Ibn al-Shaykh al-Libi ha muerto en una prisión libia
10 de mayo de 2009
Andy Worthington
Los medios de comunicación árabes están que arden con la noticia de que Ibn al-Shaykh
al-Libi, emir de un campo de entrenamiento afgano -cuya afirmación de que Sadam
Husein había participado en el entrenamiento de agentes de Al Qaeda en el uso
de armas químicas y biológicas se utilizó para justificar la invasión de Irak-
ha muerto en una cárcel libia. Hasta ahora, sin embargo, el único informe en
inglés es el del sitio web argelino Ennahar Online, que informaba de que el
periódico libio Oea afirmaba que al-Libi (alias Ali Abdul Hamid al-Fakheri)
"fue encontrado muerto por suicidio en su celda", y señalaba que el
periódico había informado de la noticia "sin especificar la fecha ni el
método del suicidio".
Esta noticia resuelve, de la forma más sombría posible, las preguntas que se han formulado durante
mucho tiempo sobre el paradero de Ibn al-Shaykh al-Libi, quizá el más famoso de
los "Desaparecidos de Estados Unidos", prisioneros aprehendidos en la
"Guerra contra el Terror" que no fueron entregados a Guantánamo, sino
a prisiones secretas gestionadas por la CIA o a la custodia de gobiernos de
terceros países -a menudo los propios- donde, se suponía, nunca se volvería a
verlos ni a saber de ellos.
Al Libi, emir del campo de entrenamiento de Jaldán, en Afganistán, fue uno de los cientos de
prisioneros capturados por las fuerzas paquistaníes en diciembre de 2001, al
cruzar de Afganistán a Pakistán. La mayoría de estos hombres acabaron en
Guantánamo tras ser entregados (o vendidos) a las fuerzas estadounidenses por
sus aliados paquistaníes, pero al-Libi fue, como es sabido, entregado a Egipto
por la CIA para ser torturado en nombre del gobierno estadounidense.
En Egipto, se le ocurrió la falsa acusación sobre las conexiones entre Al Qaeda y Sadam Husein
que utilizó el Presidente Bush en un discurso pronunciado en Cincinnati el 7 de
octubre de 2002, pocos días antes de que el Congreso votara una resolución que
autorizaba al Presidente a entrar en guerra contra Irak, en el que,
refiriéndose a la supuesta amenaza que suponía el régimen de Sadam Husein, Bush
dijo: "Hemos sabido que Irak ha entrenado a miembros de Al Qaeda en la
fabricación de bombas y venenos y gases mortíferos."
Cuatro meses después, el 5 de febrero de 2003, el Secretario de Estado Colin Powell hizo la misma
afirmación en su célebre discurso ante el Consejo de Seguridad de la ONU, en un
intento de recabar apoyos para la invasión. "Puedo rastrear la historia de
un alto operativo terrorista que cuenta cómo Irak proporcionó entrenamiento en
estas armas [químicas y biológicas] a Al Qaeda", dijo Powell, y añadió: "Afortunadamente,
este operativo está ahora detenido, y ha contado su historia". Como
explicó un informe de Newsweek en 2007, Powell no identificó a al-Libi
por su nombre, pero funcionarios de la CIA -y un informe del Comité de
Inteligencia del Senado- confirmaron posteriormente que se refería a al-Libi.
Al-Libi se retractó de su historia en febrero de 2004, cuando fue devuelto a la custodia de la CIA, y
explicó, tal como lo describió Newsweek, que dijo a sus interrogadores
que "inicialmente dijo a sus interrogadores que 'no sabía nada' sobre los
vínculos entre Bagdad y Osama bin Laden y que 'tenía dificultades incluso para
inventar una historia' sobre una relación entre ambos". El informe de
Newsweek explicaba que "sus respuestas disgustaron a sus interrogadores,
que al parecer le sometieron entonces al simulacro de entierro". Según
relató Al Libi, lo metieron en una caja de menos de 30 centímetros de alto.
Cuando abrieron la caja 17 horas después, al-Libi dijo que le dieron una última
oportunidad de "decir la verdad". Lo tiraron al suelo y le dieron
"puñetazos durante 15 minutos". Fue entonces cuando, según al-Libi,
se inventó la historia del entrenamiento con armas iraquíes".
Como expliqué en un artículo reciente, Incluso
en el sombrío mundo de Cheney, la historia de la tortura de Al-Qaeda e Irak es
un nuevo punto bajo, basándome en informes del New York Times y de Jane
Mayer en el New Yorker, el uso de al-Libi para extraer una confesión falsa que
se utilizó para justificar la invasión de Iraq fue especialmente chocante,
porque un informe de la Agencia de Inteligencia de Defensa había concluido en
febrero de 2002 que al-Libi mentía, y Dan Coleman, del FBI (que había sido
apartado del caso de al-Libi cuando la CIA -y la administración- decidieron
someterlo a tortura en Egipto), no tenía ninguna duda de que el emir de un
campo de entrenamiento afgano no sabría nada sobre Iraq. "Era ridículo que
los interrogadores pensaran que Libi hubiera sabido algo sobre Irak", dijo
Coleman a Jane Mayer. "Podría habérselo dicho. Dirigía un campo de
entrenamiento. No habría tenido nada que ver con Irak".
Durante mucho tiempo se ha sospechado que, una vez que la CIA hubo terminado de explotar a al-Libi,
éste fue devuelto a Libia, pero aunque Ennahar Online afirmó que "fue
condenado a cadena perpetua" en Libia, y que un representante de Human
Rights Watch se había reunido recientemente con él en prisión (algo que aún no
he tenido tiempo de investigar, pero me parece muy poco probable), el relato
más detallado sobre lo que le ocurrió, y por qué no fue enviado a Guantánamo
con otros 14 "detenidos de alto valor" en septiembre de 2006, fue proporcionado
a Newsweek por Noman Benotman, un libio exiliado opuesto al régimen del coronel
Gadafi, que declaró, en mayo de 2007, que
durante un reciente viaje a Trípoli, se reunió con un alto funcionario del gobierno libio que le
confirmó que Al Libi había sido devuelto discretamente a Libia y que ahora se
encontraba en prisión allí. Benotman afirmó que el alto funcionario del
gobierno libio -al que no quiso identificar públicamente- le dijo que Al Libi
está muy enfermo, padece tuberculosis y diabetes. "Está en la cárcel y muy
enfermo", declaró Benotman. También afirmó que el alto funcionario le dijo
que el gobierno libio ha acordado no confirmar públicamente nada sobre al-Libi,
por deferencia a la administración Bush. "Si los libios lo confirman,
avergonzarán a los estadounidenses porque está relacionado con la cuestión de
Irak", afirmó Benotman.
La cuestión más importante que hay que plantearse ahora, por supuesto, es si fue posible que
al-Libi se suicidara en una cárcel libia o si fue asesinado. Dudo que lleguemos
a saber la verdad, pero sea como fuere, la atención sobre su muerte no debe
centrarse únicamente en Libia, que sólo se apoderó de él después de que la
administración estadounidense lo utilizara para justificar la invasión de Irak.
Cualesquiera que fueran los crímenes reales de Al Libi, su utilización como
instrumento en un programa de "entregas extraordinarias" y tortura,
explotado descaradamente no para frustrar futuros complots terroristas sino
para obtener información falsa sobre Al Qaeda y Sadam Husein, sigue siendo un
punto bajo en una "Guerra contra el Terror" que tiene pocos rasgos redentores.
POSDATA (5 de junio): En respuesta a una pregunta sobre la visita a Al Libi de representantes de
Human Rights Watch, formulada por el bloguero Eric Pottenger, que escribió un
post sobre Al Libi aquí, me he dado cuenta de que tengo que aclarar las dudas
que expresé anteriormente sobre esta visita, como se menciona en Ennahar
Online. En aquel momento (la noche del domingo 10 de mayo), escribí que "aún
no había tenido tiempo de investigar" la afirmación, pero que me parecía
"altamente improbable". Lo que tengo que aclarar es que en aquel
momento desconfiaba, porque las fuentes argelinas en inglés en Internet son
notoriamente poco fiables, pero hablé con Human Rights Watch el lunes y creo
que sus representantes vieron efectivamente a al-Libi en la prisión, y que él
se negó a que le entrevistaran, preguntándoles sólo dónde habían estado
mientras le torturaban, como informé en un
artículo de seguimiento el martes.
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