worldcantwait.org
ESPAÑOL

Español
English-LA
National World Can't Wait

Pancartas, volantes

Temas

Se alzan las voces

Noticias e infamias

De los organizadores

Sobre nosotros

Declaración
de
misión

21 de agosto de 2015

El Mundo no Puede Esperar moviliza a las personas que viven en Estados Unidos a repudiar y parar la guerra contra el mundo y también la represión y la tortura llevadas a cabo por el gobierno estadounidense. Actuamos, sin importar el partido político que esté en el poder, para denunciar los crímenes de nuestro gobierno, sean los crímenes de guerra o la sistemática encarcelación en masas, y para anteponer la humanidad y el planeta.




Del directora nacional de El Mundo No Puede Esperar

Debra Sweet


Invitación a traducir al español
(Nuevo)
03-15-11

"¿Por qué hacer una donación a El Mundo No Puede Esperar?"

"Lo que la gente esta diciendo sobre El Mundo No Puede Esperar


Gira:
¡NO SOMOS TUS SOLDADOS!


Leer más....


La súplica de un pastor por los uigures de Guantánamo

17 de octubre de 2008
Andy Worthington


La historia de los uigures de Guantánamo -hombres inocentes atrapados en el caos de la invasión de Afganistán a finales de 2001- ha sido durante mucho tiempo un tema recurrente en los relatos sobre la injusticia arbitraria de las políticas de detención de la administración Bush tras el 11-S. La semana pasada, el juez Ricardo Urbina reconoció que su detención era inconstitucional y ordenó su puesta en libertad en Estados Unidos. La semana pasada, el juez Ricardo Urbina, reconociendo que su detención continuada era inconstitucional, ordenó la puesta en libertad de los hombres en Estados Unidos. La sentencia fue recurrida por el gobierno -y se espera otra sentencia en breve-, pero mientras tanto los líderes de la comunidad de Tallahassee, Florida, que elaboraron un plan de reasentamiento para tres de los hombres, han estado hablando de sus razones para hacerlo.

A continuación reproducimos el texto de un sermón pronunciado por Brant S. Copeland, pastor de la Primera Iglesia Presbiteriana de Tallahassee, el 7 de septiembre de 2008, en el que explica de forma bastante conmovedora, haciendo referencia a la Biblia, por qué las comunidades religiosas están obligadas a ayudar a los necesitados. Sólo me queda esperar que se ponga a disposición de los jueces del tribunal de apelación que decidirán la suerte de los uigures.

Sermón del pastor Copeland

¿Ha oído hablar de los uigures? Si la respuesta es "No", no se sienta mal. Yo tampoco hasta hace unas semanas.

Los uigures son un grupo étnico que vive en la actual región china de Xinjiang, en el noroeste de este vasto país, con Mongolia al este, Rusia al norte y Afganistán, Kirguistán, Pakistán e India al oeste. El país uigur está escasamente poblado. La mayor parte son desiertos y montañas. Creo que es justo decir que la mayoría de los estadounidenses nunca han oído hablar de él.

Los uigures hablan turco y la mayoría son musulmanes sufíes desde el siglo XIII. Al igual que sus vecinos del Tíbet, los uigures han sido perseguidos por el gobierno chino durante décadas, pero a diferencia de los tibetanos, no tienen un líder espiritual como el Dalai Lama que cuente su historia y mantenga su difícil situación en los titulares internacionales.

El Departamento de Estado de Estados Unidos considera oficialmente a los uigures víctimas de persecución estatal por su religión, y este estatus es un punto de fricción en las relaciones chino-estadounidenses.

Esto es un sermón, no una charla de estudios sociales, y en cualquier caso ya les he contado casi todo lo que sé sobre los uigures. Ahora me gustaría que conocieran a algunos uigures, al menos en su imaginación. Cada uno tiene una historia ligeramente diferente, pero he aprendido lo suficiente para darte una idea general.

Retrocedan en el calendario hasta el año 2001. Tras huir de China para escapar de la persecución, algunos hombres uigures vivían en un campo de refugiados en las montañas de Afganistán, concretamente en la cordillera de Tora Bora. Parece que estaban en ese asentamiento el 11 de septiembre de 2001, cuando, muy lejos de allí, en ciudades de las que nunca habían oído hablar llamadas Nueva York y Washington D.C., los aviones se estrellaron contra el World Trade Center y el Pentágono.

Todos recordamos lo que siguió: La declaración de una "Guerra contra el Terror"; la invasión de Afganistán; la caza de Osama bin Laden y el bombardeo de las cuevas de Tora Bora.

Los hombres de esta historia atravesaron picos nevados hasta llegar a Pakistán, donde esperaban encontrar refugio. Algunos miembros de tribus locales los acogieron, les dieron un festín y luego los traicionaron. Los entregaron a las autoridades militares para cobrar la recompensa de 5.000 dólares por persona que los estadounidenses pagaban por los aliados de Osama bin Laden. El problema es que estos uigures nunca habían oído hablar de Osama bin Laden.

Veintidós uigures cayeron en esa trampa y finalmente fueron encapuchados, encadenados y trasladados en avión a la prisión estadounidense de Guantánamo (Cuba).

Eso fue hace siete años, y llevan allí desde entonces. No son "terroristas".  Lo que son es refugiados que fueron atrapados en el lugar equivocado en el momento equivocado. Ciertamente no son "lo peor de lo peor", como se nos dijo una vez que era el caso de todos los prisioneros de Guantánamo. Lo que son, en términos bíblicos, es "los últimos de los últimos".

Actualmente hay diecisiete hombres uigures recluidos en Guantánamo. Les he contado un poco de su historia porque existe la posibilidad de que en octubre un juez federal de Washington D.C. ordene su liberación o, en términos legales, su "libertad condicional". Si eso ocurre, estos uigures no tendrán adónde ir. El regreso a China es imposible, y parece que ninguna otra nación del mundo se arriesgará al disgusto de China mostrando hospitalidad a los uigures.

Los abogados voluntarios que representan a estos hombres esperan que haya algunas comunidades en todo el país que acepten acoger a algunos de ellos: darles alojamiento, encontrarles trabajo, enseñarles las habilidades que necesitarán para hacer una nueva vida en el país que los ha encarcelado durante tanto tiempo.

Hace unas semanas, alguien cercano al caso de estos hombres se puso en contacto conmigo y me preguntó si pensaba que Tallahassee podría ser un lugar donde tres de estos hombres uigures podrían encontrar hospitalidad. "Se lo pregunto a usted", dijo esta persona, "porque he oído hablar de la Primera Iglesia Presbiteriana y pensé que si alguna congregación estaría dispuesta a trabajar en un proyecto como éste, sería la suya".

Pensé en ello. Pensé en la bienvenida que nuestra sesión dio a la familia de John Spenkelink, allá por 1979, cuando Florida reinstauró la pena de muerte y la familia de John necesitaba un lugar donde celebrar el funeral de John. Recordé la vez que refugiados de El Salvador ocuparon nuestra capilla, viviendo allí durante la Semana Santa para concienciar sobre la difícil situación de su nación. Pensé en las familias vietnamitas que hemos acogido a lo largo de los años y en la gente que huyó de los huracanes Katrina y Rita hace tres años. Recordé toda esa comida cajún que se cocinaba en nuestra cocina, y cómo no comí en ningún otro sitio durante toda una semana.

Más que eso, recordé cómo las comunidades religiosas de Tallahassee se unieron para atender a las 700 víctimas del Katrina que se encontraban en Tallahassee. Me acordé de estar sentada a la mesa con pastores cristianos y clérigos del Templo Israel y de Masjid Al-Nahl, una de las dos mezquitas locales, planificando la atención pastoral para la gente del Centro de la Cruz Roja. Pensé en las conversaciones que he mantenido con colegas de la organización llamada "Clero Interreligioso de Tallahassee", que copresidimos el rabino Jack Romberg y yo.

Junté todo eso en mi cabeza y le dije a esa persona: "Sí. Creo que las congregaciones de Tallahassee estarían a la altura de ese reto".

En los últimos días ha cobrado impulso. Envié un correo electrónico a mis colegas ministeriales explicando la situación. Cada vez que reviso mi correo recibo otro mensaje que dice: "Sí, ayudaremos". Estamos hablando con un pastor presbiteriano local que trabajó durante tres años reasentando refugiados en el norte de Virginia. Es un experto. Dice que nos enseñará cómo se hace.

Y mientras adoramos al Dios trino esta mañana, se está llevando a cabo una conversación con el órgano de gobierno de una mezquita local. "Si tomáis la iniciativa", le decimos a la comunidad musulmana, "las demás comunidades religiosas de Tallahassee os ayudarán. Estaremos con vosotros, y juntos seguiremos la llamada de Dios".

Dije que esto era un sermón, y lo es. Es un comentario sobre la lectura de hoy de Romanos. No lo sabía en ese momento, pero durante toda la semana el Espíritu Santo ha estado escribiendo mi sermón por mí, poniendo en contexto estas palabras del apóstol Pablo.

    No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo ha cumplido la ley. Los mandamientos: "No cometerás adulterio; no asesinarás; no codiciarás" y cualquier otro mandamiento se resumen en esta palabra: "Ama a tu prójimo como a ti mismo".

Para los cristianos, el significado de la palabra "prójimo" no se encuentra en un diccionario, sino en una historia. Usted conoce bien esa historia: la parábola del Buen Samaritano. El prójimo, según esa historia, no es sólo la gente que vive cerca; es la gente cuya necesidad clama desde una cuneta en el camino de Jericó, o desde un Centro de Servicios de la Cruz Roja, o incluso desde una prisión en la bahía de Guantánamo.

Rara vez ese grito surge en un momento oportuno, y casi siempre implica cruzar algún tipo de frontera. Esa es la naturaleza del "prójimo" en la tradición cristiana. Los judíos y los musulmanes tienen tradiciones diferentes, pero sospecho que llegarían a una conclusión muy parecida cuando se trata de la historia que les he estado contando.

Un patriota podría decir que lo que nuestra nación ha hecho a estos hombres es vergonzoso, y debe ser corregido para restaurar el honor de nuestra nación. Un profeta podría decir que han sufrido una gran injusticia. Un cristiano podría estar de acuerdo tanto con el patriota como con el profeta, pero a la hora de la verdad, estos hombres son simplemente nuestros vecinos, y Cristo nos ordena amar a nuestro prójimo.

La historia de estos refugiados uigures está lejos de terminar. Las congregaciones de Tallahassee escribirán los próximos capítulos. Recemos para que cuando nuestros hijos conozcan su historia, den gracias a Dios por nuestra fiel respuesta a la llamada de Dios.


 

¡Hazte voluntario para traducir al español otros artículos como este! manda un correo electrónico a espagnol@worldcantwait.net y escribe "voluntario para traducción" en la línea de memo.

 

¡El mundo no puede esperar!

E-mail: espagnol@worldcantwait.net