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El imperialismo estadounidense, el fundamentalismo islámico… y la necesidad de otro camino

(Nota: este artículo fue escrito por Sunsara Taylor en 2007, pero sus temas y lecciones siguen siendo muy relevantes para todos tos que trabajan en construir una resistencia potente y oposición a las guerras de Estados Unidos.)

En vista de los cada vez mayores crímenes de lesa humanidad del imperialismo estadounidense en el Medio Oriente, es de suma importancia para los que vivimos en Estados Unidos confrontar honestamente y aceptar los profundos retos y responsabilidades de ponerles fin. Con este espíritu, aplaudí el artículo de Hadas Thier y Aaron Hess ( Socialist Worker, 20 de abril) titulado "Hacerle frente a la islamofobia", aunque creo que sus argumentos centrales no solo son erróneos sino dañinos.

No dudo que Thier y Hess quieren oponerse a las guerras de agresión estadounidenses y la campaña contra los musulmanes, árabes y surasiáticos que viven en Estados Unidos. Pero terminan defendiendo una posición que no se opone de fondo a la "cruzada" yanqui y que no ofrece nuevas posibilidades liberadoras aquí y en todo el mundo. Terminan así porque aceptan una lógica mala, una metodología viciada y una epistemología (un método para conocer la verdad) que busca huir de las realidades desagradables.

Examinemos el artículo.

"Hacerle frente" cita a George Bush: "Esta guerra es más que un conflicto militar; es la lucha ideológica decisiva del siglo 21. De un lado están los partidarios de la libertad y la moderación, el derecho de todas las personas de hablar, venerar y vivir en libertad. Del otro lado están aquellos impulsados por la tiranía y el extremismo".

"Hacerle frente" continúa: "Desafortunadamente, algunas voces de la izquierda –inclusive sectores radicales del movimiento contra la guerra-- aceptan esas mismas premisas". Para demostrarlo, ofrecen una cita de uno de mis artículos: "Cada día más la humanidad se enfrenta a dos alternativas intolerables: la cruzada imperial de Bush o la respuesta reaccionaria de los fundamentalistas islámicos. El gobierno de Bush ha cometido crímenes en mayor escala y representa el mayor peligro para la humanidad… pero cada una es una verdadera pesadilla. Las dos se alimentan mutuamente, y al crecer sofocan a las fuerzas laicas y progresistas de este país y de todo el mundo… Hay que proponer ante los cientos de millones de personas de este país y por todo el mundo una tercera opción que no se limita a escoger entre una cruzada de McMundo y una jihad reaccionaria…".

Esas dos posiciones no tienen nada en común: Bush ensalza la agresión imperialista estadounidense y yo exhorto a forjar una resistencia lo suficientemente poderosa para pararla. Pero solo haciendo caso omiso de esta enorme diferencia, Thier y Hess primero afirman chapuceramente que mi condena del fundamentalismo islámico acepta las "mismas premisas" del gobierno de Bush y, segundo, se abstienen convenientemente de distinguir entre dos formas muy diferentes de oposición a las acciones de Estados Unidos en el Medio Oriente.

Ante guerras injustas en Irak y Afganistán, por un lado vemos justas demandas de las amplias masas que se oponen a la ocupación de Estados Unidos y sus ambiciones de controlar toda la región, y por otro lado vemos oposición reaccionaria y teocrática que refleja los intereses de sectores históricamente anticuados de esos países. No se debe confundir la necesidad de apoyar las justas demandas de las masas con apoyar a las fuerzas fundamentalistas reaccionarias, y tampoco se debe equiparar la ideología y el programa de esos fundamentalistas con los intereses y sentimientos de las amplias masas de la región.

"Anticuado": Un término científico, no un insulto

Tildar de "anticuadas" a esas fuerzas fundamentalistas no es un insulto ni tampoco un "prejuicio", como insinúan Thier y Hess. "Anticuado" y reaccionario se refieren al contenido de su versión específica de un programa muy opresivo para las masas. A otro nivel, el término "sectores anticuados" se refiere a relaciones de clase. Esas fuerzas representan a viejos sectores dominantes de esas sociedades, no a los intereses de las masas populares.

Esas fuerzas --y el programa que proponen (no importa el origen de clase de determinados individuos)-- reflejan y defienden relaciones de clase "tradicionales" y principalmente "feudales" en esos países oprimidos. Unos clérigos tienen vínculos directos con grandes terratenientes semifeudales (por ejemplo en Irán, como veremos). Pero de todos modos, su programa propone explícitamente reforzar las relaciones "tradicionales". El complejo patrón de cooperación y conflicto que vemos entre esas fuerzas y los imperialistas refleja, a fin de cuentas, las complejas y contradictorias relaciones de la dominación imperialista de estos países y el feudalismo. En pocas palabras, los imperialistas utilizan y "apuntalan" a esas viejas relaciones opresivas y, por otro lado, las socavan con nuevas formas de explotación "modernas", que las transforman y las sacuden. 1

Thier y Hess dicen que se oponen a revolver todas las tendencias fundamentalistas islámicas, y de hecho hay diferencias entre ellas. Sin embargo, para entender la región y los factores ideológicos que moldean los sucesos regionales, no se puede hacer caso omiso del desagradable hecho de que todas tienen un hilo común. Esta ideología (la religión fundamentalista) se ha plasmado concretamente en un programa teocrático por toda la región, a pesar de diferencias locales e incluso de conflictos con esta tendencia general. En esta época, querer imponer el literalismo religioso de cualquier tipo como programa político es querer imponer un programa cuyo contenido es anticuado y opresivo… cuyo contenido proviene de las sociedades antiguas de donde surgieron esos textos religiosos. Cuando se impone en el mundo moderno, lo que resulta es lo que hemos visto dondequiera que el fundamentalismo se ha afianzado: patriarcado e intolerancia feroces, guerras religiosas, "asesinatos de honor" y fomento de ignorancia y superstición anticientíficas. El tratamiento de la mujer es uno de los temas más fundamentales para los oprimidos y un criterio para juzgar cualquier lucha de liberación. El punto de vista y programa fundamentalista que dice que una interpretación textual de los textos religiosos debe ser la "ley" o la "máxima ley" (ya sea la ley de sharia o la ley bíblica judeocristiana) va contra derechos fundamentales de libertad de conciencia e igualdad que se han conquistado por medio de lucha y que son imprescindibles para forjar una sociedad digna en el siglo 21. No importa si las imponen los sunitas en Arabia Saudita, los talibanes en Afganistán, el gobierno iraní o movimientos de "oposición", son cosas que hay que rechazar inequívocamente, y no pasar por alto, adornar o seguir con una política de identidad.

El apoyo a ese programa fundamentalista reaccionario se ha ampliado en proporción directa a los ataques imperialistas sumamente injustos contra los pueblos de estos países. Hoy tienen la iniciativa en el Medio Oriente formas muy perniciosas y reaccionarias de fundamentalismo islámico. La brutalidad de la ocupación estadounidense y el vacío de autoridad legítima han desatado violencia sectaria religiosa y rápido crecimiento de una oposición a la ocupación que tiene una visión fundamentalista para el país. A pesar de lo que dice acerca de ayudar a las mujeres oprimidas por el Talibán, Estados Unidos apuntala e instala a clérigos reaccionarios y fuerzas religiosas sectarias en los países que ocupa. Todo esto complica el trabajo de los movimientos laicos, progresistas, revolucionarios y comunistas en la región, y requiere forjar otro camino para las masas populares.

El fundamentalismo religioso NO representa los intereses de las masas

Aunque sus raíces ideológicas se remontan a otra época, las actuales variedades dominantes del fundamentalismo islámico en el Medio Oriente empezaron a surgir como fuerza política después de la II Guerra Mundial, cuando las potencias imperialistas forjaron nuevas estructuras estatales semicoloniales y semifeudales que disminuyeron la posición de muchos clérigos y otras relaciones de poder feudales tradicionales. La influencia de esas fuerzas aumentó considerablemente en las últimas dos décadas, cuando Estados Unidos fortaleció conscientemente a muchas de ellas en oposición a la influencia regional de la Unión Soviética. Otros factores que han contribuido a su crecimiento son los efectos del golpe de estado post Mao en China (que acabó con la época de China como faro revolucionario en el mundo) y el fin de la lucha de liberación nacional en Vietnam. De hecho, el fundamentalismo islámico se metió en una especie de "vacío de dirección" mundial de fuerzas laicas, nacionalistas, revolucionarias y comunistas.

Estados Unidos ha tenido una relación contradictoria con los movimientos fundamentalistas islámicos: los ha apoyado cuando coinciden con sus intereses y los ha tratado de aplastar cuando han atacado dichos intereses o entrado en conflicto con ellos. La decadencia del colonialismo inglés y el ascenso del neocolonialismo en esta región estratégica se han disfrazado de una "modernidad" impuesta desde arriba: el mercado libre ha expulsado a millones de campesinos de la tierra y los ha arrojado a las barriadas urbanas y los campos de refugiados. La penetración de las inversiones estadounidenses y el control neocolonial también han sacudido y socavado los centros de poder semifeudales tradicionales y la posición de los clérigos en estas sociedades. La destrucción del viejo tejido social y el caos, la pobreza y la destrucción y reestructuración de economías dependientes abiertas a la explotación y al saqueo más generales y más agresivos también han llevado al desarrollo de respuestas ideológicas (y no solo económicas) a la imposición del imperialismo "occidental".

Todo esto ha alimentado el surgimiento de partidos y movimientos islámicos que se oponen a las formas de gobierno y las alianzas que el imperialismo estadounidense ha forjado en distintos países, y en la mayoría de los casos esos movimientos político-religiosos reflejan los intereses de sectores anticuados de clérigos y fuerzas feudales cuya posición ha sufrido. Su ideología y programa político reaccionario no representa los intereses del campesinado desplazado y desesperado ni de las masas urbanas rebeldes que reclutan como soldados, al igual que los fascistas cristianos como Pat Robertson no representan los intereses de quienes lo siguen aquí (muchos de los cuales responden a la incertidumbre y el parasitismo que la globalización imperialista ha causado en su vida). El mero hecho de que algo tenga muchos seguidores de ciertos sectores de los oprimidos no quiere decir que sea bueno.

Lecciones de Irán que se deben aprender y que no se deben repetir

La República Islámica de Irán emergió de una lucha revolucionaria de millones contra el sha y sus amos yanquis en 1979, después de la cual el ayatola Jomeini, un fundamentalista islámico reaccionario, consolidó el poder por etapas. Arrestaron, torturaron y asesinaron a miles de antiimperialistas (especialmente comunistas, pero también otras fuerzas laicas, nacionalistas y hasta islámicas liberales), y docenas de miles terminaron en la cárcel o en el exilio. A las mujeres que se negaron a ponerse la hijab las azotaron, las golpearon y las arrestaron, y cambiaron el sistema judicial para que el testimonio de una mujer valiera la mitad del de un hombre. En 1988 el estado islámico mató sistemáticamente a más de 10,000 presos políticos.

Cuando conquistaron el poder en 1979, esas fuerzas teocráticas se hicieron pasar por "antiimperialistas" y por eso tuvieron buena acogida popular. Aunque tenían conflictos con un gobierno apuntalado por Estados Unidos (el sha de Irán), Jomeini y sus fuerzas eran teócratas reaccionarios y no dirigentes de una lucha antiimperialista. La gran tragedia, y lección, de la revolución iraní es que las fuerzas revolucionarias también sembraron la falsa ilusión de que Jomeini y demás eran fuerzas antiimperialistas y que era correcto apoyarlas o seguirlas. Como resultado, las masas han sufrido consecuencias desastrosas.

La ceguera ante la base de clase y el contenido político de los movimientos islámicos --cuyo programa es imponer la dominación teocrática y la ley de sharia-- dejará a las masas desarmadas ante los retos de la guerra que el gobierno de Bush está tramando contra Irán. Una vez más Bush presentará las opciones como apoyar la patria o a los "terroristas", al cristianismo (o la modernidad, según el público) o la dominación islámica.

Los que se oponen a la guerra de Irak y la "guerra contra el terror" de Bush tienen que dirigir sus principales esfuerzos contra su propio gobierno y a parar la mayor fuerza reaccionaria: el imperialismo estadounidense. Pero eso NO quiere decir que tienen que apoyar el ascenso de los clérigos reaccionarios en Irak ni a los teócratas que gobiernan hoy en Irán. Es esencial aprender a diferenciar entre las justas demandas y la lucha de liberación nacional, por un lado, y los programas reaccionarios y teocráticos de los sectores anticuados que aprovechan los sentimientos de amplios sectores de esas sociedades a favor de la liberación nacional.

La revolución de nueva democracia

En las naciones oprimidas, como Irán, el camino para acabar con la dominación del imperialismo y superar el feudalismo es la revolución de nueva democracia, que a diferencia de las revoluciones democráticas de los siglos previos, tiene que dirigir el proletariado (la clase obrera) y su partido de vanguardia. En el contexto de una revolución de nueva democracia, es posible y en general es correcto unirse con otros sectores. En particular, es posible forjar unidad con el campesinado y las grandes cantidades de campesinos desplazados que viven en las barriadas urbanas; y en general es posible unirse con sectores de pequeños capitalistas que tienen conflictos con los imperialistas por la subordinación de todo el desarrollo nacional a los intereses globales imperialistas. Hasta se puede forjar unidad con fuerzas religiosas no teocráticas. Todo esto se tiene que dirigir como parte de un programa que rompe radicalmente con todas las estructuras de dependencia al imperialismo y con la esclavización del feudalismo… como la primera fase de un programa revolucionario para acabar con todas las formas de explotación y opresión y las relaciones sociales que ocasionan.

Esto es totalmente diferente del programa de las fuerzas teocráticas y feudales “tradicionales”, que miran hacia atrás. Una de las primeras tareas de las revoluciones de nueva democracia que se libraron en lugares como China y Vietnam (antes de que terminaran) fue extirpar las formas de semifeudalismo que explotaban ferozmente a los campesinos. Esas luchas de liberación nacional auténticas se llevaron a cabo con metas y métodos muy diferentes a los que se están utilizando en el Medio Oriente hoy. Eran guerras populares que se basaban en las masas populares y las unían para combatir el imperialismo. Hasta los métodos de lucha y sus aliados reflejaban las metas de esas revoluciones, por ejemplo la liberación de la mujer.

En otro nivel, cuanto más forjemos una poderosa resistencia en este país --que no se pueda esconder de los pueblos del mundo, especialmente donde sufren la agresión yanqui y por eso son semilleros de odio contra “América”--, tanto más ocurrirán dos cosas: primero, contribuirá a parar estas guerras injustas que libran en nuestro nombre y creará condiciones más favorables para la revolución en Estados Unidos. Segundo, alentará a las fuerzas laicas, progresistas y auténticamente revolucionarias que existen en Irán y el resto de la región.

¿A quiénes ofende la verdad sobre la casa de Tony Soprano?

Thier y Hess citan una declaración de Bob Avakian, presidente del Partido Comunista Revolucionario: “Vivir en Estados Unidos es como vivir en la casa de Tony Soprano. Uno sabe o intuye que sus bienes tienen que ver con lo que hace el señor de la casa en el mundo”.

Y otra: “Pero el 11 de septiembre fue un anuncio brusco de que habrá que pagar un alto precio por vivir en la casa de Tony Soprano, por aceptar unas relaciones mundiales profundamente desiguales, y el sufrimiento incalificable que este gobierno y este sistema imponen a los pueblos del mundo para mantener el sistema y seguir distribuyendo ‘bienes’ a ciertos sectores de la población aquí en la ‘casa’”.

Thier y Hess escriben: “El punto de vista de Avakian de que los trabajadores estadounidenses comunes y corrientes comparten los ‘bienes’ es falso. Los trabajadores de este país tienen que pagar por las guerras que libra Estados Unidos con recortes de servicios sociales, pérdida de libertades civiles y, en el caso de los soldados despachados a Irak y Afganistán como carne de cañón, con la vida”. Esto solo se puede afirmar si se omite una parte esencial de lo que dice Avakian, que refuta todo lo que dicen… lo que examinaremos más adelante.

Pero primero, contestemos el argumento de Thier y Hess de que los trabajadores de este país no se benefician del imperialismo estadounidense con dos palabras: agua potable.

Por todo el tercer mundo miles de personas mueren a diario por falta de agua potable, que es algo que se da por sentado en Estados Unidos. Pero las disparidades van mucho más allá. En esta época imperialista, hay una división mundial fundamental entre las naciones opresoras y las oprimidas. Tanto las ventajas económicas, como la paz y estabilidad relativas de que gozan grandes sectores de la población en los países opresores, dependen de las guerras que se libran por todo el mundo, de las superganancias que sacan del trabajo de niños y otros, de los recursos naturales que privatizan y se roban, y de los centenares de miles de personas desplazadas de sus tierras y empujadas por todo el globo para subsistir y explotadas más despiadadamente como parte de la economía imperialista globalizada. Todo esto lo impulsa la acumulación capitalista y lo imponen las fuerzas armadas de Estados Unidos y de los demás imperialistas.

La ironía de la posición de Thier y Hess es que aunque me acusan de aceptar el chovinismo imperialista de Bush, su propio argumento hace caso omiso de la espantosa división entre naciones oprimidas y opresoras y vende corto a la población de este país, inclusive a muchos que, aunque gozan de privilegios objetivamente debido a esa división, pueden tomar partido con los pueblos del mundo. Pero no tomarán esa posición apelando a sus intereses económicos (recortes de servicios sociales) sino diciéndoles la verdad acerca de que las riquezas de este país provienen del saqueo del mundo y exhortándolos a oponerse al sistema imperialista mundial, que es el enemigo común de la gran mayoría de la humanidad, tanto en las ciudadelas imperialistas como en las enormes extensiones del mundo saqueadas por la globalización imperialista.

Además, se debe notar que el razonamiento “economicista” de Thier y Hess va de la mano con programas políticos capitulacionistas que le restan importancia al peligro de los movimientos políticos teocráticos aquí, que cuentan con apoyo de poderosos sectores de la clase dominante de Estados Unidos. Acepta la influencia de los fascistas cristianos en la vida pública de este país por pragmatismo político (“hagamos caso omiso de esto y unámonos con los intereses económicos de las masas”) y por “respetar la fe religiosa”. Mientras tanto, el aborto, la ciencia y el pensamiento crítico en la educación están bajo ataque, y las fuerzas fascistas cristianas dan el apoyo ideológico de la rectitud bíblica a la cruzada mundial del imperialismo yanqui. Los intereses fundamentales de la mayoría de la población de Estados Unidos no son vivir en la casa de Tony Soprano.

El internacionalismo es un polo de atracción para mucha gente aquí, que cree que la vida de un estadounidense no vale más que la de una persona de otro país. Hay que profundizar esto con la posición científica del internacionalismo proletario, o sea, la posición científica de que, como dice Avakian: “Los intereses, objetivos y grandes planes de los imperialistas no corresponden a nuestros intereses; no corresponden a los intereses de la gran mayoría de los que viven en Estados Unidos ni de la abrumadora mayoría de los pueblos del mundo. Hay que entender las dificultades en que se han metido los imperialistas en aras de sus intereses, y hay que responder a ellas, pero no desde su punto de vista y sus intereses sino desde el punto de vista de la gran mayoría de la humanidad y de la necesidad básica y urgente de un mundo diferente y mejor, de otro camino…”.

Recomiendo leer este artículo de Avakian (“Forjar otro camino”) como parte de la responsabilidad de entender y ponerle fin a los enormes crímenes que se cometen --y los mayores crímenes que están planeando-- en nuestro nombre.

Como dijo Bob Avakian en el mismo pasaje que citaron Thier y Hess: “Necesitamos un mundo distinto, que no conste de unas pocas casas de Tony Soprano rodeadas por un mar sinfín de seres humanos que viven oprimidos y en la miseria con gobiernos abiertamente tiránicos; donde el poder, la riqueza y los privilegios de un puñado dependen de la explotación y el sufrimiento de los muchos (y donde, incluso en la "casa de Tony Soprano", a muchos los tratan como parientes de segunda categoría o sirvientes despreciados). Este mundo no puede continuar. No se debe permitir que tal mundo continúe”.


Sunsara Taylor es corresponsal de Revolución y miembro de la junta asesora de El Mundo no Puede Esperar—Fuera Bush y su Gobierno.

Footnote

1. Por ejemplo, en muchos lugares los imperialistas utilizan la influencia de las fuerzas feudales en el campo para mantener a las masas bajo la bota. (Ahora en Irak, Estados Unidos "ha vuelto a descubrir" el gran valor de los "clanes tradicionales" y está trazando acuerdos con ellos para abandonar la insurgencia y ayudar al gobierno de ocupación a estabilizar regiones enteras). En la mayoría de los países oprimidos, la opresión del campesinado y su relación a la agricultura contribuye a rebajar los salarios y aumentar las superganancias imperialistas. Por otro lado, la agricultura capitalista sigue penetrando el campo y socavando las viejas relaciones feudales, al mismo tiempo que combina con ellas. En el libro America in Decline (La decadencia de Estados Unidos) de Raymond Lotta, pp. 98-112, hay más información sobre las dinámicas y formas de la dominación imperialista de las naciones oprimidas. [Regresa]

Nota: En este número publicamos el artículo "Hacerle frente a la islamofobia", de Hadas Thier y Aaron Hess (del Socialist Worker, 20 de abril de 2007), para que los lectores se familiaricen con el debate. La traducción es de Revolución.

Hacerle frente a la islamofobia

El periódico Socialist Worker publicó el siguiente artículo de Hadas Thier y Aaron Hess el 20 de abril de 2007.

Hace poco en un foro contra la guerra en Nueva York, Hamid Dabashi (profesor de la Universidad Columbia y activista contra la guerra) dijo que siempre que Estados Unidos libra una guerra, proyecta una imagen de sí mismo como el que tiene menos posibilidades, como el "ejército de Esparta", en vez de una superpotencia agresiva conquistadora.

Sin embargo, cuando los que verdaderamente tienen menos posibilidades oponen resistencia, la estructura política y los medios estadounidenses inevitablemente dicen que los impulsa una ideología opresiva y que su meta final es socavar los "valores occidentales" de democracia y libertad.

Después de la invasión estadounidense de Cuba en 1898 (en los albores del imperio esatdounidense), Theodore Roosevelt pintó a los cubanos que conquistó como "degenerados morales". En realidad, como dijo el novelista Mark Twain, los imperialistas estadounidenses eran los "verdaderos salvajes".

Desde el 11 de septiembre de 2001, el islam ha sido el blanco favorito de los círculos dominantes estadounidenses. El año pasado George Bush declaró: "Esta guerra es más que un conflicto militar; es la lucha ideológica decisiva del siglo 21. De un lado están los partidarios de la libertad y la moderación, el derecho de todas las personas de hablar, venerar y vivir en libertad. Del otro lado están aquellos impulsados por la tiranía y el extremismo".

Sería una cosa si Bush y los desprestigiados neoconservadores de su administración fueran los únicos que utilizaran esa retórica. Pero los políticos del Partido Demócrata también condenan el "extremismo islámico" y advierten de la amenaza de países "fundamentalistas" como Irán.

Desafortunadamente, algunas voces de la izquierda --inclusive sectores radicales del movimiento contra la guerra-- aceptan esas mismas premisas. Por ejemplo, Sunsara Taylor del grupo El Mundo no Puede Esperar (que está en pro de un juicio de destitución de Bush) y militante del Partido Comunista Revolucionario (PCR), escribió hace poco sobre "dos alternativas intolerables… una cruzada de McMundo y una jihad reaccionaria…".

Para el movimiento contra la guerra, es importante rechazar la imagen deformada del islam que ofrecen los conservadores belicistas y que repiten comentarios como este. Nuestra tarea es oponernos a todo el proyecto de la "guerra contra el terror", una parte del cual es el dogma racista.

*****

Por años toda una industria de "expertos" bien pagados sobre el islam y el mundo árabe ha dado un barniz intelectual a la islamofobia. Dos ejemplos destacados son Bernard Lewis y Samuel Huntington.

La idea central de sus escritos es que el islam y el mundo árabe han producido una civilización estática y sin cambio que detesta los ideales de la Ilustración, que según ellos son propiedad exclusiva del "Occidente", como la tolerancia religiosa, los derechos de la mujer y la democracia.

Estos puntos de vista descartan los hechos históricos. Por ejemplo, mientras Europa occidental dormitaba atrapada durante siglos en lo que los historiadores llaman la "Edad del oscurantismo", el mundo islámico era el centro de la investigación intelectual, y preservó y contribuyó a los avances científicos heredados del mundo antiguo.

En cuanto a tolerancia religiosa, opresión de la mujer y dictaduras salvajes, la historia del cristianismo ha sido especialmente sangrienta.

No importa: Huntington afirma que el "Oriente" y el "Occidente" se encaminan inevitablemente hacia un "choque de civilizaciones", como indica el título de su libro, de lectura obligada para los neoconservadores después del 11 de septiembre.

Los políticos y los medios corporativos adoptaron esas ideas para justificar la "guerra contra el terror". De hecho, cuando se desmintieron las declaraciones sobre las armas de destrucción masiva y sobre Al Qaeda, la caricatura de los musulmanes que "odian nuestras libertades" fue una de las pocas justificaciones para la guerra y la ocupación que les quedaban.

Por supuesto, no aplican frases como "fascismo islámico" a los gobiernos represivos y teocráticos que Washington financia y apoya, como la monarquía de Arabia Saudita o la dictadura militar de Pakistán. Solo los aplican a los enemigos de Estados Unidos.

Desafortunadamente, importantes voces de la izquierda han aceptado la esencia del concepto del "choque de civilizaciones".

Probablemente el peor ejemplo fue un artículo de octubre de 2005 de la revista The Progressive titulado "Nuestro problema con Al Qaeda", acompañado por un dibujo de un hombre con turbante y una enorme cimitarra que amenaza a una figura blanca agachada.

Sunsara Taylor de El Mundo no Puede Esperar no utiliza esas imágenes racistas, pero acepta el marco que el artículo de The Progressive comparte con los defensores de la guerra.

Escribió en Revolución, el periódico del PCR: "Cada día más la humanidad se enfrenta a dos alternativas intolerables: la cruzada imperial de Bush o la respuesta reaccionaria de los fundamentalistas islámicos. El gobierno de Bush ha cometido crímenes en mayor escala y representa el mayor peligro para la humanidad… pero cada una es una verdadera pesadilla. Las dos se alimentan mutuamente, y al crecer sofocan a las fuerzas laicas y progresistas de este país y de todo el mundo…

"Hay que proponer ante los cientos de millones de personas de este país y por todo el mundo una tercera opción que no se limita a escoger entre una cruzada de McMundo y una jihad reaccionaria…".

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La idea de "jihad vs. McMundo" viene del título de un libro de Benjamin Barber escrito en 1995.

Barber ofrece unas cuantas críticas del "fundamentalismo del mercado" de Estados Unidos, pero gran parte de su argumento viene directamente de la campaña contra el islam.

Por ejemplo, un pasaje típicamente confuso dice: "No cabe duda de que el islam es una religión compleja que de ninguna manera es sinónimo de jihad, pero es relativamente inhóspita a la democracia y esto a su vez alimenta condiciones favorables a la mentalidad provinciana, la oposición al modernismo, la exclusividad y la hostilidad hacia 'otros'… que son las características de lo que llamo jihad".

Hay muchos problemas con la concepción del islam que presenta Barbar, así como con la que adopta Taylor.

Primero, tiende a amontonar tendencias musulmanas muy distintas, así como organizaciones islamistas rivales que se consideran enemigas.

Huelga decir que Al Qaeda, una red terrorista sin raíces forjada inicialmente con la ayuda de la CIA, no tiene nada en común con un movimiento de masas como Hezbolá en Líbano o Hamas en Palestina. Tampoco es útil concebir el islam sin distinciones entre el gobierno iraní dominado por los chiítas y los wahabistas sunitas de Arabia Saudita.

Además, el punto de vista de "jihad vs. McMundo" también ignora cómo y por qué adquirieron importancia los movimientos de oposición islamistas.

Inicialmente algunas potencias occidentales los alentaron como contrapeso al nacionalismo árabe (el primer estado "fundamentalista" fue Arabia Saudita, creado por Inglaterra y Estados Unidos para proteger el chorro de petróleo del Medio Oriente); los islamistas ganaron acogida popular debido a la decadencia de los movimientos nacionalistas laicos.

El apoyo a las organizaciones como Hamas o Hezbolá no se debe principalmente a su compromiso a los principios religiosos sino al hecho de que representan una alternativa política que le ha hecho frente al imperialismo, principalmente Estados Unidos y su principal aliado, Israel.

Para entender los movimientos fundamentados en la religión, el punto de partida para los socialistas no es la ideología religiosa sino las fuerzas sociales y políticas que tales movimientos representan.

Por supuesto, los socialistas tienen críticas importantes de las fuerzas islamistas. Como en el caso de todas las religiones, unos elementos del islam son explícitamente conservadores: por ejemplo, la actitud de que la mujer es inferior al hombre. Tales posiciones son barreras a forjar la resistencia más eficaz al imperialismo.

Pero el punto de vista de "jihad vs. McMundo" tampoco reconoce que las organizaciones islamistas tienen acogida popular porque representan una alternativa de resistencia.

Fomentar tales ideas lleva a desorientar a los activistas contra la guerra, especialmente en un momento cuando Estados Unidos amenaza con iniciar una guerra contra Irán, una "respuesta reaccionaria de los fundamentalistas islámicos", según Taylor.

*****

Bob Avakian, el presidente del PCR, expresó una confusión más profunda cuando dijo que vivir en Estados Unidos es "como vivir en la casa de Tony Soprano", donde todos los "bienes tienen que ver con lo que hace el señor de la casa en el mundo”.

Continuó: "Pero el 11 de septiembre fue un anuncio brusco de que habrá que pagar un alto precio por vivir en la casa de Tony Soprano, por aceptar unas relaciones mundiales profundamente desiguales, y el sufrimiento incalificable que este gobierno y este sistema imponen a los pueblos del mundo para mantener el sistema y seguir distribuyendo ‘bienes’ a ciertos sectores de la población aquí en la ‘casa’.

"…Ahora todo esto está siendo sacudido. Uno no solo recibe bienes por 'vivir en la casa de Tony Soprano'; también aparecen 'desconocidos' en el patio de noche".

Dejando a un lado el tono de "terroristas a la vuelta de la esquina", que le hace eco a la campaña de miedo post 11 de septiembre, el punto de vista de Avakian de que los trabajadores estadounidenses comunes y corrientes comparten los "bienes" es falso.

Los trabajadores de este país tienen que pagar por las guerras que libra Estados Unidos con recortes de servicios sociales, pérdida de libertades civiles y, en el caso de los soldados despachados a Irak y Afganistán como carne de cañón, con la vida.

Para construir el movimiento más potente posible a favor de la paz y la justicia se necesita claridad acerca de quiénes son las víctimas y quiénes tienen la culpa.

También se necesita rechazar completamente las caricaturas del islam que trafican los dirigentes de Estados Unidos para justificar sus guerras aquí y en el extranjero. Si el movimiento contra la guerra no denuncia rigurosamente las distorsiones y mitos acerca del "fundamentalismo islámico reaccionario", permite que los que gobiernan este país sigan blandiendo una de sus armas ideológicas más potentes para continuar las guerras.

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Revolución #92, 17 de junio de 2007


 

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