La vida después de Guantánamo: Lakhdar Boumediene habla
29 de mayo de 2009
Andy Worthington
Tantas de las historias relacionadas con Guantánamo son desoladoras que pensé que merecía
la pena mencionar una entrevista reciente con Lakhdar Boumediene, que fue
liberado de Guantánamo hace dos semanas tras siete años y cuatro meses de
encarcelamiento brutal e inútil.
Informé por primera vez de la historia de Boumediene y sus cinco compatriotas -argelinos que se habían
establecido en Bosnia en la década de 1990, y que fueron secuestrados por
agentes estadounidenses en enero de 2002, en relación con un complot
inexistente para bombardear la embajada de Estados Unidos en Sarajevo, y
trasladados en avión a Guantánamo- en mi libro The Guantánamo
Files. También cubrí el caso
ante el Corte Supremo que llevaba el nombre de Boumediene -y que permitió a
los presos de Guantánamo impugnar el fundamento de su detención ante los
tribunales estadounidenses- el pasado mes de junio, y seguí informando sobre la
revisión
del hábeas corpus de los seis hombres el pasado mes de noviembre, que llevó
al juez a ordenar la puesta en libertad de cinco de los hombres, incluido
Boumediene, porque el gobierno no había podido establecer un caso contra ellos.
Luego observé, descorazonado, cómo Boumediene y otro de los hombres exculpados, Sabir Lahmar,
fueron abandonados en Guantánamo cuando los
otros tres hombres fueron liberados en diciembre, porque no tenían
ciudadanía bosnia y porque habían comprobado que no era seguro para ellos
regresar a Argelia. Y por último, hace dos semanas, me sentí aliviado cuando Boumediene fue finalmente
liberado en Francia, después de que el gobierno de Nicolas Sarkozy se
ofreciera a acogerlo (y a su familia, que había regresado a Argelia tras su
detención) como gesto de buena voluntad hacia la administración Obama -y porque
tiene familiares en Francia-, aunque me sigue pareciendo inquietante que
Lahmar, y otros presos exculpados tras sus revisiones de habeas (incluidos los
uigures y un ex niño preso, Mohammed
El-Gharani) sigan detenidos.
Las primeras líneas de un artículo basado en la primera entrevista con Boumediene, publicado tanto en el Washington
Post como en Le Monde, eran especialmente conmovedoras:
Cuando por fin terminó la pesadilla -siete años en Guantánamo, dos años de alimentación forzada a través
de un tubo en la fosa nasal derecha, la larga lucha por proclamar su inocencia
ante un juez y, por último, 10 días de hospitalización-, Lakhdar Boumediene lo
celebró almorzando pizza en un pequeño antro de París.
"Cuando estábamos en el restaurante", dijo Boumediene el lunes, poco después de la comida que
marcó su salida de los cuidados médicos y su reincorporación a la sociedad
normal, "le dije a mi mujer que por primera vez me sentía de nuevo como un
hombre, probando cosas, cogiendo cosas con los dedos, almorzando con mi mujer y
mis dos hijas."
Boumediene procedió a explicar que su encarcelamiento había sido "un feo error" por parte
de las autoridades estadounidenses, basado principalmente en su escasa relación
con Belkacem Bensayah, el único de los seis hombres a quien no se le concedió
la petición de hábeas corpus el pasado noviembre. Aunque el Washington Post
precedió su relato -bastante innecesariamente, en mi opinión- con la
advertencia de que su "versión de los hechos es imposible de verificar de
forma independiente", el antiguo cooperante de la Media Luna Roja explicó
que "no conocía bien a Bensayah", pero que le había ayudado, como
compatriota argelino, cuando acudió a su oficina "en busca de ayuda para
su familia". Añadió que, tras la detención de Bensayah, proporcionó a su
esposa dinero para un abogado, y concluyó que, a raíz de estas conexiones, las
autoridades estadounidenses lo habían relacionado con actividades terroristas
en Bosnia. Estas parecen haberse basado únicamente en la supuesta relación de
Bensayah con Abu
Zubaydah, el supuesto principal operativo de Al Qaeda, que era, de hecho,
el guardián de un campo de entrenamiento independiente, Jaldan, que fue cerrado
por los talibanes en 2000 después de que su emir, Ibn al-Shaykh al-Libi (fallecido
recientemente en una cárcel libia), se negara a colaborar con Al Qaeda.
Boumediene también explicó que una visita que había realizado a Pakistán a principios de los años noventa
había "despertado las sospechas de los investigadores
estadounidenses", a pesar de que no había tenido nada que ver con ningún
tipo de actividad o entrenamiento militar durante su estancia allí y que, en
cambio, había sido "monitor en una escuela para huérfanos afganos
financiada por Kuwait","Y añadió que, dado que había renovado su
pasaporte en la embajada argelina en Islamabad durante su estancia y que
numerosos muyahidines argelinos también habían renovado sus pasaportes, era
probable que los servicios de seguridad argelinos lo consideraran un extremista
en potencia.
Esto, dijo, se confirmó cuando viajó a Argelia en diciembre de 1999 para visitar a su familia, pero
"le pararon en el aeropuerto y le dijeron que estaba en una lista de
personas buscadas para ser interrogadas". Aunque negó cualquier relación
con extremistas argelinos, le confiscaron el pasaporte. En un intento de recuperarlo,
cometió lo que él consideraba un error que también contó en su contra cuando
acabó bajo custodia estadounidense, al conseguir que se lo devolvieran
inscribiéndose en una amnistía que ofrecía el Presidente Bouteflika a sus
oponentes islamistas. "Eso", como explicaba el Post,
"resolvió su problema en Argelia. Pero un documento en el que figuraba
como beneficiario de la amnistía fue encontrado en su domicilio tras su
detención en Bosnia y, según especuló Boumediene, sirvió para reforzar las
sospechas de Estados Unidos sobre sus vínculos con Al Qaeda."
Pasando a describir su estancia en Guantánamo, Boumediene dijo que fue interrogado más de 120 veces, y
confirmó lo que él y sus compatriotas habían mantenido a lo largo de su
estancia en Guantánamo, cada vez que sus relatos se hacían públicos: que los
interrogatorios no se centraban en la trama de la embajada, desacreditada desde
hacía tiempo, sino en sonsacar a los presos información sobre árabes y otros
musulmanes extranjeros en Bosnia. "Al principio pensé que eran
honestos", dijo Boumediene, "y que cuando les explicara verían que
era inocente y me liberarían. Pero después de los dos primeros años, más o
menos, me di cuenta de que no eran honrados. Así que dejé de cooperar".
Boumediene también recordó que, durante un periodo de 16 días en febrero de 2003, "los
interrogatorios duraron día y noche, a veces con tácticas como levantarlo
bruscamente de la silla donde estaba atado, de modo que los grilletes se
clavaban en su carne". Añadió que los interrogadores, "algunos
vestidos con uniformes militares y otros de paisano, contaban con la ayuda de
intérpretes de árabe que parecían proceder en su mayoría de Egipto y Líbano...
y que más tarde incluyeron a algunos marroquíes e iraquíes". Las
actividades de los intérpretes provocaron lo que el Post describió como la
"única muestra de ira" de Boumediene. "Eran unos perros",
dijo. "A menudo empezaban a hacer ellos mismos los interrogatorios. Les
decían a los interrogadores que podían conseguir más información".
Boumediene también explicó que, en la Navidad de 2006, inició una huelga de hambre, que duró hasta su
liberación, "en un esfuerzo por conseguir que alguien escuchara sus
súplicas de inocencia", y fue alimentado a la fuerza dos veces al día a
través de una sonda introducida por la nariz hasta el estómago, una experiencia
horriblemente dolorosa que es difícil imaginar soportar durante casi dos años y
medio. Añadió que sólo rompió el ayuno en dos ocasiones: "una cuando se
enteró de la elección del Presidente Obama y otra cuando el juez ordenó su liberación".
Al terminar la entrevista, dijo: "No tengo ni idea de por qué me ha pasado esto. Soy un musulmán como
cualquier otro. Rezo y celebro el Ramadán. Pero no tengo odio contra
nadie". Añadió que estaba agradecido al gobierno francés por su ayuda para
realojarle, y señaló que su primera prioridad era "volver a estar cerca de
su familia", pero prometió que, en algún momento en el futuro, quiere
demandar a los altos funcionarios estadounidenses responsables de la pérdida de
más de siete años de su vida. "No sé si será posible", dijo.
"Pero aunque tarde 100 años, estoy decidido a presentar una demanda".
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