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El aniversario olvidado de un suicidio en Guantánamo

30 de mayo de 2008
Andy Worthington

Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar 16 de septiembre de 2023

Hoy hace exactamente un año, el 30 de mayo de 2007, Abdul Rahman al-Amri, preso saudita en Guantánamo que, como la mayoría de sus compañeros, llevaba cinco años y medio recluido sin cargos ni juicio, murió, presuntamente tras suicidarse. En huelga de hambre desde hacía mucho tiempo, según el periodista encarcelado de Al Yazira Sami al-Haj, que elaboró un extraordinario informe sobre las huelgas de hambre, al parecer padecía hepatitis y problemas estomacales en el momento de su muerte.

Sin embargo, a diferencia del año anterior, cuando tres presos -Ali al-Salami, Mani al-Utaybi y Yasser al-Zahrani- murieron en lo que se difundió ampliamente como un pacto suicida (y que el comandante de Guantánamo, contralmirante Harry Harris, calificó de "acto de guerra asimétrica"), la muerte de al-Amri suscitó escaso interés en los medios de comunicación.

El Pentágono respondió a su muerte declarando que era "un operativo de Al Qaeda de nivel medio con vínculos directos con miembros de alto nivel, como reuniones con Osama bin Laden", cuyas "asociaciones incluían a guardaespaldas (de bin Laden) y reclutadores de Al Qaeda". También se afirmó que "dirigía pisos francos de Al Qaeda".

En respuesta, en mis primeros artículos en mi blog tras la finalización del manuscrito de mi libro The Guantánamo Files: The Stories of the 774 Detainees in America’s Illegal Prison, señalé lo ridículo que resultaba que se permitiera que las afirmaciones del Pentágono pasaran desapercibidas:

    No se ha explicado cómo fue posible que al-Amri, que llegó a Afganistán en septiembre de 2001, se convirtiera en un "operativo de nivel medio de al-Qaeda" que "dirigió casas seguras de al-Qaeda" en los tres meses anteriores a su captura en diciembre, ni es probable que se dé una explicación. Mucho más probable es que estas acusaciones las hicieran otros presos, bien en Guantánamo, donde se ha recurrido ampliamente al soborno y la coacción, bien en las prisiones secretas de la CIA. En ambas, a los presos se les mostraba regularmente un "álbum familiar" de presos de Guantánamo, y se les animaba -mediante la violencia o la promesa de un trato mejor- a que presentaran alegaciones contra los que aparecían en las fotos, que, por espurias que fueran, se trataban posteriormente como "pruebas".

    Como ocurre con tantos presos de Guantánamo, las contradictorias acusaciones contra al-Amri resultan inverosímiles. Según admitió él mismo, viajó a Afganistán para luchar con los talibanes contra la Alianza del Norte, tras haber servido en el ejército saudí durante nueve años y cuatro meses. El Mando Sur de Estados Unidos amplió sus actividades como recluta talibán, afirmando que, "según su propio relato", "se presentó voluntario para luchar con el comandante talibán local Mullah Abdul al-Hanan, y combatió en el frente al norte de Kabul", y que posteriormente "luchó contra las fuerzas estadounidenses en noviembre de 2001 en las montañas de Tora Bora". Esto puede ser cierto o no, pero al menos es verosímil. Afirmar que dirigía refugios de Al Qaeda, por otra parte, es sencillamente absurdo, y debería alertar a todos los comentaristas sensatos para que examinen con cuidado las acusaciones formuladas por las autoridades estadounidenses contra la mayoría de los detenidos en Guantánamo sin cargos ni juicio (las he estudiado todas, y las acusaciones infundadas o contradictorias son escandalosamente frecuentes).

Concluí mi artículo afirmando:

    Si hemos de creer este insensible intento de ensuciar el nombre de un hombre que, habiéndose quitado la vida aparentemente a la desesperada, parece haber cometido el error de viajar a Afganistán para luchar con los talibanes en el momento equivocado, hay que responder a una pregunta en particular: ¿cuándo, durante los tres meses que al-Amri permaneció en una casa de huéspedes en Kabul, se entrenó en una "escuela para la yihad" en Kandahar, luchó en el frente, se retiró a Tora Bora y cruzó a Pakistán, se suponía que había localizado los pisos francos de al-Qaeda que se le acusaba de dirigir?

En el año transcurrido desde la muerte de Abdul Rahman al-Amri, el silencio que siguió al despiadado arrebato del Pentágono sólo se ha roto una vez, en octubre, cuando el capitán de la Marina Patrick McCarthy, abogado principal del equipo de gestión de Guantánamo, declaró en una entrevista que había visto personalmente "a los cuatro hombres muertos -cada uno de ellos ahorcado- y que los tres primeros habían utilizado lazos de tipo eslinga". Hablando concretamente de la muerte de al-Amri, dijo que éste se había fabricado "un lazo tipo soga" para suicidarse.

En este sombrío aniversario, lo mejor que puedo hacer para conmemorar las vergonzosas circunstancias del fallecimiento de Abdul Rahman al-Amri (sin que se le haya concedido la oportunidad de presentar su caso ante un tribunal de justicia) es repetir una de las pocas declaraciones que se le atribuyen durante su encarcelamiento en Guantánamo, que demuestra, en mi opinión, cómo nunca representó una amenaza para Estados Unidos o sus intereses.

Respondiendo a una acusación de que había admitido "llevar un AK-47 mientras se retiraba" a Pakistán (lo que supuestamente sugería militancia contra Estados Unidos), señaló que "los estadounidenses le adiestraron durante periodos de su servicio" con el ejército saudita, e insistió en que, "si su deseo hubiera sido luchar y matar a estadounidenses, podría haberlo hecho mientras estaba codo con codo con ellos en Arabia Saudita. Su intención era ir a luchar por una causa en la que creía como musulmán hacia la yihad, no ir a luchar contra los estadounidenses."


 

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