Lawrence Wilkerson acusa a Cheney de utilizar la tortura para invadir Irak
14 de mayo de 2009
Andy Worthington
El renacimiento del mayor escándalo de todo el sombrío y brutal mandato de la
administración Bush -el hecho de que los prisioneros de la "Guerra contra
el Terror" fueran torturados no para proteger a Estados Unidos, sino para
encontrar excusas que justificaran la invasión de Irak- comenzó hace tres
semanas, con una sorprendente revelación en el informe del Comité de Servicios
Armados del Senado sobre el abuso de detenidos (PDF),
y un
informe de McClatchy Newspapers de Jonathan Landay, pero ayer se
intensificó después de que Lawrence Wilkerson, el jefe de gabinete del ex
Secretario de Estado Colin Powell, apareciera en el Show de Rachel Maddow.
En una entrada de blog para Washington Note, Wilkerson explicó que se había sentido tan horrorizado por las
recientes grabaciones del ex vicepresidente Dick
Cheney "ensalzando las virtudes de los interrogatorios duros, la
tortura y su liderazgo", que se habían reproducido en los prolegómenos de
su entrevista, que cuando llegó a casa, reflexionando sobre cómo todo lo que
había oído había sido "asombrosamente inexacto", "reflexionó
largo y tendido sobre lo que sabía en ese momento de mis investigaciones con
respecto a la oficina del ex vicepresidente".
Sus conclusiones fueron tajantes. Toda la palabrería de Cheney sobre la seguridad de Estados Unidos y
la afirmación de que el presidente Obama está poniendo en peligro a Estados
Unidos al abandonar el uso del "método Cheney de interrogatorio y
tortura" no tiene sentido, escribió Wilkerson, por una serie de razones
generalmente sólidas que se pueden deducir del artículo.
Sin embargo, estos fueron los pasajes cruciales:
[Lo que he averiguado es que, cuando la administración autorizó los duros interrogatorios en abril y mayo de 2002
-mucho antes de que el Departamento de Justicia emitiera un dictamen jurídico-,
su principal prioridad en materia de inteligencia no era evitar otro ataque
terrorista contra Estados Unidos, sino descubrir una prueba irrefutable que
vinculara a Irak con Al Qaeda.
Tan furioso era este esfuerzo que, en el caso de un detenido en particular, incluso cuando el equipo de
interrogatorios había informado a la oficina de Cheney de que su detenido
"cumplía" (lo que significaba que el equipo recomendaba no torturar
más), la oficina del vicepresidente les ordenó que continuaran con los métodos
mejorados. El detenido aún no había revelado ningún contacto entre Al Qaeda y
Bagdad. Esto sólo cesó después de que Ibn al-Shaykh al-Libi, sometido a
submarino en Egipto, "revelara" dichos contactos. Por supuesto, más
tarde supimos que al-Libi reveló esos contactos sólo para que cesaran las torturas.
Como señaló Bob Fertik en Democrats.com, esto es extraordinariamente importante por tres razones
concretas: en primer lugar, por la credibilidad de Wilkerson -y su acceso a
cierta información privilegiada durante los años de Bush-; en segundo lugar,
porque afirma que "el deseo de fabricar un vínculo entre Irak y Al Qaeda
era la prioridad principal -no secundaria- para prevenir otro ataque", y
en tercer lugar porque, reforzando las conclusiones a las que llegué en dos
artículos recientes, ¿Quién
autorizó la tortura de Abu Zubaydah? y Incluso
en el sombrío mundo de Cheney, la historia de la tortura de Al-Qaeda e Irak es
un nuevo punto bajo, Wilkerson afirmó que "la administración autorizó
interrogatorios severos en abril y mayo de 2002, mucho antes de que el
Departamento de Justicia emitiera cualquier dictamen jurídico",
concretamente, los
memorandos que pretendían redefinir la tortura y autorizar su uso por parte de
la CIA, emitidos por la Oficina de Asesoría Jurídica del Departamento de
Justicia el 1 de agosto de 2002.
Recapitulando, mientras espero haber qué impacto tendrán las revelaciones de Wilkerson, estos son los
pasos que nos llevaron a la reaparición de la historia de la tortura entre Irak
y Al Qaeda:
En el informe del Senado, hecho público el 21 de abril, el mayor Paul Burney, psiquiatra del Equipo de
Control del Estrés en el Combate del Destacamento Médico 85 del Ejército, que
declaró que, junto con dos colegas, fue "secuestrado" para desempeñar
un papel de asesor del Grupo de Trabajo Conjunto en Guantánamo, declaró que
"gran parte del tiempo estuvimos centrados en intentar establecer un
vínculo entre Al Qaeda e Irak y no conseguimos establecer un vínculo entre Al
Qaeda e Irak. Cuanto más se frustraba la gente por no poder establecer ese
vínculo... había más y más presión para recurrir a medidas que pudieran
producir resultados más inmediatos."
Un día después, Jonathan Landay retomó los comentarios de Burney y habló con un "ex alto
funcionario de los servicios de inteligencia estadounidenses familiarizado con
la cuestión de los interrogatorios", quien le dijo que el vicepresidente
Dick Cheney y el secretario de Defensa Donald Rumsfeld "exigieron que los
interrogadores encontraran pruebas de la colaboración entre al-Qaeda e Irak."
"Hubo dos razones por las que estos interrogatorios fueron tan persistentes y por las que se
utilizaron métodos extremos", explicó el funcionario. "La principal
es que todo el mundo estaba preocupado por algún tipo de ataque de seguimiento
(tras el 11-S). Pero durante la mayor parte de 2002 y principios de 2003,
Cheney y Rumsfeld, especialmente, exigieron también pruebas de los vínculos
entre Al Qaeda e Irak que (el ex dirigente iraquí en el exilio Ahmed) Chalabi y
otros les habían dicho que existían. Había una presión constante sobre las
agencias de inteligencia y los interrogadores para que hicieran lo que fuera
necesario para obtener esa información de los detenidos, especialmente de los
pocos de alto valor que teníamos, y cuando la gente no conseguía nada, la gente
de Cheney y Rumsfeld les decía que insistieran más. La CIA... y otros dijeron
repetidamente a la gente de Cheney y Rumsfeld que no había ninguna información
fiable que apuntara a vínculos operativos entre Bin Laden y Sadam, y que no era
probable que existieran tales vínculos porque ambos eran fundamentalmente
enemigos, no aliados."
Añadió, sin embargo, que los altos funcionarios de la administración "no hicieron caso de eso y
siguieron insistiendo en que habíamos pasado algo por alto, que los
interrogadores no estaban presionando lo suficiente, que tenía que haber algo
más que pudiéramos hacer para obtener esa información".
Desde el 22 de abril, numerosos comentaristas, entre los que me incluyo, han profundizado en la
historia, estableciendo que la tortura comenzó claramente antes del 1 de agosto
de 2002, por ejemplo, y recordando que, el pasado diciembre, antiguos analistas
del Pentágono dijeron a David Rose, de Vanity Fair,
que Abu Zubaydah, el supuesto "alto operativo de Al Qaeda", cuya
tortura (como confirmó Wilkerson) comenzó en abril de 2002, también fue
torturado para obtener información sobre las conexiones entre Al Qaeda e Irak.
Sin embargo, una historia aún más significativa se refería a otro "detenido de alto valor"
mencionado por Wilkerson: Ibn al-Shaykh al-Libi, emir del campo de
entrenamiento de Jaldan, que fue capturado en diciembre de 2001 y enviado a
Egipto para ser torturado en febrero de 2002. Fue allí donde al-Libi hizo la
falsa confesión sobre los operativos de al-Qaeda que recibían información sobre
armas químicas y biológicas de Sadam Husein que fue utilizada por Colin Powell
en febrero de 2003, en un intento de animar a la ONU a aprobar la próxima
invasión de Irak, y fue la
muerte de al-Libi el pasado domingo en una prisión libia lo que hizo
revivir todo el horror de esta historia.
A diferencia de otros 14 "detenidos de alto valor" -entre ellos Abu Zubaydah y Khalid
Sheikh Mohammed- que fueron trasladados a Guantánamo desde prisiones
secretas de la CIA en septiembre de 2006, Al Libi nunca llegó a Guantánamo y,
en cambio, fue devuelto a Libia por una administración que no sólo ya no lo
necesitaba, sino que quería asegurarse de que sus secretos permanecieran
ocultos para siempre.
Su muerte, dos semanas después de que representantes de Human Rights Watch intentaran -y fracasaran-
hablar con él en la cárcel Abu Salim de Trípoli, y cuando el abogado
estadounidense de Abu Zubaydah, Brent Mickum, había empezado a hacer tímidos
intentos de comunicarse con él, resulta por tanto extraordinariamente
sospechosa. Las autoridades libias afirmaron que se había suicidado, pero como
expliqué en dos artículos anteriores, El
"suicidio" de Ibn al-Shaykh al-Libi: ¿Por qué el silencio de los
medios de comunicación? y Dos
expertos ponen en duda el "suicidio" de Ibn al-Shaykh al-Libi, esto
es muy poco probable, y es mucho más probable que el coronel Gadafi lo mandara
matar porque él también se sentía amenazado por lo que al-Libi podría haber
revelado sobre sus largos años de tortura, la relación entre los gobiernos
estadounidense y libio, y las mentiras que contó en cárceles de todo el mundo.
Cualquiera que sea la verdad sobre la muerte de Al Libi, no debe impedirnos ver que, en lo que
respecta a Estados Unidos -y como Lawrence Wilkerson acaba de reiterar de forma
tan contundente-, la respuesta más urgente a su muerte debe ser enfrentarse a
Dick Cheney -y, cabe señalar, a Donald Rumsfeld- con las pruebas de su traición
extraordinaria y sin precedentes, no sólo a los valores de Estados Unidos, sino
al propio pueblo estadounidense.
Como explicó Paul Krugman en el New
York Times el 22 de abril, en un artículo de opinión que realmente
debería haber aparecido en portada,
Digámoslo despacio: la administración Bush quería utilizar el 11-S como pretexto para invadir Irak,
aunque Irak no tuviera nada que ver con el 11-S. Así que torturó a gente para
obligarla a hacerlo. Así que torturó a la gente para hacerles confesar el
vínculo inexistente.
Hay una palabra para esto: es maldad.
POSTSCRIPT: Así que Marcy se ocupa de esta historia en Empty
Wheel, recogiendo el hecho de que Lawrence Wilkerson señaló que al-Libi fue
sometido a ahogamiento simulado en Egipto, y proponiendo que "Wilkerson
está afirmando, claramente, que a principios de 2002, Dick Cheney ordenó que
Ibn Shaykh al-Libi fuera torturado incluso después de que el equipo de
interrogatorio informara de que al-Libi estaba conforme".
No estoy del todo seguro de que sea correcto deducir que Cheney tuviera algún contacto directo con los
torturadores egipcios de al-Libi, y también estoy de acuerdo con varios
lectores que han señalado que no está claro quién era el detenido "obediente"
cuya tortura adicional fue ordenada por Cheney, pero me parece evidente que
este otro detenido no es al-Libi.
También me cuesta entender la cronología. Las mentiras de Al-Libi sobre Irak fueron señaladas por primera vez por la
Agencia de Inteligencia de Defensa el 22 de febrero, pero Wilkerson afirmó con
seguridad que "la administración autorizó interrogatorios severos en abril
y mayo de 2002". Me inclino a pensar que la tortura de al-Libi en relación
con Irak continuó en realidad durante muchos meses en Egipto, antes de que
alguien -Cheney, supongo- estuviera conforme con ello, y que, por tanto, el
detenido "obediente", en algún momento de abril o mayo de 2002, fue Zubaydah.
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