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Liberados de Guantánamo dos cincuentones detenidos en Pakistán

07 de octubre de 2008
Andy Worthington


Mientras los tribunales estadounidenses presionan al gobierno para que justifique la larga detención de presos en Guantánamo sin cargos ni juicio (tras la sentencia del Corte Supremo, en junio, de que tienen derechos constitucionales de habeas corpus, y de que el gobierno debe justificar su encarcelamiento), dos de los presos más antiguos de Guantánamo han sido repatriados discretamente: Mustafa Ibrahim al-Hassan, preso sudanés de 51 años, y Mammar Ameur, refugiado argelino de 50 años.

Al-Hassan, de 51 años y padre de cuatro hijos -dos niños y dos niñas-, se reunió inmediatamente con su familia tras llegar a casa. Estuvo recluido en Guantánamo durante seis años y dos meses, a pesar de que no existía base alguna para su encarcelamiento. Como otros detenidos en Guantánamo, había viajado a Pakistán en 2002 para estudiar su religión y buscar oportunidades de negocio, pero fue detenido en un puesto de control por soldados paquistaníes oportunistas que sabían que las autoridades estadounidenses ofrecían recompensas por "sospechosos de Al Qaeda y los talibanes", y que los visitantes extranjeros eran presa fácil.

A pesar de no tener absolutamente nada que ver con Al Qaeda ni con los talibanes, y de ser uno de los muchos hombres inocentes detenidos en Pakistán sin haber pisado nunca Afganistán, denunció que fue tratado brutalmente bajo custodia paquistaní. "Cuando los investigadores me interrogaban -dijo-, cuando les decía que había ido allí a comerciar y que había ido allí a estudiar, me pegaban, me torturaban. Nos torturaban con electricidad y nos hacían caminar sobre objetos afilados. Nos pegaban mucho y por el dolor decíamos cualquier cosa".

Al-Hassan también sufrió horriblemente en Guantánamo, y se vio acosado por problemas médicos. Durante años se quejó de dolores de estómago, pero no recibió tratamiento. Luego, en 2007, las pruebas médicas revelaron la causa del dolor: una úlcera de estómago que requería cirugía inmediata. Esto le preocupó mucho, pues ya le habían extirpado el bazo cuando era un hombre libre. En Guantánamo también sufría dolores de hígado y, aunque la operación de estómago fue un éxito, un análisis de sangre reveló que también padecía una enfermedad hepática. A pesar de este inquietante descubrimiento, las autoridades no quisieron decirle lo avanzada que estaba su enfermedad.

Aunque la salud de Al Hassan siguió deteriorándose, permaneció en Guantánamo, cruelmente ignorado, incluso cuando sus compatriotas fueron liberados. El pasado diciembre, quedó relegado tras la liberación de Adel Hamad y Salim Adem, otros dos presos sudaneses inocentes capturados en Pakistán. A principios de este año se le comunicó que pronto quedaría en libertad, pero en mayo, cuando el periodista de al-Jazeera Sami al-Haj y otros dos hombres -Amir Yacoub al-Amir y Walid Ali- también fueron liberado, inexplicablemente, se le volvió a dejar atrás.

Estas decepciones, sumadas a su grave enfermedad y al dolor de la separación de su familia, llevaron a Mustafa al-Hassan al punto de la desesperación. Zachary Katznelson, uno de sus abogados en la organización benéfica de acción legal Reprieve, explicó recientemente: "Mustafa es un hombre de familia, pero es casi imposible ser padre desde Guantánamo. A Mustafa no se le permite llamar por teléfono. El correo tarda meses y meses en llegar. Cuando llega, suele estar muy censurado, aunque sólo contenga noticias familiares. Aun así, piensa en sus hijos todo el tiempo. Quiere proteger a sus hijos todo lo posible de la realidad de tener a su padre encerrado tan lejos".

"Mis hijos no deberían tener que soportar estos problemas", dijo a Katznelson durante una visita a Guantánamo. "No deberían sentir tristeza ni depresión, sino que se les debería permitir ser niños. Pero les han quitado a su padre". Cuando Katznelson se marchó, dijo: "Soy inocente. No he hecho nada para herir a nadie. Lo único que quiero es estar en casa con mis hijos".

El otro preso liberado, Mammar Ameur, vivía en Pakistán desde 1990 y estaba registrado como refugiado de la ONU desde 1996. Ameur fue capturado al mismo tiempo y en el mismo edificio que Adel Hamad, el administrador de hospital sudanés liberado el pasado diciembre. Él, su esposa y sus cuatro hijos vivían en un apartamento en el piso de abajo, y Hamad y su familia vivían en el piso de arriba.

En su tribunal de Guantánamo, Ameur refutó específicamente la acusación de que su casa era "una casa sospechosa de Al Qaeda". Señaló que se trataba de un pequeño apartamento de dos habitaciones cerca de un aeropuerto utilizado por el ejército, en una zona que estaba "llena de comisarías de policía", e indicó, con cierta justificación, que no era un lugar ideal para que Al Qaeda operara con cierto grado de seguridad.

Las acusaciones contra Ameur eran tan débiles como las formuladas contra Hamad, que se vio obligado a refutar acusaciones infundadas de que la organización benéfica saudí propietaria del hospital para el que trabajaba, la Asamblea Mundial de la Juventud Musulmana (AMJM), era una tapadera del terrorismo. Ameur fue acusado de pertenecer al Grupo Islámico Armado de Argelia (GIA), pero él señaló que salió de Argelia antes de que se fundara, sirviendo como combatiente muyahidín contra el régimen comunista de Afganistán entre 1990 y 1992, y subrayó: "No creo en esta ideología porque va en contra de mi religión. Esta gente son criminales, como criminales en todas partes".

Incapaces de presentar ninguna otra acusación, las autoridades estadounidenses intentaron implicarlo en las supuestas actividades terroristas de la Organización Internacional de Socorro Islámico (IIRO), otra enorme organización benéfica saudí que realiza enormes esfuerzos de ayuda humanitaria, sobre la base espuria de que conocía a alguien que trabajaba para la organización, y con la Asamblea Mundial de la Juventud Musulmana, por ser vecino suyo. Ameur describió lo que le dijo uno de los pakistaníes que lo detuvieron, y llegó al meollo de toda esta locura: "La inteligencia pakistaní me dijo cuando nos capturaron que éramos inocentes... pero que teníamos que hacer algo por los estadounidenses. Tendremos que hacerles un regalo para proteger a Pakistán". Sin embargo, añadió: "Los propios estadounidenses me han detenido aquí por nada; yo creía que era un error pakistaní, pero han sido los estadounidenses. Han inventado acusaciones como razones para retenerme aquí".

Es de esperar que las autoridades argelinas presten atención a la historia de Ameur y no le sometan a un juicio espectáculo a su regreso. La lástima es que el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados no haya podido ayudarle, y que ahora deba soportar los peligrosos caprichos de los tribunales argelinos, que pueden decidir darle algún tipo de escarmiento inútil.

Una pena aún mayor, por supuesto, es que tanto él como Mustafa Ibrahim al-Hassan fueran enviados a Guantánamo en primer lugar. Al igual que al menos otros 120 prisioneros detenidos en Pakistán, su largo encarcelamiento nunca tuvo nada que ver con Al Qaeda ni con la guerra de Afganistán y fue, en cambio, el resultado directo del oportunismo de las autoridades pakistaníes y de la credulidad de las agencias militares y de inteligencia estadounidenses, que, de algún modo, no comprendieron que, si se ofrecen sustanciosas recompensas por "sospechosos de pertenecer a Al Qaeda y los talibanes", al final no se consigue más que hombres inocentes -en este caso, un refugiado de la ONU y un inmigrante económico- empaquetados como secuaces de Osama bin Laden.

POSTSCRIPT: Según informes de prensa posteriores a su liberación, Mustafa Ibrahim al-Hassan nació en realidad en 1967, por lo que tiene 41 años.

Nota:

Los números de los presos son los siguientes:

ISN 719: Mustafa Ibrahim al-Hassan
ISN 939: Mammar Ameur


 

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