worldcantwait.org
ESPAÑOL

Español
English-LA
National World Can't Wait

Pancartas, volantes

Temas

Se alzan las voces

Noticias e infamias

De los organizadores

Sobre nosotros

Declaración
de
misión

21 de agosto de 2015

El Mundo no Puede Esperar moviliza a las personas que viven en Estados Unidos a repudiar y parar la guerra contra el mundo y también la represión y la tortura llevadas a cabo por el gobierno estadounidense. Actuamos, sin importar el partido político que esté en el poder, para denunciar los crímenes de nuestro gobierno, sean los crímenes de guerra o la sistemática encarcelación en masas, y para anteponer la humanidad y el planeta.




Del directora nacional de El Mundo No Puede Esperar

Debra Sweet


Invitación a traducir al español
(Nuevo)
03-15-11

"¿Por qué hacer una donación a El Mundo No Puede Esperar?"

"Lo que la gente esta diciendo sobre El Mundo No Puede Esperar


Gira:
¡NO SOMOS TUS SOLDADOS!


Leer más....


Mensaje de Año Nuevo a Barack Obama: Libera a los uigures de Guantánamo

05 de enero de 2009
Andy Worthington


Mientras Barack Obama llega a Washington D.C. para prepararse para el cargo, Andy Worthington, autor de The Guantánamo Files, espera poner la difícil situación de los uigures -hombres inocentes retenidos en Guantánamo en lo que parece ser un estado de limbo perpetuo- en lo más alto de la bandeja de entrada marcada como "seguridad nacional". Sin una resolución justa, la promesa de Obama de cerrar Guantánamo puede ser imposible de cumplir.

Los augurios nunca han sido buenos para los 17 uigures de Guantánamo, aunque tengan a la justicia de su parte. Refugiados de la opresión china que habían buscado cobijo en Afganistán, sólo para ser capturados y vendidos a las fuerzas estadounidenses como "sospechosos de terrorismo", los 17 hombres fueron los primeros presos de Guantánamo absueltos de ser "combatientes enemigos", después de que en junio un tribunal de apelación echara por tierra las supuestas pruebas contra uno de ellos, y de que el gobierno abandonara sus pretensiones contra los 16 restantes.

A principios de octubre, obtuvieron una resonante victoria, cuando el juez de distrito Ricardo Urbina dictaminó que su detención continuada en Guantánamo era inconstitucional y ordenó su puesta en libertad en Estados Unidos, ya que no podían ser devueltos a China por temor a que fueran torturados y no se había encontrado ningún otro país dispuesto a aceptarlos. Sin embargo, cuando el gobierno recurrió la sentencia del juez Urbina, sólo uno de los tres jueces del tribunal de apelación que se ocupaban del caso -la juez Judith W. Rogers, nominada por Bill Clinton- comprendió las mentiras y tergiversaciones que el gobierno había montado para impedir su liberación.

Por supuesto, los jueces designados no siempre imitan las opiniones de quienes los nombran. Su independencia -y su deseo de seguir los precedentes legales en lugar de los caprichos políticos- a menudo enfurece a quienes los nombran, pero sería justo decir, creo, que las tendencias conservadoras o liberales de los jueces a menudo coinciden con las de los Presidentes que los nombran.

En noviembre, cuando el juez Richard Leon, designado por Bush, ordenó la liberación de cinco argelinos bosnios de Guantánamo porque el gobierno no había podido demostrar sus acusaciones contra ellos, se produjo una auténtica sorpresa, pero la decisión en el caso de estos otros 17 hombres inocentes de Guantánamo era demasiado predecible, ya que otros dos nominados por Bush, Karen LeCraft Henderson y A. Raymond Randolph, demostraron ser incapaces de darse cuenta de los disimulos del gobierno y apoyaron cualquier disparate que se les propusiera.

Y fue un disparate, como explicó la juez Rogers el 20 de octubre, en una opinión disidente (PDF), cuando sus colegas aprobaron por primera vez la solicitud del gobierno de suspender la puesta en libertad de los uigures a la espera de una apelación. Aunque la apelación tuvo lugar el 24 de noviembre, aún no se ha anunciado el veredicto, pero se espera que avale el autoproclamado derecho de la administración a prorrogar indefinidamente el encarcelamiento de los uigures en Guantánamo.

En su opinión discrepante, la juez Rogers se basó en el caso Boumediene contra Bush, que el Corte Supremo dictó el pasado mes de junio y que reavivó los derechos de hábeas corpus de los presos (concedidos por primera vez en junio de 2004), después de que el Congreso intentara suprimirlos en dos actos legislativos viciados (la Ley de Tratamiento de Detenidos de 2005 y la Ley de Comisiones Militares de 2006). Señaló que el Corte Supremo no sólo concedió a los presos de Guantánamo "el privilegio del hábeas corpus para impugnar la legalidad de su detención", sino que también sostuvo que "el poder de un tribunal en virtud de la orden judicial debe incluir 'la autoridad para ... emitir ... una orden que ordene la puesta en libertad del preso'".

Tras señalar que eso era "exactamente" lo que había hecho el juez Urbina, "con sujeción a las condiciones que determine el tribunal de distrito a la luz de las opiniones del Departamento de Seguridad Nacional y las propuestas de alojamiento y supervisión formuladas por sus abogados", la juez Rogers señaló, sin ambigüedades, que "la orden de puesta en libertad del tribunal se basaba en conclusiones que o bien no han sido impugnadas por el gobierno o bien están claramente respaldadas por el expediente". Señaló que el gobierno "no había presentado ninguna respuesta a los recursos presentados por diez de los peticionarios, y que las respuestas al resto consistían únicamente en las actas de las vistas de los Tribunales de Revisión del Estatuto de Combatiente" (CSRT) que se habían "considerado insuficientes" en el caso Parhat v. Gates, en junio. Gates, el caso en junio en el que un tribunal de apelaciones se había burlado de las supuestas pruebas del gobierno contra uno de los hombres, Huzaifa Parhat, por ser similares a un poema sin sentido de Lewis Carroll, el autor de Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas.

Asestando un golpe final a las afirmaciones sin principios y de doble cara del gobierno de que, aunque exonerados de ser "combatientes enemigos", los hombres seguían siendo una amenaza para la seguridad nacional porque habían recibido adiestramiento armamentístico, el juez Rogers añadió: "Aunque el tribunal de distrito les ofreció expresamente la oportunidad, el gobierno no presentó ninguna prueba de que los peticionarios representaran una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos o para la seguridad de la comunidad o de cualquier persona".

Pasando a los intentos del gobierno de alegar que "en virtud de la separación de poderes, la decisión de admitir o no a los peticionarios en Estados Unidos 'corresponde exclusivamente a los poderes políticos'" y que "las leyes de inmigración impiden que un tribunal de hábeas ordene la puesta en libertad de un extranjero inadmitido en Estados Unidos", el juez Rogers declaró que el primer argumento "expone erróneamente la ley, porque "el Corte Supremo ha dejado claro que, al menos en algunos casos, un tribunal de hábeas corpus puede ordenar la puesta en libertad con condiciones de un extranjero a pesar de la voluntad del Ejecutivo de detenerlo indefinidamente", y "por lo tanto, es inadecuado y falso afirmar que los poderes políticos tienen 'plenos poderes en materia de inmigración'".

En cuanto al segundo argumento -que los uigures eran "extranjeros inadmisibles" porque habían "participado en 'actividades terroristas'" o eran "miembros de un grupo terrorista o habían recibido adiestramiento armamentístico de éste"-, el juez Rogers reiteró que el Gobierno estaba tratando de desafiar a la realidad, porque "no presentó pruebas en apoyo de este argumento ante el tribunal de distrito",y también explicó que, aunque no fuera así, el argumento del Gobierno era "problemático", porque el Corte Supremo "había sostenido que ni siquiera los extranjeros inadmisibles pueden ser retenidos indefinidamente en virtud del régimen normal de detención de inmigrantes", mientras que los uigures "han estado encarcelados durante más de seis años".

El juez Rogers también señaló que el gobierno "no había demostrado" que el fiscal general hubiera "certificado" a los uigures para la "disposición especial de extranjero-terrorista, como exige esa ley", y señaló que, en su lugar, había intentado basarse en los mismos CSRT desacreditados que los jueces de Parhat habían considerado que "carecían de indicios suficientes de ... fiabilidad".

También explicó que "interpretar los estatutos de inmigración para prohibir la liberación de Guantánamo priva de sentido el derecho de hábeas corpus de los peticionarios [concedido en Boumediene]", y reprendió al Gobierno por interpretar erróneamente un caso de 1953, Shaughnessy v. US ex rel. Mezei, en el que el Cortel Supremo dictaminó que "los extranjeros inadmisibles no tienen derechos constitucionales porque se encuentran fuera del territorio de Estados Unidos", explicando que, en Boumediene, el Corte Supremo "reconoció explícitamente que los detenidos de Guantánamo tienen un derecho constitucional al habeas,"y añadiendo que "Mezei solicitó la admisión en Estados Unidos por su propia voluntad, mientras que estos peticionarios requieren la admisión porque fueron secuestrados por cazarrecompensas, llevados por la fuerza a Guantánamo y encarcelados como combatientes enemigos, lo que el Gobierno ha admitido que los peticionarios no eran."

En una salva final, el juez Rogers abordó los intentos del gobierno de afirmar que permitir la entrada de los uigures en Estados Unidos causaría un "daño irreparable", volviendo a la falta de pruebas contra ellos. Señalando que "al no haber presentado declaraciones de muchos de los peticionarios ni haber aportado pruebas al tribunal de distrito, el Gobierno no puede señalar ninguna prueba de peligrosidad", añadió que "el expediente existente sugiere lo contrario", señaló que el tribunal "no encontró pruebas de que los peticionarios alberguen hostilidad hacia Estados Unidos" y destacó un pasaje significativo de Boumediene para concluir su disenso:

    [El auto de habeas corpus es en sí mismo un mecanismo indispensable para controlar la separación de poderes. La prueba para determinar el alcance de esta disposición no debe estar sujeta a la manipulación de aquellos cuyo poder está diseñado para restringir.

La opinión discrepante del juez Rogers pone claramente de relieve los vergonzosos intentos del gobierno de disfrazar un catálogo de graves errores mediante tortuosas maniobras jurídicas, de eludir toda responsabilidad por privar de libertad a 17 hombres inocentes durante siete años, y de soñar con justificaciones para seguir reteniéndolos indefinidamente. Sin embargo, el resultado más angustioso de la capitulación de los jueces Henderson y Randolph ante la última demostración de arrogancia ejecutiva del gobierno fue destacado por Erin Louise Palmer, miembro del Comité Internacional de Derechos Humanos de la Sección de Derecho Internacional del Colegio de Abogados de Estados Unidos, en un blog mantenido por miembros del Comité.

Tras señalar que el juez Randolph había redactado las decisiones del Tribunal de Apelación en los casos Al Odah contra Estados Unidos, Hamdan contra Rumsfeld y Boumediene contra Bush, en los que el Tribunal de Apelación había privado a los presos de Guantánamo de sus derechos de habeas y había defendido la validez de las Comisiones Militares como sistema de juicio adecuado, Palmer señaló que el Corte Supremo "no estaba de acuerdo con cada una de estas decisiones". De ello se deduce claramente que el caso de los uigures no sólo será examinado por el Corte Supremo, sino que resultará en otra nariz ensangrentada para los jueces Henderson y Randolph.

El único problema de este escenario, por supuesto, es que deja a los uigures varados en Guantánamo sin saber cuándo serán liberados. Como expliqué en un artículo reciente, la única otra solución es que Barack Obama intervenga y ordene la liberación de los hombres. Dada la vergonzosa propaganda difundida por la administración saliente, puede que no sea una medida popular, pero es necesaria no sólo para subrayar que el nuevo gobierno está comprometido con la defensa de la Constitución estadounidense, sino también como un gesto importante hacia los aliados de Estados Unidos, para animarles a aceptar a otros presos, cuya liberación está autorizada desde hace muchos años, que, como los uigures, no pueden ser repatriados debido a los tratados internacionales que impiden la devolución de ciudadanos extranjeros a países donde corren el riesgo de ser torturados.

Al poner a los uigures en libertad al cuidado de las comunidades de Washington D.C. y Tallahassee (Florida), que ya han preparado planes detallados para su acogida, el presidente Obama puede mostrar el liderazgo, el respeto a la ley y el valor moral que exige la difícil situación de los uigures y que, además, es necesario para que cumpla su promesa de cerrar Guantánamo e inicie el largo proceso de abordar los numerosos abusos contra los derechos humanos perpetrados por la administración Bush.


 

¡Hazte voluntario para traducir al español otros artículos como este! manda un correo electrónico a espagnol@worldcantwait.net y escribe "voluntario para traducción" en la línea de memo.

 

¡El mundo no puede esperar!

E-mail: espagnol@worldcantwait.net