Marchas y protestas el 5 de abril por todo Estados Unidos
exigen: "Dos millones, demasiadas — ¡Ni una deportación
más!"
22 de abril de 2014 | Periódico Revolución |
revcom.us
El 5 de abril, miles de manifestantes en más de 50 ciudades celebraron
marchas, mítines, ruedas de prensa y vigilias: lanzaron huelgas de hambre y más;
declararon “Dos millones, demasiadas”; y exigieron “¡Ni una deportación
más!”
Se programó este día para el Día Nacional de Acción —convocado por la Red
Nacional para Organizar a Jornaleros (NDLON), junto con muchas otras
organizaciones de derechos para el inmigrante, líderes religiosos y otros— para
coincidir con el día cuando las deportaciones bajo los seis años del mandato
de Obama llegaran a dos millones. Esta cifra, la que equivale a 1.100
deportaciones al día, no solamente constituye un récord; es más que todas
las personas que Estados Unidos había deportado antes de 1997.
Los Ángeles, 5 de abril de 2014: Marcha contra las
deportaciones Foto: Especial para Revolución |
Las cifras implican la vida devastada de millones de inmigrantes, un número
récord de madres y padres separados de sus hijos, todo lo que nos hace recordar
el tratamiento de los esclavos durante los años de la esclavitud. Las personas
que han tenido que venirse a Estados Unidos debido a la devastación de sus
tierras natales causada por la economía global dominada por Estados Unidos, cuyo
trabajo rompe-lomo en condiciones peligrosas y nocivas ha contribuido a sentar
las bases del país más rico del mundo, son víctimas de la satanización y tienen
que vivir a las sombras, en la mira de una cacería y hostigamiento con una diana
sobre la espalda. Millones de personas viven el temor constante de la detención
y la deportación por una frontera a causa de una multa de tránsito o una lata
abierta de cerveza.
En Arizona, los manifestantes caminaron casi 100 kilómetros durante tres días
de Phoenix a Elroy, donde más de 100 personas se reunieron en frente del centro
de detención del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos
(ICE), en el que encierran a los inmigrantes que aguardan la deportación. Muchos
manifestantes tenían parientes en el centro de detención, entre ellos una mujer
cuyo hijo ha estado internado por casi tres años y otra mujer que fue arrestada
en su centro de trabajo y fue internada dos meses antes de salir en
libertad.
En San Francisco el 4 de abril, una protesta y mitin “paralizó el centro de
San Francisco” (según el San Francisco Bay Guardian). Hubo 23 arrestos
cuando los manifestantes se sentaron en el cruce de las calles Sutter y
Montgomery. Entre los arrestados había estudiantes indocumentados y el clero de
la Coalición Interreligiosa por los Derechos de los Inmigrantes.
San Francisco, 5 de abril de 2014: Marcha contra las
deportaciones Foto: Dina Boyer |
En el Centro de Detención del Noroeste, Tacoma, Washington. Los manifestantes
marcharon y se congregaron, entre ellos veintenas de hijos, esposas y madres de
los seres queridos adentro quienes habían sostenido una huelga de hambre de unas
semanas contra las condiciones insoportables. (Lea más sobre esta huelga de
hambre en el llamamiento de Carl Dix “Inmigrantes
detenidos inician una huelga de hambre: A apoyar a los detenidos que se están
arriesgando la vida”.)
En Connecticut, unas familias que luchaban contra la deportación organizaron
una caravana de carros que pasó por once ciudades, como New Haven, y sostuvieron
mítines para exigir un alto a la deportación.
Según informes, en Washington, D.C. 250 manifestantes marcharon a un parque
al lado de la Casa Blanca, con pancartas que tachaban a Obama de “Deportador en
jefe” y anunciaban una presencia constante e indefinida en frente de la Casa
Blanca.
También se celebraron manifestaciones en la Ciudad de Nueva York; Newark,
Nueva Jersey; Chicago; Los Ángeles; el Condado de Orange, California; San Diego;
Nueva Orleáns; Atlanta; Nashville; Birmingham; y muchos otros lugares.
Durante los meses antes del Día Nacional de Acción el 5 de abril, la campaña
“#Not1More Deportation” [Ni 1 deportación más] intensificaba su resistencia a
las deportaciones, llevando a cabo actos de desobediencia civil y utilizando
nuevas formas audaces y valientes, tales como:
- Una huelga de hambre de 15 días en Phoenix protestó por la detención de
larga duración. Terminó a principios de marzo cuando era necesario hospitalizar
a algunos huelguistas.
- Unos activistas en Phoenix y Tucson, Arizona se encadenaron a un centro de
detención del ICE y a unos autobuses que transportaban a las personas
deportadas; se celebraron actos similares en Chicago, San Francisco y Fairfax,
Virginia.
- Unos jóvenes activistas indocumentados quienes habían sido deportados o
habían tomado la decisión de salir de Estados Unidos por su cuenta, han estado
poniendo a prueba las leyes migratorias con solicitudes de asilo en masa.
- Algunos jóvenes indocumentados se han entregado a las autoridades con el fin
de pasar un tiempo en los centros de detención para inmigrantes, por ejemplo,
uno en El Paso en noviembre de 2014 y otro cerca de Detroit, con el fin de
documentar los casos de los internos que podrían ser elegibles para la
libertad.
- Durante la huelga de hambre de los presos en el Centro de Detención del
Noroeste en Tacoma, los manifestantes se encadenaron y se sentaron para bloquear
el camino en frente del centro.
Los manifestantes, con los jóvenes y estudiantes especialmente al frente,
demostraban gran valor al proclamar en público su estatus de indocumentados, y
así corrían el riesgo de la deportación, en una batalla para poner fin a todas
las deportaciones. Y al hacerlo, están llamando la atención sobre el costo
humano de este nivel masivo y continuo de deportaciones para lo que se calcula
son 11 millones de inmigrantes indocumentados o más en Estados Unidos. Su lucha
reclama el apoyo y participación activa de las personas en todas partes que
están hartas de la manera en que este sistema trata a aquellos cuyo único
“crimen” es el de huir de países donde la penetración imperialista ha
distorsionado y en muchos casos ha arruinado las economías y las sociedades y de
cruzar la frontera sin documentos oficiales, en busca de trabajo para la
supervivencia de sí mismos y de sus familias.
Además, se da este auge de protestas en un momento en el que los inmigrantes
detenidos, en el estado de Washington, Arizona, Illinois, California, Virginia y
Texas, han emprendido huelgas de hambre contra las bárbaras condiciones en las
que están mantenidos, para exigir que Obama firme una orden ejecutiva para poner
fin a las deportaciones hasta que se reorganice el sistema migratorio
estadounidense. (Lea el citado artículo “A apoyar a los detenidos que se están
arriesgando la vida”.)
El costo humano
Para muchos jóvenes que tomaron parte en las acciones del 5 de abril, esta
fue la primera protesta en que habían participado. En el mitin de Los Ángeles,
tres estudiantes de secundaria contaron sus propias historias a
Revolución. Uno explicó que cómo era que a la edad de 14 años, en un
lapso de tres meses deportaron a su madre y luego a su padre, ambos por
infracciones de tránsito. Dijo que su hermana de 17 años de edad tuvo que
abandonar la escuela y conseguir un trabajo para mantener a él, a sí misma y a
su hermano menor. Desde entonces los tres han estado manteniéndose a flote en un
pequeño apartamento tipo estudio. Dijo: “Siento que no quiero que nadie tenga la
misma experiencia, especialmente un joven. En verdad, la separación de la
familia es algo horrible”. Otro dijo que deportaron a su abuelo de 67 años de
edad, el que había vivido en Estados Unidos desde que tenía 16 años, al Perú
donde no tenía ningún medio para mantenerse a sí mismo. Y el tercero habló de la
deportación de su tía y el efecto sobre sus primos.
Ciudad de Nueva York, 5 de abril de 2014: Marcha contra las
deportaciones Foto: Michael Fleshman/FlkrCC
Al compartir sus experiencias un creciente número de personas, han salido un
chorro de estas historias. El New York Times describió hace poco la
escena en Painesville, Ohio donde decenas de familias inmigrantes se reúnen con
periodicidad para hablar de formas de ayudar a los seres queridos que se
enfrentan a la deportación o que ya fueron deportados. “Cuentan las historias
con tanta rapidez, que al parecer todos comparten el mismo arco narrativo
general: una o un inmigrante maneja su carro por la calle y se pasa un semáforo
en rojo o amarillo, el policía le pide su carné de conducir, el CIE detiene bajo
su custodia a la o el inmigrante, los hijos se sacuden por la
incertidumbre”.
Pero la situación es aún peor: en Painesville, los padres de cinco personas
fueron deportados, y luego dos de estos murieron en el desierto de Arizona al
tratar de volver a sus familias. Tenemos la historia de Arlette Rocha, una niña
de 11 años de edad, quien en abril de 2010 fue encontrada ahorcada en su casa en
Ashtabula, Ohio; se había suicidado. Hacía ocho meses su padre fue deportado a
México, su madre tenía que comenzar un trabajo de noche; y Arlette quedó sola
para cuidar a sus tres hermanos menores.
Al escuchar estas historias, conmociona la crueldad y la intolerabilidad de
todo eso. De modo sistemático, las personas son víctimas del vilipendio, la
criminalización y el sometimiento a la flagrante violación de derechos legales
básicos como el debido proceso. Viven bajo el constante temor de la deportación
y una constante vulnerabilidad a la explotación más vil. Al mismo tiempo, al
resto de la población se le insta a ignorar lo que pasa, se les dice a las
personas que sigan ocupándose de sus cosas o incluso se les insta a exigir más
de esto y cosas peores bajo el lema de “defender el estilo de vida
estadounidense” o “la seguridad nacional”.
En la película en inglés Habla BA: ¡REVOLUCIÓN — NADA
MENOS!, Bob Avakian describe la experiencia de la separación de las
familias de inmigrantes, del terror de los niños al volver de la escuela y al
encontrar la casa vacía, al oír luego que sus padres habían sido deportados a un
país que estos niños jamás había visitado ni conocen. Y dice que eso trae
recuerdos de los días de la esclavitud del pueblo negro. Los amos de los
esclavos no tenían ningún respeto para la humanidad de los esclavos ni para sus
familias. De manera repetida, vendían los niñitos a otros amos con la resultante
separación de sus padres, en otras partes del Sur, debido a la mayor
rentabilidad de su compraventa. Las lágrimas de las madres y padres no les
importaron un comino.
Ni 1 deportación más
Este costo humano es lo que impulsa la campaña “#Not1More Deportation”, la
que pide que Obama ponga fin a todas las deportaciones, que ponga fin al
programa de deportación “Comunidades Seguras” y que el ICE deje de aplicar todas
las órdenes de retención de inmigrantes (holds). Comunidades Seguras,
que se inició en 2008, requiere que los policías de los estados, condados y
municipalidades sirvan de apéndices del ICE en la aplicación de las leyes
migratorias y que inmediatamente le den a éste las huellas digitales de toda
persona que detengan bajo custodia. Por lo tanto, el ICE puede dictar una orden
de retención, la que quiere decir que, sea lo que sea el motivo para la
detención inicial, por ejemplo una infracción de tránsito menor, o ningún motivo
legítimo, pueden ordenar que mantengan a un inmigrante bajo custodia hasta que
el ICE lleve al mismo a un centro de deportación para aguardar la deportación.
Bajo Obama y (de ahí) bajo la jefa del Departamento de Seguridad Interna, Janet
Napolitano, el programa Comunidades Seguras ya ha integrado de modo sistemático
a las fuerzas del orden público de todo nivel en Estados Unidos en un sistema de
monitoreo sobre los inmigrantes.
Obama se ha defendido contra estas denuncias afirmando que sus políticas de
deportación son más “humanas”; que su gobierno sólo persigue “a los criminales,
pandilleros, personas que están perjudicando a la comunidad, y no a los
estudiantes, no a las personas que están en Estados Unidos solamente para buscar
una forma de dar de comer a la familia”.
Aunque fuera cierto, en la situación en Estados Unidos de hoy, con el terror
y vilipendio generalizados contra los inmigrantes, esta situación equivaldría a
que los nazis dijeran: “No estamos deteniendo en redadas a todos los judíos,
pero solamente a los malos”. Pero eso no es cierto. En un artículo del
6 de abril de 2014, el New York Times informó que un análisis suyo de
los registros internos gubernamentales muestra que “desde que el presidente
Obama asumió su mando, dos terceras partes de los casi dos millones de casos de
deportación tenían que ver con las personas que habían cometido infracciones
menores, por ejemplo infracciones de tránsito, o que no tenían ningún
antecedente criminal en absoluto”. En contraste, los registros mostraron que
solamente “el 20% —o unos 394.000— de los casos tenían que ver con las personas
condenadas de crímenes mayores, incluidos los delitos relacionados con la
droga”.
El análisis del New York Times revela que las deportaciones de
inmigrantes cuyo delito más serio era una infracción de tránsito se
cuadruplicaron de 43.000 por año en los últimos cinco años del mandato
de Bush, a 193.000 por año durante los primeros cinco años de Obama. Y durante
el mismo período, el número de personas deportadas por una condena de haber
entrado a Estados Unidos o haber vuelto a entrar a Estados Unidos sin papeles se
triplicó bajo Obama, a más de 188.000.
Érase una vez común que las autoridades detuvieran a las personas detenidas
al cruzar la frontera sin papeles y las deportaran al otro lado de la línea de
modo informal, sin cargos. Hoy, han reemplazado a esa práctica con acusaciones
ante una corte federal para casi toda persona detenida al entrar o al volver a
entrar a Estados Unidos. En 2005 el Departamento de Seguridad Interna y el
Departamento de Justicia iniciaron el programa “Operación Streamline” [Agilizar]
para establecer zonas para la aplicación de las leyes migratorias con “cero
tolerancia” a lo largo de la frontera Estados Unidos y México. Este programa ha
conducido a tantos procesos legales migratorios que el “reingreso ilegal” ya es
el cargo federal más común en los tribunales.
“Operación Streamline” ha creado un sistema de procesos legales de vía rápida
y de vistas en grupo en que en menos de un día, hasta 80 inmigrantes
indocumentados pueden pasar de la detención a la condena y una sentencia de
hasta seis meses de encierro. Un juez federal ve hasta 80 casos, del principio
al fin, cada día. Los defensores públicos pueden representar a decenas de
defendidos al mismo tiempo y hablan con cada uno por sólo unos pocos minutos
antes de su comparecencia ante la corte. Lo que esta situación implica es que el
inmigrante que intente volver a entrar a Estados Unidos irá a dar a la cárcel.
Un abogado defensor y activista sobre la inmigración en Tucson dijo: “Esto me
escandaliza… Este programa pone en peligro nuestro sistema de justicia”
(Washington Post, 10 de febrero de 2014).
Crece el enojo
Se ha gestado la demanda de poner fin a las deportaciones en parte por un
creciente sentido de frustración y traición porque desde 2008 han dicho Obama y
los demócratas , y aquellos que se aferran a la ilusión, que es posible
conseguir algo bueno al trabajar por medio de esos cauces; que es posible una
“Reforma migratoria integral”; que ésta permitiría que las personas que llevan
un tiempo viviendo y trabajando en Estados Unidos obtengan el estatus legal y
que les ofrecería un camino a la ciudadanía; y que lisa y llanamente habrían de
despreocuparse y no hacer nada que dificultara que Obama negociara —es decir,
conciliara y se acomodara— con el sector más reaccionario del Partido
Republicano.
Con el paso de los años, la frustración se ha convertido en ira y un aumento
de la presión, porque por ningún lado está a la vista ningún remedio para estas
condiciones insoportables por el que Obama prometía luchar. In 2012, Obama dictó
la Orden Ejecutiva que aplazara la deportación de algunos inmigrantes
indocumentados cuyos padres los trajeron de niños a Estados Unidos. Pero estos
jóvenes siguen viviendo bajo el temor constante de llegar a casa y encontrar que
sus padres u otros familiares o amigos hayan sido detenidos y deportados. Hoy,
están luchando por un remedio sustancial y serio para los indocumentados en
general. Creen que sus demandas son razonables y justas; que es necesario
suspender para todos los inmigrantes indocumentados la amenaza de la
deportación, tal como ocurrió en su caso; y que la prometida “reforma migratoria
integral” ofrezca un camino a la ciudadanía.
El New York Times citó al director ejecutivo del Centro para el
Cambio Comunitario: “Suponíamos que un presidente demócrata quien quería hacer
avanzar la reforma migratoria no promoviera una estrategia de deportar a las
personas quienes pretendía legalizar. Esa era una suposición completamente
equivocada. Y hay mucha ira por eso”.
Estamos presenciando la intensificación de contradicciones en torno a un
asunto sumamente volátil, y fundamental para la conservación de la cohesión de
Estados Unidos y para el cual los gobernantes de Estados Unidos no tienen
ninguna solución. Importantes figuras de ambos lados del debate reconocen la
potencial volatilidad y peligro para todo el sistema político y económico del
capitalismo-imperialismo de Estados Unidos, de no reformar las leyes y
políticas federales para manejar a los inmigrantes y controlar las fronteras de
Estados Unidos. Pero el que este sistema necesite tanto a esta población
sumamente aprovechable hace que continúe su presencia esencial en Estados
Unidos.
Como escribió Revolución en mayo de 2013, al describir la
legislación federal propuesta por un grupo de republicanos y demócratas de peso
en el Congreso y respaldada por Obama, este proyecto de ley “no tiene nada que
ver con reformar la situación de opresión en beneficio de la gente. Al
contrario, es una parte integral de una mayor aceleración de la militarización
brutal de la frontera entre Estados Unidos y México y la instauración de una
inscripción y de ataques altamente represivos contra millones de inmigrantes en
Estados Unidos, con el fin de controlar y explotar con mayor eficiencia a un
sector de la población que la clase dominante de este sistema capitalista
imperialista necesita pero que también teme, todo bajo al pretexto de
facilitarles un ‘camino a la ciudadanía’” (“Nuevo
proyecto de ley migratoria: Un salto ominoso de la represión y la resistencia
que se necesita”).
Y son cualitativamente peores los “Estándares para la reforma migratoria” que
los republicanos de la Cámara de Representantes publicaron para coincidir con el
discurso de Obama sobre el Estado de la Nación a finales de enero de 2014.
Mientras tanto, el creciente terror que viven más de 11 millones de personas
en esta situación en Estados Unidos, junto con el creciente ambiente de racismo
y odio hacia los inmigrantes que están azuzando los movimientos como el Partido
del Té, con el respaldo de un sector importante de la clase dominante, están
generando una polarización que podría irrumpir de formas diversas e
impredecibles.
Da inspiración ver a los inmigrantes que están alzando la voz y poniéndose de
pie de una manera tan valiente. Y es nuestra responsabilidad tomar partido con
ellos. En esta situación, son sumamente importantes las acciones de todos
aquellos que se preocupen por la justicia básica y la humanidad y sobre cuál
futuro nacerá. El creciente movimiento en apoyo a la demanda de poner fin a las
deportaciones merece el apoyo de todos; se trata de una demanda justa y una
lucha justa, en que mucho está en juego. Para parafrasear al conjunto Neville
Brothers: “Allá abajo está nuestra sangre”.
“¡Todos somos ilegales!”
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