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El ingeniero saudí Ghassan Al-Sharbi fue enviado a casa de Guantánamo; quedan 31, 17 aprobados para ser liberados

9.3.23
Andy Worthington

Traducido por El Mundo no Puede Esperar 8 de abril de 2023


La reja con alambre de púas en Guantánamo. No existe ninguna fotografía de Ghassan Al-Sharbi.

Estoy feliz de reportas más buenas noticias de Guantánamo, ya que Ghassan Al-Sharbi, prisionero saudí por casi 21 años, ha sido repatriado. Con 48 años, tenía apenas 28 cuando llegó a la prisión el 19 de junio del 2022.

Al-Sharbi fue aprehendido el 28 de marzo del 2002, durante varias redadas de casas en Faisalabad, Pakistán, que también llevaron a la captura de Abu Zubaydah, para quien el programa de tortura de la CIA post 11/9 fue desarrollado, en la errónea — más bien, uno creería de manera más apropiada, digamos ilusa — creencia de que era un miembro de alto rango de al-Qaeda.

El expediente militar clasificado de Al-Sharbi publicado por WikiLeaks en el 2011, sugiere que fue secuestrado en una casa de huéspedes conocida como Aldafa, que los analistas dicen que supuestamente era “una de las dos casas de huéspedes manejada por Abu Zubaydah en Faisalabad” aunque Al-Sharbi dice que un hombre llamado Ahmed “estaba a cargo de las operaciones de la casa día a día, no Abu Zubaydah como a veces se reporta”.

Detenido en Pakistán después de su captura, Al-Sharbi fue transferido eventualmente a Bagram, la principal prisión estadounidense en Afganistán, de donde fue mencionado en The Interrogators, un libro escrito por un ex interrogador, utilizando el seudónimo Chris Mackey junto con el periodista Greg Miller. Cuando los interrogadores descubrieron que hablaba perfecto inglés, con apenas un ligero acento” y que había ido a la escuela en Estados Unidos y estudiada ingeniería aeronáutica en la Universidad Aeronáutica de Embry-Riddle en Arizona por dos años, de 1998 al 2000, pensaron que era un “gran candidato”, en particular porque los secuestradores del 11/9 se habían inscrito a los programas de vuelo en otras partes de Arizona.

Al-Sharbi, sin embargo, no cooperó. Mackey lo describió como “displicente y alejado”, con “los modos de alguien con conexiones esperando a que los nuevos policías en turno se dieran cuenta de la magnitud de error que cometieron al detenerlo”, aunque él atrajo la atención del ejército y de los servicios de inteligencia más arriba de la cadena de comando, Mackey fue incapaz de “romperlo”. Sus palabras antes de partir, de irse a Guantánamo fueron, aparentemente, que “después de un tiempo la verdad se haría borrosa para él” y “diría lo que nosotros quisiéramos escuchar sólo para tener la soledad que viene después de que termina nuestro interrogatorio”.

Al llegar a Guantánamo, Al-Sharbi asumió un rol importante dentro de la población de la prisión, en parte, sin duda, por su actitud, pero también por su inglés fluido. En el verano del 2005, mientras la prisión fue golpeada por grandes y persistentes huelgas de hambre, él fue uno de los seis hombres que las autoridades permitieron que conformaran el Consejo de Prisioneros, que buscó implementar los derechos de la Convención de Ginebra para los prisioneros.

Aunque el Consejo fue rápidamente cerrado por aquellos arriba en la cadena de comando, el coronel Mike Bumgarner, guardián de la prisión, que jugó un rol importante en instalarlo, se desquitó con uno de sus miembros, el residente británico Shaker Aamer, enviándolo a aislamiento total en Camp Echo, pero “desarrolló una relación” con Al-Sharbi, como explicó Tim Golden en un artículo para el New York Times en 2006, añadiendo que Al-Sharbi “fue descrito por mucha gente que lo conoce como inteligente, un hombre casi etéreo de una familia saudí rica”. Bumgarner le dijo a Golden que “se dio cuenta de que Al-Sharbi era un interlocutor útil y se reunió con él en repetidas ocasiones”, mientras que, después de agosto del 2005, “jamás volvió a hablar con Aamer”.

Acusado en las comisiones militares

Lejos de las políticas de las operaciones de la prisión, Al-Sharbi, quien también se estableciera como un persistente huelguista de hambre, continuó siendo de interés para los fiscales en el sistema de juicio de la comisión militar, no a través de algo que les ofreciera a los interrogadores, pero porque, al parecer, en el “sitio negro” de la CIA, Abu Zubaydah, bajo tortura, lo identificó junto con otros dos hombres secuestrados en las redadas de Faisalabad — Jabran Al-Qahtani, otro saudí y Sufyian Barhoumi, un argelino — como parte de la célula que hacía IED (artefactos explosivos improvisados por sus siglas en inglés) para uso contra las fuerzas de coalición.

Los tres hombres fueron acusados en noviembre del 2005 y, cuando un audiencia previa al juicio fue llevada a cabo en abril del 2006, Al-Sharbi, que insistió en representarse a sí mismo, encantó a las autoridades al decirle al juez que “vine para decirte que hice lo que hice y estoy dispuesto a pagar el precio”, añadiendo que “incluso si pasara cientos de años en la prisión, ese sería un asunto de honor para mí”, y “luché contra los Estados Unidos y lo voy a hacer corto y fácil para ustedes: estoy orgulloso de lo que hice”.

¿Estaba Al-Sharbi diciendo la verdad? Las autoridades ciertamente pensaron que sí, pero siempre he sospechado que no era nada más que una provocadora (y, de hecho, auto defensiva) bravuconada, derivada tal vez de un deseo de ser notado o, tal vez, como observó Chris Mackey, porque se dio cuenta de que era la mejor manera de que lo dejaran solo y no lo arrastraran afuera de su celda para incesantes interrogatorios en todos momentos, día o noche.

Cualquiera que fuera el caso, el sentido de triunfo de las autoridades fue corto. Sólo dos meses después, la Suprema Corte, en Hamdan v. Rumsfeld, declaró inconstitucionales a las comisiones militares, por las reglas de las Convenciones de Ginebra y el Código Uniforme de la Justicia Militar (Uniform Code of Military Justice).

Las comisiones fueron subsecuentemente — de manera poco recomendable — revividas por el congreso y, en mayo del 2008 Al-Sharbi, Al-Qahtani y Barhoumi fueron acusados nuevamente, aunque los cargos fueros posteriormente retirados, después teniente coronel Darrel Vandeveld, un fiscal de comisión militar renunció e hizo públicas sus quejas acerca de que, en uno de sus casos, el del joven afgano Mohamed Jawad, los fiscales habían estado escondiendo evidencia potencialmente exculpatoria del equipo de defensa.

Vandeveld también fue un fiscal en los casos de Al-Sharbi, Al-Qahtani y Barhoumi (y otros dos hombres, Noor Uthman Muhammed y el residente británico Binyam Mohamed) y en todos estos casos las autoridades evidentemente temieron que, a menos de que retiraran los cargos, los alegatos de Vandeveld de un sistema tóxico y roto, podría expandirse a otros casos, socavándolos también como in virus de verdad inconveniente.

Absurdamente Al-Sharbi, Al-Qahtani y Barhoumi fueron acusados nuevamente en los momentos finales de la presidencia de Bush, aunque esos cargos no fueron subsecuentemente revividos, cuando no se recomendó, nuevamente, la administración de Obama trajo de vuelta las comisiones por una segunda vez.

Mientras tanto Al-Sharbi continuó a obstruir. Cuando su padre inició la petición de habeas corpus a su nombre, solicitó que fuera descartada cuando llegó al tribunal de distrito en marzo del 2009. Su destino ahora estaba a manos el Equipo de Trabajo para Revisión de Guantánamo, un proceso de revisión de alto nivel gubernamental establecido por Obama, cuando tomó el poder, para revisar los casos de los 240 hombres que había heredado de George W. Bush.

Después de un año de deliberaciones, el equipo especial publicó su reporte en enero del 2010, recomendando que 156 de los hombres fueran liberados, 36 acusados y, alarmantemente, 48 deberían continuar detenidos de manera indefinida sin cargos ni juicio porque fueron considerados “demasiado peligrosos para ser liberados”, aunque la junta de miembros también reconoció que la evidencia existente era insuficiente para enjuiciarlos.

Nuevamente, Al-Sharbi fue recomendado para ser enjuiciado, pero a través de los siguientes años, la viabilidad y legalidad de las comisiones fueron sacudidas de nuevo, esta vez cuando los jueces del tribunal de apelaciones derribaron algunas de las condenas más exitosas aseguradas en el sistema problemático de juicio, en base a que involucraban crímenes de guerra (dar material de apoyo para terrorismo, por ejemplo) que no eran crímenes de guerra en realidad, pero que fueron, vergonzosamente, inventados como tal por el congreso.

Las Juntas de Revisión Periódicas

Como proceso de revisión nuevo, las Juntas de Revisión Periódicas, fueron establecidas para los 48 hombres que el grupo especial tenía referidos como “demasiado peligrosos para liberación”, casi dos tercios de aquellos recomendados para juicio fueron calladamente desviados a este nuevo sistema, un tipo de sistema de libertad provisional, que, en noviembre del 2013 comenzó a revisar los casos de los 64 hombres, incluido Al-Sharbi.

Todavía sin cooperar, Al-Sharbi, (ahora identificado por las autoridades estadounidenses como Abdullah Al-Sharbi, continuó su resistencia al reusarse a participar con el proceso de las PRB cuando se llevó a cabo su primera audiencia en junio del 2016, “garantizando”, como expliqué después, “que los miembros de la junta aprobarían su encarcelamiento en curso”. Como añadí, “bajo Donald Trump, nuevamente se reusó a participar en su segunda audiencia de PRB, aunque para ese punto su desobediencia era una rutina entre los prisioneros, quienes correctamente habían concluido que, bajo Trump, todo el proceso se había convertido en una farsa”.

Bajo Joe Biden, sin embargo, en diciembre del 2021, Al-Sharbi finalmente estuvo de acuerdo en tomar parte en su tercera PRB. Como expliqué, “su representante personal (un militar asignado para representar prisioneros en sus PRB) destacó que estaba ‘firme acerca de estar presente para esta importante oportunidad’ y también mencionó que, en sus largos años de encarcelamiento — cuando, por muchos años, fue un persistente huelguista de hambre — su salud se ha ‘deteriorado, haciendo difícil que se mueva y doloroso que viaje para reuniones y llamadas telefónicas’. Sin embargo, en el último año ‘ha comenzado a trabajar con el staff médico en el Camp en un esfuerzo para mejorar su movilidad y salud integral’”.

Como mencionó un Representante Personal, Al-Sharbi “atravesó el dolor para ir a nuestra primera reunión”, aunque “la incomodidad física en la que estaba era evidente”, añadiendo que “he estado impresionado a lo largo de los últimos meses en ver el enorme esfuerzo que ha hecho para asistir a todas las reuniones que programé para esta junta”.

Al-Sharbi también estuvo de acuerdo en ser representado por un defensor público federal en Nueva York, Sabrina P. Shroff y estuvo trabajando con ella para revivir el caso de habeas corpus por un año antes de su audiencia de PRB. Shroff le dijo a los miembros de la junta, en una presentación, que Al-Sharbi “no representa ninguna amenaza para la seguridad nacional del los Estados Unidos”, como describió el New York Times y declaró que ”no tiene animadversión. Ha dicho frecuentemente que tiene que mirar hacia adelante y que la mejor manera de hacerlo es con ojos claros y un corazón abierto y puro”.

Shroff también declaró que estaba “tan segura de su bondad” que ella misma “lo recibiría en mi hogar” y le dio su dirección en la ciudad de Nueva York, aunque, de manera cínica, disposiciones jurídicas para asustar insertadas por los republicadnos cada año en la Ley de Autorización de Defensa Nacional prohíben que algún prisionero de Guantánamo ponga un pie en el territorio estadounidense por ningún motivo.

Las declaraciones de Al-Sharbi no están disponibles públicamente, pero en su “Decisión final”, el 4 de febrero del año pasado, miembros de la junta concluyeron claramente que su cooperación justificaba su aprobación para ser liberado. Destacaron que su “falta de liderazgo o posición de facilitador en al-Qaeda o los talibanes” y “la eficacia de los programas de rehabilitación y medidas que se pueden tomar para mitigar cualquier amenaza futura” así como si “registro de mejoría en su obediencia en detención”, su “compromiso para participar en el proceso de PRB para concluir la asistencia a todas las reuniones establecidas por el Representante Personal” y su “compromiso con el staff médico para mejorar sus asuntos de salud física y mental”. También recomendaron “la implementación de un conjunto comprensivo de medidas de seguridad incluyendo monitoreo, restricciones de viaje e información compartida”.

Liberación

Vergonzosamente, tomó otros 397 días para que Al-Sharbi fuera liberado, aunque la demora fue parcialmente explicada en un un comunicaso de prensa del Pentágono que mencionó que no fue sino hasta el 21 de septiembre del 2022 que el “Secretario de Defensa Austin notificó al Congreso su intención de repatriar a Ghassan Al Sharbi al reino de Arabia Saudita”. Después hubo un retraso de otro mes, porque todas las liberaciones de Guantánamo también requieren, como resultado de la interferencia republicana, que el Congreso tenga 30 días de notificación antes de que se lleve a cabo cualquier liberación.

El Pentágono añadió que “en consulta con nuestros socios del reino de Arabia Saudita, completamos los requerimientos para una transferencia responsable”, añadiendo que “los Estados Unidos aprecia la disposición del reino de Arabia Saudita y otros socios para apoyar el esfuerzo en curso de los EE.UU. hacia un proceso deliberado y exhaustive enfocado en reducir responsablemente la población de detenidos y finalmente cerrar el centro de detención en la bahía de Guantánamo”.

Ahora hay 31 hombres todavía detenidos en Guantánamo, aunque 17 de ellos, como Ghassan Al-Sharbi, también han sido aprobados para ser liberados y la mayoría han estado esperando mucho más tiempo que él para ser libres — entre 436 y 831 días en el caso de 10 hombres y, desgraciadamente, 4,793 días en el caso de otros tres.

Aunque el gobierno de Biden debe ser felicitado por haber liberado a cuatro hombres en las últimas cinco semanas, oficiales senior, incluyendo el presidente Biden y el Secretario de Estado, Antony Blinken, necesitan urgentemente redoblar sus esfuerzos para liberar al resto de estos hombres, la mayoría de la cual, a diferencia de Al-Sharbi, no pueden ser repatriados (nuevamente, por las prohibiciones republicanas, esta vez sobre repatriar prisioneros de Guantánamo a ciertos países, incluyendo Yemen) y deben ser reubicados en terceros países.

Por ahora, sin embargo, todos debemos tomarnos un momento para celebrar la liberación de otro prisionero que finalmente ha logrado escapar la burocracia multi nivel, institucionalmente sobre caótica y disfuncional que conspiró para detenerlo por 20 años sin lograr encontrar una base confiable sobre la cual procesarlo, pero que también probó ser extremadamente reacia para reconocer que, sin un caso en su contra, debería ser liberado.

Quisiera dejarle las últimas palabras al ex prisionero Mansoor Adayfi y a Lorraine Barlett, una ex abogada militar defensora que lo representó en todos esos largos días pasados cuando estuvo acusado en las comisiones militares.

Adayfi describe a Al-Sharbi como “una persona callada, bien educada y con buenos modales”, añadiendo que “les enseñó inglés a los prisioneros” y estaba siempre traduciendo para ellos cualquier asunto con la administración de la prisión, con los guardias y con el staff médico, mencionando también que fue uno de los prisioneros a quien más sometieron a la alimentación forzada, habiendo sido un huelguista de hambre consistente desde el 2005. Mansoor no sabe cuándo terminó su huelga de hambre, porque, dice “incluso cuando me fui de Guantánamo, seguía siendo alimentado forzosamente y no sé si algún día eso paró”.

Lorraine Barlett escribió que “estoy muy agradecida y feliz por él”, añadiendo que “mi deseo, de corazón, es que sepa qué duro lo intenté, pero me lo impidieron en cada vuelta. Me hubiera encantado conocerlo algún día para decirle cómo recé por este día — que sobreviviera para verlo. Denuncio totalmente el sistema que lo mantuvo a él y a otros por años”.

Añadió que “le escribí tantas veces y nunca supe si recibió mis cartas. No he tenido contacto con él por más de diez años, pero le deseo lo mejor y espero que de alguna manera pueda reconstruir su vida y encontrar paz”.


 

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