Por qué las muertes en Yemen son cinco veces más altas de lo que te han hecho creer
Por Nicolas J. S. Davies
Counterpunch
9 de noviembre de 2018
Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar 9 de febrero de 2019
Fotografía cortesía de Felton Davis | CC BY 2.0
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En abril, hice nuevas estimaciones acerca de la cantidad de muertes de la guerra estadounidense post 2001 en un
reporte de tres partes en Consortium News. Calculé que estas guerras han
matado a varios millones de personas. Explicó que lo que ha sido amplia, pero
con bajas estimaciones los números de combatientes y civiles asesinados ronda
entre una quinta y una veinteava parte de los números reales de gente asesinada
en zonas de guerra estadounidenses. Una de las ONG responsables de registrar
esos números bajos aceptó que, efectivamente, lo estaba haciendo por lo
menos de uno a cinco, como sugerí en mi reporte.
Una de las fuentes que examiné para mi reporte fue la ONG británica llamada ACLED (Proyecto de información de eventos y localización
de conflicto armado, siglas en inglés), que ha recopilado cuentas de muertes
por guerra en Libia, Somalia y Yemen, más o menos el mismo número que tiene la
WHO (Organización Mundial de la Salud, siglas en inglés), cuyas encuestas son
regularmente citadas como estimados de muertes de guerra en Yemen por agencias
de la ONU y de la prensa mundial. ACLED estima que el número real de personas
asesinadas en Yemen es entre 70,000 y 80,000.
Sus estimados no incluyen los miles de yemeníes que han muerto por causas indirectas de la guerra, como inanición, desnutrición,
enfermedades prevenibles como difteria y cólera. La UNICEF reportó
en diciembre del 2016 que un niño moría cada diez minutos en Yemen y que la crisis humanitaria estaba empeorando desde entonces,
así que el total de muertes causadas directa e indirectamente por la guerra
debe de ser ahora cientos de miles.
Otra ONG, el Proyecto de Información de Yemen (Yemen Data Project) reveló en septiembre del 2016 que por lo
menos un tercio de los ataques aéreos saudís, muchos de los cuales son
ejecutados por avionetas construidas y reabastecidas por los Estados Unidos con
bombas estadounidenses, estaban atacando hospitales, escuelas, mercados,
mezquitas y otros objetivos civiles. Esto ha dejado, por lo menos a la mitad de
los hospitales e instalaciones de salud en Yemen con daños o destruidas y con
dificultades para poder atender las bajas de la guerra o servir a sus
comunidades, mucho menos para poder tener figuras significativas para los
estudios de la OMS.
En cualquier caso, incluso estudios comprensivos de hospitales que funcionan completamente solo capturarían una fracción de las
muertes violentas en un país roto por la guerra como Yemen en donde aquellos
asesinados en el conflicto bélico no mueren en hospitales. Y aun así la ONU y
la prensa mundial han continuado a citar estadísticas de la OMS como estimados
fidedignos y de confianza del total de gente muerta en Yemen.
La razón por la cual digo que estos estudios acerca de las muertes civiles en zonas de guerra estadounidenses están dramática y
trágicamente mal porque eso es lo que los epidemiólogos han encontrado cuando
seriamente han estudiado la mortandad basada en estadísticas bien establecidas
en zonas de guerra alrededor del mundo.
Los epidemiólogos han usado recientemente las mismas técnicas para estimar acerca de la muerte de alrededor de tres mil personas por
el huracán María en Puerto Rico. Los resultados en zonas de guerra como Ruanda
y El Congo han sido ampliamente citados por líderes políticos occidentales y la
prensa sin ningún tipo de controversia.
Cuando algunos de los mismos expertos de salud pública que trabajaron en Ruanda y El Congo usaron esos métodos para calcular cuántas
personas habían muerto como resultado de la invasión estadounidense y británica
en Irak en dos estudios publicados en la revista médica Lancet en 2004 y 2006, encontraron que acerca de 600,000 personas
habían sido asesinadas en los primeros tres años de ocupación y guerra.
La gran aceptación de estos resultados han sido un desastre geopolítico para los gobernantes de EE.UU. y el Reino Unido y habrían
desacreditado posteriormente la prensa occidental que había actuado como
porristas para la invasión y seguían culpando a las víctimas iraquíes de la
ocupación ilegal de su país por la violencia y el caos. Así que, a pesar de que
el consejero científico del Ministro de Defensa británico describió el diseño
de los estudios de Lancet como “robusto” y sus métodos como “cercanos a lo mejor en práctica”, y que los oficiales
británicos admitieron de manera privada que “estaban en lo
correcto”, ambos gobiernos lanzaron una campaña concertada para desacreditarlos.
En el 2005, mientras los oficiales americanos y británicos, junto con sus acólitos en los medios corporativos “ensuciaban” su
trabajo, Les Roberts de la Escuela de Salud Pública de Johns Hopkins (ahora en Columbia),
el autor principal del estudio de 2004, le dijo a Medialens
un organismo de vigilancia de los medios en la Reino Unido “es raro que la lógica de la epidemiología abrazada por
la prensa diariamente acerca de nuevas drogas o riesgos de salud de alguna
manera cambien cuando el mecanismo de muerte es de fuerzas armadas”.
Roberts estaba en lo cierto acerca de que esto era raro, en el sentido en que no había bases científicas para levantar objeciones
hacia su trabajo y sus resultados. Pero no estaba tan raro que los líderes
políticos en orden de batalla usaran todas las herramientas a su disposición
para intentar salvar sus carreras y sus reputaciones y para preservar la futura
libertad de acción de sus países para destruir otros que se interpusieran en el
camino del escenario mundial.
Para el 2005 la mayoría de los periodistas occidentales en Irak estaban agazapados en la Zona Verde fortificada de Bagdad,
reportando principalmente desde el CENTCOM. Si se aventuraban a salir, permanecían
empotrados con las fuerzas estadounidenses que viajaban en helicóptero o en
convoy armado entre las bases fortificadas. Dahr Jamail fue uno de los increíblemente
valientes reporteros americanos en el Irak real que “no encajó” Más allá de la Zona Verde (Beyond the
Green Zone), como el título de su libro, acerca de su tiempo ahí.
Dahr me dijo que él pensaba que el verdadero número de iraquíes asesinados
podría ser todavía más grande que el estimado en los estudios Lancet y que
ciertamente no era mucho más bajo que lo reportado de manera insistente por la
máquina de propaganda occidental.
Al contrario de los gobiernos occidentales y la prensa, acerca de Irak, las
agencias de la ONU y la misma prensa occidental acerca de Afganistán y Yemen,
ACLED no defiende su previamente inadecuado y engañoso estimado de las muertes
de guerra en Yemen. En lugar de eso, está llevando a cabo revisiones de sus
fuentes para lograr un estimado más realista acerca de cuánta gente ha sido
asesinada. Trabajando con la fecha actual yendo hacia atrás hasta enero del
2016, se calcula que un total de 56,000
personas han sido asesinadas desde entonces.
Andrea Carboni de ACLED le dijo a Patrick Cockburn de la revista Independent
que cree que el estimado de muertes en tres años y medio será entre setenta y ochenta mil
cuando termine de revisar sus fuentes hacia atrás hasta llegar a marzo del 2015, cuando Arabia Saudita,
Estados Unidos y sus aliados lanzaron esta guerra horrorosa.
Pero el verdadero número de gente asesinada en Yemen es inevitablemente más alto de
lo que calcula ACLED en su versión revisada. Como expliqué en mi
reporte en Consortium News ningún esfuerzo por contar los muertos por parte
de los medios, recuentos de hospitales y otras fuentes “pasivas”, no importa
cuán detallados sean, podría nunca contar los muertos de la violencia y caos de
un país destrozado por la guerra.
Este es el motivo por el cual los epidemiólogos han desarrollado técnicas estadísticas para producir con más precisión el número de
muertos en zonas de guerra alrededor del mundo. El mundo todavía está esperando
un recuento genuino del verdadero costo de la guerra saudí-estadounidense
contra Yemen y de, ciertamente, todas las guerras americanas post 11/9.
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