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Retenidos 850 días desde que se aprobó su excarcelación de Guantánamo: Suhayl Al-Sharabi y Guled Hassan Duran

10 de marzo de 2024
Andy Worthington


Suhayl al-Sharabi, en una foto incluida en su expediente militar clasificado de 2008, y Guled Hassan Duran, en una foto más reciente tomada por representantes del Comité Internacional de la Cruz Roja.

Ayer, 9 de marzo, se cumplieron 850 días desde que dos presos de Guantánamo, Suhayl al-Sharabi, yemení, y Guled Hassan Duran, somalí, fueron aprobados unánimemente para su puesta en libertad por un proceso de revisión de alto nivel del gobierno estadounidense, el 10 de noviembre de 2021.

En un mundo cuerdo y justo, nadie seguiría encarcelado más de dos años después de que se aprobara su puesta en libertad, sobre todo teniendo en cuenta que los hombres en cuestión ni siquiera fueron acusados de un delito, pero en Guantánamo la cordura y la justicia no cuentan para nada, y estos dos hombres no sólo no han sido puestos en libertad, sino que tampoco tienen ni idea de cuándo llegará el día de su libertad, si es que llega.

La razón de ello es que, al igual que otros 14 hombres detenidos en la misma situación, las decisiones de aprobar la puesta en libertad de Suhayl al-Sharabi y Guled Hassan Duran fueron puramente administrativas, adoptadas por una junta de revisión de tipo libertad condicional, las Juntas de Revisión Periódica (PRB por sus siglas en inglés) creadas por el presidente Obama en 2013. Dado que las decisiones fueron puramente administrativas, ni al-Sharabi ni Duran, ni sus abogados, pueden pedir a un juez que ordene su puesta en libertad, si, como es cada día más evidente, el gobierno de Biden no parece tener ninguna inclinación a dar prioridad a su liberación.

A continuación, cuento las historias de estos dos hombres, en lo que es el sexto artículo de una serie de diez artículos que cuentan las historias de estos 16 hombres, abandonados descaradamente por el gobierno estadounidense, incluso después de prometerles su libertad. Los cinco artículos hasta la fecha se han publicado alternativamente aquí y en mi sitio web, y puede leerlos todos aquí: el primero, el segundo, el tercero, el cuarto y el quinto. Todos los artículos relacionan las historias de los hombres con hitos significativos en su larga espera por la libertad, y los artículos restantes se publicarán en las próximas semanas.

Espero que provoquen rabia e indignación ante esta última fase de la inhumanidad ya casual de Guantánamo, y que los compartan si pueden, y hagan lo que puedan para dar publicidad a este último y casi totalmente desconocido escándalo que asola la prisión sin ley que, durante sus miserables 22 años de existencia, ha ido dando tumbos de un escándalo a otro -algunos conocidos, pero muchos otros ignorados u olvidados, en la amnesia que tan persistentemente se traga cualquier tipo de conciencia de la perdurable anarquía del gulag de EE.UU. en el Caribe.

La historia de Suhayl al-Sharabi

Suhayl al-Sharabi (ISN 569), también identificado por las autoridades estadounidenses como Zuhail al-Sharabi o Zohair al-Shorabi, es un yemení de 46 ó 47 años que lleva recluido en Guantánamo, sin cargos ni juicio, desde el 5 de mayo de 2002.

Fue aprehendido en una de varias redadas domiciliarias en Karachi, Pakistán, el 7 de febrero de 2002, junto con otros 15 hombres (yemeníes, saudíes y kuwaitíes) que, con una excepción, fueron trasladados a Guantánamo tres meses después, y todos han sido puestos en libertad (algunos ya en 2005, y el resto durante el segundo mandato del presidente Obama). La excepción es Sharqawi al-Hajj (ISN 1457), un yemení considerado facilitador de Al-Qaeda, que fue enviado a ser torturado a Jordania durante dos años, y luego a Afganistán durante otros seis meses, antes de llegar a Guantánamo en septiembre de 2004. También se ha aprobado la puesta en libertad de Al-Hajj (en junio de 2021), y conté su historia en un artículo de la semana pasada, cuando se cumplían 1.000 días desde que se adoptó esa decisión.

Mientras las autoridades estadounidenses Mientras las autoridades estadounidenses intentaban demostrar, sin conseguirlo, que estos hombres eran algo más que soldados de infantería de los talibanes, que habían ido a Afganistán para apoyar a los talibanes en su larga guerra civil con la Alianza del Norte, antes de los atentados del 11-S, y que posteriormente habían huido a Pakistán cuando intentaban volver a casa, al-Sharabi fue objeto de un escrutinio especial, en gran medida, al parecer, por las sospechas no verificadas de que "fue designado, entrenado y preparado para llevar a cabo una operación suicida en el sudeste asiático", como se afirmaba en su expediente militar clasificado de noviembre de 2008, publicado por WikiLeaks en 2011, pero también por afirmaciones igualmente infundadas de que era guardaespaldas de Osama bin Laden.

Sin embargo, cabe destacar que el expediente también indicaba que Bin Laden canceló este complot concreto porque "no quería que interfiriera con los atentados planeados para el 11 de septiembre de 2001", y también es significativo que otros tres presos de Guantánamo que supuestamente formaban parte de este supuesto complot también hayan sido puestos en libertad, lo que socava bastante su supuesta importancia.

Al Sharabi, que nunca fue acusado durante el gobierno de Bush, fue, sin embargo, recomendado para su enjuiciamiento en el sistema de comisiones militares por el Equipo de trabajo para la revisión de Guantánamo de interinstitucional de alto nivel, reunido por el presidente Obama tras su toma de posesión en enero de 2009, para evaluar la importancia de los 240 presos que había heredado de George W. Bush.

Sin embargo, a medida que se dilucidaba la viabilidad de los procesamientos -en gran medida porque Obama, y Bush antes que él, habían ignorado el hecho de que "proporcionar apoyo material al terrorismo", el principal cargo que se imputaba a muchos de los hombres propuestos para juicio, no era en realidad un crimen de guerra, y sólo había sido inventado como tal por el Congreso-, al-Sharbi fue relegado al segundo proceso de revisión de Obama, las Juntas de Revisión Periódica, que revisaron los casos de 64 hombres en total a los que el Grupo de Trabajo había recomendado el encarcelamiento continuado sin cargos ni juicio, o procesamientos inviables.

Su primer PRB tuvo lugar en marzo de 2016, pero su encarcelamiento continuado sin cargos ni juicio fue aprobado por los miembros de la junta poco después, en parte porque era percibido como perturbador en Guantánamo, al haber sido un huelguista de hambre habitual durante muchos años, en parte porque se negó a asistir a su audiencia, y en parte por su percibida evasividad en relación con las acusaciones en su contra.

Su siguiente PRB, en marzo de 2019, fue bajo Donald Trump, cuando, junto con la mayoría de los hombres que se enfrentan a PRB, boicoteó su audiencia, habiendo concluido correctamente que, bajo Trump, se había convertido en un proceso de farsa. Representantes de Human Rights First asistieron a la audiencia, señalando que "Al Sharabi y su abogado privado se negaron a asistir a la audiencia, dejando solo al representante personal de Al Sharabi designado por el gobierno estadounidense para comparecer ante la Junta". La vista duró menos de cuatro minutos".

Sin embargo, finalmente, bajo el mandato del presidente Biden, se aprobó la puesta en libertad de al-Sharabi en noviembre de 2021, tras su tercer PRB, en junio de 2021, cuando las autoridades estadounidenses finalmente admitieron que su implicación en la supuesta trama del sudeste asiático era sólo especulativa, y el propio al-Sharabi "expresó su arrepentimiento y su deseo de llevar una vida pacífica si era puesto en libertad", como expliqué en su momento.

Como también expliqué, aunque su propia declaración no se hizo pública, su representante personal (un oficial militar elegido para representarlo) explicó a los miembros de la junta que había "expresado su arrepentimiento por lo ocurrido en el pasado y su deseo de reunirse con su familia para llevar una vida pacífica, libre de problemas", y añadió: "Basándome en nuestras interacciones, no he visto ningún indicio de que constituya una amenaza continua para Estados Unidos o sus aliados."

El representante personal también señaló que al-Sharabi entendía que, si fuera puesto en libertad, "la situación actual no sería propicia para su regreso a Yemen", e indicó que "le gustaría ir a Omán o a [un] país árabe similar", donde estaría "dispuesto a mantenerse en cualquier campo que esté disponible".

De hecho, las disposiciones introducidas por los republicanos en la Ley anual de Autorización de la Defensa Nacional han impedido, desde los primeros años de la presidencia de Obama, la repatriación de cualquier preso yemení, lo que significa que debe encontrarse un tercer país que esté dispuesto a ofrecer a al-Sharabi un nuevo hogar, como es el caso de la mayoría de los hombres cuya puesta en libertad se ha aprobado.

Sin embargo, 850 días después de que se aprobara su puesta en libertad, resulta francamente inaceptable que el gobierno de Biden no haya dado prioridad, evidentemente, a su liberación, ni a la de los demás hombres, y es difícil no llegar a la conclusión de que esto no se debe a que no se haya encontrado otro país (desde agosto de 2022, una funcionaria del Departamento de Estado, Tina Kaidanow, ex embajadora, se ha encargado de las cuestiones de reasentamiento de Guantánamo), sino porque el presidente Biden no quiere hacer nada que pueda molestar a los republicanos, ya que busca su apoyo para acuerdos de armas para Ucrania e Israel.

La historia de Guled Hassan Duran

Guled Hassan Duran (ISN 10023), identificado por las autoridades estadounidenses como Gouled Hassan Dourad o Guleed Hassan Ahmed, es un somalí de 49 años y uno de los 14 "detenidos de alto valor" trasladados a Guantánamo en septiembre de 2006 desde los "sitios negros" de la CIA, donde había permanecido recluido dos años y medio.

Aunque algunos de estos 14 hombres están acusados de haber participado en importantes atentados terroristas (el 11-S y los atentados de 2002 en Bali, por ejemplo), nunca se han explicado adecuadamente los motivos de la inclusión de Duran entre los "detenidos de alto valor". Al parecer, cuando el presunto cerebro del 11-S, Khalid Sheikh Mohammed, se reunió con él en los "sitios negros", no tenía ni idea de quién era.

A su llegada a Guantánamo, el gobierno estadounidense hizo públicos los perfiles de una página de los 14 hombres, pero el perfil de Duran sólo sugería que era miembro de un grupo militante en Somalia y que había "vigilado" Camp Lemonier, la base militar secreta de Estados Unidos en Yibuti, para un posible ataque de Al Qaeda en África Oriental, con la que supuestamente había estado trabajando. También se sugirió que había participado en otros "complots" que nunca llegaron a materializarse.

Nacido en Mogadiscio, había sido enviado por sus padres a Alemania como refugiado tras el inicio de la guerra civil somalí en 1991, y posteriormente se le había concedido asilo en Suecia en 1993. Al parecer, tras entrenarse en Afganistán en 1996, regresó a Somalia, donde parece que se dedicó principalmente a las luchas territoriales con Etiopía.

Según un informe sobre los diez presos que siguen recluidos, hecho público el año pasado por sus abogados del Center for Constitutional Rights (CCR pos sus siglas en inglés), con sede en Nueva York, "Guled fue capturado en marzo de 2004 y desapareció en un centro de detención secreto de la CIA, donde fue torturada física y mentalmente. Lo más significativo es que se le negó tratamiento médico urgente por una herida abdominal sufrida en un atraco callejero en Mogadiscio, Somalia, antes de su captura. Viajaba para recibir tratamiento cuando fue detenido, pero sus captores no le permitieron someterse a la intervención quirúrgica necesaria hasta años después."

Esto se corroboró en diciembre de 2014, cuando se publicó el resumen ejecutivo del innovador informe del Comité de Inteligencia del Senado sobre el programa de torturas de la CIA, en el que se señalaba que él se encontraba, tal y como lo describió CCR, "entre un grupo de 'detenidos de la CIA [a los que] se les retrasó la atención por problemas médicos graves' mientras estaban detenidos '[d]ebido a la falta de atención médica adecuada en los centros de detención de la CIA y a la falta de voluntad de los gobiernos anfitriones para poner a disposición instalaciones hospitalarias.'"

Como CCR también explicó en un perfil en 2016, a lo largo de su encarcelamiento en los "sitios negros", sus interrogadores "retuvieron la atención médica para presionarlo a cooperar, incluso para reclutarlo como espía, y para que accediera a proporcionar más información."

Reforzando la noción de su insignificancia, Duran declaró a sus abogados que "el FBI le interrogó poco después de su llegada [a Guantánamo], pero se negó a responder a ninguna pregunta", y "no ha sido interrogado por nadie desde entonces", lo que sugiere que el principal interés de la CIA en él puede haber sido el intento fallido de reclutarle como espía y que, cuando eso fracasó, fue llevado a Guantánamo simplemente porque no resultaba práctico devolverle a Somalia.

Ciertamente, en las deliberaciones del Equipo de Trabajo para la Revisión de Guantánamo, no se le consideró especialmente importante, ya que no se recomendó su procesamiento, sino que fue uno de los 48 presos recomendados para una "revisión posterior", que finalmente se llevó a cabo a través de las Juntas de Revisión Periódica.

El primer PRB de Duran tuvo lugar en agosto de 2016, cuando sus representantes personales señalaron que no sentía rencor hacia Estados Unidos, que "ya no quería tener nada que ver con el extremismo", que "no se consideraba una amenaza para nadie" y que "solo quería vivir una vida pacífica con su mujer y [sus cuatro] hijos", que vivían en Kenia.

Sin embargo, los miembros de la junta aprobaron que continuara encarcelado, y en 2018, cuando se le sometió a otra PRB, se confirmó de nuevo su detención, después de que se negara a participar en su audiencia por consejo de sus abogados, que intentaban, sin éxito, que el Tribunal de Distrito de Washington, D.C. aceptara que "fue capturado fuera del ámbito geográfico de la autoridad de detención del gobierno" y que, "cualquiera que fuera la justificación inicial del gobierno para detener a Guled en 2006, esa justificación se ha desvanecido desde entonces".

Cuando se celebró su tercera vista ante el PRB, en julio de 2021, sus abogados presentaron un escrito detallado en el que abogaban por su puesta en libertad, señalando su "amplia y unida familia y red de apoyo" en Estados Unidos, Canadá y Somalia, que estaban "dispuestos y eran capaces de apoyarle económica y emocionalmente y de cualquier otra forma necesaria para facilitar su reintegración y adaptación a la vida después de Guantánamo."

Y lo que es más importante, el propio Duran facilitó una declaración en la que afirmaba: "No tengo ningún rencor hacia Estados Unidos. Nunca la he tenido". También se disculpó por haber sido a veces poco complaciente durante su largo encarcelamiento sin cargos ni juicio, pero instó a los miembros de la junta a considerar cómo "[e]s muy frustrante y desmoralizante estar detenido durante tanto tiempo cuando no tienes ni idea de cuándo te van a liberar, y a veces se desborda".

Sin embargo, insistió en que "lo único que quiero es seguir adelante con mi vida. Quiero reunirme con mi mujer y mis hijos. He perdido mucho tiempo con ellos, y ha sido muy difícil para todos". Y añadió: "Estoy dispuesto a ser trasladado a cualquier lugar, en cualquier circunstancia, donde pueda llevar una vida tranquila y reunirme finalmente con mi familia. Quiero conseguir un trabajo y mantenerlos como no he podido hacerlo desde hace mucho tiempo. Espero que su decisión me permita tener un futuro más allá de Guantánamo".

En noviembre de 2021, los miembros del consejo aprobaron finalmente la puesta en libertad de Duran, pero, 850 días después, es vergonzoso que siga retenido. Lamentablemente, Somalia está en la lista de países prohibidos para la repatriación desde Guantánamo, pero es inaceptable que, habiéndolo retenido durante tanto tiempo (incluso en "lugares negros" de la CIA) sin haber tenido nunca un caso claro contra él, las autoridades estadounidenses no hayan dado prioridad -como con todos los demás hombres cuya liberación se ha aprobado- a encontrar un país dispuesto a ofrecerle un nuevo hogar y la oportunidad de rehacer su vida.

El presidente Biden y Antony Blinken deberían avergonzarse.


 

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