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¿Qué está haciendo Obama en Bagram?
(Primera parte): La tortura y la “prisión negra”

Andy Worthington
3 de junio de 2010

Traducido del inglés por
El Mundo No Puede Esperar
20 de octubre de 2010

[Nota del traductor: para mayor claridad, las siglas militares se han mantenido en inglés].

Por ocho años y medio, en la prisión estadounidense en la base aérea de Bagram se ha realizado un número alarmante de experimentos de detención e interrogación, en que han ocurrido muertes, se ha triturado la Convención de Ginebra y –a diferencia de Guantánamo—se ha resistido sistemáticamente cualquier intromisión de los tribunales estadounidenses.

En los últimos meses, la situación ha mejorado un poco –con audiencias, la salida en libertad de unos presos e incluso la promesa de procesos—pero detrás de esta pantalla de respetabilidad, la modificación unilateral de la Convención de Ginebra por parte del gobierno estadounidense ha seguido en marcha y hace poco salió a la luz evidencia sobre la existencia de una prisión secreta dentro de Bagram, donde sigue adelante un programa de tortura que podría haber sido copiado de las normas del gobierno de Bush.

De diciembre de 2001 a noviembre de 2003, los militares estadounidenses utilizaron la prisión de la base aérea de Bagram para procesar a los presos que iban a mandar a Guantánamo, y el régimen asesino de esos tiempos llevó, a finales de 2002, a la muerte de al menos dos presos y posiblemente a cinco. Durante ese período y al finalizar el traslado de presos ordinarios a Guantánamo, la prisión de Bagram, o en algunos casos una instalación dentro de ella, también recluían a presos considerados de mayor importancia que en su mayoría habían estado ya en otras prisiones secretas de la CIA; además, durante los últimos seis años y medio, Bagram ha sido la prisión estadounidense de primera línea en la zona de guerra afgana.

Desde luego, arrojar luz sobre estas historias ha sido sumamente difícil. De vez en cuando han surgido noticias de la salida en libertad de presos afganos que describen el régimen abusivo existente en la prisión de Bagram, pero en gran medida las historias de los presos considerados de mayor importancia son desconocidas, pues salen a flote solamente en informes sobre los presos trasladados a Guantánamo, como parte de la información dada a conocer por sus abogados (después de pasar por la censura del Pentágono) o alguna que otra vez por otros medios, por ejemplo, en ciertas peticiones de habeas corpus, o en este informe sobre los muchos episodios de “rendición” de Ibn al-Shaykh al-Libi, finalmente regresado a Libya donde murió en prisión en mayo, o en el informe filtrado por la Cruz Roja Internacional sobre los 14 “detenidos de alto valor” que fueron transferidos a Guantánamo desde prisiones secretas en septiembre de 2006. (PDF).

En agosto de 2009, el New York Times sacó a la luz la existencia de una prisión secreta en Bagram, al informar que fuerzas de Operaciones Especiales estaban al mando de unas prisiones secretas que se llamaban, tal vez de manera eufemística, “lugares temporales de investigación de antecedentes”, en Bagram y también en Balad, Irak (la cual reemplazaba el tristemente célebre campamento de Nama, donde reinaba el maltrato). El Times informó que, de acuerdo a tres oficiales militares: “Hasta 30 ó 40 presos extranjeros se encuentran detenidos en el campamento de Irak en cualquier momento determinado” y agregó: “no hicieron un cálculo aproximado para el campamento afgano, pero insinuaron que la cantidad de detenidos era menor ahí”.

Este informe coincidió con un cambio aparente de la política estadounidense, pues el Pentágono anunció que iba a permitir que representantes del Comité Internacional de la Cruz Roja tengan acceso a los presos en las prisiones secretas de Bagram y Balad. Como dijo el Times: “[Ahora] los oficiales deben notificar a la Cruz Roja el nombre del detenido y su número de identificación dentro de dos semanas después de capturarlo, una notificación que antes solo ocurría con el traslado del detenido a una prisión de largo plazo”.

Bajo las reglas anteriores, las prisiones de Operaciones Especiales podían mantener incomunicados a los presos hasta por dos semanas, en desafío de las normas internacionalmente acordadas para la detención de presos. Como explicó el Times: “Antes, al terminar las dos semanas, los militares tenían que poner en libertad al detenido; trasladarlo a una prisión de largo plazo en Irak o en Afganistán, a las cuales la Cruz Roja tiene amplio acceso; o pedirle al secretario de Defensa Robert M. Gates o a su representante una extensión renovable de una semana”. Al anunciar la nueva política, un alto oficial del Pentágono agregó que se ha eliminado la “opción de pedir extensiones de custodia”.

Voces de la prisión secreta de Bagram

A pesar de la importancia del informe del New York Times, en gran medida fue pasado por alto y no fue hasta noviembre que el secreto salió de las sombras, con la publicación de entrevistas a ex presos en ambos el New York Times y el Washington Post. El Times habló con Hayatullah, un farmacéutico de 33 años de edad, agarrado de su tienda en Kandahar en junio de 2007 y puesto en libertad en octubre de 2009; habló también con Gulham Khan, un repartidor de ovejas de 25 años, detenido por fuerzas estadounidenses que llegaron en tres helicópteros a una aldea del desierto fuera de Ghazni a finales de octubre de 2008, y puesto en libertad a principios de septiembre de 2009; y Hamidullah, un vendedor de repuestos de automóviles de 42 años, a quien lo sacaron de su casa en Kandahar en medio de una redada de medianoche en junio de 2009 y lo pusieron en libertad a finales de octubre.

Todos hicieron relatos similares, y esta es la descripción que dio Hayatullah de la prisión secreta:

    "Me llevaron a un lugar que estaba completamente oscuro con la excepción de una bombilla. Era difícil saber si era de noche, de día o en la tarde, [y] yo no tenía ninguna idea cuándo rezar porque no sabía la hora. No hay ventanas. Esa fue la prisión de Tor. Estuve ahí 40 días. En esa prisión de Tor, separaron a todos. Cada persona en un cuarto de concreto. Las paredes y el techo eran de concreto, pero los detenidos que habían estado ahí mucho tiempo me dijeron que anteriormente todo fue hecho de una madera negra, antes de construirlo de concreto, y por eso la llaman la prisión negra. Es difícil saber cuántos éramos en ese lugar. Cuando te llevan a la oficina de interrogatorio, te vendan los ojos y te ponen una capucha en la cabeza. Nadie tiene permiso para visitar la prisión de Tor. Ni la CICR [Comité Internacional de la Cruz Roja] ni otros."

El Post habló con tres adolescentes --Issa Mohammad de 17 años de edad, Abdul Rashid, “que dijo tener menos de 16 años”, y Sayid Sardar Ahmad, también de 17 años—en “el Centro de Rehabilitación de Jóvenes bajo mando afgano en Kabul, adonde se los habían transferido tras su detención en Bagram y una breve estancia en... Pul-i-Charki”, la principal prisión afgana en Kabul. Rashid, un leñador de la provincia de Khost, le dijo al Post que fue “arrestado en la primavera junto con su primo y su padre durante un ataque militar estadounidense”, y comentó sobre el interrogatorio que le hicieron: “Ese fue el tiempo más difícil que he sufrido en mi vida. Mejor que me hubieran matado. Pero no querían matarme”. Dijo también que “vivía en una pequeña celda de concreto un poco más larga de lo que medía su cuerpo. Le dieron comida en una bolsa de plástico que tiraron por la ranura de la puerta de metal”. Mohammad, que cultivaba verduras en la provincia de Kandahar, le dijo al Post que también fue arrestado durante un ataque militar estadounidense y que había pasado dos semanas en la prisión secreta, donde “las sesiones de interrogatorio duraban horas y un hombre ‘me gritaba y también me pegaba y me daba bofetadas en la cara’”

Tanto Mohammad como Rashid explicaron que “cuando trataron de dormir en el suelo, sus captores les gritaban y daban golpes a la celda”; el Post también entrevistó a otros dos ex presos, Malik Mohammad Hassan, un jefe tribal de la zona de Jalalabad, y Mohammad Mukhtar, un ex maestro, que fueron recluidos “por bastante tiempo” en esa prisión y que describieron “similares condiciones de vida, particularmente respecto a la privación del sueño durante mucho tiempo y el frío intenso”. Hassan le dijo al Post: “Es algo que nadie podría soportar. Es extraordinario. Nos trataron como animales salvajes”.

Nuevas revelaciones sobre la prisión

El 15 de abril de este año, la red BBC hizo una mayor investigación de estos informes y habló con varios ex presos, que confirmaron que la prisión tiene celdas de concreto sin ventanas que están iluminadas todo el tiempo, y que se les priva de sueño a los presos. Un hombre, Sher Agha, que pasó seis días ahí en el otoño de 2009, le dijo a la BBC: “Lo llaman el Hoyo Negro” y agregó: “Cuando nos pusieron en libertad, nos dijeron que no debiéramos relatar nuestras historias a gente de afuera porque eso nos iba a perjudicar”. Como los demás hombres entrevistados por la BBC, él también dijo que estaba “muy frío” en las celdas.

Al describir el proceso de privación del sueño, otro ex preso, Mirwais, que dijo que estuvo en la prisión secreta por 24 días, afirmó: “No pude dormir, nadie pudo dormir, porque había una máquina que hacía ruido. Había una pequeña cámara en mi celda y si te quedabas dormido, pasarían para despertarte”.

El 11 de mayo, la BBC explicó que el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) había confirmado la existencia de la prisión. Un representante del CICR también confirmó el cambio implementado en agosto de 2009, descrito arriba. Cuando se le preguntó sobre la situación de los presos recluidos “en otra instalación adicional en Bagram”, el vocero explicó: “Las autoridades estadounidenses están notificando al CICR sobre los detenidos en menos de 14 días después de su arresto. Esa ha sido la rutina desde agosto de 2009 y es un cambio que el IRCR agradece”.

No obstante, la BBC informó que, a pesar del hecho de que el New York Times había sacado a flote la existencia de esa instalación en un informe en agosto de 2009, un vocero militar afirmó que la prisión principal de Bagram, ahora identificada como “el centro de detención en Parwan”, era “el único centro de detención en la base aérea”. Sin embargo, al día siguiente, en un artículo detallado en la revista Atlantic, Marc Ambinder refutó dicha afirmación contundentemente.

Ambinder comenzó por explicar que previos informes habían dicho que la prisión secreta, de “color beige por fuera y con una puerta verde”, es “operada por miembros de un grupo del Mando Conjunto de Operaciones Especiales (JSOC)”, el cual presuntamente está fuera de la competencia del vicealmirante Robert Harward, el comandante al mando de las operaciones de detención en Afganistán. Sin embargo, Ambinder agregó: “JSOC, un mando formado de unidades y grupos de tarea para misiones especiales muy secretas, no opera la instalación. La operan agentes de inteligencia e interrogadores que trabajan para... el Centro de Contraespionaje e Inteligencia Humana... (DCHC)”, una rama de la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA), el principal departamento de inteligencia militar del Pentágono.

Complicando las cosas más, Ambinder explicó también que el DCHC “hace interrogatorios para una sub-unidad del grupo de tarea 714, una brigada élite de contraterrorismo”, descrito por un trabajador del Consejo de Seguridad Nacional el año pasado a Spencer Ackerman del Washington Independent como “‘pequeños grupos de Rangers que van a dondequiera que les dé la gana’ en Afganistán y que operan con autoridad legal recibida del gobierno de Bush en sus días finales y no anulada por el presidente Obama”.

Describiendo el proceso de determinar cuáles presos van a la “prisión negra”, Ambinder dijo: “Por lo general, recluyen primero a los presos en uno de al menos seis Lugares de Interrogatorio en el Campo clasificados que hay en Afganistán, y después los llevan a la instalación de la DIA [nombre omitido] y al final, cuando los interrogadores terminan con ellos, los transfieren a la población carcelaria principal del Complejo de Internamiento para la Zona de Bagram”. Esto ofrece un vistazo a la red de otras instalaciones secretas de primera línea que son parte de la Bagram, un tema que toqué brevemente en un previo artículo titulado “Bagram: Graveyard of the Geneva Conventions (Bagram: Tumba de la Convención de Ginebra) y cuya existencia también se reveló en un artículo de Anand Gopal para TomDispatch.com.

El vocero del Pentágono Bryan Whitman trató de minimizar la afirmación de Ambinder, diciendo: [El Departamento de Defensa] sí opera algunas instalaciones temporales de detención e investigación, las cuales son clasificadas para conservar la seguridad de su operación”, pero “tanto [la Cruz Roja] como el gobierno de la nación anfitriona tienen conocimiento de ellas”. El informe de Ambinder, sin embargo, pinta un cuadro más sombrío que tiene que ver con técnicas de tortura incluidas en un apéndice poco conocido del actual Manual de Campo del Ejército.

A pesar del hecho de que el presidente Obama firmó una orden ejecutiva, al día siguiente de la toma de posesión en enero de 2009, que requiere que los interrogatorios se apeguen al Manual de Campo del Ejército (PDF), que prohíbe la violencia física y las “técnicas de interrogatorio ampliadas”, Ambinder informó que los presos de la “cárcel negra” están sujetos a la privación del sueño y al aislamiento, cumpliendo con el apéndice M del Manual de Campo (sobre el cual Jeff Kaye ha estado escribiendo desde enero), el cual permite usar, bajo circunstancias controladas, todo un abanico de “técnicas de interrogatorio ampliadas” de la época de Bush, entre ellas la privación del sueño y el aislamiento. Ambinder agregó que cuando se usan las técnicas del apéndice M, la persona responsable de supervisarlas es el general (jubilado) James Clapper, subsecretario de Defensa para inteligencia.

Para subrayar la distinción entre la población carcelaria general de Bagram y los recluidos por el Centro de Contraespionaje e Inteligencia Humana de la DIA, Ambinder explicó que los presos “designados como presos de guerra no pueden ser sometidos a las medidas del apéndice M”. Para ser preciso, Marc Ambinder debería haberse referido a presos “recluidos en condiciones que parecen ligeramente a las de presos de guerra”, porque el presidente Obama ha continuado la modificación unilateral de la Convención de Ginebra que hizo el gobierno de Bush.

Esto se tratará en la segunda parte de este artículo, pero para ahora la distinción entre la población carcelaria general de Guantánamo y los sometidos a técnicas de tortura en la “prisión negra” de Bagram –de acuerdo a las revelaciones inquietantes de Marc Ambinder sobre el apéndice M y las actividades del Centro de Contraespionaje e Inteligencia Humana—debe ser suficiente como para animar a los críticos progresistas de las políticas del presidente Obama a exigir transparencia respecto a la “prisión negra” y demandar que se ponga fin a esta continuación perturbadora de las políticas de detención e interrogatorios del gobierno de Bush.


 

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