Obama dijo que cerraría Guantánamo — estos activistas están
presionando a Biden para que lo haga
Jeremy Varon | 17 de marzo de 2021
Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar 3 de abril de 2021
Este artículo fue originalmente publicado por Waging Nonviolence.
Lo que debió haber sido el final de la
saga de Guantánamo en el 2012 fue solo el comienzo de un trabajo mucho más
extenuante para esta coalición contra tortura.
Recuerdo, como en un sueño distante, repetir a través
de lloridos de felicidad y cansancio, “Se terminó. Se terminó”. En vivo, a
través de la televisión, el presidente Obama firmó, en su primer acto oficial,
en enero del 2009, una orden ejecutiva para el cierre de la prisión de
Guantánamo. A la derecha de Obama, estaba el orgulloso vice presidente Biden,
gentilmente aconsejando a su jefe neófito a través de la ceremonia memorable.
Mientras mil lágrimas comenzaban a secarse, también lo
hizo el dolor de años de tortura, guerras basadas en mentiras y las
contorsiones desde las leyes creadas hasta la guerra de Bush contra el terror.
Todo el trabajo de Witness Against Torture y de otros activistas anti
GTMO, las marchas frígidas en la Casa Blanca, los interminables desplegados de
prensa, los muchos ayunos, los arrestos por desobediencia civil, habían traído
frutos. Los hombres torturados podrían ir a casa o ser enjuiciados ante un
tribunal justo.
Ese debería de haber sido el final de la saga de
Guantánamo, que desde el principio tuvo capítulos penosos. El gobierno de Obama
titubeó sobre su propia política y luego se acobardó ante la cara de la
obstrucción republicana. Fallos legales pútridos se llevaron el derecho ganado
de los hombres sin juicios para retar su detención ante tribunales federales.
En el 2012, desperados y desafiantes, los detenidos lanzaron otra huelga de
hambre, combatida por alimentaciones forzadas brutales. Sus abogados
respondieron con nuevas demandas, mientras activistas respondieron con ayunos
solidarios, en algunos casos, por semanas.
Solo con estas protestas, Obama recomenzó en mayo del
2013 para reinstalar sus esfuerzos para vaciar la prisión. Su población bajó,
en su último año como presidente, de 200 a 41. Luego vino Trump, congelando a
Guantánamo, a través de malicia ejecutiva.
El destino de la prisión, nuevamente, está en manos de
un nuevo presidente, el hombre que estuvo al lado de Obama cuando ordenó su
cierre hace doce años. Detrás de la política fallida de Obama, estaba la
promesa de restaurar el Estado de derecho. Como una piedra inamovible,
Guantánamo, como lugar de ilegalidad inmutable hundió, hace mucho tiempo, el
barco de dichas intenciones.
Ahora el trabajo de Biden es más básico y consecuente, amarrado a su
promesa de campaña de “restaurar el alma de Estados Unidos”. Con, por lo
menos, cerrar la prisión, podrá lograr un poco de eso. En el corazón de ese
reto, elemental para la identidad de Estados Unidos, yace algo inmediatamente
más significativo: las vidas de 40 almas torturadas, aventadas en medio del mar
de la muerte encontrando el momento de Biden.
‘Ni siguiera los dictadores hacen eso’
Meses antes de la elección del 2020, fieles de la causa anti Guantánamo, comenzaron a reunirse de manera regular en Zoom
anticipando el cambio de gobierno. Casi sin ser mencionada en la cobertura de
los medios, la posición de la campaña de Biden era nuevamente, buscar el cierre
de Guantánamo. Nada en años ha movido en nosotros tanta esperanza y apoyo.
“La Coalición”, nuestro nombre monótono para una
mezcla extraordinaria de grupos y personas, inicialmente formado hace 15 años,
cuando Guantánamo quemaba los titulares. Esta
colección duradera de aliados incluye el Center for Constitutional Rights, Amnesty International, Code Pink, September
11 Families for Peaceful Tomorrows, Veterans for Peace, National Religious
Campaign Against Torture, Witness Against Torture, Justice for Muslims
Collective, El Mundo no Puede Esperar y Andy Worthington, el incansable
investigador británico sobre Guantánamo.
Artistas como Peace Poets han ayudado a moldear el lenguaje moral de todo
nuestro esfuerzo. Muchos otros han pasado a través de nuestro trabajo, ya sea
como abogados de clientes en Guantánamo o el ex fiscal en Guantánamo, el
coronel Morris Davis, que se
convirtió en crítico de GTMO o el capellán musulmán de la prisión, James
Yee, perseguido por el gobierno estadounidense.
La persistencia de La Coalición es ya, en sí, un
triunfo de compromiso. No podemos renunciar porque no Podemos abandonar a los
hombres que siguen en Guantánamo, ni los principios que están en riesgo.
Nuestra longevidad también ofrece una perspectiva sombría de la ofensa. Desde
que nos formamos, nuestra comunidad ha experimentado farios funerales,
nacimientos, matrimonios, graduaciones y retiros — los principales hitos
negados desde hace mucho tiempo a los detenidos, una manera humana de medir su pérdida.
Nuestra abogacía bajo Trump no fue menos seria que en
años anteriores, pero tenía un aura de futilidad. Trump retumbó su camino a la
Casa Blanca como un candidato pro-tortura. Como presidente, rescindió
rápidamente la política de Obama que buscaba el cierre de Guantánamo. Peor aún,
emitió una amenaza descarada de “llenar de nuevo” la prisión de “tipos malos”.
Al principio, incluso agitó la posibilidad de permitir el reinicio del programa
de tortura de la CIA. Nadie, dejó claro Trump, dejaría la prisión.
Para los detenidos, esto significaba el casi la certeza de cuatro años lúgubres más en Guantánamo. (Según
Amnistía Internacional, dos de los 40 llegaron en el día uno a Guantánamo,
en enero del 2002, quince otros llegaron más tarde el mismo año y todos han estado
ahí por lo menos doce años. El costo de tenerlos encarcelados hoy es de $13
millones de dólares al año por prisionero). Este prospecto fue esencialmente
cruel para los cuatro hombres que cuya liberación había sido aprobada por una
revisión inter-agencias antes de que Trump tomara el poder. “Esperemos a
comprenderlo”, dice Andy Worthington cada vez que puede, “Estados Unidos
encarcela gente que el gobierno no quiere retener. Ni siquiera los dictadores
hacen eso”.
¿En dónde está Guantánamo?
Básicamente un asunto político muerto en los años de Trump, Guantánamo recorrió, al estilo
zombi, otra era. Al mismo tiempo, se sentía terriblemente vivo como una
metáfora, un precursor e incluso un modelo.
Impulsar la “prohibición musulmana” de Trump fue la
misma fobia islámica y racismo que suscribía Guantánamo, cuya población
únicamente ha sido de hombres musulmanes. El gran fantasma de la Guerra contra
el terror, el musulmán terrorista, extranjero de piel morena, se transformó de
manera impecable en una nueva amenaza: el migrante violador y asesino
extranjero de piel Morena. Sumando las dos amenazas, algunos de la derecha
gritan que la frontera del sur podría ser un conducto para los monstruos de
ISIS.
La separación de familias y las prisiones que albergan
niños cercenados fue, otra vez, un espectáculo espantoso de abusos penales.
Guantánamo, como un sistema de ofrecimiento violento en los límites de la ley y
moralidad aceptada, parecía una fuerza sombría en un nuevo nativismo agitado.
Aquellos estadounidenses que autorizaron o cometieron
tortura nunca han sido hechos responsables legalmente. Este fracaso resuena de
manera fácil en la impunidad histórica con la cual la policía ha brutalizado a
gente de color, encendiendo las protestas de Black Lives Matter. El patético
eludido perdón
de Trump de los mercenarios privados que masacraron civiles iraquíes
trajeron a casa la ruda justiciar de la doble moral, que convierte los
victimarios en víctimas.
La saga de tortura, finalmente, ha parecido ser una
pedagogía enorme en “enloquezca” engrasando la resbaladilla del autoritarismo. Si una masa crítica de estadounidenses
puede creer que la tortura no es tortura, como insistió el gobierno de Bush,
¿de qué otra manera puede ser manipulada?
El partidismo tóxico es parte del legado también. Con
notable excepción del sobreviviente de tortura John McCain, el Partido
Republicano ha negado, excusado o aceptado por años el haber cometido graves
crímenes. (Los demócratas expresaron de manera general lamentos sinceros pero
sin dientes acerca de los abusos pasados). ¿Qué otra violencia y crímenes
constitucionales se esperarían regresando al poder?
Desconcertada por el polémico status legal y
territorial de la prisión, la académica Amy Kaplan, hace algunos años, tituló
“¿En dónde está Guantánamo?” al icónico ensayo. La respuesta, aunque la prisión
se haya desvanecido de la atención pública, es que está en muchos lugares.
En relación a la prisión per se, defensores adoptaron,
durante la presidencia de Trump, la postura “la falta de noticiases una buena señal”, en donde
mantener un status quo parece ser el mejor resultado. Contención y tortura forzadas.
Con este torpe esfuerzo por terminar las “guerras estúpidas”, Trump se
distanció de la Guerra contra el terror y su aborrecido predecesor George Bush.
A pesar de las inquietantes preparaciones en la prisión, ningún hombre fue
llevado, ni siquiera los combatientes capturados de ISIS acusados de crímenes
espantosos. Con algo de controversia en el 2018 Trump nombró a Gina Haspel,
quien supervisó un sitio de tortura de la CIA, como directora de la Agencia.
Sin embargo, su audiencia de confirmación dejó claro que no había un apetito en
Washington para recomenzar la tortura.
Tal vez los abogados del gobierno, tras bambalinas,
convencieron a Trump de no actuar sobre sus ideas aterradoras. Pero Guantánamo,
hasta donde sabemos, nunca logró capturar su obscura imaginación. Nadie, bajo
Trump, murió en la prisión, para sumarse a los nueve que han fallecido ahí. Un
hombre, condenado en las comisiones militares, incluso fue liberado, para
terminar su sentencia en Arabia Saudita.
‘No Podemos repetir esta política fallida y desastre moral’
Cuestionado en años recientes acerca de qué tomaría
para cerrar Guantánamo, la respuesta fue sencilla: cambio de presidentes. Vital
por miles de razones, la victoria de Biden significaría, como en los primeros
días de Obama, ayudar a un gobierno a lograr sus políticas declaradas.
El primer en otoño del 2020 para La Coalición fue
dejarle saber a la campaña de Biden que somos gente apasionada por el asunto,
que lo harían cumplir su palabra. A través de conexiones de alto nivel, la
Coalición entregó cartas organizacionales al equipo de Biden-Harris
trasmitiéndoles eso. “La administración de Obama no trabajó lo suficiente para
asegurar su propia meta”, insistió
una. “No Podemos repetir este fiasco político y desastre moral”.
Vigilancia, no optimismo, fue el lema.
Con el asunto finalmente relevante de nuevo, los
expertos en derechos humanos publicaron en cada uno de los lados de las rutas
electorales que explicaban
cómo, de manera práctica, se puede cerrar Guantánamo. Con detalles variantes,
dichas propuestas llaman a la rama ejecutiva a: 1. Enviar inmediatamente a los
detenidos que han sido aprobados para ser liberados a sus países de origen o a
países alternativos seguros, 2. Eliminar la categoría de “prisioneros siempre” (hombres juzgados como demasiado peligrosos para ser
liberados pero incapaces de ser enjuiciados por motivos de falta de evidencia o
por evidencia obtenida a través de la tortura, 3. Autorizar su transferencia y
liberación; 4. Desechar las injustas comisiones militares, moviendo a los
acusados a tribunales federales.
El paso a tomar de manera más inmediata en todo esto
es re establecer las oficinas del Departamento de Estado y del Pentágono, que
Trump eliminó, para negociar e implementar las transferencias. El nuevo
Congreso tiene juega un papel también. Principalmente, debe de levantar
restricciones de odio sobre quienes pueden ser transferidos y el lugar a donde
irán. Algún progreso, hace énfasis el informe político, depende de un duro
compromiso de parte de la nueva administración para hacer el trabajo.
‘Guantánamo entrelaza divisiones raciales y racismo de
manera más amplia’
Si la visión de cómo puede ser cerrado Guantánamo ha
sido por mucho tiempo estática, este sentido entre activistas del por qué debe
de cerrar ha evolucionado y se vio reflejado en la reciente campaña. Durante la
primera década de la prisión los grupos de Coalición se enfocaban en la herida
a las ideas de derechos humanos algo abstractas y en el estado de derecho. Así
que mucho del trabajo, en los tribunales y en las calles, era hacer que los
hombres detenidos ahí fueran sujetos ante la ley, asegurar la dignidad de
ciertos derechos y habilitar los casos de peticiones en tribunales.
Las decepciones de este acercamiento, así como el
aumento de activismo anti racista, causaron un cambio en el énfasis. Más
activistas entendieron que Guantánamo es parte de un nexo de violencia de
Estado poderosamente enraizada en la supremacía blanca. Haciendo conexiones, se
han dedicado a causas adyacentes. Entre estos esfuerzos está el de eliminar el
confinamiento en solitario, un abuso común en Guantánamo, del sistema doméstico
de prisiones. También se han opuesto a la militarización de la política
estadounidense de inmigración, aliándose con el movimiento de Black Lives
Matter para contrarrestar la depredación policiaca.
Además, las voces musulmanas, principalmente de la
Dra. Maha Hilal del Justice for Muslims Collective, han crecido prominentemente en
el trabajo anti-Guantánamo. Ella y sus colegas han educado a la entera
Coalición acerca del rol prejudicial de la islamophobia en la Guerra contra el
terror, mientras han extendido una solidaridad especial a los detenidos
musulmanes, de antes y de ahora.
El Centro para Derechos Constitucionales (Center for Constitutional Rights o CCR por sus siglas en inglés, ha atendido, desde hace
mucho tiempo, asuntos tanto foráneos como domésticos, mientras toma cada vez
más el sentimiento de una “colectiva legal “de la gente”. Un litigante primario
en casos de Guantánamo trajo demandas históricas retando el confinamiento
solitario en California, detenciones y cacheo en Nueva York y vigilancia de
seguridad nacional perjudicialmente enfocada en musulmanes.
Así que fue el CCR que envió una carta a la recién
instalada administración de Biden condenando Guantánamo con una crítica de
racismo. Desde “los ataques del 11 de septiembre del 2001”, dice
la carta “el gobierno de Estados Unidos ha visto comunidades de color,
ciudadanos y no ciudadanos de igual manera, a través de lentes de seguridad…Guantánamo
continua a causar daño creciente y profundo a los hombres que languidecen ahí y
el acercamiento que ejemplifica continúa a incendiar y a justificar la
intolerancia, estereotipos y estigma. Guantánamo afianza las divisiones
raciales y el racismo más ampliamente”.
Más de cien grupos endorsaron la carta. Signatarios
incluyeron pilares de derechos humanos y de derechos de inmigrantes, defensores
musulmanes y organizaciones anti racismo. La esperanza clara es que el gobierno
Biden-Harris, que prometió combatir el racismo sistemático, sean movidos por
tal mensaje y la impresionante variedad de mensajeros. Si el gobierno es serio
acerca de la justicia racial, debe serlo también acerca de Guantánamo.
‘No nos olvides aquí’
Enero ha sido siempre el pico de la temporada de
peticiones públicas para cerrar Guantánamo. Los primeros cautivos de la Guerra
contra el terror fueron llevados a la prisión el 11 de enero del 2002. Desde
2007, unos doscientos activistas y profesionales en derechos humanos se han
reunido en Washington cada año para marcar el crudo aniversario. Actividades
típicamente incluyen una marcha a la Casa Blanca el 11 de enero, junto con
visitas, coloquios públicos, eventos artísticos, un largo ayuno patrocinado por
Witness Against Torture y alguna acción de arresto en algún edificio federal.
Aunque con frecuencia decadente, los medios usan el 11 de enero como una
respuesta rápida a historias de Guantánamo, adornadas con imágenes de nuestras
protestas.
Este 11 de enero fue como ningún otro. El COVID movió
todas las actividades en línea. Más profundamente lanzó a los Estados Unidos a
la enfermedad y al sufrimiento, en contra de lo que todas las causas
compitieron por atención. (En lo peor de la pandemia en los Estados Unidos,
COVID tomó, en un solo día, 100 veces más el número de vidas que la población
que queda en Guantánamo). El país, por otra parte, estaba todavía situado en la
insurrección pavorosa del 6 de enero. Difícil en momentos normales, hacer que
los americanos se preocupen por Guantánamo, sumándole lo difícil de este
trauma. Solo mantener nuestro enfoque era ya un reto.
En lugar de una protesta en la Casa Blanca, la
Coalición se reunió en una “vigilia virtual”. Su nota de gracia señaló lo que
este año había tenido también de positive: un involucramiento sin precedentes
de ex detenidos en activismo público.
Por primera vez un ex detenido participó en nuestra
protesta anual. Mansoor Adayfi desde Serbia vía Zoom Adayfi llegó a los 19 años
a Guantánamo en donde pasó 14 años sin cargos. Comenzando en la prisión, se
convirtió en un gran artista y escritor; ahora tiene su propio sitio web y su recién
publicado libro “Don’t Forget Us Here”.
Por años en la Casa Blanca hemos dicho los nombres de
los hombres detenidos, mostrados sus fotografías, contado sus historias y leído
sus poemas, todo para humanizarlos y su difícil situación ante los escalones de
sus captores. Cuando se han enterado de estos esfuerzos, a través de sus
abogados, se han conmovido profundamente, de regreso, extendiéndonos su
agradecimiento.
Fue tan satisfactorio, después, escuchar directamente
de Adayfi la apreciación de los prisioneros que no habían sido olvidados, que a
la gente buena les importaba a través de los años, acerca de su destino.
Igualmente poderosa fue nuestra oportunidad de expresar nuestra vergüenza por
lo que el gobierno estadounidense les había hecho y nuestra admiración por su
resistencia ante esto. El encuentro fue también un recordatorio de que la
injusticia y pérdida, sin importar la escala, son experimentadas a nivel de
cada individuo y de su comunidad. Guantánamo sigue siendo parte de la tragedia
de nuestros tiempos, no una distracción de la misma.
‘La justicia no solo es divina, sino atemporal’
Como Adayfi, otros ex detenidos han hecho una misión
de hablar en contra de Guantánamo. Tanto su persecución como su libertad,
parece, los lleva a educar al mundo acerca de la prisión y a buscar justiciar
para quienes siguen ahí.
Este año, siete de ellos escribieron una carta
abierta al presidente Biden acerca de Guantánamo publicada por el The New
York Review of Books después de la toma de posesión. Dentro de los autores
están Adayfi, Moazzam Begg, que fundó, en el 2003 la organización CAGE para
apoyar a víctimas de la guerra contra el terror y Mohammed Ouid Slahi, autor
del superventas “Diario de Guantánamo”, ahora una película de Hollywood llamada “The Mauritanian”.
Impensable como un mensaje a Trump, la carta exuda
tanto convicción como inteligencia. Antes que nada, los autores se refieren a
Biden como un hombre con una “visión de justiciar social” basada en fe.
“Durante nuestro encarcelamiento”, escriben, “seguido reflexionábamos acerca de
la historia del profeta Yusuf en el Corán y sus años de encarcelamiento
erróneo. Es la misma historia en la Biblia y una que nos recuerda que la justicia
no solo es divida, sino eterna”. Lo que quisieron decir por justiciar es claro:
cerrar Guantánamo por pasos que otros han recomendado de la misma manera.
Después de describir Guantánamo como un “proyecto bipartidista”, llaman a Biden
a que finalmente ya aleje a América del “lado oscuro” y encuentre “otra manera”
que no sea la persecución y la guerra.
El más visible entre ex detenidos ha
sido Slahi. Desde su liberación en el 2016, ha dado su tiempo de manera
incesante para entrevistas y apariciones virtuales en las reuniones de derechos
humanos alrededor del mundo. Dichos encuentros revelan a un hombre de
inteligencia poco común, con facilidad para el lenguaje, sentido del humor,
carisma y gracia. Víctima de abuso indescriptible, su enfoque infalible es la
defensa de derechos humanos para todos. En los momentos pareció estar más
afectado por la trágica abdicación de América de su capacidad para ayudar como
líder del mundo que amargado acerca de su maltrato y la hipocresía de este
país.
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Hace una vez, la adaptación de su libro pudo haber
sido un cambio de inflexión con respecto a las políticas de Guantánamo. Lanzada
en febrero, la película “El mauritano” humaniza a Slahi, verifica su tortura y
conflictúa al espectador con asuntos de ley y conciencia. Mayormente aclamada
por críticos, ganó para su excelente estrella principal, Tahar Rahim, una
nominación al Golden Globe y para Jody Foster, un premio por su gran actuación
de la abogada Nancy Hollander.
Sí, su lanzamiento digital, gracias al COVID ha
mitigado su impacto, como lo ha hecho la intensidad del momento actual de
Estados Unidos. Incluso así, los grupos de la Coalición han realizado varias
proyecciones de la película como parte de sus campañas, algunas seguidas por diálogos en línea con el
propio Slahi. Como nunca antes, los sobrevivientes de Guantánamo son parte
de la conversación entre estadounidenses. La pregunta, como siempre con Guantánamo y
la tortura es, ¿quién realmente está escuchando?
‘Ningún apologista de tortura puede ser nombrado
director de la CIA’
Las señales alentadoras sugieren que el gobierno de Biden tiene sus oídos abiertos. Incluso antes de la
toma de poder, grupos de derechos humanos se reunieron con el equipo de
transición para pichear velozmente sus prioridades. Entre los grupos estuvieron
September 11 Families for Peaceful Tomorrows, o PT. Fundado a principios del 2002, se han opuesto a la
violencia cometida en nombre de sus familiares, incluyendo Guantánamo. El
miembro de PT, que comparó la sesión con una de “citas rápidas de políricas”, transmitió la exigencia fundamental de cerrar la
prisión y honrar a los muertos del 11 de septiembre con verdadera justiciar
para los supuestos atacantes.
La comunidad de derechos humanos también logró una
victoria temprana con respeto al legado de tortura. En diciembre, se vinculó a
Michael Morell, director de la CIA bajo Obama, como el candidato de Biden para
dirigir la Agencia. Sin embargo, Morell ha defendido el “Programa de
Interrogación Mejorada” de la CIA, así como la destrucción de los videos de las
sesiones de tortura por parte de la Agencia.
Marcy Winograd de Code Pink y Progressive Democrats of
America llevó una campaña que avanzó velozmente para bloquear la nominación.
Incluyó llamadas al Congreso, historias mediáticas que exponían el historial de
Morell y la carta declarándolo
como no apto. Los firmantes incluyeron al teniente coronel Larry Wilkerson,
jefe de staff de Colin Powell en el gobierno de Bush, John Kiriakou, informante
de la CIA, sobrevivientes de tortura de varios conflictos globales y ex
detenidos de Guantánamo.
La campaña fue apoyada por aliados en altos puestos.
“Ningún apologista de tortura puede ser nombrado como director de la CIA”, dijo
un miembro del Comité de Inteligencia del Senado Ron Wyden acerca de Morell a
CNN. “Es un fracaso inicial”. Justo antes de Navidad, el equipo de Biden cedió
a la presión, retirando a
Morell para ser considerado para la nominación.
Una segunda y más modesta victoria también fue
lograda. A principios de febrero fue revelado que uno de los oficiales de la
CIA que le daba informes presidenciales diarios a biden fue comprometido de
manera similar. Fue Morgan Muir, que ayudó a encabezar el ataque de la Agencia
sobre el reporte del Comité de Inteligencia del Senado en el 2013 acerca de la
tortura de la CIA. El autor del reporte, Daniel Jones, amonestó
a Muir, insistiendo que “ya no existe lugar para Usted en posiciones
senior”. Muir, reportó al poco tiempo la prensa, fue removido como informador
del presidente y ahora supervise ese proceso.
Durante la guerra contra el terror de Bush, la tortura
infectó grandes muertes de la Washington institucional. Deshacerse por complete
de la toxina está más allá de los medios de Biden, incluso también de su
voluntad. Cualquier esfuerzo para purgar justo el más grande veneno requiere
abordar el legado de tortura más durable: Guantánamo.
‘Esa es ciertamente nuestra meta y nuestra intención’
Después de meses de renovada campaña, finalmente las noticias salieron a la luz: los ayudantes de
Biden, como
reportó Reuters el 12 de febrero, habían lanzado una revisión de la prisión
de Guantánamo. Su tirada principal es revivir el empuje para cerrarla. “Esta es ciertamente nuestra meta
y nuestra intención”, confirmó la Secretaria de Prensa de la Casa Blanca Jen
Psaki. El proceso todavía es oscuro, aunque señales más claras como el
renombramiento de un enviado del Departamento de Estado para facilitar las transferencias,
podría llegar pronto.
La noticia difícilmente es motive de lágrimas
catárticas, como la orden ejecutiva de Obama hace doce años. Pero es un
comienzo, sugiriendo que la vigilancia y la presión tiene sus recompensas.
Limitar el optimismo genuino es las
barreras masiva para cerrar Guantánamo pronto o ni siquiera una sola vez.
Tres de los ahora seis hombres autorizados para ser liberados necesitan ser reubicados
en otro país que el de su origen, dada la problemática política. (un musulmán
de Roiga está, literalmente, sin país). La diplomacia de transferencias se
logra, en parte, gracias a la fuerza de las alianzas estadounidenses,
gravemente lastimada bajo Trump.
Los “prisioneros siempre”, juzgados hace mucho como
demasiado peligrosos para ser liberados, permanecen legalmente detenidos bajo
las interpretaciones prevalecientes del poder ejecutivo. Liberarlos
desencadenaría, sin duda, un escándalo ruidoso en la derecha. Una apariencia
dura sobre el terror todavía funciona bien entre los republicanos congresistas
listos para pintar a Biden como débil. Incluso la mayoría actual demócrata
podría no ser suficiente para que el Congreso levante las barreras legislativas
para cerrar Guantánamo.
El asunto que es más difícil es el de las comisiones
militares y su famoso señalado, Khalid Sheik Mohammed, supuesta mente maestra
del 11/9. Por años, su persecución y la de otros han estado estancadas en
peticiones pre-juicio. Muchas de éstas, abordan el insoluble dilema de cómo
liderar con la tortura de los acusados.
Desguazar las comisiones después de todos estos años y
comenzar en tribunales federales parece más allá de nuestra imaginación. Tal
vez los acusados podrían ser movidos a los Estados Unidos para los juicios,
pero eso también significaría una gran pelea política.
Incluso el más ardiente crítico de Guantánamo debe
conceder que probabilidades de que cierre la prisión son pocas. De hecho, uno
podría sugerir que el gobierno de Biden podría vacunar a todo el país antes que
establecer el destino de los cuarenta hombres en una prisión que no es querida.
Las probabilidades son cero si el gobierno fracasa
incluso en intentarlo. Una pequeña pero ruidosa comunidad ha entregado el
mensaje de que este fracaso, como un asunto de ley, moral, cuarenta vidas y el
alma de Estados Unidos, no puede ser una opción.
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