Rechazan el "dinero sangriento" del gobierno
Los supervivientes de una de las familias masacradas en Afganistán amenazan
con convertirse en suicidas-bomba
Jerome Starkey Rawa.org 17-03-2010
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Los familiares supervivientes de las personas que murieron asesinadas en un
desgraciado ataque perpetrado por la noche en una zona situada al este de
Afganistán, han rechazado el “dinero sangriento” que el gobierno quería
entregarles como indemnización y han declarado que llevarán a cabo ataques
suicidas si no se lleva ante la justicia a los autores de la masacre.
El 12 de febrero, un grupo de pistoleros no identificados asesinaron a tiros
a dos mujeres embarazadas, una muchacha, un policía y su hermano. Además, en el
ataque contra el pueblo de Khataba, en la provincia de Paktia, se llevaron
arrestados a ocho hombres. Todos ellos fueron liberados más tarde.

Haji Sharabuddin en la tumba de su hijo (Foto: The
Times) |
Nadie se ha responsabilizado de los asesinatos. Un oficial estadounidense en
Kabul se negó a identificar a las fuerzas implicadas, excusándose en “altos
intereses estratégicos y de seguridad nacionales”.
Las Naciones Unidas criticaron en el pasado a las agencias de inteligencia en
Afganistán por utilizar grupos paramilitares para llevar a cabo “asesinatos
extrajudiciales”. Si la fuerza estuviera controlada por la CIA o por el servicio
de inteligencia interno de Afganistán, estaría exenta de las nuevas directrices
que la OTAN ha diseñado para limitar los ataques nocturnos, directrices que
entraron en vigor el 23 de enero.
Los ancianos del lugar entregaron 2.000 dólares de indemnización al cabeza de
familia, Haji Shabuddin por cada una de las cinco víctimas, una vez que las
protestas paralizaron Gardez, la capital de Paktia. “No quiero dinero. Quiero
justicia”, declaró. “Era toda nuestra familia, nada nos importan ya nuestras
vidas. Llevaremos a cabo ataques suicidas y toda la provincia nos apoyará”.
La OTAN había proclamado que la fuerza que llevó a cabo el asalto había
encontrado los cuerpos de las mujeres “atados, amordazados y asesinados”. Dijo
también en su declaración inicial: “Se mató a varios insurgentes que provocaron
un tiroteo con las fuerzas conjuntas”.
Una investigación de The Times en el lugar de los hechos y en sus
alrededores pudo averiguar que esas declaraciones eran falsas. Aunque no se pudo
comprobar de forma independiente las afirmaciones de la familia de que por su
parte no había mediado disparo alguno, ninguno de los muertos pertenecía a la
insurgencia. Los parientes dicen que las mujeres murieron durante el ataque, no
antes.
Los oficiales de la OTAN fueron más lejos aún y ayer dijeron [14 de marzo] a
los periodistas en Kabul que las mujeres habían sido víctimas de un asesinato
“por honor”. Sin embargo, no supieron explicar por qué los cuerpos se habían
guardado durante la noche en la casa, en contra de la costumbre islámica, ni por
qué la familia había invitado a veinticinco personas para celebrar esa misma
tarde que se iba a poner nombre a un recién nacido. La OTAN niega esas
acusaciones de encubrimiento.
Hubo en documento sin fecha que The Times pudo ver en el que las
fuerzas estadounidenses se habían presentado ante el Comandante Dawood, el
policía muerto, alabándole por su trabajo y “dedicación y disposición para
servir al pueblo de Afganistán”. En él se decía que su trabajo “ayudaría a
asegurar la estabilidad del país durante muchos años”.
El hermano del comandante Dawood, Saranwal Zahir, era fiscal de distrito en
Ahmadabad, también en la zona de Paktia. Las dos mujeres casadas estaban
embarazadas de cuatro y cinco meses. La muchacha, Gulalai, se había comprometido
y proyectaba casarse este verano.
“Antes, cuando escuchaba informaciones sobre ataques de esta clase y los
ancianos decían que las tropas extranjeras sólo habían venido para colonizar
Afganistán, yo les decía que estaban aquí para ayudarnos”, dijo Sayed Mohammed
Mal, el vicecanciller de la Universidad de Gardez, cuyo hijo, Mansur, era el
novio de Gulalai. “Pero cuando lo he vivido en mi propia familia, he comprendido
lo equivocado que estaba. Ahora acepto las cosas que la gente me cuenta. Odio a
las fuerzas extranjeras. Odio al gobierno”.
Las autoridades afganas insisten en que el ataque fue un error. Ninguna de
las personas contactadas por The Times dijo que la familia tuviera
vinculaciones con los talibanes.
“Mi padre era amigo de los estadounidenses pero ellos le mataron”, dijo el
hijo del Comandante Dawood, Abdul Ghafar, mientras sostenía una manoseada
fotografía en la que se veía al policía con tres soldados estadounidenses. Uno
de los estadounidenses tenía puesto el brazo alrededor de los hombros del Sr.
Dawood. “Ellos mataron a m padre. Y yo quiero matarles a ellos. Quiero llevar a
los asesinos ante la justicia”.
La familia sospecha que un espía puede haber causado deliberadamente el
ataque con falsa información y los familiares han apelado al Presidente Karzai
para que se lo entregue.
“Si el gobierno no nos da al espía, llevaremos un sagrado Corán ante el
palacio presidencial y le preguntaremos por qué no nos ayuda y por qué permite
que los estadounidenses lleven a cabo esas operaciones”, dijo Bibi Sabsparie, la
madre del Sr. Dawood. Haji Sharabuddin, su marido, dijo que quería al espía
colgado y quemado.
“Los extranjeros están siempre hablando de derechos humanos. Pero no les
importan nada esos derechos”, dijo Mohammed Tahir, el padre de Gulalai. “Vienen
a enseñarnos derechos humanos y luego van y matan a un montón de civiles. No
están aquí para acabar con el terrorismo. Ellos son los terroristas”.
Mohammad Sabir, a cuya mujer, Bibi Shirin, mataron, prometió vengarse: “Si
los estadounidenses no nos dan al espía, cogeremos a siete estadounidenses y les
mataremos”.
La familia cuenta siete víctimas, no cinco, porque las dos mujeres estaban
embarazadas.

De izquierda a derecha: 1) Bibi Saleha, de 37 años, tenía once hijos;
2) La otra víctima, Gulalai, de 18 años, acababa de comprometerse; 3) Bibi
Shirin y su hija Tamana. (Las caras de las mujeres aparecen difuminadas a
petición de sus familias) (Fotos: The
Times) |
Fuente: http://www.rawa.org/temp/runews/2010/03/15/survivors-of-family-killed-in-afghanistan-raid-threaten-suicide-attacks.html
¡Hazte voluntario para traducir al español otros artículos como este! manda un correo electrónico a espagnol@worldcantwait.net y escribe "voluntario para traducción" en la línea de memo.
E-mail:
espagnol@worldcantwait.net
|