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El sombrío legado de Donald Rumsfeld: Guantánamo, tortura y dos guerras sorprendentemente destructivas que fueron un fracaso

01 de julio de 2021
Andy Worthington

Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar 13 de julio de 2021


El ex secretario de Defensa Donald Rumsfeld, que ha muerto a la edad de 88 y una terrible fotografía de abuso en Abu Ghraib en Irak

Si hubiera algo de justiciar en este mundo, Donald Rumsfeld, el ex secretario de defensa de Estados Unidos del 2001-2006 bajo George W. Bush, que murió a la edad de 88, hubiera sido hecho responsable de sus crímenes en contra de la humanidad en Guantánamo, Afganistán e Irak. En lugar de eso, aparentemente murió de manera pacífica rodeado de su familia en Taos, Nuevo México.

En respuesta a los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001, Rumsfeld dirigió la invasión de Afganistán encabezada por Estados Unidos en octubre del 2001, cuando la Convención de Ginebra en relación a trato de los prisioneros en tiempos de guerra fue vergonzosamente desechada y también fue responsable por el establecimiento de la prisión de la bahía de Guantánamo, que abrió el 11 de enero del 2002.

En Kandahar y Bagram, y las numerosas prisiones en Afganistán, aquellos que cayeron en custodia estadounidense fueron referidos como “enemigos combatientes”, que podían ser detenidos sin ningún tipo de derechos. La tortura y el abuso de prisioneros fue generalizado y varios prisioneros fueron asesinados en custodia de “Cuando la tortura mata: diez asesinatos en prisiones estadounidenses en Afganistán”, en un artículo que publiqué hoy hace doce años.

Además, al ejército bajo Rumsfeld le ordenaron no llevar a cabo juicios competentes bajo el Artículo 5 de la Convención de Ginebra, que fue designada para evaluar, cerca del momento y lugar de la captura, si aquellos detenidos habían sido civiles agarrados por error. Tribunales competentes habían sido establecidos en previas guerras y en la primera guerra de Irak en 1991. Sólo para dar un ejemplo, el ejército detuvo a 1,196 tribunales de este tipo y en 886 casos (74%) concluyeron que los hombres en cuestión habían sido arrestados por error y enviados a casa.

En Afganistán, sin embargo, un interrogador al momento notó que cada árabe que llegaba a custodia estadounidense tenía que ser enviado a Guantánamo y la mayoría de los prisioneros afganos también eran enviados a la prisión en Cuba, hasta que los interrogadores encontraron la manera de mantener a los hombres que eran evidentemente inocentes y habían sido arrestados por error fuera de los registros para que pudieran ser liberados. Como resultado de eso, explicó Gregg Miller para Los Angeles Times en diciembre del 2002 que “el mayor general Michael E. Dunlavey, el comandante en operación en Guantánamo hasta octubre del 2002, viajó a Afganistán en la primavera de ese año para quejarse de que demasiados detenidos “Mickey Mouse” estaban siendo enviados a la prisión que ya tenía mucha población”.

En una conferencia de prensa poco después de la apertura de Guantánamo, Rumsfeld evasivamente la describió como el lugar “menos peor” para una prisión, evitando su responsabilidad por haber establecido una prisión en un lugar que fue específicamente escogido por estar fuera del alcance de los tribunales estadounidenses. En diciembre del 2002, ignorando las quejas acerca de los prisioneros insignificante aprobó específicamente el uso de técnicas de tortura en Guantánamo, que incluía estar de pie de manera forzada, dolorosas posiciones de estrés con cadenas cortas por un periodo de cuatro horas añadiendo en una nota escrita a mano que “sin embargo yo estoy de pie de 8-10 horas al día. ¿Por qué estar parado está limitado a cuatro horas?”.

La aprobación de Rumsfeld de técnicas de tortura justificó un programa que fue aplicado a una significante parte de la población erróneamente referida a tener un significado particular. Mohammed al-Qahtani, quien supuestamente iba a ser el secuestrador número 20 el 11/9 fue sujeto a siete semanas de privación del sueño y a interrogaciones horriblemente abusivas de noviembre (dos semanas antes de la aprobación de Rumsfeld) a enero del 2003.

En agosto del 2003, Rumsfeld continuó con la aprobación del programa específico de tortura para otro prisionero que decían tenía un valor especial, Mohamedou Ould Slahi, que fue sospechoso, por error, de haber ayudado a los secuestradores del 11/9 y quien, después de brutales interrogaciones, terminó siendo llevado en un barco, violentamente golpeado y amenazado de muerte. El recuentro extraordinario de Slahi, Guantánamo Diary, fue escrito mientras estaba en la prisión y fue publicado en el 2015 aunque él mismo tuvo que esperar dos años más para ser liberado.

Rumsfeld también es famoso por su extrema resistencia a reconocer que, entre los 779 hombres detenidos por el ejército estadounidense en Guantánamo, algunos eran niños o adolescentes, aquellos menores de edad cuando sucedieron los supuestos crímenes, según el Optional Protocol para la Convención de Derechos del Niño de la ONU sobre la Participación de Niños en Conflictos Armados, del 12 de febrero del 2002, un mes después de que abriera Guantánamo, fue ratificada subsecuentemente por los Estados Unidos, “requieren protección especial” para ser rehabilitados en lugar de castigados y, si son encarcelados, deben estar separados de prisioneros adultos.

“Esta constante referencia a ‘los jóvenes’, como si fueran cientos de niños ahí, estos no son niños”, dijo Rumsfeld en una conferencia de prensa en mayo del 2003, después de que se supo por primera vez que menores de edad estaban detenidos en Guantánamo. Al final, tres niños afganos fueron detenidos de manera separada antes de su liberación, pero yo establecí al pasar de los años, por lo menos 20 prisioneros eran menores de edad cuando fueron atrapados — incluyendo al canadiense Omar Khadr —y sin embargo ninguno de ellos recibió un trato distinto al trato abusivo que fue endémico en la prisión.

Irak

En términos de pérdidas de vida, sin embargo, nada se compara con la responsabilidad de Rumsfeld por la guerra de Irak, en la que por lo menos 200,000 civiles murieron. Rumsfeld, el vice presidente Dick Cheney y su subdirector, Paul Wolfowitz estuvieron presionando por un cambio de régimen en Irak desde el término de la primera guerra en 1991 y sus objetivos fuero promovidos por el Proyecto por el Nuevo Siglo Americano (Project for the New American Century (PNAC)), un centro de estudios neoconservador establecido en 1997, del cual ellos y otros del gobierno de George W. Bush eran miembros.

El día de los ataques del 11/9, tanto Rumsfeld como Cheney buscaron usar los ataques para invadir no solo Afganistán sino Irak también y, aunque yo hago responsable a Dick Cheney por el uso de las mentiras, que extrajeron por tortura, en un “sitio negro” de la CIA, de Ibn al-Shaykh al-Libi de que Saddam Hussein le había dado entrenamiento a al-Qaeda en el uso de armas químicas y biológicas, información utilizada más adelante para justificar la invasión ilegal de Irak en marzo del 2003. Rumsfeld estuvo a cargo de la ocupación militar y su noción simplista y desastrosa acerca de que los Estados Unidos serían bienvenidos como héroes conquistadores por derrocar a Saddam Hussein.

Rumsfeld también estuvo a cargo del tratamiento que el ejército estadounidense a los prisioneros en Irak incluyendo la tortura y el abuso de detenidos en Abu Ghraib que fue publicado en fotografías en abril del 2004. Después diría que el escándalo de Abu Ghraib fue su momento más obscuro como secretario de defensa pero que es obviamente un disparate porque la tortura de prisioneros fue específicamente motivada por el mayor general Geoffrey Miller, comandante de Guantánamo de noviembre del 2002, cuando se implementó ampliamente el programa de tortura y abuso mencionado anteriormente, llevando a que Miller visitara Abu Ghraib en agosto del 2003 para darles consejo de cómo asegurar interrogaciones “más productivas” de prisioneros. Subsecuentemente produjo un reporte en el que recomendó “Guantanamización” su acercamiento y utilizar a los guardias de la prisión para “reblandecer” a los prisioneros para ser interrogados.

Rumsfeld también estuvo a cargo de Campamento Bucca, a donde fueron enviados muchos prisioneros de Abu Ghraib después de que el escándalo fuera expuesto. Sin embargo, tortura, abuso y muertes inexplicables de prisioneros fueron generalizados en Campamento Bucca y eso jugó un rol crucial en el desarrollo de Daesh (Estado Islámico), que surgió como un brutal sucesor de al-Qaeda y uno que, claramente, podría no haber despegado si no hubiera sido por la guerra contra los musulmanes en Afganistán e Irak.

Mientras marco la muerte de Donald Rumsfeld el día de hoy, ciertamente no quise solo enfocar la atención en sus errores y sus crímenes en exclusión del resto de los oficiales del gobierno de Bush y sus abogados que todavía merecen ser responsables. Una lista que incluye a George W. Bush, Dick Cheney, sus abogados Alberto Gonzales y David Addington, William J. Haynes III, el abogado de Rumsfeld y muchos, muchos otros.

Sin embargo, por lo mucho que sé, Rumsfeld es el primero que ya no puede incluso soñar con ser llamado algún día para intentar justificar su acciones en un tribunal empoderado para castigar a aquellos responsables por crímenes en contra de la humanidad, aquellos crímenes que el gobierno estadounidense y sus representantes han infringido en Afganistán, Irak, Guantánamo y otras prisiones desde que la “guerra contra el terror” comenzó hace casi veinte años.


 

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