La farsa de los juicios de Guantánamo: retirados los cargos contra
Binyam Mohamed y otros cuatro presos
21 de octubre de 2008
Andy Worthington
"La sombría farsa de Guantánamo" es el título de un artículo que escribí hoy
para la sección "Comment is free" de The
Guardian, en el que analizaba la importancia del anuncio del Pentágono de
que había retirado los cargos por "crímenes de guerra" contra cinco
presos que iban a ser juzgados por una Comisión Militar en Guantánamo (el
novedoso sistema de juicios para "sospechosos de terrorismo"
concebido por el vicepresidente Dick Cheney y sus asesores cercanos en
noviembre de 2001), entre ellos el residente británico Binyam Mohamed.
Aunque esto debería haber sido motivo de celebración, el anuncio del Pentágono se vio atenuado por una
extraordinaria nota a pie de página: una inquietante afirmación de que los
cargos se reinstaurarían dentro de un mes. Escribiré más sobre esto en los
próximos días, pero por favor lea el artículo para una explicación de por qué
la decisión de retirar los cargos fue precipitada por la renuncia
hace un mes del Teniente Coronel Darrel Vandeveld, el fiscal en estos casos, y
lo que revela sobre el caos y la desesperación que acechan los pasillos del Pentágono.
La sombría farsa de Guantánamo
Andy Worthington
The Guardian
21 de octubre de 2008
Tras retirar hoy los cargos por crímenes de guerra contra cinco prisioneros, el uso de las comisiones
militares por parte de EE.UU. se desmorona
Mientras el mundo sigue obsesionado con la economía y las elecciones estadounidenses, los sucesos
de hoy en la prisión de Guantánamo, buque insignia del gobierno de Estados
Unidos en la "guerra contra el terror", indican que el papel de las
comisiones militares -el novedoso sistema de juicios por terrorismo creado a
raíz de los atentados del 11-S- se está desmoronando a un ritmo vertiginoso, y
que lo que queda de la andrajosa credibilidad del gobierno se está derrumbando
junto con ellas.
Lo que puede ser el final de las comisiones comenzó el 24 de septiembre, cuando el teniente coronel
Darrel Vandeveld, uno de los principales fiscales, dimitió
inesperadamente, alegando problemas insolubles relacionados con la
supresión deliberada de pruebas vitales para la defensa de los prisioneros.
Uno de los casos de Vandeveld fue el del residente británico Binyam
Mohamed. Detenido en Pakistán en abril de 2002, Mohamed permaneció tres
meses en una cárcel pakistaní (al parecer bajo la supervisión de las fuerzas
estadounidenses) y luego desapareció de la faz de la tierra desde julio de 2002
hasta septiembre de 2004, cuando llegó a Guantánamo.
El gobierno estadounidense nunca ha explicado su paradero durante este periodo, pero sus abogados
sostienen que fue trasladado por la CIA a Marruecos, donde fue torturado
durante 18 meses, y después fue trasladado a Afganistán, donde pasó varios
meses en una prisión de la CIA cerca de Kabul. También insisten en que la
principal acusación contra él -que estaba implicado en un complot para detonar
una "bomba sucia" en una ciudad estadounidense- se obtuvo mediante el
uso de la tortura.
Los abogados de Mohamed sostienen también que agentes británicos visitaron a su cliente mientras estaba
encarcelado en Pakistán, y que los servicios de inteligencia británicos
facilitaron informes de inteligencia a sus homólogos estadounidenses después de
que fuera sacado de Pakistán. Desde mayo, están inmersos en una lucha
transatlántica para conseguir pruebas potencialmente exculpatorias relacionadas
con el caso de su cliente.
En agosto obtuvieron una importante
victoria cuando el Tribunal Superior británico dictaminó que las pruebas en
poder del gobierno británico eran "no sólo necesarias, sino
esenciales" para la defensa de Mohamed, aunque la sentencia fue recurrida
entonces por el gobierno del Reino Unido, cuyos representantes argumentaron que
la relación entre los servicios de inteligencia británica y estadounidense era
más importante que la tortura de un residente británico.
Mientras tanto, sin embargo, tras una trascendental
sentencia dictada en junio por el Corte Supremo de Estados Unidos, que concedió a los presos el derecho
constitucional de hábeas corpus. El caso de Mohamed llegó a un tribunal de
distrito estadounidense, donde un juez ordenó a las autoridades de ese país que
hicieran pública la información por la que se estaba luchando en el Reino Unido.
Reacio a revelar pruebas relacionadas con la "entrega extraordinaria" y la tortura de Mohamed,
el Departamento de Justicia estadounidense retiró la semana
pasada la acusación de "complot de bomba sucia" contra Mohamed, y
el gobierno estadounidense hizo lo propio, retirando todos los cargos
en su juicio propuesto por una comisión militar "sin perjuicio".
Según los abogados de Mohamed, el departamento de defensa retiró los cargos
debido a las quejas generalizadas de Vandeveld sobre la supresión por parte de
los militares de pruebas favorables al acusado.
Este debería ser el final de la historia, por supuesto. Pero en un giro surrealista, que revela hasta qué
punto todo el proceso está alejado de la realidad, el Pentágono anunció también
su intención de volver a presentar cargos contra Mohamed en un plazo de 30
días, argumentando que la intervención de nuevos fiscales militares ha resuelto
los fallos detectados por Vandeveld.
Es evidente que se trata de un disparate fruto de la desesperación. El Pentágono espera que, al retirar los
cargos contra Mohamed, Vandeveld no pueda ser llamado a declarar por la
defensa. Pero seguramente es inconcebible que puedan callarle para siempre.
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