solo vivo con el miedo de ser secuestrado en la calle”.
Adayfi, quien creció en una villa rural en Yemen, no quería ir a Serbia. Autoridades estadounidenses y serbias le aseguraron que
recibiría apoyo económico y la oportunidad de ir a la universidad. Pero Serbia
no había recibido detenidos de Guantánamo y parecía incómoda con ayudar a
reestablecerse a un hombre que, a cierto punto, había sido acusado de ser miembro de al Qaeda. (Los Estados Unidos se retractaron
después y dijeron que ningún líder de al Qaeda lo había identificado como miembro del grupo).
Adayfi encontró cámaras escondidas en su departamento y artefactos de espionaje instalados en su teléfono celular. Ha sido
interrogado por hablar con la prensa acerca de su situación y el gobierno a
acosado a periodistas que lo han entrevistado. Durante una entrevista por
Skype en un café, señaló a un hombre sentado cerca de él y dijo que pertenecía
al gobierno y que estaba registrando sus movimientos. Ha luchado con dificultad
para hacer amigos o salir con alguien porque le preocupa que la persona con
quien vaya a interactuar vaya a recibir visitas de las autoridades con la
amenaza de que se mantengan alejados de él. Temiendo atención no deseada de las
autoridades gubernamentales, la mezquita local le pidió que acudiera poco.
Cuando buscó trabajo como chofer de niños a su escuela, el gobierno bloqueó su
licencia de manejo.
Las garantías que las autoridades estadounidenses y serbias le dieron de que recibiría una educación que le permitiría embarcarse
en una carrera tampoco fueron ciertas. Adayfi y su abogado pasaron meses
presionando al gobierno serbio de aceptar pagar su colegiatura. Se suponía que
iba a empezar clases en el otoño del 2016, pero después de obtener su
credencial de estudiante y su horario de clases, le dijeron que, de último
momento, tenía que pasar un examen especial de admisión. Reprobó el examen y él
sospecha que fue una conspiración para negarle el pago de la colegiatura.
Adayfi, desilusionado, mantuvo una huelga de hambre de 48 horas, una táctica de protesta utilizada en Guantánamo. Se detuvo únicamente
cuando su madre le suplicó que comiera.
Serbia, eventualmente, accedió a pagar por clases vocacionales en reparación de celulares y computadoras portátiles. En el otoño
del 2017, finalmente pudo empezar la universidad.
Adayfi empezó su nueva rutina. Iba a clases en las mañanas y luego a la biblioteca pública para estudiar y escribir. Publicó historias
cortas en el New York Times acerca del anhelo
de ver el mar y de aprender
a amar. Trabajó en la edición de sus memorias, una colección de cientos de
historias cortas que había escrito a mano en Guantánamo acerca de la vida en prisión.
Escribió acerca de las golpizas, la alimentación forzada y la tortura, pero
también describió el tiempo en el que trató de convencer al señor del correo en
Guantánamo que le dejara meterse en una caja gigante y se la mandara a su
abogado como “correo legal”. Escribió acerca del detenido que se enamoró de su
guardia y de otro que causó una escena después de usar papel de baño y el
guardia tuvo que echarle spray pimienta.
Pero en junio, poco tiempo después de terminar su primer año de clases, fue llevado a las oficinas de gobierno serbio. Ahí fue
cuando se enteró de que le cortarían el apoyo en septiembre.
Adayfi cree que el gobierno de Serbia está tratando de deshacerse de él, en parte porque públicamente se está quejando de las
condiciones de vida. A Muhammadi Davlatov, otro ex detenido de Guantánamo que
vive en Serbia le ha sido más fácil ajustarse y ha mantenido un perfil más
bajo. El abogado de Davlatov no respondió a la solicitud de comentario acerca
del estado legal de su cliente.
Desde la junta el pasado mes de junio, todo en lo que puede pensar Adayfi es qué hacer después cuando todas las opciones disponibles
lo hacen temer por su vida.
“No tengo derechos, no tengo status. Me pueden arrestar en cualquier momento. Me pueden embarcar a donde sea”, dice Adayfi.
“Pueden hacer lo que quieran”.
Adayfi y sus abogados les han pedido a varios países considerar aceptarlo. La mayoría no ha contestado o le han dicho que necesita
estar físicamente presente ahí para aplicar para asilo. Adayfi no tiene pasaporte
y no ha sido capaz de obtener documentos de viaje por parte del gobierno serbio.
Antes de que el presidente
Donald Trump fuera electo, el Departamento de Estado de los Estados Unidos trató de
asegurar que los países que aceptaran recibir detenidos de Guantánamo proveerán apoyo a largo plazo.
“No sentimos que teníamos que tomar responsabilidad por el bienestar de los ex detenidos, pero sentimos una seguridad imperativa de
asegurarnos que los individuos que estuvieron en Guantánamo estén en un
ambiente en el que puedan continuar con sus vidas de manera productiva y no
sigan una vía de vida alternativa con caminos potencialmente problemáticos”,
comentó en entrevista Lee Wolosky, del convoy especial para el cierre de
Guantánamo del Departamento de Estado.
Bajo la administración de Obama, la oficina de Wolosky detalló los acuerdos alcanzados con los países que recibieron detenidos de
Guantánamo y cuidadosamente rastrearon a los ex prisioneros. La preocupación no
solo era humanitaria. El Departamento de Estado quería asegurarse de que no
fueran a unirse a alguna organización terrorista.
El objetivo de estos acuerdos con terceros países era el restablecimiento permanente. “Nunca hubiéramos entrado en un acuerdo con la
expectativa de que esa persona estaría únicamente dos años”, dice Wolosky.
Cuando surgieron problemas entre ex detenidos y sus países anfitriones, la
oficina para el cierre de Guantánamo del Departamento de Estado trabajó para limar asperezas.
Esa oficina fue desmantelada cuando Trump tomó cargo y las autoridades del Departamento de Estado responsables de rastrear a los
cientos de hombres que han sido liberados de la prisión militar, personas que
Trump y sus aliados llevan mucho tiempo señalando como militantes peligrosos,
se fueron movidos a otros puestos.
Un vocero del Departamento de Estado dijo que la agencia todavía monitorea a ex detenidos de Guantánamo que han sido
transferidos a otros países. “Nuestra prioridad es estar seguros de que ex
detenidos de GTMO no representen una amenaza para los Estados Unidos y la
comunidad internacional”, escribió en un correo electrónico.
El vocero comentó que el Departamento de Estado continúa la relación con los países que recibieron a ex detenidos, pero se negó
a comentar acerca del caso de Adayfi.
Por lo menos dos ex detenidos de Guantánamo han desaparecido desde que la oficina fue desmantelada. Dos hombres de Libia fueron
mandados a Senegal en el 2016. En esa época, dice Wolosky, las autoridades
senegalesas “estaban involucradas en el restablecimiento a niveles altos”. Sin
embargo, fueron deportados a su país de origen en abril de este año. Desaparecieron.
Adayfi era amigo de ellos y teme que estén encerrados o que los haya matado algún grupo de la milicia.
“Claramente algo salió muy mal”, dijo Wolosky. “De repente no tenían con quién hablar en Washington”.
Mientras tanto Adayfi, quien ha pasado los últimos dos años tratando de reconstruir su vida, siente que ha sido abandonado tanto por
el gobierno de Serbia, como por el de Estados Unidos.
“He tratado de mantenerme positivo, trato de leer, de aprender, pero uno necesita una meta en la vida, uno necesita estabilidad”,
dijo Adayfi.
“Imagina, no sabes qué va a pasarte el día de mañana. Si vas a estar vivo o no. Si vas a ir a la cárcel. Si te van a deportar. Si te
vas a ir a un campo de refugiados. Si vas a terminar como indigente. ¿Cómo te
vas a alimentar? ¿Qué va a pasar?
“No puedo quedarme aquí”, dijo. “No puedo vivir así”.
Nota: Aquí para
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