Escritos de Nick Turse
Nick Turse es editor asociado y director de investigación de Tomdispatch.com. Ha
escrito para Los Angeles Times, San Francisco Chronicle, Adbusters, the Nation,
y regularmente para Tomdispatch.com. Su primer libro: “The Complex: How the
Military Invades Our Everyday Lives,” una exploración del nuevo complejo
militar-corporativo en EE.UU., fue recientemente publicado por Metropolitan
Books. Su sitio en la red es: Nick Turse.com
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El incremento de las operaciones especiales
La guerra secreta de EEUU en 134
países
Nick Turse TomDispatch.com 23 de enero de 2014
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo
Fernández
Actúan en el resplandor verde de la visión nocturna en el Suroeste Asiático y
acechan por las junglas de Suramérica. Arrebatan
hombres de sus hogares en el Magreb y disparan
contra militantes fuertemente armados en el Cuerno de África. Sienten la espuma
salada cuando vuelan al ras de las olas desde el turquesa del Caribe al azul
intenso del Pacífico. Llevan a cabo misiones en medio del calor agobiante de los
desiertos de Oriente Medio y en la congelada
Escandinavia. La administración Obama está emprendiendo una guerra
secreta por todo el planeta cuya magnitud total no se había revelado nunca
del todo, hasta ahora.
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Las víctimas afganas de Estados
Unidos
Bob Dreyfuss y Nick Turse The Nation 9 de octubre de 2013
Traducido del inglés para Rebelión
Cuando un soldado estadounidense muere en Afganistán, su
muerte no es una muerte anónima. Se lamenta la tragedia de esa pérdida y se
recuerda y homenajea su vida. En muchos de los casos, los medios locales y
estatales cubren de forma destacada esa muerte, a menudo durante varios días. El
Pentágono recoge debidamente la pérdida, se entregan medallas, se regala una
bandera ceremonial a los supervivientes y el Departamento de Defensa paga
100.000 dólares de indemnización a la familia del soldado, más los atrasos,
seguros, subvenciones por vivienda, etc.
Pero cuando un afgano muere en la guerra –especialmente un civil afgano-, su
muerte raramente es recogida por el mundo exterior. Y, con frecuencia, esa
muerte ni siquiera aparece registrada en los hospitales y morgues afganos.
Cuando le preguntaron a Said Jawad, ex embajador afgano ante EEUU, que si su
país tiene registros de las víctimas civiles, contestó suspirando: “¿Sabe qué?
En Afganistán ni siquiera tenemos certificados de nacimiento. ¿Sabe que ni
siquiera tenemos una lista de los soldados y policías afganos, de los miembros
de las fuerzas de seguridad, que mueren?”. La mayor parte de los estadounidenses
apoyó decididamente la invasión de Afganistán en 2001, pero hace mucho tiempo
que rechaza de lleno un conflicto (en septiembre entró en su treceavo año) que
en muchos aspectos es la guerra más larga en la historia estadounidense. Una
razón importante del cambio en la opinión pública es la lista de soldados,
marineros, aviadores y marines muertos y heridos, que cada vez crece con mayor
rapidez. En los últimos tiempos, los políticos repiten de memoria que la guerra
le ha costado a EEUU más de 2.200 muertos, miles de heridos y al menos 640.000
millones de dólares. Pero incluso entre los más acérrimos políticos y expertos
antibelicistas, pocos se toman la molestia de mencionar el coste para los
afganos. “No forma parte del discurso estadounidense”, dice John Tirman, autor
de The Deaths of Other: The Fate of Civilians in America’s War [Las
muertes de los otros: El sino de los civiles en las guerras de EEUU]. “No hay
políticos que se alcen en defensa de los civiles”.
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La historia oculta de la tortura con
agua
Nick Turse TomDispatch 01 de marzo de 2013
Traducido por Silvia Arana para Rebelión
Trata de mantener la calma -aunque empieces a sentir una opresión en el pecho
y que el corazón te late alocadamente. Trata de no caer en pánico cuando sientas
que el agua te entra por la nariz y la boca, mientras tratas de contraer la
garganta y calmar la respiración y mantener algo de aire en los pulmones y
luchar contra la creciente sensación de ahogo. Trata de no pensar en la muerte,
porque no hay nada que puedas hacer, porque estás atado, porque alguien te echa
agua en la cara y te ahoga lenta y deliberadamente. Estás en sus manos. Te
sientes en agonía.
En resumen, eres la víctima de "tortura con agua". O del "submarino". O del
"tratamiento de ahogo". O de la "asfixia húmeda". O de cualquier otro
sobrenombre dado a esta forma de brutalidad que hoy se la llama con el eufemismo
de "waterboarding" (sumergimiento en agua).
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Una fórmula fracasada para la guerra mundial
De cómo el Imperio cambia de rostro pero no de
naturaleza
Nick Turse TomDispatch.com 11 de noviembre de 2012
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo
Fernández
Parecían una panda de gigantes vejestorios. Vestidos con un elegante atuendo
informal –camisa, suéter y vaqueros- e inapropiados patucos azules de hospital,
iban y venían por el “mundo”, deteniéndose para acariciarse la barbilla y
reflexionar sobre esta o aquella crisis potencial. Entre ellos estaba el General
Martin Dempsey, el jefe de la Junta del Alto Estado Mayor, en camisa y vaqueros,
sin medalla ni condecoración a la vista, con los brazos cruzados y la mirada
fija. Tenía un pie plantado
firmemente en Rusia, el otro parcialmente en Kazajstán y, sin embargo, el
general no había salido de los agradables confines de Virginia.
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El futuro de desastre y fuego de la guerra robótica
70 aviones no tripulados caídos y el nuevo modo
de guerra estadounidense
Nick Turse Tom Dispatch 19 de enero de 2012
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Cazabombarderos jet estadounidenses pasaron aullando sobre el campo iraquí
dirigiéndose hacia el avión no tripulados Predator MQ-1, mientras su
‘tripulación’ en California observaba impotente. Lo que había comenzado como una
misión de reconocimiento común estaba evolucionando de una forma dramática. En
un instante, los jets atacaron y todo había pasado. El Predator, uno de los
infatigables robots cazadores / asesinos de la Fuerza Aérea había sido
aniquilado.
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La guerra estadounidense y los civiles afganos
¿Cuánto “éxito” pueden resistir los afganos?
Nick Turse TomDispatch 16 de septiembre de 2010
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Introducción del editor de TomDispatch Sin duda habéis tenido la experiencia
de tirar un pequeño hilo suelto y descubrir, sorprendidos, que la vestimenta que
lleváis puesta comienza repentinamente a deshacerse. Parece que algo equivalente
está sucediendo en Afganistán directamente ante nuestros ojos. Allí, “el orgullo
del sistema bancario de Afganistán”, Kabul Bank, con más de un millón de
clientes, sufre un colapso a cámara lenta.
Parte de un incipiente sistema bancario que es orgullosamente guiado por
expertos estadounidenses y funcionarios del Departamento del Tesoro, ese
sumidero bancario amenaza ahora con llevarse consigo a muchísimos más. En 2001,
según David Nakamura y Ernesto Londoño del Washington Post, los estadounidenses
que llegaban a Kabul querían crear un “sector bancario al estilo occidental… que
dificultara que los terroristas obtuvieran dinero, mientras prometían a los
afganos que un sistema financiero regulado sería más confiable y digno de
confianza.” Y, en un sentido perverso, tuvieron éxito.
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Los sitios negros del Imperio de las Bases
Las 700 bases militares en Afganistán
Nick Turse TomDispatch 15 de febrero de 2010
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
En el siglo XIX era un fuerte utilizado por las fuerzas británicas. En el
siglo XX, las tropas soviéticas se instalaron entre sus destartaladas paredes.
En diciembre de 2009, en ese lugar del distrito de Shinwar, de la provincia de
Nangarhar en Afganistán, las tropas estadounidenses se reunieron con miembros
del Ejército Nacional afgano para allanar el camino para la siguiente ronda de
ocupaciones extranjeras. Se quería levantar una nueva base en sus terrenos, una
más de entre los cientos de campos y puestos de avanzada diseminados por todo el
país.
Casi diez años después de que la administración Bush lanzara su invasión de
Afganistán, TomDispatch ofrece el primer recuento actualizado de las
bases de EEUU, de la OTAN y de las pertenecientes a la coalición, así como de
las instalaciones utilizadas por las fuerzas de seguridad afganas. Esas bases
van desde lugares relativamente pequeños como Shinwar, hasta megabases que
parecen pequeñas ciudades estadounidenses. Actualmente, según fuentes oficiales,
aproximadamente 700 bases de todos los tamaños salpican el territorio afgano, y
hay más, como la de Shinwar, que están en construcción o que pronto serán parte
del boom de construcción de bases que empezó ya el pasado
año.
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El incremento de aviones no tripulados
Hoy, mañana y en 2047
Nick Turse TomDispatch.com 29 de enero de 2010
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
En una reciente mañana en la provincia de Helmand, en Afganistán, de repente,
en cuestión de segundos, irrumpía por el cielo el zumbido de un motor. Y un
momento después, un misil impactaba contra una casa matando a trece personas.
Días después, el mismo y cada vez más familiar aullido mecánico precedió a una
salva de dos misiles que impactaron sobre un recinto en el pueblo de Degan, en
el distrito tribal del Norte de Waziristán, en Pakistán, matando a tres
personas.
Lo que fueron una vez asesinatos selectivos no reconocidos y relativamente
infrecuentes de supuestos terroristas o militantes durante los años de Bush, se
ha convertido en algo habitual bajo la administración Obama. Y desde el
devastador ataque-suicida del 30 de diciembre por parte de un doble agente
jordano contra una base avanzada de operaciones de la CIA en Afganistán, los
aviones no tripulados han estado cazando humanos a un ritmo de record en la zona
de guerra de Af-Pak. En Pakistán, una “cifra sin precedentes” de ataques –que
han matado tanto a guerrillas armadas como a civiles- han provocado mucho más
temor, rabia y odio en las zonas tribales, mientras la CIA, con ayuda de la
Fuerza Aérea de EEUU, emprende la guerra “secreta” más pública de los tiempos
modernos.
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02-12-2008
"La matamos… eso me perseguirá hasta el fin de mis días
Las lecciones de guerra y la verdad de Lawrence Wilkerson
Nick Turse
TomDispatch
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Introducción del editor de TomDispatch, Tom Engelhardt
Nick Turse: un narrador de verdades de nuestros tiempos
En octubre de 2006, cuando las bajas estadounidenses en Irak no habían
llegado todavía a 2.000 muertos o 15.000 heridos, y nuestras bajas en Afganistán
todavía eran ciertamente moderadas, ya habían comenzado a emerger en línea
“muros” informales para honorar a los caídos. En esos días sugerí que “la
deshonra particular que este gobierno ha causado a nuestro país exige también
otros ‘muros’.” Imaginé, entonces, muros de vergüenza para los personajes del
gobierno de Bush y sus compinches – e incluso produje uno (en palabras) en
noviembre de ese año. A esta altura, claro está, cualquier muro semejante
estaría repleto hasta reventar de nombres testigos de la infamia.
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21-11-2008
Un My Lai por mes
Nick Turse
The Nation
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
A mediados de los años sesenta, el Delta del Mekong, con sus verdes arrozales
y aldeas bordeando canales, era el tazón de arroz de Vietnam del Sur y
residencia de casi 6 millones de vietnamitas. También fue uno de los baluartes
revolucionarios más importantes durante la Guerra de Vietnam. A pesar de su
importancia militar, responsables del Departamento de Estado estaban
“profundamente inquietos” ante la posible introducción de muchos soldados de
EE.UU. en el área densamente poblada, temiendo que sería imposible limitar la
matanza de civiles.
Sin embargo, a fines de 1968, cuando las negociaciones de paz en París
comenzaron en serio, los funcionarios de EE.UU. lanzaron una “acometida por
tierra” para pacificar inmensos sectores del Delta y colocar a la población bajo
el control del gobierno sudvietnamita en Saigón. Para lograrlo, desde diciembre
de 1968 hasta mayo de 1969, la Novena División de Infantería realizó una
operación en gran escala, con apoyo de recursos no pertenecientes a la división
que iban desde helicópteros artillados a bombarderos B-52. La ofensiva, conocida
como Operación “Speedy Express”, reivindicó un recuento de enemigos muertos de
10.899 al coste de sólo 267 vidas estadounidenses. Aunque se sabía que los
guerrilleros estaban bien armados, la división capturó sólo 748 armas.
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