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Mi vergüenza ante el apoyo acrítico del Oeste de los crímenes de guerra de Israel en Gaza

11 de octubre de 2023
Andy Worthington

Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar 29 de octubre de 2023


Las secuelas de un ataque israelí en la ciudad de Gaza el 7 de octubre del 2023 (Foto: Ashraf Amra/Reuters).

Qué vergüenza fue ver, el domingo al primer ministro británico Rishi Sunak, twitteando una foto de una enorme bandera israelí proyectada en 10 Downing Street, acompañada por el mensaje “Estamos con Israel”. Siguió un tweet anterior en el que declaraba “Israel tiene el derecho absoluto de defenderse”.

El mismo exacto mensaje fue repetido en el Oeste: “Israel tiene derecho de defenderse — punto”, twitteó el presidente Biden, mientras que Ursula von der Leyen, presidenta de la comisión de la Unión Europea escribió que twitteó, “Israel tiene el derecho a defenderse — hoy y en los días por venir”, y declaró — unilateralmente, aparentemente hablando por toda la UE — que “La Unión Europea está con Israel”.

Mi desilusión con estas posiciones oficiales occidentales no se deriva de algún tipo de aprobación de las acciones de Hamás del sábado en la mañana o del respaldo de cualquier acción de parte de Hamás que específicamente haya dirigido contra civiles. Como un pacifista de toda la vida, la guerra me da asco. Sé que la violencia siempre genera más violencia, que los civiles siempre sufren y que mujeres y niños siempre son asesinados y no puedo apoyar el apoyo de civiles bajo ninguna circunstancia.

Habiendo dicho eso, también reconozco que, a través de la historia, la gente oprimida, especialmente aquellos cuya tierra fue ocupada y cuyos invasores rutina y salvajemente los someten a evidentes abusos de derechos humanos, generalmente llegan al punto en donde algunos de ellos concluyen que la resistencia armada es la única solución que les queda.

El ejemplo más pertinente, en mi vida, es la resistencia a la segregación racial en Sudáfrica, que es de relevancia particular porque el gobierno israelí está llevando un régimen de segregación racial vil, asesino y deshumanizador. En Sudáfrica, la resistencia al apartheid eventualmente llevó al colapso del gobierno supremacista, violento y racista y a la elección de Nelson Mandela como presidente, quien había estado encarcelado por 27 años por emprender actos de sabotaje contra objetivos del gobierno después de concluir que la acción violenta era necesaria para terminar con la segregación y el mandato de la minoría blanca.

En el caso específico de Israel y su opresión de los palestinos, la longevidad y brutalidad del estado opresor de Israel es incomparable en la historia moderna y también da la evidencia más clara posible de por qué apoyar de manera acrítica el “derecho a defenderse” de Israel es apoyar crímenes de guerra; específicamente el apuntar a toda la población civil de Gaza — más de dos millones de personas, incluyendo un millón de niños — por “castigo colectivo”.

Cualquiera que dude que apoyar el “derecho de defenderse” de Israel es apoyar crímenes de guerra sólo tiene que escuchar las escalofriantes palabras del ministro de defensa israelí Yoav Gallant mientras anunciaba la respuesta del gobierno a los últimos ataques de Hamás el domingo.

“He ordenado el bloqueo completo de la franja de Gaza”, dijo, “No habrá electricidad, comida, combustible, todo está cerrado. Estamos peleando contra animals humanos y actuaremos acorde”.

Esto no fue sólo un anuncio muy público de castigo colectivo, todavía más perturbante también fue el anuncio del intento genocida, a través de la muy específica decisión de describir a los dos millones de palestinos viviendo en la franja de Gaza como “animales”.

Como explicó Michael Lynk, relator especial de la ONU, en julio del 2020 en un reporte al Consejo de Derechos Humanos de la ONU, “El castigo colectivo ha sido claramente prohibido bajo la ley humanitaria internacional a través del artículo 33 de la cuarta Convención de Ginebra. Ninguna excepción es permitida”.

Como explicó, también, a través del Estatuto de Roma de 1998 (el tratado que estableció a la Corte Criminal Internacional) no reconoce el castigo colectivo como crimen de guerra, fue reconocido como tal por el Estatuto para el Tribunal Criminal Internacional para Ruanda y el Estatuto de la Corte Especial para Sierra León y la Comisión de Ley Internacional ha mantenido por mucho que el castigo colectivo es un “crimen de guerra excepcionalmente serio”.

Una breve historia de Israel y Palestina

Triste y vergonzosamente, en relación a la respuesta de las acciones de Israel por los países que apoyan su “derecho a defenderse”, hemos estado aquí antes.

El centenario del comienzo de la larga opresión de los palestinos fue justo hace dos semanas, el 29 de septiembre de 1923, marcando el inicio del control británico de Palestina, como parte de la redistribución de territorios antes controlados por países del lado perdedor después de la matanza de la Primera Guerra Mundial, en este caso, el Imperio Otomano. A diferencia de todos los otros países bajo este sistema de mandato, sin embargo, en donde el objetivo declarado era administrar estos países hasta que pudieran ser independientes, el mandato británico para Palestina involucró cumplir un compromiso hecho por el secretario británico de exterior, en 1917 Arthur Balfour a Lionel Walter Rothschild, la figura líder de la comunidad judía británica para establecer “un hogar nacional para los judíos” en Palestina, cumpliendo con el objetivo del movimiento sionista, que surgió a finales del S. XIX en Europa del este y central.

Al momento de la Declaración de Balfour, los palestinos eran más del 90% de la población del país, pero entre 1920 y 1946, según los registros británicos, 376,415 inmigrantes judíos, la mayoría de Europa, llegaron al país, creando tensiones con la población existente que, entre 1936 y 1939, llevaron a la revuelta árabe, en la que las semillas de la opresión palestina fueron establecidas. Bajo el ejército británico, como explica Al Jazeera, “aldeas fueron bombardeadas vía aérea, se impusieron toques de queda, se demolieron hogares y detenciones administrativas y asesinatos sumarios fueron generalizados” y los británicos también apoyaron a los colonizadores mientras construían una presencia militar.

En 1947, antes del fin del mandato británico el 14 de de 1948, la recién creada Organización de las Naciones Unidas intentó implementar una solución de dos Estados en Palestina, pero los palestinos rechazaron las propuestas. Aunque un tercio de la población ahora era judía, ellos sólo eran dueños del 6% de la tierra, pero los planes de la ONU “le asignaron alrededor de 56% de Palestina al Estado judío, incluyendo la región fértil de la costa”.

En lugar de una solución negociada, lo que sucedió fue una creación violenta del Estado de Israel, anunciada el 15 de mayo de 1948, después de un programa sostenido de brutalidad que incluía la masacre de más de 100 hombres, mujeres y niños palestinos en la aldea de Deir Yassin en las faldas de Jerusalén en abril de 1948.

Para 1949, como explica Al Jazeera “más de 500 aldeas palestinas, pueblos y ciudades fueron destruidos en lo que los palestinos llaman Nakba, o ‘catástrofe’ en árabe.” Alrededor de 15,000 palestinos fueron asesinados, incluyendo massacres posteriores, alrededor de 750,000 palestinos fueron obligados a dejar sus hogares, terminando en “58 campos escuálidos a través de Palestina y en los países vecinos de Líbano, Siria, Jordania y Egipto”, en donde sus seis millones de descendientes todavía viven, a pesar de una resolución de la ONU de diciembre de 1948 haciendo un llamado para su regreso.

Al final del establecimiento empapado de sangre, 78% de lo que había Palestina se perdió a Israel, quedando 22% dividido entre el West Bank administrado por Jordania desde 1950 y la franja de Gaza, controlada por Egipto. Sólo alrededor de 150,000 Palestinos quedaron en el nuevo y creado Estado de Israel.

La etapa final de la conquista de Israel de lo que había sido Palestina ocurrió en junio de 1967, cuando Israel incautó “la franja de Gaza, el West Bank, Jerusalén (este), las cumbres sirias de Golán, la península egipcia de Sinaí durante una guerra de seis días en contra de la coalición de ejércitos árabes”, como lo describió Al Jazeera.

A pesar de la victoria rotunda, sin embargo, la opresión de Israel de los palestinos ha continuado desde entonces. Por lo menos 680,000 colonizadores judíos de alrededor del mundo ahora viven en más de 250 de las colonias creadas desde 1967 en el West Bank y Jerusalén del Este, incluso aunque el establecimiento de estas colonias es ilegal bajo la ley internacional.

Además, aunque las colonias de Israel en la franja de Gaza fueron desmanteladas en el 2005, cuando los soldados israelís y 9,000 colonos dejaron el territorio, la respuesta del gobierno al resultado de la primera elección general palestina el siguiente año, cuando Hamás — una organización fundada en 1987, que cree en el uso de resistencia armada para terminar con la ocupación israelí — ganara la mayoría, llevó la imposición, en el 2007, de un bloqueo completo de tierra, aire y mar sobre la franja que, por 16 años, ha llevado a que se describa regular y precisamente como “la prisión al aire libre más grande del mundo”.

El castigo colectivo y el deslizamiento de Israel hacia el fascismo

Hace tres años, cuando el relator especial de la ONU Michael Lynk condenó al gobierno israelí por el castigo colectivo sobre los palestinos en los territorios ocupados, lo hizo en base a la ilegalidad del día al día de las acciones de Israel. Como lo describió “el castigo colectivo es una cicatriz inflamada que corre a través de toda la ocupación de 53 años de Israel en Palestina. A lo largo de estos años, dos millones de palestinos en Gaza, han soportado un bloqueo general de aire, mar y tierra desde el 2007, varios miles de hogares palestinos han sido demolidos de manera punitiva, toques de queda extendidos han paralizado aldeas y regiones completas, los cuerpos de los palestinos muertos han sido negados a sus familias y suministros civiles fundamentales — incluyendo comida, agua y servicios — han sido negados en varios momentos. No obstante, varias resoluciones, reportes y recordatorios de su uso fundamental, Israel continúa a apoyarse en el castigo colectivo como instrumento prominente en su caja de herramientas cohesiva de control de población”.

Estas privaciones persistentes de derechos humanos básicos para la población de la franja de Gaza son, en efecto, inaceptables e ilegales, pero son, por supuesto, magnificadas a una extraordinaria medida cuando el castigo colectivo de Israel se extiende a ataques militares masivos y ampliamente indiscriminados en la franja de Gaza, como sucedió en 2008, en 2012, 2014 y nuevamente en el 2021, llevando a miles de muertes de palestinos, como está sucediendo ahorita incluso con una mayor ferocidad jamás antes vista.

La razón por la cual este asalto en particular, sobre la franja de Gaza, es tan alarmante es porque el gobierno israelí actual es el más de extrema derecha en la historia de los 75 años de Israel. Cuando Benjamín Netanyahu formó una nueva coalición gubernamental en diciembre, que requirió que incluyera a partidos abiertamente de derecha extrema, aquellos que pusieron atención de cerca advirtieron que el país se ‘dirigía hacia la teocracia fascista’ o estaba ‘deambulando hacia el fascismo judío’ como el periódico israelí más viejo, Haaretz, declarara en su momento, al incluir a los extremistas supremacistas judíos de extrema derecha como Bezalel Smotrich y Itamar Ben-Gvir.

Desde que se formara el nuevo gobierno “poniendo la expansión de la colonización del West Bank arriba de la lista de prioridades” y “votando por legalizar docenas de asentamientos de avanzada ilegalmente construidos y anexar el territorio ocupado”, como lo explicó el Guardian, la violencia contra palestinos ha incrementado notablemente — de manera más provocativa en el sitio más sagrado de Palestina, Al-Aqsa Mosque in Jerusalem, lo cual significa que está prohibido para las fuerzas israelíes, pero también, a través de los territorios ocupados, en violencia involucrando a los colonizadores de extrema derecha. En marzo, por ejemplo, en respuesta a un supuesto asesinato de dos colonizadores israelís por parte de un palestino cerca de la aldea de Hawara, los colonos se lanzaron en ataque, quemando hogares y coches, un palestino fue asesinado y alrededor de cien fueron heridos.

Aunque el comandante militar israelí local, el mayor general Yehuda Fuchs, condenara el ataque, en palabras cuidadosamente escogidas, como “un pogromo llevado a cabo por delincuentes”, Bezalel Smotrich hizo un llamado para que toda la aldea fuera “eliminada”. El locutor irlandés RTE explicó, que Smotrich “ofreció, después, una retracción parcial”, pero el Departamento de Estado de EE.UU. catalogó los comentarios como “repugnantes, irresponsables y aborrecibles”.

Seis meses después, a pesar del evidente compromiso de Israel al asesinato indiscriminado de la mayor cantidad de ciudadanos palestinos en represalia por los ataques brutales del sábado, los EE. UU no sólo están firmemente respaldando el genocida “derecho a defenderse” de Israel, incluso están enviando buques de guerra.

Deshumanización y analogías nazis

Mientras aumentan las cifras de muertos, no puedo sino reflexionar en cómo, a pesar del ocasional destello de preocupación con los años, la posición del Oeste en relación a los Palestino es principalmente racista, así como la de Israel; deshumanizar a los árabes palestinos — que también son musulmanes — al igual que los hombres detenidos en Guantánamo, que son musulmanes y por cuyos derechos he luchado persistentemente por los últimos 17 años. Al igual que es imposible imaginar que Estados Unidos trate a los prisioneros de cualquier otra religión de manera tan despreciablemente como lo hizo y todavía lo hace, es imposible imaginar otro escenario en el cual personas tan oprimidas como los musulmanes en la franja de Gaza serían tan verdaderamente condenados por resistir su muerte lenta en la prisión al aire libre.

Justo tan pertinentemente, sin embargo, también me pregunto cómo judíos decentes e israelíes pueden lidiar con el hecho de que la historia de Israel desde su fundación demuestra tan fundamentalmente cómo los abusados se convirtieron en abusadores. ¿Cómo pueden aquellos que soportaron siglos de pogromos y de los horrores del Holocausto escuchar a Yoav Gallant hablar de “lugar contra animales humanos” y no recordar a los nazis describir a los judíos como ratas y como Untermenschen, literalmente subhumanos? ¿Cómo, mientras su gobierno asesina a más civiles en la franja de Gaza, no pueden comparar Gaza con los guetos judíos creados por los nazis en Polonia, “islas-prisiones amuralladas descritas por…historiadores como un poquito más que instrumentos de ‘asesinato lento y pasivo’ con cuerpos muertos contaminando las calles”?

Como David Livingstone Smith, profesor de filosofía de la Universidad de Nueva Inglaterra y autor del libro Less Than Human: Why We Demean, Enslave, and Exterminate Others “(Menos que humano: por qué degradamos, esclavizamos y exterminamos a otros)” le dijo a NPR cuando se publicó el libro en el 2011: “es importante definir y describir la deshumanización porque es lo que abre la puerta para la crueldad y el genocidio”. Como explicó Smith, “es muy difícil, psicológicamente, asesinar a otro ser humano de cerca y a sangre fría o infligir atrocidades sobre ellos”, lo que es el por qué el deshumanizar a otros es crucial para permitir que la gente “sobreponga las inhibiciones muy profundas y naturales que tienen en contra de tratar a otras personas como animales de juego o parásitos o predadores peligrosos” — o, como dijo Yoav Gallant, “animales humanos”.

La necesidad desesperada de una solución acordada

La única solución a un interminable ciclo de violencia en Israel y Palestina es una acordada que regrese, en alguna medida, a la solución de dos estados propuesta por la ONU en 1947 y no el apoyo del “derecho a defenderse” de Israel que tan acríticamente patrocina el Oeste, cuyos líderes deberían, en lugar de eso, poner atención a lo que Haaretz destacó en su editorial el sábado.

Concediendo que no haya base para las trivialidades genocidas pro Netanhayu, los editores de Haaretz declararon de manera inequívoca que “el desastre que ocurrió en la festividad del Simchat Torah es la clara responsabilidad de una persona: Benjamin Netanyahu. El primer ministro que se enorgullece de su vasta experiencia política y sabiduría irremplazable en asuntos de seguridad, fracasó completamente en identificar los peligros a los que conscientemente llevó a Israel cuando estableció un gobierno de incorporación y despojo cuando designó a Bezalel Smotrich e Itamar Ben-Gvir a posiciones clave, mientras adoptaba la política exterior que abiertamente ignoraba la existencia y los derechos de los palestinos”.

Acríticamente apoyar el “derecho de defenderse” de Israel, en este particular momento desolador, no sólo es apoyar crímenes de guerra, bajo el actual liderazgo de Israel, podría ser el terminar apoyando a Israel en cometer el crimen de guerra más severo de todos — genocidio.


 

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