Moazzam Begg recuerda el sufrimiento de Omar Khadr
22 de julio de 2008
Andy Worthington
No suelo publicar artículos de otros sitios, pero me ha conmovido este artículo, en el
que Moazzam Begg, autor, ex preso de Guantánamo y portavoz del grupo británico
de derechos humanos Cageprisoners, recuerda el tiempo que pasó con Omar Khadr
en la prisión estadounidense de la base aérea de Bagram, Afganistán, en 2002,
cuando Omar, gravemente herido, acababa de cumplir 16 años. El artículo
apareció por primera vez en el sitio web de Cageprisoners.
¿Quién cuida de este muchacho?
Le ha crecido el pelo, su voz suena un poco más grave y sus heridas parecen haber cicatrizado algo.
Pero lo que no queda claro en el primer
vídeo del interrogatorio de Guantánamo que se hace público es que Omar
Khadr es ciego de un ojo.
La base aérea de Bagram se encuentra a unos 50 kilómetros al norte de la capital afgana, Kabul.
Dentro de la base aérea hay una prisión, una fábrica de maquinaria reconvertida
que construyeron los soviéticos durante su ocupación de Afganistán. Todavía se
pueden ver inscripciones en ruso en las paredes y puertas. Durante el día, este
lugar suele estar en un silencio sepulcral. Pero por la noche, los sonidos de
los soldados mientras patrullan, el tintineo de las cadenas sobre el suelo de
hormigón mientras los prisioneros son llevados a marchas forzadas a y desde las
salas de interrogatorio, y los gritos de interrogadores e interrogados, suelen
mantenerte despierto.
Es peor que Guantánamo. En este lugar presencié dos asesinatos distintos a manos de soldados
estadounidenses -el tema del documental ganador del Oscar de este año, Taxi
to the Dark Side- antes de que a mí también me enviaran a Guantánamo.
También fue aquí donde conocí a Omar Khadr, un muchacho canadiense que acababa
de cumplir dieciséis años.
Nunca entendí muy bien por qué, pero nuestros guardias de la policía militar siempre se referían a Khadr como
"Buckshot Bob" o simplemente "Buckshot". Sus heridas no me
parecieron causadas por el disparo de una escopeta. Eran mucho más horribles.
Le habían volado trozos del pecho y el hombro -o eso supuse- y era incapaz de
ver por uno de sus ojos debido a las heridas que había sufrido, supuestamente
en un tiroteo con tropas estadounidenses. Parecía que le acababan de hacer una
operación post mortem en el pecho, cuando aún estaba vivo.
Estaba demacrado, frágil y callado. Pero corrió el rumor de que Khadr había lanzado un ataque con granadas
contra las desprevenidas fuerzas estadounidenses. En consecuencia, las unidades
de policía militar que nos custodiaban trataron a Omar Khadr con abierto
desprecio y hostilidad. A veces le gritaban durante toda la noche; le hacían
apilar cajas de botellas de agua que luego volvían a arrojar; le ponían una
capucha en la cabeza mientras le encadenaban las muñecas al techo.
Pero, tres años después de mi liberación de Guantánamo, y cinco desde la última vez que vi a Khadr, me he
dado cuenta de la lógica que hay detrás del nombre "Buckshot". Les fotografías
publicadas por el ejército estadounidense este año muestran a Khadr cuando fue
capturado por primera vez. Los trozos de carne que faltan eran heridos de
salida de disparos de escopeta. Ahora está claro, según las declaraciones de
los soldados que lo capturaron, que Khadr había recibido un disparo en la
espalda, a quemarropa.
Khadr y yo compartíamos una celda común en la que caminar, hablar, estar de pie o simplemente mirar en la
dirección equivocada nos hacía ganar unas cuantas horas con las manos
encadenadas por encima de la cabeza a la puerta de la jaula y una capucha sobre
la cara. Aun así, conseguí mantener algunas conversaciones en voz baja con
Khadr, quien, al igual que yo, había empezado a comprender que su calvario no
había hecho más que empezar.
El trato que recibía Omar variaba según la percepción que los distintos soldados e interrogadores tenían
de él: la mayoría, mala. Pero un puñado de ellos, que realmente llegaron a
conocerlo y a hablarle como a un ser humano, me dijeron lo mal que se sentían
por tener a un niño como él bajo custodia. Recuerdo las últimas palabras que
Omar Khadr me dijo antes de que lo enviaran a Guantánamo: "Tienes suerte,
aquí la gente se preocupa por ti. Yo no le importo a nadie".
Omar fue acusado posteriormente de causar la muerte de un operativo de las Fuerzas Especiales
estadounidenses con una granada. Sin embargo, un informe facilitado por el
soldado que le disparó afirma que allí no sólo estaba vivo el Sr. Khadr, sino
también un hombre adulto en el momento en que él, el soldado estadounidense, se
apresuró a disparar. Esto contradice el testimonio de otro soldado que dijo que
sólo el Sr. Khadr estaba vivo en ese momento. Sea como fuere, Omar se acerca
rápidamente al séptimo año de su detención en Guantánamo. Ahora tiene veintiún años.
En enero de este año, un documento
de formación elaborado por el Ministerio de Asuntos Exteriores canadiense,
en el que se hacía referencia a Guantánamo, incluía a Estados Unidos entre los
países conocidos por practicar la tortura. A pesar de esta afirmación, el único
ciudadano occidental que permanece en la prisión más infame del mundo,
Guantánamo, es el canadiense Omar Khadr. Y su gobierno, que acepta que los
abusos a los que se enfrentan otros en esos lugares son muy reales, no hará
nada por su propio ciudadano, que fue llevado allí encadenado cuando era niño.
En el vídeo que ha saltado a los titulares esta semana se oye a Khadr repetir algunas palabras muy
angustiado. Aunque se discute si está diciendo "ayudadme, ayudadme" o
"matadme, matadme", su familia cree que simplemente está diciendo
"ya ummi, ya ummi", que en árabe significa "mi madre, mi
madre". Aunque este vídeo se grabó (en secreto) hace más de cinco años,
las palabras que oí por última vez a este niño demacrado y de voz suave hace
tantos años resuenan de nuevo. Pero esta vez el mundo puede verle y oírle:
"No le importo a nadie".
Moazzam Begg es autor de Enemy
Combatant
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