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El Mundo no Puede Esperar moviliza a las personas que viven en Estados Unidos a repudiar y parar la guerra contra el mundo y también la represión y la tortura llevadas a cabo por el gobierno estadounidense. Actuamos, sin importar el partido político que esté en el poder, para denunciar los crímenes de nuestro gobierno, sean los crímenes de guerra o la sistemática encarcelación en masas, y para anteponer la humanidad y el planeta.




Del directora nacional de El Mundo No Puede Esperar

Debra Sweet


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Seis años de Guantánamo: Ya basta

11 de enero de 2008
Andy Worthington


La administración Bush ha mantenido un perfil bajo durante el último mes, mientras las olas de indignación por la destrucción de las cintas de vídeo de la CIA que mostraban la tortura de dos detenidos de "alto valor" se acercaban cada vez más a la Casa Blanca. En las últimas semanas, a medida que la cobertura de las primarias presidenciales ha ido consumiendo los medios de comunicación, tanto el Presidente Bush como el Vicepresidente Cheney deben haber estado también esperando poder escapar al escrutinio en el sombrío aniversario de hoy. Sin embargo, es imperativo que no se les permita hacerlo. A pesar de sus afirmaciones de que "no tortura", ésta es una administración empapada de tortura, que algún día deberá responder por sus crímenes.

Hace seis años, el 11 de enero de 2002, el primero de los 778 prisioneros -denominados "detenidos" e identificados sólo por números- llegó a una prisión erigida apresuradamente en la base naval estadounidense de Guantánamo, Cuba, donde, desde entonces, han sido sometidos a un experimento perturbadoramente anárquico.


Detenidos en el vuelo a Guantánamo

Bajo los términos de una orden militar iniciada en noviembre de 2001, el Presidente afirmó que podía retener a los detenidos indefinidamente, sin cargos ni juicio, como "combatientes enemigos." Guantánamo, arrendado a Cuba en 1903 en virtud de un acuerdo que no puede romperse a menos que ambos países estén de acuerdo, fue elegido específicamente para este experimento porque se suponía que estaba fuera del alcance de los tribunales estadounidenses.

Durante dos años y medio, la administración logró sus objetivos, dirigiendo un centro ilegal de interrogatorios en el extranjero, que mutó en una prisión de tortura cuando los detenidos se mostraron resistentes a los interrogatorios. Las "técnicas de interrogatorio mejoradas" introducidas por la administración incluían el confinamiento solitario prolongado, la desnudez forzada, la humillación sexual y religiosa, la privación del sueño, el uso de calor y frío extremos y el empleo de dolorosas posturas de estrés. A pesar de la condena de líderes mundiales, expertos jurídicos internacionales, organismos internacionales como las Naciones Unidas y un conjunto sin precedentes de ex mandos militares estadounidenses, la administración definió la tortura de forma tan restrictiva -como equivalente a un fallo orgánico o a la muerte- que se negó a admitir que realmente estaba practicando torturas.

La ironía, que sólo se hizo evidente más tarde, fue que la razón por la que tantos de los detenidos no se mostraron comunicativos en sus interrogatorios no fue porque fueran terroristas de Al Qaeda entrenados para resistirse a los interrogatorios, sino porque no tenían información que dar. Cuando se analizaron los propios documentos del gobierno, en informes de la Facultad de Derecho de Seton Hall (PDF) y en mi libro The Guantánamo Files: The Stories of the 774 Detainees in America's Illegal Prison, se puso de manifiesto que la mayoría de los detenidos no habían sido capturados por las fuerzas estadounidenses en el campo de batalla, como se afirmaba, sino que les habían sido vendidos por sus aliados afganos y pakistaníes, en una época en la que estaban muy extendidos los pagos de recompensas de 5.000 dólares por cabeza por sospechosos de Al Qaeda y los talibanes.


Detenidos a su llegada a Guantánamo, 11 de enero de 2002

En junio de 2004, los tribunales estadounidenses finalmente se pusieron al día con Guantánamo. En una sentencia trascendental, el Corte Supremo insistió en que Guantánamo era "en todos los aspectos prácticos un territorio de Estados Unidos" y que los detenidos tenían derechos de habeas corpus, es decir, el derecho a impugnar el fundamento de su detención ante un tribunal imparcial.

Sin inmutarse, la administración permitió el acceso de los abogados a los detenidos, pero se negó a permitirles acercarse a los tribunales estadounidenses, estableciendo, en su lugar, un sistema de tribunales militares -los Tribunales de Revisión del Estatuto de Combatiente- como burla de sus derechos de habeas corpus. En estos tribunales, se permitía a los detenidos contar sus propias historias, en respuesta a las acusaciones del gobierno contra ellos, pero no se les permitía representación legal. Además, los tribunales estaban facultados para aceptar pruebas secretas, obtenidas mediante tortura, coacción o soborno de otros detenidos, que no se revelaban a los acusados y ni siquiera podían impugnarse.

En cierto modo, por supuesto, hoy hay más que celebrar que en el quinto aniversario de Guantánamo. En el último año, varios denunciantes -antiguos oficiales militares que trabajaron en los tribunales- han dado un valiente paso al frente para condenar el proceso de los tribunales. El teniente coronel Stephen Abraham, que habló en junio, los describió como una farsa, basada en pruebas vagas, infundadas y genéricas, y concebida simplemente para aprobar la designación previa de los detenidos como "combatientes enemigos", y en octubre un mayor del ejército, que habló de forma anónima, añadió sus quejas, revelando la exclusión deliberada de pruebas exculpatorias, la nueva convocatoria de los tribunales cuando se producía un resultado desfavorable, y la presión ejercida sobre los miembros de los tribunales desde los niveles superiores de la estructura de mando.

Los planes para reducir la población carcelaria también continuaron a lo largo de 2007. Ya han sido liberados 492 detenidos -122 sólo en el último año- y la mayoría de ellos han sido puestos en libertad a su regreso a casa, pero las flagrantes injusticias de Guantánamo no han llegado a su fin. Dos detenidos (ver aquí y aquí) murieron en la prisión el año pasado (que se suman a los tres que murieron en 2006), y otros cinco detenidos fueron trasladados al centro, incluso mientras el Presidente afirmaba en público que quería cerrarlo.

Para los 281 detenidos que quedan, además, la vida es tan dura como siempre. Aunque unos pocos están alojados en el campo 4, que contiene dormitorios comunes, la mayoría están recluidos en régimen de aislamiento hasta 23 horas al día en los campos más nuevos, los campos 5 y 6, y están privados de las escasas comodidades -incluido el acceso a la televisión y algún tipo de vida social- de las que disfrutan habitualmente la mayoría de los delincuentes condenados en el territorio continental de Estados Unidos.

Otros siguen recluidos en completo aislamiento, un número indeterminado padece graves trastornos psiquiátricos, y para las pocas docenas de huelguistas de hambre de larga duración la prisión sigue siendo un centro de tortura. Impedidos de ejercer el único poder que aún conservan -el derecho a morirse de hambre en protesta por su interminable detención sin cargos ni juicio-, dos veces al día se les sujeta en sillas de inmovilización, con 18 correas distintas, y se les alimenta a través de una gruesa sonda introducida en el estómago por la nariz, que se retira después de cada toma en un intento deliberado de "doblegar" su voluntad.

Para agravar la miseria de los detenidos, no está claro si algunos de ellos serán liberados algún día. Se ha autorizado la excarcelación de hasta 70 -algunos desde hace más de dos años-, pero la mayoría siguen recluidos en virtud de tratados internacionales que impiden su regreso a sus países de origen -entre ellos China, Uzbekistán, Túnez, Libia y Argelia-, donde corren el riesgo de sufrir tortura. Los intentos de las autoridades de eludir estos tratados mediante "memorandos de entendimiento", que garantizan el trato humano de los detenidos devueltos, fracasaron recientemente después de que dos tunecinos devueltos fueran condenados apenas de cárcel tras juicios dudosos, y la decisión de un juez del Tribunal de Distrito de impedir la devolución de un tercer tunecino parece haber puesto en suspenso todo el proyecto errante.

Está previsto que otros 80 sean juzgados por una Comisión Militar, un sistema de juicios espectáculo urdido por Dick Cheney y sus asesores en noviembre de 2001, pero como éstos, al igual que los tribunales, se basan en pruebas secretas obtenidas mediante tortura, coacción o soborno de otros detenidos, y todavía no han producido ni una sola victoria significativa, sigue sin estar claro si llegarán a funcionar adecuadamente. Como ha demostrado el revuelo causado por las cintas destruidas de la CIA, la administración está desesperada por ocultar todas las pruebas de tortura por parte de las fuerzas estadounidenses, porque sigue siendo ilegal según el derecho nacional e internacional, y parece inconcebible que los juicios militares que ocultan pruebas de tortura puedan considerarse legítimos.

Una solución alternativa es liberar a los cerca de 130 detenidos que actualmente se consideran demasiado peligrosos para ponerlos en libertad, pero no lo bastante peligrosos como para ser acusados (lo cual es, por supuesto, otra extraordinaria invención de las autoridades) y llevar a juicio en territorio continental estadounidense a los considerados verdaderamente peligrosos, que no son más de 40, según diversas estimaciones de los servicios de inteligencia.

Esta propuesta es casi tabú en Estados Unidos, pero aún puede llegar a realizarse. Se basa en la esperanza de que se pueda persuadir a jurados flexibles para que pasen por alto la tortura de detenidos de "alto valor", entre ellos Khalid Sheikh Mohammed, que confesó ante un tribunal el año pasado ser el arquitecto del 11-S, y Abu Zubaydah y Abdul Rahim al-Nashiri, otros dos presuntos altos operativos de Al Qaeda, cuyas cintas de interrogatorio destruidas son la razón de que posibles investigadores estén actualmente dando vueltas alrededor de la Casa Blanca.


Khalid Sheikh Mohammed, fotografiado tras su captura en marzo de 2003

Se trata de un escenario sombrío, y sigue sin explicar qué ocurrirá con los detenidos exculpados que no puedan ser repatriados, o cómo empezar a desmantelar la red completamente inexplicable de prisiones secretas y semisecretas -en Afganistán, Irak y otros lugares- que sustenta Guantánamo, que es, después de todo, sólo el símbolo más visible de un gulag mundial, que incluye "entregas extraordinarias" y "detenidos fantasma". Sin embargo, es honesto y ponderado, que es más de lo que puede decirse de las motivaciones de quienes idearon todo el experimento maligno en primer lugar.


 

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