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La víctima de tortura en Guantánamo, Mohamedou Ould Salahi, y el extraordinario poder del perdón

Andy Worthington
Andy Worthington.co.uk
5 de septiembre de 2019

Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar 9 de septiembre de 2019


Mohamedou Ould Salahi, ex detenido de Guantánamo fotografiado por Amandla Thomas-Johnson para Middle East Eye.

En la larga y desalentadora historia de la prisión estadounidense de Guantánamo, pocos de los 729 hombres y niños liberados se han convertido en nombres de casa, pero uno que sí es el ciudadano mauritano Mohamedou Ould Salahi, mejor conocido por ser el aclamado autor de sus memorias Diario de Guantánamo, escritas mientras estaba en la prisión.

Una víctima de la red global estadounidense de prisones de tortura y sujeto a un programa de tortura especial en Guantánamo que fue aprobado por el entonces secretario de defensa Donald Rumsfeld, Salahi (generalmente identificado en Guantánamo como Slahi), fue erróneamente reconocido como un jugador significativo en Al-Qaeda; pero finalmente fue aprobada su libertad en julio del 2016 y liberado en Mauritania tres meses más adelante, casi 15 años desde que su propio gobierno, como escribe en sus memorias, “me entregó, acortando cualquier tipo de proceso, como un dulce, a los Estados Unidos”.

A pesar de ser liberado, Salahi está atrapado en Mauritania, con su gobierno habiendo roto la promesa de regresarle su pasaporte dos años después, una situación acerca de la cual escribí en marzo, cuando remarqué la situación de los liberados de Guantánamo, todos esos hombres y niños descritos por el gobierno de Estados Unidos como “combatientes enemigos”, para siempre manchados por la experiencia y que continúan su vida, fundamentalmente, sin tener derechos.

Recientemente Amandla Thomas-Johnson, reportera en Dakar, Senegal, visitó Mauritania para entrevistar a Salahi para el Middle East Eye, encontrando a un hombre franco, elocuente, y, crucialmente, tan indulgente con quienes le hicieron daño como podríamos haber esperado. Vale la pena leer todo el artículo, pero abajo me enfoco en la situación particular de Salahi y en su reflexión acerca de sus experiencias y no tanto en el recorrido de su historia de detención y tortura, misma que he discutido en artículos previos y que es mejor explorar leyendo Diario de Guantánamo.

Thomas-Johnson nota que, aunque Salahi estaba “radiante” cuando lo conoció, con una “sonrisa acogedora” que tomó como “un signo de que nuestra conversación, ahondando en el reciente pasado, no era del todo insoportable después de todo”, la negativa de las autoridades mauritanas para restituir su pasaporte continúa teniendo un gran impacto en su vida. Como lo explica Thomas-Johnson, “él no puede viajar para ser tratado por el daño de nervios que tiene” y que “fue exacerbado por sus torturadores en Guantánamo” y, a pesar de que tiene un hijo recién nacido en Alemania “no puede formalmente registrarlo como ciudadano porque Salahi no puede ir a firmar los papeles”. Sin pasaporte, Salahi tampoco “puede trabajar o registrarse para votar en Mauritania”.

El extraordinario significado del perdón

Sin embargo, en su conversación con Thomas-Johnson, Salahi reveló cómo, a pesar de estos obstáculos, las autoridades estadounidenses no pueden suprimirlo esencialmente. Al hablar de sus experiencias en la prisión, por ejemplo, explicó cómo los esfuerzos de Estados Unidos por deshumanizarlo de hecho le dieron un sentimiento de libertad. “Si eres lo más bajo de la sociedad, no tienes miedo de nada porque no te pueden hacer algo ya que ya estás hasta abajo”, le dijo añadiendo que “Así es la prisión. No tengo que pretender nada. Es libertad en una manera extraña, libertad del alma”.

Thomas-Johnson explicó cómo él estaba “sorprendido y un poco desconcertado por su comentario” y le preguntó si “había encontrado felicidad en Guantánamo”.

“Absolutamente”, fue la respuesta inmediata de Salahi.

Continuó explicando que, aunque, al principio, después de su liberación “quería venganza”, pronto se dio cuenta del valor del perdón. Como le dijo a Thomas-Johnson, “No tengo quejas contra nadie. De corazón he perdonado a todos”.

Esta habilidad para perdonar es uno de los atributos más atractivos de Salahi y, en la historia reciente, me recuerda a la negativa de Nelson Mandela de ser consumido por el odio después de su larga detención en Sudáfrica y su insistencia de que un proceso de verdad y reconciliación era la única manera para evitar un ciclo de violencia y recriminación. Como lo puso Mandela, “la gente valiente no le tiene miedo a perdonar, por el bien de la paz”.

He notado la importancia del perdón de Salahi anteriormente. En marzo del 2017, después de aparecer en “60 Minutes” de la CBS, me di cuenta de que, para mi mente, “el comentario más conmovedor vino poco después de su liberación, cuando, en un video para ACLU dijo, ‘De todo corazón, perdono a todos los que me lastimaron durante mi detención y perdono porque el perdón es mi recurso inexhaustible’”.

También expliqué, cómo, en enero del 2017, cuando conocí a Larry Siems, el editor de Diario de Guantánamo, que había visitado recientemente a Salahi en Mauritania, me dijo que Salahi “había elaborado acerca de su teoría del perdón, explicando que, si la gente no perdona a quienes los han lastimado, no pueden dejar ir del dolor y eso, esencialmente, los consumirá o los arrastrará, mientras que él, dijo, es absolutamente libre”.

Salahi también le explicó a Thomas-Johnson cómo la soledad que vino con su captividad lo liberó de ser un “esclavo del tiempo”.

“La vida que mucha gente vive no te deja tener tiempo para pensar en otras cosas porque somos esclavos del tiempo”, dijo, añadiendo que “Yo también era así, pero luego mi vida fue acortada por la prisión. Tuve que redefinir quién era y mi relación con Dios. Tuve tiempo para pensar. Todos los grandes profetas, incluyendo a Mohamed, y todos los grandes filósofos atravesaron este proceso de soledad. Te permite saber quién eres. Tuve que redefinir todo. Fue una transformación de vida completa”.

Sin embargo, como explica Thomas- Johnson, “Salahi todavía tiene pesadillas acerca de estar metido en Guantánamo, una señal de que, mientras fue capaz de encontrar algún espacio espiritual dentro de sus limitaciones tortuosas, no es inmune a los efectos de su tratamiento”, y también declaró que “se siente culpable de haber dejado el campamento que todavía tiene a 40 personas y regularmente les pide a sus abogados que los ayude”.

La vida después de Guantánamo

Salahi también contó con humor, su ajuste a los cambios tecnológicos después de su liberación. Thomas-Johnson describió cómo una de sus primeras solicitudes después de regresar a casa fue “pedirle a su familia que le comprara dos equipos de televisión grandes” con muchos canales. Thomas-Johnson explicó que “una dieta estricta de noticias curadas e información proporcionada por sus captores estadounidenses lo había hecho tener hambre de saber cómo era en realidad el mundo”.

Pero, cuando le “preguntó a su sobrina por los canales”, ella “lo miró y le dijo ‘nunca he tocado una televisión en la vida”. Salahi dijo que se dio cuenta de que “el mundo había seguido adelante y de que ahora estaba jugando a alcanzarlo”. Como lo puso, “Oh, Dios, estoy muy viejo”.

Como también explicó, “la televisión no era tan importante y ahora todo mundo ve las noticias en internet. Era como si hubiera salido de una cápsula de tiempo y estuviera ahí tratando de encajar”.

Sin embargo, no todos los cambios fueron fáciles de absorber. Thomas-Johnson explica que, para cuando Salahi fue liberado, “su madre y uno de sus hermanos había muerto” aunque “él tenía sobrinos y sobrinas”. Salahi mismo lo dijo “No reconocía a muchos de mi familia. La gente estaba envejeciendo y algunos que no habían nacido ahora eran hombres y mujeres”.

Desde que fue liberado, porque no puede viajar, Salahi le dijo a Thomas-Johnson que ha pasado “mucho tiempo escribiendo”. En Guantánamo, después de completar sus memorias, “escribió cuatro libros más” pero “no lo dejaron llevarlos con él”. Actualmente se encuentra re escribiendo esos libros, acerca de la felicidad humana y también “completó una novela acerca de la vida beduina en Mauritania”.

Thomas-Johnson llegó a Nuakchot, la capital de Mauritania, un día después de las elecciones presidenciales y explicó que, durante su conversación, Salahi “tomó una llamada telefónica en donde le advertían de las protestas que habían surgido a través de la Nuakchot disputando el resultado de la elección”. Dijo que “muchos aquí desconfían del establecimiento político que ha sido dominado por el ejército por décadas”, y que, en la última elección, el ex jefe militar Mohamed Ould Ghazouani aseguró la presidencia, reemplazando a Mohamed Ould Abdel Aziz, otra figura militar que había sido presidente por diez años. El nuevo es un aliado cercado de Abdel Aziz, ambos estuvieron involucrados en dos golpes de Estado contra ex líderes en el 2005 y 2008.

Salahi le dijo a Thomas-Johnson que un día antes de la elección “había escrito una carta, en francés, árabe e inglés, un idioma que aprendió en Guantánamo, para el próximo presidente mauritano, quien sea que fuera”. En ella, cuenta Thomas-Johnson, “despotricó contra el establecimiento gobernante del país” describiéndolo como un número de “sistemas árabes decadentes y corruptos, en donde aquellos en el poder abusan de los pobres y los oprimidos”.

Le dijo a Thomas-Johnson que “estaba seguro de que el próximo presidente tampoco le daría su pasaporte, aunque nunca había sido encontrado culpable o acusado durante sus 20 años de sufrimiento”. Como dice “ninguno de ellos tendrá el suficiente valor para decir que cumpliré con la ley. Soy un ciudadano mauritano, pero no tengo el entendimiento de la ley de este país. Cualquiera que quiera quedarse en el poder, tiene que servir a América primero. Pienso que el slogan de nuestro país debería de ser ‘Estados Unidos Ante Todo’”.

A pesar de esto, se niega a quedarse callado, contándole a Thomas-Johnson que “por dentro es…libre y que habla sin miedo alguno”. Como explicó “Acepto que los Estados Unidos deberías de seguir y enjuiciar a gente que lastime a sus ciudadanos. Estoy de acuerdo con eso, pero no lo estoy en que, si sospechan de ti, te secuestren, torturen y dejen podrir en la cárcel por 15 ó 16 años; y luego de boten en tu país y digan que no puedes tener tu pasaporte porque ya has visto tantas cosas que no quieren que estés viajando por el mundo hablando de eso”.

En conclusión, dijo, “estoy siendo castigado” y es difícil no estar de acuerdo con él.


 

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