Un funcionario de la ONU expulsado critica la
política afgana respecto a los talibanes y defiende a un ex detenido de Guantánamo
16 de febrero de 2008
Andy Worthington
En un importante reportaje de portada en The
Guardian, Michael Semple, el funcionario irlandés de la ONU detenido en
Afganistán en Navidad -junto con el funcionario británico de la UE Mervyn
Patterson- y posteriormente expulsado por suponer una amenaza para la seguridad
nacional al entrar en contacto con los talibanes, ha defendido enérgicamente
sus acciones.
Infantes de Marina británicos en la provincia de Helmand. El expulsado funcionario de la ONU Michael Semple insiste
en que "no existe una solución puramente militar a la insurgencia
actual" y aboga por una política de cortejar a los insurgentes para que se
alejen de los talibanes.
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En una entrevista con Henry McDonald, corresponsal irlandés de The Guardian, Semple -descrito
hace sólo cinco meses por el embajador británico en Afganistán como un hombre
que "habla pashtu con fluidez y entiende el grano y la granularidad de la
sociedad afgana mejor que casi cualquier otro extranjero"- insistió en que
él y Patterson fueron víctimas de rivalidades políticas locales, y señaló, en
una crítica concisa pero significativa de la política occidental, que una solución
puramente militar al problema talibán es imposible. Añadió que, dada la posible
fluidez de la política regional afgana, dos tercios de los actuales partidarios
de los talibanes podrían ser persuadidos para volverse contra ellos. Como
ejemplo de cómo los cambios de lealtades políticas no sólo son significativos,
sino que, históricamente, han sido pasados por alto y malinterpretados por
Occidente, habló también del caso de Haji Naeem Kochi, un líder tribal que fue
enviado a Guantánamo y liberado en septiembre de 2004.
En la entrevista, Semple afirmó que un dirigente local de la provincia de Helmand les había
culpado falsamente a él y a Patterson de hablar con "uno de los
irreconciliables", es decir, con insurgentes vinculados a Al Qaeda.
Insistiendo en que no habían hecho tal cosa, dijo que el líder local había
"fabricado totalmente" la controversia para proteger los recursos que
le había dado el gobierno central, por una sencilla razón: temía que su base de
poder se desmoronara si se incorporaba al proceso de paz a ex insurgentes y ex
talibanes. "Al principio fuimos víctimas de la política local, y que te
vean enfrentándote a los extranjeros -en este caso a nosotros- está muy bien
visto en muchos lugares de Afganistán. Éramos un objetivo fácil y él supo darle
la vuelta a la tortilla", afirmó Semple. Y añadió: "Hay una
diferencia fundamental entre lo que es discreto y lo que es encubierto. Lo que
hacíamos era simplemente discreto porque así se requería. Pero estaba
totalmente en consonancia con la política oficial de traer gente del frío".
Como ejemplo de cómo traer a los insurgentes "desde el frío", Semple contó a McDonald el
caso del mulá Mamuk, un líder de la provincia de Helmand, cuyos enemigos
locales dijeron a las fuerzas occidentales en 2001 que era un terrorista.
Cuando se ofreció entonces una recompensa por su captura en un cartel de
"Se busca" ampliamente distribuido, Mamuk se acercó a los talibanes
para pedir protección, según explicó Semple: "Así que, naturalmente, Mamuk
acude a los talibanes para sentirse seguro y se lleva consigo a los hombres a
sus órdenes que le son leales, muestra a los comandantes talibanes el cartel y
les dice: 'Parece que ahora estoy con vosotros'". Y añade: "Las
autoridades simplemente se equivocaron de hombre y lo pusieron en manos de los
talibanes. Ahora está luchando contra los británicos en Helmand, pero en mi
opinión a los líderes locales como Mamuk se les puede volver a ganar".
Defendiendo la creación de una "red de patrocinio" para atraer a hombres como Mamuk
lejos de los talibanes, Semple continuó: "Merece la pena recordar que hay
un montón de Mullah Mamuks ahí fuera que pueden cambiar fácilmente de bando y
alejarse de los talibanes y por eso creo firmemente que con una buena gestión
se podría separar a dos tercios de los insurgentes de esos irreconciliables."
Aportando ejemplos, explicó que algunos de los hombres que fueron enviados a Guantánamo durante los
dos primeros años tras la invasión liderada por Estados Unidos en octubre de
2001 se habían "pasado de hecho al bando del gobierno de Karzai".
"Por ejemplo, Haji Naeem Kochi, alguien a quien conozco desde hace mucho
tiempo en Afganistán", dijo. "Tras el 11-S y la invasión acabó
cumpliendo condena en Guantánamo. Cuando volvió... me reuní con él. Lo primero
que le pregunté fue si había aprendido inglés, y me contestó: 'Sí, pero lo
único que aprendí de los guardias estadounidenses fue a sentarme y a
levantarme'". Sin embargo, a pesar de haber cumplido condena en
Guantánamo, ahora es miembro de la comisión de paz destinada a reconciliar a
todos los afganos".
El caso de Haji Naeem Kochi es significativo, no sólo por lo que revela acerca de los malentendidos
de las fuerzas dirigidas por Estados Unidos sobre las lealtades tribales en
Afganistán, sino también porque condujo a que un gran número de líderes
regionales pro-Karzai -varias docenas al menos, y posiblemente más- fueran
enviados a Guantánamo. Kochi fue sólo uno de los muchos ejemplos sorprendentes,
como explico en mi libro The Guantánamo
Files: The Stories of the 774 Detainees in America's Illegal Prison. Lo
que sigue es un extracto del capítulo 17:
"Tras haber fracasado en su intento de capturar a un solo líder talibán en 2003, sólo uno de los 90
hombres capturados en este periodo fue considerado una captura importante, e
incluso resultó no ser nada de eso. Haji Naeem Kochi, de 62 años, anciano de la
tribu nómada Kochi, fue objeto de una persecución desde los primeros días de la
"Operación Libertad Duradera", cuando los estadounidenses
bombardearon numerosos lugares en un intento de matarlo. Human Rights Watch
informó de que funcionarios del Departamento de Defensa les habían dicho que
"era un antiguo oficial talibán y una "escoria" implicada en el
contrabando de armas a través de la frontera pakistaní", pero cuando
finalmente fue capturado por las fuerzas estadounidenses, cuando se dirigía a
reunirse con el Presidente Karzai para discutir una disputa tribal el 1 de
enero de 2003, su reputación pareció desvanecerse como un espejismo. En lugar
de dar validez a las preocupaciones de los estadounidenses, este hombre frágil
y poco amenazador, que padecía diabetes y llevaba un cinturón quirúrgico tras
la extirpación de uno de sus riñones, resultó tan insignificante que fue
liberado de Guantánamo en septiembre de 2004."
Al concluir su entrevista, Semple estableció una comparación entre "lo que él y Patterson
pretendían conseguir en Helmand y lo que Estados Unidos había hecho en la
provincia iraquí de Anbar, donde las fuerzas estadounidenses entablaron
conversaciones con los insurgentes suníes que se tradujeron en reveses para Al
Qaeda", según la descripción de McDonald. "Hay muchas personas que
sirvieron en el régimen talibán y que ahora están bien situadas dentro del
régimen de Karzai o son pilares de la sociedad afgana", afirmó Semple.
"Ahora viven en paz con él, aunque lo critiquen, que es su derecho.
Nuestro mandato era apoyar el proceso de reconciliación del gobierno; eso es lo
que estábamos haciendo en Helmand antes de Navidad. No existe una solución
puramente militar a la insurgencia actual. No hay ningún actor serio en
Afganistán que diga que la única forma de salir adelante es luchando.”
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