La guerra y los premios Nobel de la Paz
Howard Zinn* La Jornada 17 de octubre de 2009
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Foto: Wikimedia Commons |
Me apabulló saber que a Barack Obama le dieron el Premio Nobel de la Paz. Es
un golpe, realmente, pensar que a un presidente que lleva adelante dos guerras
se le otorgará el Premio Nobel. Hasta que recordé que Woodrow Wilson, Theodore
Roosevelt y Henry Kissinger recibieron, todos, premios Nobel de la Paz. El
comité del Nobel es famoso por sus apreciaciones superficiales, porque les ganan
la retórica y los gestos vacíos y por ignorar las flagrantes violaciones a la
paz mundial.
Sí, Wilson se llevó el crédito por la Liga de las Naciones –ese ineficaz
organismo que nunca hizo nada por evitar la guerra. Pero él bombardeó la costa
mexicana, envió tropas a ocupar Haití y República Dominicana y metió a Estados
Unidos al matadero que fue Europa en la Primera Guerra Mundial, con toda
seguridad una de las más estúpidas y mortíferas guerras de la lista.
Y claro, Theodore Roosevelt gestionó una paz entre Japón y Rusia. Pero fue un
amante de la guerra: participó en la conquista estadounidense de Cuba haciendo
creer que la liberaba de España mientras le apretaba las cadenas estadounidenses
a esa pequeña isla. Y como presidente encabezó la sangrienta guerra para
subyugar a los filipinos, al punto de felicitar al general estadunidense que
justo acababa de masacrar a 600 pobladores indefensos. El comité no le dio el
Premio Nobel a Mark Twain, quien denunció a Roosevelt y criticó la guerra, ni a
William James, líder de la liga antimperialista.
Ah, sí. Al comité le pareció bien otorgarle el premio de la paz a Henry
Kissinger, porque firmó el acuerdo final que terminó la guerra en Vietnam, de la
cual fue él uno de los arquitectos. Kissinger, que obsequioso le siguió la línea
a la expansión de la guerra que Richard Nixon promovió, con los bombardeos a las
comunidades campesinas de Vietnam, Laos y Camboya. Kissinger, que encarna con
mucha precisión la definición de lo que es una guerra criminal, a ése le dan el
Premio Nobel de la Paz.
No deberían otorgar el premio de la paz sobre la base de las promesas hechas
–como ocurre con Obama, un elocuente fabricante de promesas– sino sobre la base
de logros reales encaminados a ponerle fin a una guerra, y Obama continúa con
acciones militares letales e inhumanas en Irak, Afganistán y Pakistán.
El comité del Nobel de la Paz debería retirarse tras entregarle sus enorme
fondos a alguna organización internacional de la paz que no se apantalle con el
estrellato y la retórica, y que tenga algún entendimiento de la historia.
Traducción: Ramón Vera Herrera
* Howard Zinn es autor de muchos libros, incluido A Power Governments
Cannot Suppress y el clásico que ya vendió más de un millón de copias:
A People’s History of the United States.
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