Persistente deshumanización en Guantánamo: EE.UU.
afirma que es dueño del arte de los presos, al igual que de sus recuerdos de
tortura
23 de noviembre de 2017
Andy Worthington
Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar 31 de agosto de 2023
Tras años permitiendo a los presos de Guantánamo conservar las obras de arte que han realizado en la
prisión, sujetas a controles de seguridad, el Pentágono se ha ganado de repente
una condena generalizada por prohibir su entrega y, según afirma uno de los
abogados de los presos, por planear quemarlas.
La noticia fue publicada por primera vez el 16 de noviembre por Carol Rosenberg, del Miami Herald,
y actualizada el 20 de noviembre. Rosenberg explicó cómo, durante
años, el arte de los presos había sido liberado "tras ser inspeccionado
por trabajadores de la prisión instruidos en el estudio de material para
mensajes secretos bajo la rúbrica de Seguridad Operativa."
Sin embargo, como explicó Rosenberg, "Oda al
mar: Arte de la Bahía de Guantánamo", una exposición en la Galería del
Presidente del John Jay College of Criminal Justice de Nueva York hasta el 16
de enero de 2018, que presenta "pinturas y otras obras de cautivos
actuales y antiguos" -y "que cosechó cobertura de la prensa internacional"-
"aparentemente llamó la atención del Departamento de Defensa", debido
a una dirección de correo electrónico proporcionada para las personas
"interesadas en comprar arte de estos artistas."
Un portavoz del Pentágono, el mayor de la Fuerza Aérea Ben Sakrisson, declaró el 15 de
noviembre que "todo el arte de los detenidos de Guantánamo es 'propiedad
del gobierno estadounidense' y que 'sigue habiendo dudas sobre el destino del
dinero de las ventas'". En la propia prisión, la comandante de la Marina Anne
Leanos dijo en un comunicado que "se han suspendido las transferencias de
obras de arte realizadas por los detenidos a la espera de una revisión de la política."
Los abogados de los presos descubrieron el cambio de política durante las recientes visitas a sus
clientes, cuando el personal de la prisión repentinamente "dejó de
devolver las obras de arte que habían sido presentadas para su inspección y
liberación." Rosenberg añadió que, según dos abogados, "un comandante
dijo a los cautivos de la población general" (es decir, no a los
"detenidos de alto valor") que "ya no se les permitiría regalarlo."
Uno de los abogados, Ramzi Kassem, profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de la Ciudad
de Nueva York, cuya clínica legal representa a prisioneros de Guantánamo, dijo
que a un prisionero en particular se le dijo que "no se permitiría que el
arte saliera de la prisión", y agregó que, si a algún prisionero se le
permitiera salir de Guantánamo (lo que, crucialmente, no ha sucedido bajo
Donald Trump), "ni siquiera se permitiría que su arte saliera con ellos y
en su lugar sería incinerado."
Otra abogada, Beth Jacob, dijo que otro preso le había "dicho por teléfono desde la prisión
que 'el coronel' anunció que 'podrían seguir haciendo arte'. Pero el número de
piezas que cada uno podría tener sería limitado, y las sobrantes se desecharían'".
A Jacob también le dijeron: "Los cautivos ya no sólo no podían regalar obras de arte a sus
abogados, sino que la prisión ya no permitiría que la Cruz Roja Internacional
recibiera obras de arte para sus familias." Según el relato del
prisionero, el coronel no identificado dijo a los prisioneros que el cambio de
política "fue por indicación de alguien que no estaba en Guantánamo",
lo que solo puedo suponer que significa que fue dictado por alguien de la
administración Trump en Washington, D.C.
Rosenberg señaló que el cambio de política contraviene la política
de la Oficina Federal de Prisiones, que "permite a sus reclusos enviar
por correo "artes y hobbies" a la familia, dárselos a ciertos
visitantes y, a veces, exhibirlos en el espacio público, si cumplen con el
estándar de gusto del alcaide."
En Guantánamo, sin embargo, es raro que los presos -casi todos recluidos sin cargos ni juicio, y
algunos a punto de entrar en su 17º año de encarcelamiento- reciban alguna de
las prebendas que podrían dar por sentadas los presos del territorio
continental de Estados Unidos, que comienzan su encarcelamiento con una condena
judicial y a quienes, a diferencia de los presos de Guantánamo, se les permiten
las visitas familiares.
Sin embargo, como afirmó Andrea Prasow, de Human Rights Watch, en un contundente tuit, el
hecho "no fue una sorpresa" porque el "Pentágono lleva mucho
tiempo afirmando que posee los recuerdos de tortura de los propios
detenidos". Se refería en particular a los "detenidos de alto
valor", traídos a la prisión desde los "sitios negros" de la CIA
en septiembre de 2006, cuyas palabras a sus abogados en los once años
transcurridos desde entonces han permanecido en gran medida clasificadas, pero
incluso para los prisioneros en general, todo lo que dicen a sus abogados
permanece presuntamente clasificado hasta que las notas de los abogados son
revisadas por un equipo de censura del Pentágono, que decide si lo que dicen
los prisioneros puede hacerse público o no.
Erin Thompson, profesora adjunta de Delitos Artísticos en el John Jay College of Criminal
Justice, comisaría de la exposición, que incluye obras de arte de ocho presos o
ex presos, declaró al Independent
que "organizó la exposición como un medio de proporcionar una visión de
las mentes" de los presos. Dijo que era "importante mostrar a los
hombres como seres humanos, independientemente de lo que hubieran hecho o
dejado de hacer".
Se supone que el arte es una ventana al alma", dijo, y añadió que las autoridades se estaban
"disparando en el pie" si ignoraban las obras de arte producidas por los presos."
¿Cómo conseguían los presos hacer su arte?
Explicando cómo los presos de Guantánamo llegaron a hacer arte, después de los primeros años de la
prisión, cuando se les negaron casi todos los "artículos de confort",
Carol Rosenberg declaró que "las clases de arte fueron uno de los primeros
programas ofrecidos a los cautivos en los últimos años de la administración
Bush, cuando los comandantes exploraron formas de distraer a los detenidos que
habían pasado años en celdas individuales para que no se pelearan con los
guardias". Y añadió: "Los estudiantes se encadenaban al suelo por un
tobillo dentro de un bloque de celdas del campo 6 y dibujaban naturalezas
muertas o copiaban un dibujo preparado por un lingüista árabe encargado de
enseñar arte."
Rosenberg también declaró: "Los comandantes
lo llamaban el programa más popular y mejor atendido de la prisión y exponían
ejemplos, copias de arte original, en un almacén de libros de la prisión.
Algunos mostraban paisajes marinos y escenas de los países de origen de los
cautivos porque, según sus abogados, los detenidos sabían que estaría prohibido
mostrar la vida en Guantánamo."
Con el paso del tiempo, "los suministros se hicieron más abundantes. A veces se permitía a
los cautivos crear arte en los bloques de celdas comunes, y se inspiraban en
otros lugares. En la exposición del John Jay, dos detenidos diferentes tenían
cuadros del Titanic. El centro de detención había permitido a los presos ver la
epopeya del desastre de 1997, cuyo tema musical es 'My Heart Will Go On'".
Los dos artistas son Muhammad Ansi
(alias Mohammed al-Ansi), un yemení que fue liberado en Omán justo
antes de que el presidente Obama dejara el cargo, y Khalid Qasim
(alias Qassim), que sigue detenido, y es uno de los huelguistas de
hambre que afirman
que la administración Trump ahora los está desatendiendo y, habiendo
abandonado el intento de alimentarlos., ya ni siquiera vigila su salud. Qasim,
explica la web de la muestra de arte, "experimenta frecuentemente con la
limitada gama de materiales artísticos que Guantánamo le ofrece; ha pintado en
café y sobre arena y grava recogidas del patio de ejercicios de los presos, y
ha creado esculturas con diversos materiales desechados, incluidas cajas de
MRE (comidas preparadas)."
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Otro preso que ha explorado el uso de materiales es Moath al-Alwi (alias
Muaz al-Alawi), otro yemení. Ha "utilizado cartón desechado y otros
objetos encontrados para elaborar modelos cada vez más grandes de barcos que
sólo había visto en libros". Beth Jacob dijo que, la primera vez que la
conoció, "le regaló una réplica de una góndola", y la página web de
la exposición explica que sus obras "están pensadas como regalos para sus
abogados y familiares".
Ramzi Kassem explicó que todas las obras de arte que han salido de la prisión "han pasado por
una rigurosa revisión de censura y contrabando", y añadió que los
funcionarios hicieron una radiografía de las maquetas de barcos de Alwi antes
de permitir su salida.
Otras obras de la exposición son de los presos liberados Ghaleb al-Bihani, yemení que, como al-Ansi, fue liberado
en Omán en enero de 2017, Djamel Ameziane,
repatriado a Argelia en 2013, y Abdualmalik (Alrahabi) Abud (alias Abd al-Malik al-Rahabi),
yemení liberado en Montenegro en 2016. Aparece en una emisión de la PBS sobre el arte de los presos que merece mucho
la pena y que está disponible aquí.
Aparte de Moath al-Alwi, los únicos presos aún retenidos cuyas obras se exponen son Ahmed Rabbani,
que actualmente
está llevando al gobierno ante los tribunales en relación con su nueva
política relativa a los huelguistas de hambre, y Ammar al-Baluchi,
un "detenido de alto valor", que pintó el cuadro de abajo,
"Vértigo en Guantánamo."
Al-Baluchi es uno de los cinco "detenidos de alto valor" recluidos en
"sitios negros" de la CIA, que están inmersos en interminables
audiencias previas al juicio por su presunto papel en los atentados del 11-S,
pero como explicó Alka Pradhan, parte de su equipo legal, en un tuit al
publicar esta imagen: "¿La verdadera razón por la que @DeptofDefense
quiere controlar el arte de @BaluchiGitmo? Pinta su deterioro por las torturas
de la @CIA".
Clive Stafford Smith, fundador de Reprieve, declaró a The Independent que las autoridades
estadounidenses "siempre habían censurado el arte que consideraban
delicado", y citó el ejemplo de una obra de arte que Ahmed Rabbani le
había mostrado, en la que aparecía siendo torturado. Dijo que, "sin dar
ninguna razón, las autoridades de Guantánamo denegaron el permiso para que ese
dibujo saliera de la prisión"
Así que, como
ya ocurrió en 2008 con los dibujos censurados del preso y periodista
sudanés Sami al-Haj, Stafford Smith "tomó nota detallada del cuadro y,
cuando regresó a Gran Bretaña, pidió a varios artistas y estudiantes de arte
que recrearan el dibujo". La versión que se muestra aquí es la de un
estudiante de la Academia Colfox de Bridport, Dorset, que muestra su
interpretación del arte de Rabbani recreando su experiencia de ser sometido a
"una forma medieval de tortura, conocida por la Inquisición como el
'strappado'". Según explicó Rabbani a sus abogados, "me llevaron a
una habitación y me colgaron de la mano a un grillete de hierro donde los dedos
de los pies apenas tocaban el suelo. Me quitaron la máscara de la cara y me
dejaron colgado de una mano, desnudo, sediento y hambriento".
¿A quién pertenece el arte de los presos?
Al abordar la cuestión de la propiedad del arte, el mayor Sakrisson "sugirió
que el arte no era de los cautivos para regalarlo", como lo describió
Carol Rosenberg. En una declaración, dijo: "Los objetos producidos por los
detenidos en Guantánamo siguen siendo propiedad del gobierno
estadounidense". También añadió, en una frase que es difícil de leer hasta
el final por su insulsa jerga administrativa: "La disposición adecuada de
esta propiedad se ha aclarado con nuestro personal en el centro de detención y
se contabilizará de acuerdo con los procedimientos locales aplicables en el
futuro."
Beth Jacob declaró al Miami Herald que "no había oído hablar de la posibilidad de que alguien en
el Pentágono se alarmara al descubrir que el arte de los detenidos estaba a la
venta". Explicó que uno de los antiguos prisioneros reasentados en Omán
"quería que se vendieran sus obras de arte para que los beneficios
pudieran destinarse a su madre enferma en Yemen para que recibiera medicamentos
costosos."
En Guantánamo, la comandante Leanos "no quiso confirmar ni desmentir los planes de la
prisión de quemar las obras de arte. Tampoco quiso decir cuántas obras de arte
podía conservar un cautivo y cuántas tendría que designar para su
destrucción." Mientras tanto, como si fuera incapaz de reconocer que había
sucedido algo inadecuado, añadió que "las clases de arte siguen
impartiéndose cada semana y los detenidos tienen la oportunidad de asistir a
ellas."
Como también explicó Rosenberg, "el programa de arte había sido tal motivo de orgullo en la
prisión que los instructores colgaron copias de las obras en las paredes de un
almacén de la biblioteca, y se animó a los periodistas que eran escoltados por
la prisión a que las fotografiaran." Además, "hace dos años, el ya
desaparecido boletín de la prisión, The Wire, mostraba a un oficial del
Ejército admirando
copias de las 'vibrantes pinturas'".
El artículo sobre el arte de los presos se titulaba sin ambigüedades: "El programa enriquece la
vida de los detenidos".
Rosenberg también señaló que la práctica de liberar obras de arte de Guantánamo "se había
vuelto tan común que el personal de la prisión imprimió recientemente un
formulario para que los abogados lo adjuntaran para que se revisara cada obra
de arte y asignó a cada pieza un número de seguimiento para el proceso de
autorización."
Beth Jacob, que ha representado a ocho presos de Guantánamo, cuatro de los cuales han sido puestos
en libertad, dijo a Rosenberg que sus clientes "habían estado utilizando
el arte como distracción durante algún tiempo, y le habían estado dando piezas
durante años - a veces como regalos y en otros casos para salvaguardar por
temor a que la prisión no lo hiciera. Citó una ocasión anterior en la que las
obras de arte habían sido confiscadas, para nunca ser devueltas - durante la
huelga de hambre en toda la prisión en 2013, cuando, en una redada, "los
soldados se apoderaron de las obras de arte de los detenidos y los documentos
legales de sus celdas." Jacob dijo que los documentos legales fueron
finalmente devueltos, "pero los detenidos nunca volvieron a ver ese
arte."
Es de esperar que las autoridades se retracten de su postura actual, que, al igual que el trato
dispensado a los presos en huelga de hambre y el ambiente en general, según ha
descrito recientemente Saifullah Paracha, el preso más antiguo de
Guantánamo, parece haber dado últimamente un giro generalizado hacia la dureza,
presumiblemente siguiendo instrucciones de la cúpula del gobierno.
Casi 16 años después de que se abriera la prisión, es hora de que el gobierno de Estados Unidos
estudie cómo cerrar de una vez por todas este experimento fallido, y no cómo
mantenerlo en funcionamiento, haciendo además que la vida de los presos sea más
dura de lo que ha sido durante muchos años.
Para implicarte, firma
esta petición de Erin Thompson, "Stop the Destruction of Art at
Guantánamo", y también puedes firmar esta petición de Reprieve,
pidiendo a Donald Trump que cierre Guantánamo y permita que expertos médicos
independientes visiten y evalúen la salud de los presos en huelga de hambre.
Lee también el magnífico artículo de Erin Thompson sobre por qué organizó la
exposición, publicado en Paris
Review el mes pasado.
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