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Lo qué fueron las elecciones de 2012… y lo que no fueron.

8 de noviembre de 2012
Dennis Loo

Traducido del inglés por
El Mundo No Puede Esperar
6 de diciembre de 2012

La mayoría de los comentarios sobre la reelección de Obama y la derrota de algunos de los más reaccionarios candidatos y representantes del Partido Republicano, como Todd Akin y Richard Mourdock, han sido sobre como el Partido Republicano está demográfica e ideológicamente demasiado a la derecha para la mayoría del electorado.

Y esto es básicamente cierto: los resultados de las elecciones muestran un rechazo de la mayoría a un Partido Republicano anti-inmigrantes, anti-gay, anti-mujeres, anti-ciencia, anti-cambio climático, anti-marihuana, anti-sindicatos, anti-red de la seguridad social, anti-racionalismo.

El Partido Republicano va a sufrir una batalla interna sobre qué dirección va a tomar, con algunas personas realistas entre sus miembros (por ejemplo, los que saben contar) que dicen que el partido tiene que cambiar su postura anti-inmigrantes o pro-violación si quieren evitar convertirse en un partido marginal incapaz de llegar a la Casa Blanca. Apenas puedo esperar a que empiece este derramamiento de sangre.

Pero lo que no han sido las elecciones, es mucho más importante que deleitarse en las batallas intestinas dentro del Partido de los Privilegios Extremos.

Las elecciones no van a llevar a Obama a detener su plan para privatizar y reducir los elementos centrales del New Deal, especialmente el sistema de salud y la Seguridad Social. No va a conducir a una política exterior menos belicosa o a un presidente más respetuoso con las libertades civiles y el debido proceso: a las pocas horas de ser reelegido, Obama lo celebró con otro ataque con drones en Yemen.

Cuando se trata de los programas del New Deal, Obama tiene que dejar claro que su plan es privatizar y reducir las ventajas del servicio médico y de la Seguridad Social, incluso si ha hecho declaraciones radicales para la campaña política en las que dice que cree que el gobierno debería ayudar a la gente y que está contra los agresivos ataques de los republicanos a la red de seguridad social. Esas promesas de Obama son realmente posturas para conseguir un efecto electoral, hechas por un político con experiencia.

Glenn Greenwald predijo hoy en el Guardian que este ataque a la seguridad social vendría rápidamente con Obama:

    El triunfo del líder político que hoy celebran los liberales con un extasis peregrino, este líder, es probable que oriente sus políticas más carismáticas en cuestión de semanas o incluso días. Con su nuevo poder a estrenar, ¿tendrán alguna habilidad o incluso voluntad para detenerlo? Si la historia sirve de indicio, así es como se llevará a cabo la lucha:

    Paso uno: Los liberales declararán que la reducción de la Seguridad Social y de la asistencia médica (incluyendo el ascenso de la edad de jubilación o la introducción de los “medios de prueba”) son absolutamente inaceptables, y que no apoyarán nunca una ley que lo haga sin importar las otras disposiciones que contenga y que le harán la guerra a los demócratas si lo intentan.

    Paso dos: Al iniciar la negociación y tomar esta forma, los expeertos progresistas en Washington, con los funcionarios de Obama susurrando persuasivamente en sus orejas, empezarán a decir que los recortes propuestos no son tan malos, que son modestos y aceptables, que son necesarios para salvar los programas de otros recortes mayores o incluso de que sean desmantelados.

    Paso tres: Muchos progresistas (los que no estén persuadidos de que esos recortes son menos que draconianos o defensibles en el fondo) empezarán no obstante a verlos con resignación y aquiescencia sobre la base de razones pragmáticas. Obama no tiene otra opción real, insistirán, porque tiene que llegar a un acuerdo con los locos, con los malvados del Partido Republicano para salvar la economía de un daño atroz y la única manera para hacerlo es aceptando recortes en las ayudas sociales. Es una necesidad pragmática, insistirán, y todo el que la rechace está siendo un purista, un ciego irracional ante las realidades políticas, imprudentemente dispuesto a hacer estallar el segundo mandato de Obama, incluso antes de que empiece.

    Paso cuarto: Los pocos liberales que resistan, que continuen insistentemente oponiéndose a cualquier ley que recorte la Seguridad Social y el servicio médio, será aislado y marginado, excluido de las reuniones importantes en las que se negocian estos asuntos, confinado a algunas pocas apariciones en la MSNBC en las que explicarán su oposición intrascendente.

    Paso quinto: Una vez que se anuncie el trato, y todos, desde Obama a Harry Reid y el DNC esté detrás de ellos, cualquier progresista que todavía esté enfadado al respecto e insitiendo e insistiendo en su derrota será castigado como ideólogo y purista, comparado con el Tea Party por su rechazo al compromiso y despreciado (por progresistas compatibles) como descontentos marginales de la ultraizquierda.

    Paso sexto: Una vez que el acuerdo se apruebe con el apoyo bipartidista y Obama lo firme en una ceremonia, de pie frente a su nuevo Secretario del Tesoro, el supremo corporativista Erskine Bowles, en el que se alaben las virtudes del bipartidismo y de tomar “decisiones duras”, cualquier progresista que siga quejándose será informado de que es hora de continuar. A cualquiera que no lo haga así se le estará constantemente recordando que hay una “votación extremadamente importante” a mediados de 2014, donde es “absolutamente vital” que los demócratas mantengan el Senado y que se hagan cargo del Congreso. A cualquier progresista todavía enfadado con los recortes en la Seguridad Social y en el sistema médico, que todavía rechace seguir mansamente la línea del partido, se le dirá que está poniendo en peligro las oportunidades del partido de ganar esas “elecciones vitales” y (como resultado de su oposición) están ayudando a Mitch McConnel a tomar el control del Senado y a John Boehner a retener el control del Congreso.

Sobre el frente de la política exterior voy a citar otro artículo de Greenwald que escribió el 23 de octubre de 2012. En el se señala que lo que le ha ocurrido a los partisanos del Partido Demócrata y más extensamente a aquellos que siguen apoyando a los demócratas como resultado del liderazgo de Obama.

Cuando el presentador Joe Scarborough aumentó sus críticas en su programa Scarborough Country el 23 de octubre de 2012 porque los ataques con drones de Obama estaban matando a muchos inocentes, incluyendo a un niño de 4 años, el invitado Joe Klein, columnista político de la revista Time, y ardiente partidario de Obama, defendió los ataques con drones con las siguientes palabras:

    “la conclusión final es: ¿de quién era el niño de 4 años que murió? Lo que estamos haciendo es limitando la posibilidad de que los niños de 4 años de este país mueran por actos de terrorismo indiscriminados”.

¿De quién era el niño de 4 años que murió? Esta declaración increiblemente xenófoba y reaccionaria de Joe Klein encabezó un comentario anterior en el mismo programa en el que describía las virtudes de la guerra con drones:

    KLEIN: Ha sido un éxito notable

    SCARBOROUGH: “asesinando gente”

    KLEIN: “Diezmando mala gente, quitando de en medio mucha gente mala; y también salvando vidas estadounidenses, porque nuestras tropas no lo tienen que hacer…Ya no necesitamos pilotos porque manejamos los drones a distancia en California”

Este es uno de los columnistas políticos más importantes en EE.UU., un ferviente partidario de los demócratas: “Ya no necesitamos pilotos porque manejamos los drones a distancia en California”

Esto es lo que ha hecho Obama. Cuando habla sobre la familia estadounidense que se une se refiere a que los estadounidenses deberían unirse (niños de 4 años, hermanos y sus padres, blancos, negros, latinos, asiáticos, natios americanos) para matar a niños de 4 años en otros países, asesinados por estadounidenses en la soleada California armados con joysticks, lanzando muerte desde el cielo, únicamente conscientes de que las sombras que ven caer bajo los ataques de los drones no son estadounidenses de 4 años. Esta es la dura realidad de la elevada retórica de este presidente estadounidense. Esto es lo que pasa cuando las políticas de Bush no son repudiadas y cuando se eligen respuestas electorales, (por ejemplo, elegir a Obama) en vez de crear un movimiento popular para la impugnación.

Esto es lo que un líder estadounidense, ya sea demócrata o republicano, significa. No es el triunfo de una coalición de centro-izquierda. Esta es la triste y profundamente preocupante realidad que nos atrevemos a no ignorar.

Este artículo apareció originalmente en dennisloo.com el 7 de noviembre de 2012.


 

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