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Karen Greenberg sobre Brett Kavanaugh y cómo Guantánamo está envenenando la ley estadounidense


El lado feo de Brett Kavanaugh revelado durante la deshonrosa audiencia del Comité Judiciario del Senado que llevó a su inapropiada confirmación como juez de la Suprema Corte.

Close Guantánamo
13 de noviembre de 2018

Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar

En los 21 meses que han pasado con Donald Trump siendo presidente, ha sido cada vez más difícil para aquellos a los que les preocupa cerrar la prisión de Guantánamo mantener la injusticia presente en la mirada pública.

Los periodistas a quienes les importa han intentado que Guantánamo no se olvide, y una de ellas es Karen Grennberg, directora del Centro de Seguridad Nacional de Fordham Law y autora de The Least Worst Place: Guantánamo’s First 100 Days publicado en el 2010.

Karen y yo nos conocimos durante los años de George W. Bush, cuando mi libro The Guantánamo Files fue publicado. Ella proyectó 'Outside the Law: Stories from Guantánamo', el documental que ayudé a dirigir en Nueva York en el 2009 y había sido parte del panel de distintas discusiones que Tom Wilner y yo organizamos cada mes de enero, en el aniversario de la apertura de Guantánamo, en el New America think-tank de Washington, D.C.

En su último artículo para TomDispatch, Karen describió detalladamente las terribles y profundas ramificaciones de la reciente confirmación de Brett Kavanaugh como juez de la Suprema Corte. Cuando Kavanaugh fue nominado por Donald Trump en julio, escribí un artículo titulado Brett Kavanaugh, Trump’s Supreme Court Nomination, Has a Dangerous Track Record of Defending Guantánamo and Unfettered Executive Power en el cual me enfoqué en su papel como el juez de apelaciones responsable por destruir todo el significado del habeas corpus para los detenidos en Guantánamo después de que la Suprema Corte les diera el habeas corpus garantizado por la constitución como derecho en junio del 2012 en Boumediene v. Bush.

Karen añadió dimensionó de manera preocupante la historia de Kavanaugh, la cual me había pasado desapercibida. Como lo pone, “En julio del 2001 fue contratado como asociado por el entonces consejero de la Casa Blanca, Alberto González. En el 2003 se convirtió en asistente del presidente y secretario de la Casa Blanca, puesto desde el cual, dentro de otras cosas, tuvo participación en el desarrollo de las políticas de la administración de Bush en la guerra contra el terror”.

Habiéndose enfocado en cómo los republicando y la Casa Blanca suprimieron millones de hojas de documentos relacionados con Kavanaugh en sus audiencias del Comité Judiciario, una de las maneras con las cuales las audiencias lograron ser engañosas, Karen añade que “Guantánamo podría decirse, creó el modelo para una cuasi sala de tribunal en Washington para las varias desviaciones de una investigación normal, ley y procesos consecuentes”. Como procede a explicar, “para los observadores de la prisión en la isla, las audiencias de Kavanaugh hacen que suene un timbre muy familiar. Por casi una década y media ya, esas cuasi salas de tribunal han sido la esencia de “justicia” en el campamento de la prisión, mientras una audiencia engañosa tras otra ha sido realizada. Las “revisiones” periódicas con la legitimidad de detener prisioneros en una cárcel fuera de la costa y lejos del alcance de la justicia americana que no tiene término análogo en el sistema legal americano: Combatant Status Review Tribunals (Revisión jurisdiccional del estatus de combatiente), bajo Bush y Periodic Review Boards (Junta de Revisión Periódica) bajo Barack Obama, fueron introducidas simplemente para justificar la continua encarcelación de prisioneros ahí. La única meta de estas audiencias, pareciera, es evitar cumplir con los requerimientos de protecciones establecidas en el territorio estadounidense para ciertos procesos”.

Hay mucho más en el artículo de Karen acerca de lo inadecuado que es que Brett Kavanaugh sea juez de la Suprema Corte y espero que tengas el tiempo de leer todo el artículo y de compartirlo si lo encuentras útil.

- Andy Worthington

Justicia descarrilada: Brett Kavanaugh y los ecos de Gitmo

Karen J. Greenberg, TomDispatch, 14 de octubre de 2018

A pesar del alboroto emocional sobre la predecible confirmación de Brett Kavanaugh, hay otra víctima grandemente desapercibida: la judicatura americana. No es solo el resultado final, su adición a la más alta banca en el planeta en donde se sentará de por vida la que promete dañar al país, sino el camino poco profesional y procedimiento irresponsable con que sus audiencias tipo circo fueron realizadas. Fueron como un darle un golpe a las posibilidades de justicia en Estados Unidos, un golpe del cual podría ser difícil recuperarse.

La senadora Susan Collins reconoció el daño que las audiencias forjaron, incluso si ella malentendió la causa. Comunicando su masivamente decepcionante decisión de votar a favor sobre Kavanaugh, Collins reflexionó acerca de lo que vio como pasión que invalidó la presunción de inocencia y expresó “preocupación” de que ese comportamiento pudiera llevar a una “falta de fe pública en lo judiciario”. Aunque es erróneo culpar a los demócratas por esas pasiones, su conclusión fue vista de otra manera. Esta confirmación ha subrayado la fragilidad de la justicia en Estados Unidos, por lo menos como un reflejo de ley, decencia, honestidad, transparencia y rectitud.

Tan sorprendente como este descarrilamiento de justicia pudiera parecer, hace eco (y podría, de hecho, haber reflejado) en otra larga desagregación del S.XXI de la degradación americana de justicia. Los procedimientos creados para enjuiciar a los sospechosos de terrorismo encerrados en un centro de detención lejos de la costa en el centro de la bahía de Guantánamo en Cuba, hace girar lejos de los principios legales y morales del país (un tema al cual regresaré).

Pero como un preludio para entender el daño que causó el proceso de confirmación de Kavanaugh, piensa por un momento acerca de las premisas fundamentales subyacentes en la Suprema Corte y en la judiciaria americana. Los padres fundadores tuvieron la visión de un cuerpo presidido por jueces cuya responsabilidad profesional fuera, como lo describe Alexander Hamilton en Federalist No. 78, ser “guardianes leales de la Constitución”. Al final, la Corte debería levantarse independientemente de las políticas y de las otras dos ramas del gobierno. La idea de una independencia judiciaria era, en las palabras del Jefe de Justicia William Rehnquist, “una de las joyas de la corona de nuestro sistema de gobierno”.

Es aparente que tanto Kanvanaugh como el comité ante el cual testificó, traicionaron los objetivos de justicia planteados en el periodo fundacional violando varios elementos mayores de razonamiento y procedimiento judicial. En el proceso, ayudaron a inducir un sistema de justicia tipo Guantánamo al sistema legal estadounidense. Abajo, cuatro maneras en las que el comité comprometió los longevos aspectos de la jurisprudencia y justicia americanas.

Una cuasi sala de tribunal

A través de todo, tanto los que apoyan a Kavanaugh, como sus oponentes, reclaman que sus audiencias no constituyeron el equivalente de un tribunal. Falso. A través de esos procedimientos, el Senado estaba, de hecho, convertido en un cuasi tribunal en donde los legisladores podían escoger qué tipo de procedimientos les interesaba usar, mientras convenientemente desaparecían o ignoraban otros.

Piensa en esas audiencias como una versión convenientemente diluida de un juicio en el cual los procedimientos eran invocados solo si ayudaban a Kavanaugh, aunque, si por cualquier motivo podrían haberlo dañado, se hacían excepciones y procedimientos regulares eran ignorados. Por ejemplo, Rachel Mitchell, la fiscal asignada para cuestionar al juez y su acusadora, Christine Blasey Ford, por parte de la comisión de republicanos conformada solo por hombres ansiosos por esquivar las preguntas, solo sería una fiscal en nombre. Su tiempo fue recortado a cinco minutos para cada senador cuyo lugar tomó ella cuando era el turno de Kavanaugh. Ella simplemente fue “empujada” a un lado por los mismos senadores hombres que querían vociferar a su favor. Ni tampoco, obviamente, hubo algo que ligeramente se pareciera a un juez imparcial para revisar el comportamiento de Mitchel (o de nadie más) o proteger a la testigo, como pasa en cualquier tribunal de los Estados Unidos. Este tribunal de burla levantó y violó no solo cada ida de un juicio justo sino un proceso justo de cualquier tipo.

La evidencia perdida en acción

Uno esperaría que el resultado del juicio fuera la conjunción de ideas planteadas al abierto para que la justicia pudiera prevalecer. En ningún momento de las audiencias de Kavanaugh hubo siquiera una semblanza de un acuerdo entre los hechos, mucho menos un camino coherente de ser presentados. Al contrario, empezaron y terminaron con un guion sin cabeza lejano a los hechos. Su quebrantamiento comenzó de manera clásica cuando el comité de republicanos (en conjunto con la Casa Blanca) acordó retener millones de documentos relacionados con el juez y su trabajo como abogado del gobierno en la Casa Blanca durante la presidencia de George W. Bush. En julio del 2001 fue contratado como asociado por el consejero de la Casa Blanca, Alberto González y en el 2003 se convirtió en asistente del presidente y secretario de staff de la Casa Blanca, en donde, entre otras cosas, tuvo que ver con el desarrollo de las políticas de la administración de Bush en la guerra contra el terror.

Y eso fue únicamente como empezaron las audiencias. Sumando, claro, cuando se llegó al registro siniestro de Kavanaugh con las mujeres, cuando las acusaciones de Deborah Ramirez y Julie Swetnick, públicamente alegando comportamiento sexual inapropiado de su parte, fueron ignoradas por el comité. No se llamó a ningún testigo. Similarmente, el grupo de declaraciones que podrían haber corroborado sus hazañas como un bebedor empedernido en la prepa y en la universidad (y de si perdía o no el conocimiento debido al alcohol) fueron desechadas en la basura bajo una pila de información sin examinar.

Una larga y atrasada investigación de cargos por parte del FBI en su contra, finalmente llevada a cabo por solicitud del senador Jeff Flake (pero bajo el ojo observador de la Casa Blanca), probó ser un asunto claramente truncado que fracasó en dirigirse seriamente a la idea de establecer hechos como una base para tomar decisiones. El FBI tomó una semana para asignarlo, en donde supuestamente se entrevistaron a nueve testigos y después realizó un reporte de 46 páginas. Compara esto con la investigación del Revisita New Yorker dedicada solamente las reclamaciones de Deborah Ramirez para la cual los reporteros entrevistaron a “entre 50 y 100 personas”. Su co autora, la reportera investigadora ganadora de premios Jane Mayer comentó, “la cosa que sé por el reportaje de investigación…la cosa que hace la diferencia es el tiempo. Toma tiempo encontrar a la gente correcta para hablarles y hablarles lo suficiente para que sientas que has llegado a la verdad gracias a ellos y para encontrar cualquier tipo de evidencia documentada. Solo toma tiempo”. Pero tiempo es lo que precisamente no fue permitido por parte del judiciario y la Casa Blanca.

Y no olvides la importancia de la percepción de minuciosidad y rectitud. Como lo puso el ex fiscal de Estados Unidos, Preet Bharara: “Al final del día, si no hay corroboración con respecto a estas alegaciones, entonces Brett Kavanaugh será confirmado para el banquillo. Será mejor para él, será mejor para el respeto de la gente por la Corte, será mejor para el respeto de la gente por el proceso si se hace más que menos”.

Pero una minuciosa investigación no era obviamente lo que los poderes querían. Como reportó el consejero de la Casa Blanca Don McGahn (decirle al presidente) “una investigación amplia” de las alegaciones acerca del mal comportamiento sexual del juez sería “potencialmente desastroso”.

Falta de transparencia

Considera la cuestión de transparencia (o la falta de) como un horrible socio de la retención, encubrimiento o del ignorar la evidencia. Viniendo de un presidente que por sí solo ha descartado la transparencia, ya sea en términos de declaraciones tributaria, interferencia en la elección o en otros temas, no debería ser una sorpresa que el FBI haya realizado un reporte minuciosamente inadecuado y que no haya sido público. Fue el equivalente de un testimonio secreto. No hay planes, tampoco, de revelar su contenido, evidentemente. El acto final de secrecía solo subraya la desobediencia de la Casa Blanca cuando se trata de retener la vasta trove de documentación sobre el tiempo en el que Kavanaguh trabajó en la Casa Blanca de Bush. El senador Lindsey Graham describió perfectamente el estado anímico del momento cuando declaró que él no tenía planes de leer el reporte del FBI. Era obvio para él que el contenido sería el resultado de una conclusión y que podía apoyarse en lo que otros le dijeran acerca de eso. Aparentemente ya sabía lo que pensaba.

Falta de responsabilidad

¿Cuántas veces tuvimos que escuchar que el nominado no debería de ser encontrado responsable por lo que hizo cuando era joven? Pero ¿qué pasa con las, por ponerlo de manera educada, declaraciones erróneas sin fin por parte de Kavanaugh? Como lo señalaron varios medios y tweets, pareciera que mentía repetidamente durante las audiencias. “Los senadores del Comité Judiciario tienen que saber que les mintieron”, escribió Eric Alterman de Nation, “y como las mentiras fueron continuamente resaltadas en Twitter”. Jonathan Chait, de la revista New York, llamó a las audiencias “un farrago de evasiones y mentiras”. Kavanaugh se negó a dar su estampa de aprobación a la investigación del FBI incluso cuando se reportó que él estaba buscando a sus compañeros de clase detrás de bambalinas para silenciarlos acerca de las acusaciones en su contra.

Si al comité le hubiera importado hacer algo al respecto de cualquiera de ellas, ejemplos de encubrimiento eran abundantemente obvios. Insistió, por ejemplo, en que no fue un consumidor en exceso. A quién le importa que el New York Times publicó extractos de una carta de 1983 que sugería que los invitados a una casa de playa en donde él y sus amigos estaban planeado ir de fiesta deberían “advertirle a los vecinos que somos bebedores ruidosos y desagradables con vomitadores prolíficos entre nosotros”. Así que también el compañero de piso de Kavanaugh en la universidad, James Roche, atestiguó acerca de sus excesos con el alcohol en esos años. Otro reporte menciona la participación de Kavanaugh en pasar a una chica para tener sexo. También insistió en que Christine Blasey Ford, quien lo acusó de abuso sexual, no estaba en los mismos círculos en la preparatoria, aunque uno de sus amigos a los que se refirió en la lista de “brewskis” salió con ella. Y claro, sus definiciones de frases como “Devil´s triangle” (“triángulo del diablo”) y “booked” (“salí con”) en su anuario como si no se relacionaran con sexo, falsedades obvias nunca exploradas por el comité.

Y así transcurrieron esas audiencias, cuando llegaba el momento de hacer una semblanza de procedimientos legales clásicos que envolvían evidencia, transparencia y responsabilidad. Toma, por ejemplo, las respuestas de Kavanaugh sobre su periodo en la casa Blanca de Bush. Le dijo al Comité Judiciario que no había sido parte de alguna discusión sobre políticas de detención en esa administración, una categoría que incluía tanto Guantánamo como las notorias “técnicas de interrogación mejoradas” de ese gobierno. Es difícil, realmente, imaginárselo cerrando los ojos a memos que sabemos que existieron sobre detención, vigilancia y tortura, cuando pasaron por su escritorio antes de llegar a su jefe, el consejero de la Casa Blanca, Alberto González. De hecho, la corresponsal del New Yorker Amy Davidson Sorkin escribió que los individuos de ese momento en la Casa Blanca dicen que Kavanaugh estuvo en por lo menos un debate “caliente” sobre una manera en la que la Suprema Corte pudiera valorar las políticas de detención sin precedentes de la administración.

Así como pasó, cuando podían, la mayoría de republicanos del comité, escogió nunca hacerlo responsable de más o menos nada y si, por algún motivo, los hechos salían a la luz, a pesar de múltiples intentos de esconderlos o suprimirlos, eran simplemente descartados, muchas veces con poca seriedad.

El modelo Gitmo

Para algunos de nosotros, por lo menos, este tipo de negación de justicia en Estados Unidos no es algo nuevo. Si seguiste la guerra contra el terror todos estos años, ese tipo de venta al por mayor para comprometer la verdadera esencia de la justicia ha sido ya una tendencia peligrosa para aclarar la vista desde hace tiempo. Bajo las circunstancias, no debería de haber sido sorprendente que Brett Kavanaugh saliera de la Casa Blanca de Bush y que el ex presidente lo apoyara verbalmente durante el proceso de confirmación.

De hecho, se ha dicho que Guantánamo ha creado el modelo para el quasi tribunal en Washington y las varias desviaciones de la norma investigativa, la ley y el procedimiento que le seguía. Para observadores de la prisión de la isla, las audiencias de Kavanaugh hacen sonar un timbre muy familiar. Por casi una década y media ya, estos quasi tribunales han sido la escencia de la “justicia” en la prisión, mientras que una audiencia engañosa tras otra toma lugar. “Revisiones” periódicas de la verdadera legitimidad de mantener detenidos a los prisioneros en una cárcel lejos de la costa y lejos del alcance de la justicia americana que no tiene término análogo con el sistema legal americano: Combatant Status Review Tribunals (Tribunales de Determinación de; Estatuto de los Combatientes), bajo Bush y Periodic Review Boards (Juntas de Revisión Periódica) bajo Barack Obama, fueron introducidas simplemente para justificar la continua encarcelación de prisioneros ahí. La única meta de estas audiencias, pareciera, es evitar los requerimientos de protecciones establecidas en el territorio estadounidense debido al proceso.

Mientras tanto, en las comisiones militares en Guantánamo, como en las audiencias de Kavanaugh, hace falta una autoridad central, imparcial e independiente. Estos son supervisiones por jueces sin el poder y comando del sistema federal de cortes. En su lugar, como sucedió con la Casa Blanca durante las audiencias de Kavanaugh, la influencia de comando del Pentágono, en los tiempos de la CIA, han flotado sobre las audiencias de Guantánamo desde el primer día.

Las credenciales del último juez ahí, Marine Colonel Keith Parrella, solo han subrayado una perpetua falta de consideración por los estándares profesionales. Parrella, que no tiene experiencia en casos capitales, estará supervisando futuras audiencias para los supuestos conspiradores de los ataques del 11/9 que no han tenido juicios y quienes, 17 años después, enfrentan la pena de muerte. Tampoco se les ha asignado tiempo, como lo señala Carol Rosenberg del Miami Herald, para que el nuevo juez pueda digerir seis años de mociones o 20,000 páginas de transcripciones. No importa. No es más complicado que no absorber o lidiar con la evidencia de Kavanaugh como la Casa Blanca o el Comité Judiciario del Senado. Estándares profesionales y procedimientos comprometidos, la carta de llamado de los tentativos de Guantánamo para adjudicar justicia está ahora claramente haciendo su movida hacia la tierra firme.

Adentro de los quasi tribunales de Guantánamo, ocurren violaciones de procedimientos de larga data con regularidad. Por ejemplo, el privilegio abogado-cliente ha sido usado al revés en varias ocasiones a lo largo de varios años. Dispositivos de viligilancia del gobierno escondidos se han usado para espiar a los abogados de los detenidos y escuchar las conversaciones con sus clientes, como en el caso de Abd Al-Rahim al-Nashiri. El gobierno también ha impulsado la retención de testimonios por parte de testigos, aparente en las audiencias de Kavanaugh, reflejo de Guantánamo en donde la sola idea de un juicio justo ha sido inconcebible para los expertos desde hace ya mucho tiempo. Como en el Comité Judiciario en recientes semanas, la exclusión de evidencia ha sido una característica común de las comisiones militares de Gitmo. Abogados de los detenidos son regularmente ignorados en sus intentos de presentar material potencialmente crucial, como en el caso de Ammar al-Baluchi, especialmente cuando se trata de tortura y maltrato de detenidos en custodia.

Desde que el presidente Trump tomó poder, el sistema de las comisiones militares ha hecho más fuerte las prohibiciones que bloquean a los abogados de tener acceso a testigos y documentos. Este año, los abogados de cinco detenidos acusados de conspirar en los ataques del 11/9 fueron informados que tenían prohibido investigar el rol de los oficiales y asociados de la CIA en las brutales interrogaciones de sus clientes, testimonios que, mantienen, son cruciales para la estrategia de la defensa, particularmente para la fase de la pena de muerte en el juicio. De hecho, en Gitmo, enterrar los hechos, significa, en esencia, enterrar vivos a los detenidos. El abogado defensor Joseph Margulies recientemente escribió sobre su cliente Abu Zubaydah quien sufrió el “waterboarding83 veces, el gobierno ha eludido continuamente el proceso legal, prefiriendo detener a Zubaydah para siempre en silencio antes que proporcionarle un juicio y la presentación de evidencia.

Como si con toda la documentación reprimida de los años de Kavanaugh en la Casa Blanca, en Gitmo, el gobierno ha insistido de manera regular en mantener en secreto los hechos. En esta modalidad, para mantener el récord libre de información dura acerca de prácticas de tortura, la CIA ordenó la destrucción de 92 cintas en las que se grabaron sesiones severas de interrogación. (Incluso el reporte de 6,000 páginas del Senado sobre esas interrogaciones ha sido clasificado y mantenido lejos del público, mientras que la administración de Trump ha tratado de enterrarlo más profundo interceptando copias existentes de agencias que las tenían en su posesión.)

Sin un juez apropiado, y menos la valiosa evidencia, sin algún apetito por la transparencia o responsabilidad, los procesos de Gitmo y los asuntos que los persiguen han sido reducidos a la invisibilidad. Ahora son eventos engañosos (igualitos a lo que las audiencias de Kavanaugh y la investigación resultaron ser). La mayoría de quienes ponen atención han concluido desde hace tiempo que, como lo pone el abogado defensor Joshua Dratel: “la confiabilidad y legitimidad del veredicto está completamente socavada por acciones secretas”. Así que, también, podría estarla la historia de la ascensión del juez Brett Kavanaugh al banco en acciones en las que la secretea, así como la retención o negación intencional de la evidencia, prevalece.

La Constitución puso una condición en la garantía de posiciones de vida a jueces: “los jueces, tanto de la Suprema Corte como de cortes inferiores, deberán mantener sus puestos durante un buen comportamiento”. Mientras que el buen comportamiento del ahora juez de la Suprema Corte Brett Kavanaugh siempre estará en cuestión, más importante, quedará la herida que se infringió, durante su audiencia de confirmación, sobre la creencia americana en la posibilidad de justicia en este país.

La mancha en la justicia en Guantánamo debería haber servido, desde el principio, una advertencia. En lugar de eso, parece que se ha convertido en un modelo de “justicia” en la capital de la nación. El Manual para las Comisiones Militares del 2007 siniestramente incluye en su preámbulo la predicción de “este manual tendrá un impacto histórico para nuestro ejército y nuestro país”.

Y así, como sugiere el proceso de confirmación de Kavanaugh, pasó. Es difícil imaginar un evento descriptivo tan grande como la llegada a la Suprema Corte de un abogado de la Casa Blanca presente en la creación de varias políticas de Guantánamo. Bajo las circunstancias, difícilmente debería sorprender a alguien que el camino a su confirmación haya desplegado tantas aberraciones legales lanzadas durante la era Bush. Así como la historia de Gitmo ilustra, la confirmación de Brett Kavanaugh no fue el primer clavo en el ataúd de la justicia en América…y tristemente no será el último.

Karen J. Greenberg es la directora del Center on National Security at Fordham Law y la autora de Rogue Justice: The Making of the Security State. También escribió The Least Worst Place: Guantánamo’s First 100 Days. Los estudiantes de Fordham Law Daniel Humphrey, Raina Duggirala y Claudia Bennett ayudaron con la investigación para este artículo.


 

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