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El Mundo no Puede Esperar moviliza a las personas que viven en Estados Unidos a repudiar y parar la guerra contra el mundo y también la represión y la tortura llevadas a cabo por el gobierno estadounidense. Actuamos, sin importar el partido político que esté en el poder, para denunciar los crímenes de nuestro gobierno, sean los crímenes de guerra o la sistemática encarcelación en masas, y para anteponer la humanidad y el planeta.




Del directora nacional de El Mundo No Puede Esperar

Debra Sweet


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¿Responderá la administración Bush por crímenes de guerra?

23 de diciembre de 2008
Andy Worthington

Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar 25 de septiembre de 2023


La respuesta debería ser afirmativa, si el veredicto de la investigación del Comité de las Fuerzas Armadas del Senado sobre el trato a los detenidos bajo custodia estadounidense significa algo.

El informe bipartidista (véanse aquí, aquí o aquí, y véanse aquí las audiencias de junio y septiembre de 2008), basado en una investigación de dos años y publicado el 11 de diciembre por los senadores Carl Levin y John McCain, concluye que la tortura y los malos tratos infligidos a los prisioneros bajo custodia estadounidense en la "Guerra contra el Terror" son el resultado directo de políticas autorizadas o aplicadas por altos funcionarios de la actual administración, entre ellos el presidente George W. Bush, el ex secretario de Defensa Donald Rumsfeld, el vicepresidente Donald Rumsfeld, el ex secretario de Estado de Defensa Donald Rumsfeld, el ex secretario de Estado de Defensa Donald Rumsfeld, el ex secretario de Defensa Donald Rumsfeld, el ex secretario de Defensa Donald Rumsfeld y el ex secretario de Defensa John McCain. Bush, el ex secretario de Defensa Donald Rumsfeld, el ex asesor jurídico del vicepresidente Dick Cheney (y ahora jefe de gabinete) David Addington, y el ex asesor general del Pentágono William J. Haynes II.

Desde que estalló el escándalo de los malos tratos infligidos a los prisioneros de la prisión iraquí de Abu Ghraib en abril de 2004, más de una docena de investigaciones han detectado problemas relacionados con el trato a los prisioneros en Irak, Afganistán y Guantánamo, pero hasta ahora ningún informe oficial ha mirado hacia arriba en la cadena de mando para culpar a los altos cargos de autorizar la tortura e instigar políticas abusivas, y el gobierno de Bush ha podido mantener, como hizo a raíz del escándalo de Abu Ghraib, que cualquier abuso era el resultado de las actividades deshonestas de "unas pocas manzanas podridas".

Esto es ahora insostenible. Como se afirma en el informe,

    Los malos tratos infligidos a detenidos bajo custodia estadounidense no pueden atribuirse simplemente a las acciones de "unas pocas manzanas podridas" que actuaron por su cuenta. El hecho es que altos funcionarios del gobierno de Estados Unidos solicitaron información sobre cómo utilizar técnicas agresivas, redefinieron la ley para crear la apariencia de su legalidad y autorizaron su uso contra los detenidos. Esos esfuerzos perjudicaron nuestra capacidad de recopilar información de inteligencia precisa que podría salvar vidas, fortalecieron la mano de nuestros enemigos y comprometieron nuestra autoridad moral.

Aunque contiene poca información nueva, el informe es condenatorio en su revelación de cómo altos funcionarios buscaron y aprobaron la ingeniería inversa de técnicas enseñadas en las escuelas SERE (Supervivencia, Evasión, Resistencia, Escape) del ejército estadounidense para su uso en prisioneros capturados en la "Guerra contra el Terror". Estas técnicas, señalan los autores, incluyen "despojar a los detenidos de su ropa, colocarlos en posturas de estrés, ponerles capuchas en la cabeza, interrumpir su sueño, tratarlos como animales, someterlos a música a todo volumen y luces intermitentes, y exponerlos a temperaturas extremas". En algunas circunstancias, también incluyen el submarino, una conocida técnica de tortura que consiste en el ahogamiento controlado.

Tras señalar explícitamente que estas técnicas se enseñan para entrenar al personal "a soportar técnicas de interrogatorio consideradas ilegales según las Convenciones de Ginebra" y que "se basan, en parte, en técnicas comunistas chinas utilizadas durante la guerra de Corea para obtener confesiones falsas", los autores exponen una cronología convincente de la introducción de estas técnicas, que comienza con un memorando crucial emitido por el Presidente Bush el 7 de febrero de 2002. En él se declaraba que las protecciones de los Convenios de Ginebra, que, según señalan los autores, "habrían proporcionado unas normas mínimas de trato humano", no se aplicaban a los prisioneros capturados en la "Guerra contra el Terror". El informe añade que "la decisión de sustituir una doctrina militar bien establecida, es decir, el cumplimiento legal de los Convenios de Ginebra, por una política sujeta a interpretación, repercutió en el trato de los detenidos bajo custodia estadounidense."

Una vez establecido el papel del Presidente como facilitador inicial de los abusos, el informe implica a continuación a los responsables directos de la aplicación de la tortura de prisioneros, explicando cómo Haynes empezó a solicitar asesoramiento a la agencia responsable de las técnicas SERE en diciembre de 2001, y cómo Addington, John Yoo, asesor jurídico del Departamento de Justicia, y Alberto Gonzales, consejero de la Casa Blanca, intentaron redefinir la tortura en el tristemente célebre "Memorando sobre la tortura" de agosto de 2002, en el que se afirmaba que el dolor soportado "debe ser equivalente al dolor que acompaña a una lesión física grave, como la insuficiencia orgánica, el deterioro de las funciones corporales o incluso la muerte".

Los autores también señalan cómo Rumsfeld aprobó el uso de las técnicas SERE en Guantánamo en diciembre de 2002 (después de que Haynes lo consultara con otros altos funcionarios), y explican cómo las técnicas migraron a Afganistán en enero de 2003, y fueron aplicadas en Irak por el teniente general Ricardo Sánchez, comandante de las fuerzas de la coalición, en septiembre de 2003.

Aun así, el informe no está exento de fallos. Los autores se abstienen cuidadosamente de utilizar en ningún momento las palabras "tortura" o "crímenes de guerra", lo que constituye un logro semántico considerable, pero que contribuye poco a fomentar la creencia de que los oficiales implicados rendirán cuentas algún día por sus crímenes. Curiosamente, también omiten toda mención al vicepresidente Dick Cheney, e ignoran la importancia de la orden presidencial de noviembre de 2001, que autorizaba la captura y detención indefinida de "combatientes enemigos" y establecía el sistema de juicios de la Comisión Militar, a pesar de que Barton Gellman, del Washington Post, ha establecido que Cheney desempeñó un papel significativo en éste y en todos los demás documentos cruciales que condujeron a la tortura y el maltrato de los detenidos.

Las respuestas de los medios de comunicación estadounidenses han sido diversas. Curiosamente, la mayoría de los principales medios de comunicación optaron por centrarse únicamente en la responsabilidad de Donald Rumsfeld en la aplicación de técnicas abusivas (el titular del Washington Post, por ejemplo, era "Rumsfeld responsable de los malos tratos a los detenidos"), a pesar de que el informe nombraba al menos a otros 12 altos cargos implicados en la aprobación y aplicación de las políticas.

Comentaristas más reflexivos han puesto en duda que Barack Obama vaya a perseguir a los responsables, señalando que no estará dispuesto a enemistarse con los republicanos cuando necesita su apoyo para hacer frente a la crisis económica, y que muchos demócratas del Congreso conocían las políticas de la administración Bush, y en algunos casos participaron en su aprobación. Un artículo publicado en The Nation el 17 de diciembre señalaba que esta complicidad hacía que "una revisión sin restricciones pareciera improbable", pero el artículo también señalaba, más esperanzador, que "un creciente cuerpo de opinión legal sostiene que Obama tendrá el deber de investigar las acusaciones de crímenes de guerra y, si se descubre que tienen mérito, procesar a los autores".

Desde el 17 de diciembre, quienes se preocupan por perseguir a los funcionarios de la administración Bush por crímenes de guerra pueden estar seguros, al menos, de que entre los autores se encuentra ahora Dick Cheney. En una entrevista con ABC News, el Vicepresidente se ciñó a un guión ahora desacreditado, declarando que "no practicamos la tortura, nunca lo hemos hecho", pero admitiendo por primera vez que conocía el uso del ahogamiento simulado en un puñado de "detenidos de alto valor", y que consideraba su uso "apropiado".

Sólo el tiempo dirá si la admisión de Cheney será considerada como una defensa incondicional de la seguridad nacional, o como el último gesto desafiante de un criminal de guerra.


 

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