Los horrores ocultos en los archivos de WikiLeaks
sobre Guantánamo
27 de abril de 2011 Andy
Worthington
Traducido del inglés por El Mundo No Puede Esperar 3 de mayo de
2011
Las revelaciones más recientes de
Wikileaks — archivos militares secretos sobre casi todos los 779 detenidos de la
prisión de la “guerra estadounidense contra el terror” en la Bahía de
Guantánamo, Cuba — ya están causando revuelo, y con razón, pues reavivan una
realidad que parecía haberse olvidado en los últimos años: el hecho de que
funcionarios del más alto nivel en el gobierno de Bush, en su afán de demostrar
su mano dura y su respuesta vengativa a los ataques del 11 de septiembre, no
solo rechazaron leyes y tratados internacionales, incluidas la Convención de Ginebra y la Convención contra
la tortura de la ONU, sino que también desecharon las garantías que protegen a personas inocentes de
ser encarceladas injustamente en tiempos de guerra.
Unos documentos importantes descubiertos en los archivos sobre Guantánamo
hablan de los 201 presos puestos en libertad durante el período de 2002 al
verano de 2004; estos documentos abren terreno nuevo, pues es información que
las Fuerzas Armadas estadounidenses jamás ha dado a conocer públicamente. En
cuanto a los demás 578 presos, cierta información ha salido a la luz, por lo
menos con la publicación de los alegatos del gobierno contra los presos y las
transcripciones provenientes de tribunales y juntas de revisión para evaluar su
importancia, las cuales se publicaron en 2006 (dándoles seguimiento en los años después),
pero respecto a estos 201 presos, muchas de sus historias se relatan por primera
vez. Las revelaciones son mayormente descorazonadoras, al hablar de agarrar a niños de 14
años de edad y a ancianos de 80 años y mandarlos a Guantánamo, donde se sumaron
a otros agricultores, taxistas y reclutas renuentes del Talibán: las multitudes
de inocentes y de insignificantes, cuyas historias ayudan a confirmar la locura
de Guantánamo.
Tienen igual importancia, sin embargo, las historias de la mayoría de los
demás presos: los casi 400 que han salido en libertad y una mayoría de los 171 que siguen en detención. Requiere un mayor esfuerzo,
generalmente, para comprender sus historias, porque los alegatos en su contra
parecen dar la prueba de que son una amenaza; eso es, hasta que se investigue y
se revele que las fuentes de tales alegatos son en realidad, una y otra vez,
bastante sospechosas.
El JTF-GTMO (Equipo Conjunto de Trabajo de Guantánamo), la entidad
responsable de crear estos archivos, ha hecho un trabajo bueno de crear una
ilusión de expedientes de inteligencia coherentes, pero no pasa de ser una
ilusión. Al examinar los archivos con cuidado, se ve que están llenos de
mentiras y tergiversaciones, y ciertas
figuras aparecen una y otra vez. Entre ellas están detenidos de “alto valor”
como Abu
Zubaydah, a
quien le aplicaron el submarino 83 veces y lo recluyeron en prisiones
secretas de la CIA por cuatro años y medio, y Ibn
al-Shaykh al-Libi, torturado en Egipto hasta que confesó falsamente que
hubiera vínculos entre al-Qaeda y Saddam Hussein (vínculos usados para justificar
la invasión a Irak en marzo de 2003), y a quien finalmente fue regresado
a Libia para ser asesinado.
Hay otros también, recluidos únicamente en Guantánamo, de quienes es
bien sabido que son informantes de poca confianza, y que, sea como resultado
de la tortura, la coacción o los sobornos (la promesa de mejores condiciones de
vida) han dicho mentiras en repetidas ocuasiones acerca de sus
compañeros presos. Por lo general, una que otra figura oficial de Guantánamo cae
en la cuenta, y también los
jueces cuando se les presentan peticiones de hábeas corpus para los presos,
pues han reconocido la influencia siniestra de estos informantes y muchas veces
han desestimado su testimonio, lo que ha perjudicado e incluso ha triturado los
razonamientos legales del gobierno.
Desde luego, hay hombres peligrosos en Guantánamo: algunos, si no todos, los
14 “detenidos de alto valor”, incluidos Khalid Sheikh Mohammed, el supuesto
cerebro de los ataques del 11 de septiembre, que llegó a Guantánamo de unas prisiones secretas de la CIA en septiembre de 2006, algunos de
los otros diez presos trasladados a Guantánamo de prisiones secretas en
septiembre de 2004, y unos cuantos más. En esencia, se trata de los 36 hombres
que el Equipo de Trabajo de Revisión en Guantánamo, del gobierno de Obama, recomendó
que se les procesara, tras analizar sus casos durante todo el 2009.
En cuanto a los demás 171 hombres que todavía están recluidos, de quienes el
presidente Obama tiene
detenidos indefinidamente sin acusaciones ni juicio a 47, aduciendo que son
demasiado peligrosos para poner en libertad aunque no existen pruebas contra
ellos que los tribunales aceptarán, estos archivos demuestran que las
tergiversaciones engendradas por Guantánamo siguen erosionando cualquier
esperanza de una solución racional al problema espinoso de cuándo se cerrará al
final a Guantánamo.
Cuando se tildan de detenidos “de bajo riesgo” a personas inocentes y de
“riesgo medio” o de “alto riesgo” a los soldados rasos, como
es el caso en estos documentos oficiales, el debido resultado — acusar o
poner en libertad a los presos, y cerrar con la mayor brevedad la abominación
que es Guantánamo — se pierde en un miasma de miedo mal dirigido.
Políticamente, parece que el presidente Obama ha decido que Guantánamo es demasiado tóxico como para tratar. Esa es una
vergüenza, pues demuestra que él es un hombre carente de principios firmes, a
pesar de todas sus palabras bonitas de senador sobre la importancia de la
justicia y las leyes, y además es una tragedia para Estados Unidos.
No voy a contenerme la respiración esperando aclaraciones, pero de todos
modos estos documentos publicados por WikiLeaks merecen una amplia lectura y que
los estadounidenses que se preocupan por la justicia y el imperio de la ley
actúen sobre ellos decisivamente, porque, estando abierto todavía Guantánamo,
[estos archivos] revelan el injustificable triunfo de la ultratumba electoral
del gobierno de Bush, cuyas acciones, a pesar de su supuesta justificación,
llevaron al país a un lugar miserable y perturbador que todavía hay que
abandonar y repudiar como una aberración totalmente inaceptable de los
principios fundadores de Estados Unidos.
Andy Worthington es autor de The Guantánamo Files: The Stories of the 774 Detainees in
America’s Illegal Prison (publicado por la editorial Pluto Press,
distribuido por Macmillan en Estados Unidos y a la venta en Amazon).
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