Retorno a la tortura: Abdul Rauf al-Qassim, preso
exculpado de Guantánamo, teme regresar a Libia
16 de junio de 2007
Andy Worthington
El viernes, el Washington
Post informó sobre el caso de un libio de 42 años, Abdul Rauf
al-Qassim, uno de los cerca de 80 presos que actualmente languidecen en
Guantánamo y cuya liberación fue autorizada hace al menos un año. Muchos de
estos presos -entre ellos 17 uigures de la provincia china de Xinjiang- siguen
recluidos porque el Pentágono no puede garantizar que no serán torturados o
asesinados si son devueltos a sus países de origen y no encuentra otro país que
los acepte (aunque los uigures bien podrían unirse a sus cinco compatriotas que
fueron abandonados en un campo de refugiados de Albania en mayo de 2006). Tras
el sufrimiento que estos prisioneros han padecido bajo custodia estadounidense,
esta preocupación por su bienestar sigue siendo uno de los episodios más
surrealistas de la saga de la "Guerra contra el Terror", que desafía
a la realidad, y no se ve favorecida por el hecho de que la mayoría de ellos
permanezcan recluidos en régimen de aislamiento durante 22 horas al día, en
circunstancias que pondrían a prueba a algunos de los delincuentes convictos
más endurecidos en las prisiones "Supermax" de Estados Unidos.
|
En el caso de al-Qassim, sin embargo, el problema no es que no pueda ser devuelto a
su país de origen, sino que no quiere ir y está "luchando
públicamente" contra los planes del Pentágono de devolverlo a Libia. Desde
marzo de 2004, cuando el primer ministro británico Tony Blair -con un aspecto
tan cómodo como el de un colegial perdido en la parte equivocada de la ciudad-
fue recibido por el coronel Gadafi en su tienda beduina de Trípoli, el régimen
libio -otrora implacable enemigo patrocinador del terrorismo- se ha convertido
en el nuevo mejor amigo de Occidente en el norte de África. No importa que el
Departamento de Estado informe anualmente de que la tortura y los malos tratos
siguen siendo moneda corriente en las cárceles libias, Gadafi ha renunciado a sus
armas de destrucción masiva, se ha unido al alegre mundo occidental de las
grandes fortunas, los acuerdos petrolíferos y la venta de armas, y es un aliado
incondicional en la "guerra contra el terror".
Desde que se filtraron los primeros informes de que la CIA había "entregado" a sospechosos
de Al Qaeda a Libia para su "interrogatorio", la condición de amigo
de Occidente del antiguo paria ha sido una de las manifestaciones más
censurables de la turbia realpolitik que sustenta en realidad toda la coalición
antiterrorista liderada por Estados Unidos. Por supuesto, no es la única
alianza corrupta. En defensa de la "libertad" y la
"democracia", Estados Unidos y el Reino Unido han tratado alegremente
con numerosos regímenes represivos y antidemocráticos, como Arabia Saudí,
Pakistán, Egipto y Uzbekistán. Otros regímenes -en teoría menos dictatoriales-
también han hecho cola para que se les pague y no se les castigue, entre ellos
Marruecos, Jordania y, en el momento de escribir estas líneas, Kenia y Etiopía.
En el otro extremo de la escala -al menos en los primeros años de la
"guerra contra el terror"- los sospechosos de Al Qaeda también fueron
"entregados" a Siria para ser "interrogados", en un acuerdo
que revela el supuesto compromiso de Occidente con los derechos humanos y la
justicia como la retórica hueca y de ojos muertos que es en realidad: mientras
el presidente Bush llamaba públicamente a Siria miembro del "eje del
mal", también estaba ocupado contratando a los servicios de inteligencia
sirios -los tristemente célebres Mukhabarat- como torturadores por poderes.
A pesar de que el Pentágono ha autorizado su liberación, Abdul Rauf al-Qassim tiene buenas
razones para temer que le devuelvan a Libia. Soldado del ejército libio de 1983
a 1989, desertó y viajó a Afganistán "para emigrar y empezar una nueva
vida". Tras luchar con los muyahidines hasta 1993, cuando cayeron los
últimos restos del régimen soviético, "viajó de un lado a otro entre
Pakistán y Afganistán" -en un momento dado estudió en la universidad en
Quetta- y también conoció y se casó con una mujer afgana, Rahima, con la que
tuvo una hija, Khiria, que ha pasado toda su joven vida sin su padre.
La esposa de Abdul Rauf al-Qassim, Rahima, y su hija, Khiria.
|
Al-Qassim fue capturado en Lahore en mayo de 2002, en casa de un paquistaní, tras huir de un
Afganistán devastado por la guerra con su esposa embarazada, pero aunque estaba
claro que no había tomado las armas contra los estadounidenses, estaba mucho
menos claro que el gobierno de su país de origen no lo considerara una amenaza.
En la Junta Administrativa de Revisión de mayo de 2005 (convocada para revisar
el estatus de los presos como "combatientes enemigos"), explicó -a
través de una declaración a su oficial militar asistente- que había recibido
entrenamiento militar en dos campamentos libios en Afganistán, pero sólo porque
vivía allí, y admitió que se había unido al Grupo Islámico Combatiente Libio
-opositores exiliados al régimen de Gadafi-, pero sólo "por desesperación:
estaba arruinado, no tenía adónde ir, tenía hambre, estaba en paro y no tenía
forma de mantenerse". Añadió que su familia "no recibía ayuda
monetaria del [GICL], pero él recibía comida, alojamiento y una asignación para
ropa". También se mostró de acuerdo con las declaraciones que había hecho
anteriormente: que "no creía en la violencia", y que "definía
airadamente a los dirigentes y miembros [de Al Qaeda] como "salvajes"
que tergiversan el significado del Islam, perjudicando así a todos los
musulmanes".
Aunque al-Qassim declaró que una delegación libia, que visitó Guantánamo en 2004 (y que en
realidad fue trasladada allí en avión por la CIA), le dijo que "sabían que
pertenecía al Grupo Islámico Combatiente Libio sólo por su nombre", que
estaba "obligado a estar con ellos" y que "cuidarían de
él", en repetidas ocasiones dijo a su oficial militar asistente que tenía
"miedo de volver a Libia". Dijo que no quería ir a Libia porque
sentía que no podía confiar en ellos y porque encarcelaban a la gente sin
motivo", informó su AMO. Dijo que cree que si vuelve a Libia, incluso
después de haber sido liberado por Estados Unidos, será enviado de nuevo a
prisión". Tal era su preocupación que el presidente de su ARB señaló:
"Para que conste, asegúrense de que pongamos en nuestro informe que el
detenido tiene miedo de volver a Libia", un comentario que ha sido
claramente ignorado por la administración, que se prepara para hacer realidad
sus peores temores.
Al-Qassim no carece de amigos en Estados Unidos. El Centro de Derechos Constitucionales se ha hecho cargo
de su caso, luchando por él en los tribunales y, con la ayuda de la
Organización Afgana de Derechos Humanos, localizando a su esposa e hija.
Además, Edward Markey, demócrata de Massachusetts, ha abrazado su causa,
instando al gobierno a considerar otras opciones y señalando que, como tiene
mujer e hija afganas, puede optar a la ciudadanía afgana. En una carta al
Departamento de Estado, escribió que sería una "grave injusticia"
enviar a Al Qassim a Libia, "porque el Departamento de Estado ha informado
de que el país practica la tortura, incluidas las descargas eléctricas y la
asfixia", y en una entrevista reciente afirmó que, "en virtud de su
presunta conexión con un grupo que se opone al gobierno libio", Al Qassim
corría "un riesgo especial de sufrir abusos", y añadió: "El
Departamento de Estado no tiene una pierna en la que apoyarse si va a
contradecir su propio análisis".
Queda por ver si la campaña montada por el diputado Markey y el CCR tendrá éxito, aunque los
augurios no son buenos. En diciembre de 2006, sin que casi nadie se diera
cuenta, otro libio, Mohammed al-Rimi (alias al-Futuri), de 38 años, fue
devuelto a Libia desde Guantánamo. Migrante económico que había viajado a
Afganistán a través de Egipto, Arabia Saudí y Pakistán, al-Rimi explicó en Guantánamo
que había pasado dos años en Afganistán con la vasta organización misionera
mundial Jamaat-al-Tablighi, y negó que tuviera conexiones militantes. Aunque
añadió que había tenido problemas con las autoridades libias y que había
abandonado Libia debido a la persecución religiosa, al parecer estaba dispuesto
a regresar a su país cuando se le comunicó que se había autorizado su puesta en
libertad. A su regreso, Saleh Abdulsalam, portavoz de una organización benéfica
relacionada con el gobierno, afirmó que a Al Rimi le habían diagnosticado
tuberculosis, pero que las autoridades libias no lo buscaban y que
"volvería pronto con su familia", aunque, según activistas de
derechos humanos, esto era mentira y simplemente había cambiado una prisión por otra.
Lo que puede ayudar a Al Qassim -si sus abogados consiguen sacar suficiente provecho de ello- es la
decisión adoptada el 27 de abril por la Comisión
Especial de Apelaciones sobre Inmigración del Reino Unido (SIAC, por sus
siglas en inglés), según la cual dos presos libios recluidos sin cargos ni
juicio en la versión británica de Guantánamo no podían ser devueltos a Libia
porque corrían peligro de ser torturados. La decisión de la Comisión fue
especialmente irritante para el gobierno británico porque, en octubre de 2005,
Libia firmó un "memorando de entendimiento" en el que prometía que no
torturaría ni maltrataría a los libios devueltos por el Reino Unido. El
Ministerio de Asuntos Exteriores lo promocionó como la respuesta a un problema
que les preocupaba desde hacía tiempo -cómo eludir las convenciones
internacionales que prohíben a los gobiernos enviar a personas de vuelta a un
país donde podrían sufrir torturas o malos tratos-, pero se hizo cada vez más
urgente a medida que cooperaban con los servicios de inteligencia
estadounidenses tras el 11 de septiembre, y parece claro, por la forma en que
tanto estadounidenses como británicos han intentado neutralizar las
prohibiciones de devolver a personas a países donde podrían ser torturadas, que
Abdul Rauf al-Qassim forma parte de un esfuerzo concertado de ambos países para
socavar las salvaguardias legales internacionales. Por desgracia para el
Ministerio de Asuntos Exteriores, los jueces de la SIAC concluyeron que el
"memorando de entendimiento" no valía ni el papel en el que estaba
escrito. Sólo cabe esperar, por el bien de Al Qassim, que el Departamento de
Estado piense lo mismo.
Nota: El Pentágono se refiere a al-Qassim como Abdul Rauf al-Qusin, y su
nombre también se translitera como Abdul Raouf al-Qassim o Abdul Ra'ouf
al-Qassim. En los documentos presentados ante el Tribunal Supremo en mayo de
2007, en los que se solicitaba sin éxito una orden judicial para impedir su
regreso a Libia, se hace referencia a él como Abu Abdul Rauf Zalita.
¡Hazte voluntario para traducir al español otros artículos como este! manda un correo electrónico a espagnol@worldcantwait.net y escribe "voluntario para traducción" en la línea de memo.
E-mail:
espagnol@worldcantwait.net
|