worldcantwait.org
ESPAÑOL

Español
English-LA
National World Can't Wait

Pancartas, volantes

Temas

Se alzan las voces

Noticias e infamias

De los organizadores

Sobre nosotros

Declaración
de
misión

21 de agosto de 2015

El Mundo no Puede Esperar moviliza a las personas que viven en Estados Unidos a repudiar y parar la guerra contra el mundo y también la represión y la tortura llevadas a cabo por el gobierno estadounidense. Actuamos, sin importar el partido político que esté en el poder, para denunciar los crímenes de nuestro gobierno, sean los crímenes de guerra o la sistemática encarcelación en masas, y para anteponer la humanidad y el planeta.




Del directora nacional de El Mundo No Puede Esperar

Debra Sweet


Invitación a traducir al español
(Nuevo)
03-15-11

"¿Por qué hacer una donación a El Mundo No Puede Esperar?"

"Lo que la gente esta diciendo sobre El Mundo No Puede Esperar


Gira:
¡NO SOMOS TUS SOLDADOS!


Leer más....


Guantánamo y los numerosos fracasos de los políticos estadounidenses

27 de mayo de 2009
Andy Worthington


En el verano de 2002, tal y como Jane Mayer lo describe en su libro The Dark Side, "la CIA, preocupada por la escasez de información valiosa que emanaba de [Guantánamo], envió a un analista de inteligencia de alto nivel, que hablaba árabe con fluidez y era experto en extremismo islámico, para averiguar cuál era el problema". Tras entrevistar a una muestra aleatoria de unas dos docenas de presos que hablaban árabe, el analista "llegó a la conclusión de que se estimaba que un tercio de la población del campo de prisioneros, que en aquel momento contaba con más de 600 cautivos, es decir, más de 200 individuos, no tenía conexión alguna con el terrorismo."

El analista expresó sus preocupaciones al general de división Michael Dunlavey, alto mando militar de Guantánamo, y "quedó aún más desconcertado al enterarse de que el general coincidía con él en que fácilmente un tercio de los detenidos de Guantánamo eran errores." "Más tarde", añadió Mayer, "Dunlavey elevó su estimación a la mitad de la población".

Dunlavey no explicó lo que creía sobre la otra mitad de la población de la prisión, pero en 2006 un equipo de la Facultad de Derecho de Seton Hall, en Nueva Jersey, analizó la información públicamente disponible sobre 517 prisioneros, que había sido divulgada por el Pentágono, y descubrió que, según sus propios registros, en los que se explicaban las circunstancias de la captura de los prisioneros y se describían sus supuestas conexiones con Al Qaeda y/o los talibanes, sólo el 8 por ciento estaba supuestamente afiliado a Al Qaeda, no se determinó que el 55 por ciento hubiera cometido ningún acto hostil contra Estados Unidos o sus aliados, y el resto, como dijo Mayer, "estaban acusados de delitos dudosos, como haber intentado huir de las bombas estadounidenses"." Y añadió: "La inmensa mayoría -todos menos el 5 por ciento- habían sido capturados por agentes no estadounidenses, muchos de los cuales eran cazarrecompensas".

Analizando esta información, y teniendo en cuenta que, en el momento en que el equipo de Seton Hall elaboró su informe, no existían registros de otros 200 prisioneros porque ya habían sido puestos en libertad, la cruda conclusión es que, según las propias conclusiones del Pentágono, sólo unos 40 de los prisioneros tenían supuestamente alguna relación con Al Qaeda, y el resto eran hombres inocentes, reclutas talibanes afganos o extranjeros reclutados para ayudar a los talibanes a luchar en una guerra civil intermusulmana que comenzó mucho antes de los atentados del 11-S y que no tenía nada que ver con Al Qaeda ni con el terrorismo internacional.

En 2002, después de que el analista de la CIA terminara su estudio de los presos de Guantánamo, escribió un informe sobre lo que había descubierto. Como lo describió Mayer, "mencionó a detenidos concretos por su nombre, para que no hubiera confusión sobre a quién estaba reteniendo injustamente Estados Unidos. Dejó claro que creía que Estados Unidos estaba cometiendo crímenes de guerra al retener e interrogar a personas inocentes de forma tan inhumana".

Su informe no tardó en llegar a John Bellinger, asesor jurídico de la consejera de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice. "Inmediatamente consternado", como dijo Mayer, Bellinger convocó una reunión con el analista, a la que asistió el general John Gordon, el principal experto en terrorismo del Consejo de Seguridad Nacional (y ex director adjunto de la CIA), y los dos hombres se dirigieron entonces al consejero de la Casa Blanca Alberto Gonzales para discutir la importancia del informe.

Sin embargo, cuando fueron a reunirse con Gonzales, lo encontraron flanqueado por David Addington, asesor jurídico del vicepresidente Dick Cheney, y Timothy Flanigan, abogado de la Oficina del Asesor Jurídico de la Casa Blanca. "Ninguno de los dos tenía ninguna función oficial de seguridad nacional", escribió Mayer, "y nadie había advertido a Bellinger de que estarían allí. Pero ellos fueron los que hablaron".


Según dos fuentes que informaron a Mayer de la reunión, Addington desestimó las preocupaciones de Bellinger declarando, imperiosamente: "No, no habrá revisión. El Presidente ha determinado que TODOS son combatientes enemigos. No vamos a revisarlo". Después de que Bellinger replicara, señalando que esto era "una violación de las nociones básicas de justicia estadounidense", Addington replicó: "No estamos cuestionando la decisión del Presidente. Se trata de 'combatientes enemigos'. Por favor, utilicemos esa expresión. Todos han pasado por un proceso de selección. No hay nada de qué hablar". Mayer añadió: "Para él, el Presidente había hecho una identificación de grupo". Para Addington, era una cuestión de poder presidencial, no de culpabilidad o inocencia individual".

Cómo Cheney y Addington destruyeron toda noción de justicia

Espero que Jane Mayer -y sus editores- me perdonen por citar extensamente de su libro, pero estos pasajes -además de la investigación realizada por la Facultad de Derecho de Seton Hall y, creo, mi propia investigación para mi libro The Guantánamo Files, y los muchos cientos de artículos que he escrito en los últimos dos años- deberían demostrar, que la afirmación de la administración de que sus prisioneros de la "Guerra contra el Terror" eran tan excepcionalmente peligrosos que no debían ser tratados ni como prisioneros de guerra, protegidos por los Convenios de Ginebra, ni como sospechosos de delitos, con derecho a la protección del sistema jurídico estadounidense, era una hipérbole de lo más imprudente y perjudicial.

Lejos de ser una prisión para "lo peor de lo peor", Guantánamo no era, de hecho, más que un caótico conjunto de prisioneros en gran parte aleatorios, en su mayoría comprados a los oportunistas aliados del ejército estadounidense en Afganistán y Pakistán, o a aldeanos y habitantes de pueblos desesperados por los pagos de recompensas por "sospechosos de Al Qaeda y los talibanes", de una media de 5.000 dólares por cabeza, que se anunciaban en folletos lanzados desde aviones. En ellos se decía: "Puedes recibir millones de dólares por ayudar a las fuerzas antitalibanes a capturar a asesinos de Al Qaeda y los talibanes. Es dinero suficiente para cuidar de tu familia, tu aldea, tu tribu durante el resto de tu vida: pagar el ganado y los médicos y los libros de texto y la vivienda de toda tu gente."

Además, y contrariamente a las afirmaciones de Addington, ninguno de los prisioneros había pasado por un proceso de selección en absoluto. En todas las guerras anteriores desde Vietnam, el ejército estadounidense había celebrado "tribunales competentes" en virtud del artículo 5 de los Convenios de Ginebra. Durante la primera Guerra del Golfo, por ejemplo, el ejército celebró alrededor de 1.200 de estos tribunales, y en tres cuartas partes de los casos los prisioneros fueron enviados a casa. En la "Guerra contra el Terror", sin embargo, se descartaron los tribunales competentes y, de hecho, las órdenes que llegaban desde arriba estipulaban que todos los árabes bajo custodia estadounidense debían ser trasladados a Guantánamo.

Una vez en Guantánamo, la situación no mejoró. No fue hasta junio de 2004 cuando el Corte Supremo dictaminó que los presos tenían derechos de hábeas corpus, e incluso cuando esto ocurrió el gobierno respondió no permitiendo a los presos impugnar el fundamento de su inexplicable detención ante un tribunal estadounidense, como pretendía el Corte Supremo, sino introduciendo los Tribunales de Revisión del Estatuto de Combatiente. Burla de los tribunales competentes en virtud del artículo 5 -dado que los militares no sabían casi nada de la mayoría de los hombres bajo su custodia-, los tribunales se basaron en gran medida en confesiones obtenidas mediante el uso de la tortura, la coacción o el soborno, o en información "genérica" que no tenía nada que ver con los prisioneros. Además, como explicó el teniente coronel Stephen Abraham, veterano de los servicios de inteligencia estadounidenses que trabajó en los tribunales, éstos no estaban concebidos para determinar si los prisioneros habían sido capturados por error, sino para refrendar su designación, en el momento de la captura, como "combatientes enemigos" que podían ser retenidos sin cargos ni juicio.

En consecuencia, la descripción que hace Mayer de la respuesta de David Addington a las quejas aireadas por John Bellinger también debería confirmar que este siniestro experimento de detención e interrogatorio arbitrarios -en el que Estados Unidos no sólo rompió las Convenciones de Ginebra y el Manual de Campo del Ejército, se basaba en la arrogante presunción de que el Presidente estaba por encima de la ley, de que la "inocencia" y la "culpabilidad" eran conceptos irrelevantes y de que estaba justificado retener a cualquier número de prisioneros para siempre e interrogarlos con la frecuencia y la coerción que el gobierno deseara.

Esto se hizo con el fin de construir un "mosaico" de inteligencia no sólo sobre el pequeño grupo de hombres responsables de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 (y de los anteriores atentados contra las embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania y el ataque contra el USS Cole en 2000), sino también sobre la resistencia afgana a la presencia estadounidense en Afganistán, sobre todos y cada uno de los grupos de resistencia musulmanes de todo el mundo (sean "terroristas" o no), y -de exóticos cautivos como el puñado de rusos que fueron apresados, o los 17 uigures (musulmanes de la oprimida provincia china de Xinjiang, que habían huido de la persecución en su patria, y no tenían nada que ver con Al Qaeda o los talibanes)- sobre las actividades de sus propios gobiernos.

Alarmismo, cobardía y terribles decisiones políticas

Menciono todos estos hechos en este momento concreto porque en las últimas semanas se ha producido un torrente de alarmismo, desinformación y propuestas políticas lamentablemente equivocadas por parte de los políticos de la nación -y del Presidente- en relación con Guantánamo, y creo que es importante dejar las cosas claras.


Primero fueron los republicanos, inspirados, sin duda, por el ex vicepresidente Dick Cheney, que parece estar en una interminable "Gira de la Tortura", pregonando mentiras sobre la eficacia de las "técnicas de interrogatorio mejoradas" para mantener a salvo a la nación, y sin mencionar cómo utilizó la tortura para producir mentiras que justificaran la invasión de Irak. En un movimiento que rápidamente se convirtió en una bola de nieve, senadores y representantes de todo el país repitieron mentiras infundadas sobre los peligros que representan los presos de Guantánamo, y lanzaron temibles advertencias sobre las implicaciones de trasladar a cualquiera de ellos a prisiones del territorio continental estadounidense.

El miércoles, este renacimiento de la cobardía y el miedo había arrastrado a un número alarmante de políticos demócratas, y cuando llegó el momento de financiar las guerras de Irak y Afganistán, los políticos de ambos partidos aprobaron alegremente un presupuesto de 91.000 millones de dólares, pero se negaron a dar al Presidente los 80 millones que había solicitado para el cierre de Guantánamo.

El jueves, Obama recuperó parte de este terreno perdido. En un discurso en el que dejó claro que estaba haciendo todo lo posible por arreglar el "desaguisado" dejado por sus predecesores, reprendió a los alarmismos por enturbiar un auténtico debate sobre cómo proceder. Sin embargo, Obama también demostró que se ha contagiado de lo que describió como la "temporada del miedo" de la administración Bush, al proponer que los presos de Guantánamo que no sean liberados sean juzgados en tribunales federales, sometidos a juicio en una versión modificada de las fracasadas Comisiones Militares introducidas por Dick Cheney y David Addington, o sometidos a "detención preventiva".

No tengo ningún problema con la primera de estas propuestas, y me animó que, el mismo día, el Departamento de Justicia anunciara que un antiguo "detenido de alto valor" de Guantánamo, Ahmed Khalfan Ghailani, sería juzgado en un tribunal de Nueva York por su presunta participación en los atentados contra la embajada africana de 1998. Sin embargo, me molestó que el Presidente considerara que merecía la pena proponer las Comisiones Militares como posible vía paralela (dado que ningún parche puede disimular lo corrupto que fue todo el proceso bajo la administración Bush), y me consternó por completo que pudiera contemplar la introducción de una forma de "detención preventiva","y abogaba por legitimar el régimen de Guantánamo (que es, por supuesto, una forma de "detención preventiva") para utilizarlo con prisioneros contra los que no se puede presentar ningún caso porque las supuestas pruebas no resisten un escrutinio independiente, lo que significa, por supuesto, que están contaminadas por la tortura u otras formas de coacción y, por lo tanto, no son pruebas en absoluto.

Una caza de brujas global

Al principio de este artículo, presenté algunas verdades oscuras sobre Guantánamo con la esperanza de que el relato demostrara por qué debe cerrarse la prisión y por qué pocos de los 240 hombres que siguen retenidos -quizá el 10 por ciento, quizá un poco más- representan una amenaza para Estados Unidos. En conclusión, si desea conocer algunos hechos finales y estremecedores sobre la "Guerra contra el Terror" de la administración Bush, considere lo que David Addington, actuando como portavoz del presidente de facto, Dick Cheney, estaba haciendo realmente cuando desestimó las quejas de John Bellinger en otoño de 2002.

Lejos de limitarse a defender una política de detención que, con el beneplácito del Congreso, había llenado los bloques de celdas de Guantánamo (sobre la base de que la Autorización para el Uso de la Fuerza Militar, aprobada en la primera semana posterior a los atentados del 11-S, autorizaba al Presidente "a utilizar toda la fuerza necesaria y apropiada contra aquellas naciones, organizaciones o personas que determine que planearon, autorizaron, cometieron o colaboraron en los atentados terroristas ocurridos el 11 de septiembre de 2001"), Addington defendía también la expansión y extensión de esta política por todo el mundo. Teniendo en cuenta los prisioneros recluidos en Afganistán e Irak, y los sometidos a "entregas extraordinarias", el número total de prisioneros recluidos en Guantánamo representa en realidad menos del 1 por ciento del número total de prisioneros (al menos 80.000 entre 2001 y 2005, según las cifras publicadas por el Pentágono), que han sido recluidos en algún momento de la "Guerra contra el Terror", sin la protección efectiva de los Convenios de Ginebra ni las protecciones del sistema de justicia penal estadounidense.

Esto fue, si se me permite ser franco, una caza de brujas a la escala más colosal, pero espero que estas estadísticas también ayuden a explicar por qué es necesario desmantelar todas las facetas de la "Guerra contra el Terror" de la administración Bush, para que en el futuro sólo se permitan dos categorías de prisioneros: los prisioneros de guerra, aprehendidos en tiempo de guerra y protegidos por las Convenciones de Ginebra, y los terroristas, que deben ser tratados como sospechosos criminales y sometidos a juicio en tribunales federales.


 

¡Hazte voluntario para traducir al español otros artículos como este! manda un correo electrónico a espagnol@worldcantwait.net y escribe "voluntario para traducción" en la línea de memo.

 

¡El mundo no puede esperar!

E-mail: espagnol@worldcantwait.net