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El Mundo no Puede Esperar moviliza a las personas que viven en Estados Unidos a repudiar y parar la guerra contra el mundo y también la represión y la tortura llevadas a cabo por el gobierno estadounidense. Actuamos, sin importar el partido político que esté en el poder, para denunciar los crímenes de nuestro gobierno, sean los crímenes de guerra o la sistemática encarcelación en masas, y para anteponer la humanidad y el planeta.



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Yo fui torturado. Sé lo importante que es garantizar que la CIA rinda cuentas

Juan E. Méndez
Politico
9 de julio de 2015

Traducción completo del inglés para El Mundo no Puede Esperar 9 de julio de 2015

Más de una vez, rogué a mis torturadores que me mataran. Años más tarde lo recuerdo, y me pregunto si realmente lo deseaba. En aquel momento, creo que sí.

Me tenían atado, desnudo y con los ojos vendados, y me aplicaban descargas eléctricas con una picana por todo el cuerpo. En dos ocasiones, simularon que me ejecutaban poniéndome una pistola en la sien o en la boca, y apretando el gatillo.

Para los autores de estos abusos, que interrumpían la tortura con interminables preguntas, se trataba, simplemente, de una técnica de interrogatorio "mejorada".

Esto ocurrió, hace varios decenios, en Argentina. Sin embargo, también hoy día, ciertas personalidades políticas estadounidenses, como el candidato a presidente Rick Perry, utilizan este mismo eufemismo para referirse a las torturas y los malos tratos infligidos por la CIA durante sus operaciones de detención secreta, de 2002 a 2008. Este mismo mes, el programa "Last Week Tonight", presentado por John Oliver en la cadena HBO, comunicó que sólo 4 de los 14 candidatos y candidatas a la presidencia de Estados Unidos tenían previsto mantener en vigor la orden ejecutiva firmada por Obama durante sus primeros días como presidente, cuya finalidad es garantizar que Estados Unidos no cometa actos de tortura.

Cuando los medios de comunicación y las personalidades políticas de Estados Unidos hablan eufemísticamente de técnicas de interrogatorio "mejoradas", lo que hacen es reestructurar el debate de tal forma que quitan, de hecho, importancia al dolor y a la crueldad de la tortura. Así, la tortura pasa a ser un tema más sobre el que se pueden tomar fríamente decisiones y cuya legalidad o ilegalidad se puede regular.

Desafortunadamente, esta estratagema lingüística está funcionando. La tortura es un delito bajo el derecho estadounidense e internacional, pero no se han impugnado las técnicas de interrogatorio mejoradas en Estados Unidos. Por lo tanto, aunque Obama abandonó el razonamiento jurídico viciado que la administración de Bush usó para justificar la tortura, ninguna persona ha enfrentado cargos por autorizar o aplicar la tortura en el programa de detención secreta de la CIA.

En efecto, el gobierno de Estados Unidos les ha dado “un pase para salir impune” a los que autorizaron la tortura, con importantes consecuencias. Muchos de estos individuos han escrito sus memorias y han salido en programas de entrevistas, particularmente desde la publicación hace seis meses del histórico informe del Senado sobre la tortura, para negar tener arrepentimiento o reparo alguno por lo que siguen llamando las técnicas de interrogatorio “mejoradas”.

“Yo lo haría de nuevo, sin pensar dos veces” dijo Dick Cheney en diciembre. La impunidad por la tortura los ha dejado libres para abogar por el retorno de la misma.

También ha envalentonado a los torturadores en todo el mundo. Estados Unidos tiene la obligación bajo la Convención contra la Tortura y otros tratados de investigar y procesar a las personas contra las cuales se descubran evidencias. El hecho de que Estados Unidos no ha cumplido con estas obligaciones invita a otras naciones a seguir el ejemplo de impunidad de Estados Unidos. Les da a los regímenes abusivos una excusa ya en uso para rechazar las preocupaciones de la comunidad internacional por sus historiales de tortura.

El eufemismo de técnicas de interrogatorio “mejoradas” también ha desviado a Estados Unidos de pedir la rendición de cuentas y hacer un proceso de sacar lecciones. En lugar de eso, se centra ahora en si la tortura fuera “eficaz” en proporcionar inteligencia o en impedir un ataque inminente. Incluso el informe de Senado, que los defensores de la tortura vilipendian como partidista, toma este camino al abismo.

Esta distracción es demasiado común en la historia reciente de la tortura. En Argentina también la idea de una bomba de relojería que está en cuenta regresiva fue aprovechada por los defensores de la “guerra sucia” como justificación de la tortura que cometieron los militares contra sus opositores.

Según este escenario, particularmente como lo han interpretado frecuentemente los programas de televisión estadounidenses a lo largo de la última década, la tortura es fea pero alguien tiene que hacerlo. O: La tortura es inevitable y produce resultados, nos guste o no. Estos argumentos caracterizan la tortura como la excepción.

En realidad, la tortura nunca se confina solamente a unas cuantas “técnicas” cuidadosamente calibradas. El informe del Senado sobre la tortura muestra eso de manera gráfica. Se informa que la tortura incluyó el abuso sexual con toqueteos genitales y la alimentación rectal forzada sin documentación de alguna necesidad médica, conducta que ni siquiera se contempló en los memorandos viciados y tristemente celebres que justificaban la tortura tras el 11 de septiembre.

La tortura tampoco se limita a unos cuantos individuos. El informe de Senado descubrió que de los 119 detenidos que se sabe que estaban en custodia de la CIA, al menos 26 ni siquiera reunían los criterios de la CIA para ser detenido, entre ellos un hombre “con problemas intelectuales” que había detenido solo para hacer que un familiar suyo suministrara información. El “cálculo conservador” del informe del Senado es que la CIA aplicó las técnicas de interrogatorio mejoradas al menos a 17 personas sin la autorización de su oficina central.

Pronto después de que yo fui torturado, a finales de los años 1970, me uní a la campaña de Amnistía Internacional contra la tortura, que partía de la noción de que con un trabajo consecuente y resuelto de parte de los gobiernos democráticos y las organizaciones internacionales, apoyado por la gente de pie en todos los países, sería posible abolir la tortura en nuestros tiempos, de la misma manera que se había abolido el tráfico de esclavos hace un siglo.

Hemos progresado mucho. Hoy, están en vigor leyes contra la tortura en casi todas partes. La semana pasado el Senado aprobó una enmienda al proyecto de ley de autorización militar que tiene el propósito declarado de fortalecer la prohibición estadounidense contra la tortura.

Pero claramente, no bastan leyes contra la tortura para que ésta sea erradicada. Mientras los responsables de la tortura eludan rendir cuentas, los aspirantes a torturadores creerán que ellos también lo pueden eludir. Mientras la tortura salga impune, se continuará llamándola meramente, y vergonzosamente, técnicas de interrogatorio mejoradas.

Juan E. Méndez, relator especial de la ONU sobre la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes.


 

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