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Genocidio en Gaza: El número de muertos supera al de la masacre de Srebrenica; 8.525 palestinos asesinados, entre ellos 3.542 niños.

01 de noviembre de 2023
Andy Worthington

Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar 08 de noviembre de 2023


El campo de refugiados de Yabalia, en la Franja de Gaza, tras su completa destrucción en los bombardeos israelíes del 31 de octubre de 2023 (Foto: Anas al-Shareef/Reuters).

Mientras usted lee esto, el número de muertos en Gaza, desde que Israel comenzó a bombardear a sus 2.3 millones de civiles cautivos el 7 de octubre, ha superado el número de personas asesinadas en la Masacre de Srebrenica, durante la Guerra de Bosnia de 1992-95, cuando, en un periodo de 72 horas entre el 13 y el 15 de julio de 1995, 8.372 hombres y niños musulmanes fueron asesinados por soldados serbios y serbobosnios, en lo que The Guardian, en 2020, describió como "la única masacre en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial que ha sido calificada de genocidio".

Hasta ayer, el Ministerio de Sanidad de Gaza informaba de que al menos 8.525 palestinos han muerto en Gaza desde que comenzó el bombardeo militar israelí hace 25 días, un ritmo de 340 muertes al día, o 14 cada hora, o una cada cuatro minutos, lo que significa que, para el fin de semana, cabe esperar que se alcancen las 10.000.

Es vergonzoso, sin embargo, que aunque los expertos en derechos humanos y en derecho internacional humanitario ya están hablando abiertamente de que las acciones de Israel en Gaza son un genocidio, el silencio de los líderes políticos occidentales y de los principales medios de comunicación, en su mayoría cómplices, es profundamente chocante. ¿Qué dirán en su defensa cuando todo esto termine, como debe ocurrir algún día, de un modo u otro?

El recuento de muertos ni siquiera incluye a los que murieron ayer por la tarde, cuando Israel bombardeó sin piedad y sin perdón el campo de refugiados de Yabalia, el mayor de Gaza, con seis enormes bombas de fabricación estadounidense, arrasando sus edificios y matando al menos a 50 personas e hiriendo a 150 más, basándose en sugerencias de que "un comandante de Hamás de muy alto rango" se encontraba en la zona, como dijo el portavoz militar israelí de origen escocés Richard Hecht a la CNN, descartando despreocupadamente lo que era muy obviamente un crimen de guerra.

Por si esto no fuera suficientemente condenatorio, al menos 3.542 de los muertos en Gaza son niños o bebés, y 2.187 son mujeres, y al menos otras 2.000 personas, entre ellas 1.100 niños, "han desaparecido bajo los escombros de los edificios destruidos, lo que indica que el número real de muertos es mucho mayor", como informó hace dos días DCI Palestina (Defensa de los Niños Internacional). Además, hay 21.543 heridos, muchos de ellos graves.


Gráfico que muestra las edades de los muertos en los bombardeos israelíes sobre la Franja de Gaza desde el 7 de octubre, creado a partir de la lista de 6.747 víctimas, con su sexo, edad y número de documento de identidad, que hizo pública el Ministerio de Sanidad de Gaza el 27 de octubre, el día después de que el presidente Biden pusiera vergonzosamente en duda la exactitud de las cifras.

La declaración abierta de apoyo de políticos y expertos israelíes a los crímenes de guerra y contra la humanidad

Tras las mortíferas incursiones de militantes de Hamás en Israel el 7 de octubre, en las que murieron más de 1.500 personas, según cifras israelíes, el primer ministro Benjamin Netanyahu declaró: "Estamos en guerra y la ganaremos", afirmando también que había "convocado a los jefes del establishment de seguridad y ordenado -en primer lugar- desalojar las comunidades en las que se han infiltrado los terroristas", y que Israel "devolvería el fuego en una magnitud que el enemigo no ha conocido", y que "[e]l enemigo pagará un precio sin precedentes".

Los líderes occidentales prometieron inmediatamente su apoyo incondicional al "derecho a defenderse" de Israel, y no reaccionaron públicamente con ninguna advertencia cuando, al día siguiente, el ministro de Defensa, Yoav Gallant, declaró, sin ambigüedades: "He ordenado el asedio total de la Franja de Gaza. No habrá electricidad, ni alimentos, ni combustible, todo está cerrado. Estamos luchando contra animales humanos y actuaremos en consecuencia".

Había más por venir, incluso mientras el secretario de Estado estadounidense Antony Blinken, el presidente Biden, la presidenta de la UE Ursula van der Leyen y el desesperado primer ministro del Reino Unido Rishi Sunak volaban obedientemente a Israel para declarar su apoyo en persona, como expliqué en mi primer artículo sobre la crisis de Gaza, Mi vergüenza ante el apoyo acrítico del Oeste de los crímenes de guerra de Israel en Gaza, publicado el 11 de octubre. Mientras tanto, en el Reino Unido, Keir Starmer, abogado de profesión, dijo en la LBC que Israel tenía derecho a privar de electricidad y agua a los civiles palestinos, mostrando un claro desprecio por el derecho internacional humanitario, y teniendo después la desfachatez de afirmar que no dijo lo que evidentemente dijo, mientras concejales musulmanes y miembros del Partido Laborista empezaban a dimitir en tropel.

El 14 de octubre, en la advertencia más destacada de que Israel tampoco tenía más que desprecio por el derecho internacional humanitario, que prohíbe absolutamente el ataque indiscriminado contra una población civil, el presidente de Israel, Isaac Herzog, respaldó plenamente el castigo colectivo de toda la población de Gaza, declarando: "Es toda una nación la responsable. No es cierta esta retórica de que los civiles no son conscientes, no están implicados, es absolutamente falsa", mientras que, en una entrevista, Sara Netanyahu, esposa del Primer Ministro, fue incluso más lejos que Yoav Gallant, deseando "una venganza muy grande", y añadiendo: "No les llamo animales humanos porque sería insultar a los animales".

Otros pidieron explícitamente un genocidio: el periodista Shimon Riklin, por ejemplo, que tuiteó que "Gaza debería ser borrada de la faz de la tierra", y otro periodista, Roy Sharon, que declaró: "Hablé de un millón de cadáveres no como un objetivo, dije que si para eliminar definitivamente las capacidades militares de Hamás... necesitamos un millón de cadáveres, pues que haya un millón de cadáveres". El popular cantante israelí Eyal Golan, por su parte, dijo: "Borrad Gaza, no dejéis ni una sola persona allí", mientras que Moshe Feiglin, ex diputado del Likud, afirmó: "No es Hamás quien debe ser eliminado. Hay que arrasar Gaza y restablecer el dominio de Israel en el lugar. Este es nuestro país".

Más recientemente, en la televisión israelí, Feiglin, visiblemente consumido por el odio genocida, dijo: "Todavía no nos hemos vengado de forma bíblica. No hemos quemado Gaza hasta las cenizas inmediatamente. Crear una tremenda crisis humanitaria. Nivelar toda la zona. No dejar piedra sobre piedra en Gaza. Gaza tiene que convertirse en Dresde. Aniquilen Gaza ahora". La mención de Dresde se refiere al bombardeo conjunto del Reino Unido y Estados Unidos de la ciudad alemana en febrero de 1945, cuando se lanzaron casi 4.000 toneladas de bombas, devastando la ciudad y matando hasta 25.000 civiles, en lo que claramente no fue un acto de necesidad militar.

Otro periodista, David Mizrahy Verthaim, señaló con admiración que "la Segunda Guerra Mundial terminó con EE.UU. infligiendo un Holocausto en Hiroshima, e incluso antes de dar a los japoneses la oportunidad de digerirlo, lanzó otra bomba sobre Nagasaki, mientras prometía que todas las ciudades japonesas serían destruidas hasta la rendición. Los japoneses no estaban menos locos que los árabes". Es de suponer que sólo la proximidad de Gaza impidió que Shimon Riklin siguiera con su pregunta: "Diga, ¿por qué tenemos una bomba atómica?".

El genocidio se desarrolla, sin que Occidente lo cuestione

Con Occidente no sólo apoyando incondicionalmente a Israel, sino, en muchos casos, proporcionándole explícitamente las armas para continuar su matanza, el número de muertos ha aumentado sin cesar, con cientos de personas asesinadas todos los días con total impunidad - y con al menos un tercio a la mitad de ellos, sobre una base diaria, siendo niños.

Envalentonados por la falta de crítica de Occidente, los israelíes empezaron a atacar hospitales, escuelas y mezquitas, alegando que era porque los "terroristas" de Hamás los utilizaban como centros de mando, una mentira evidente, pero que, una vez más, no fue cuestionada en Occidente; y, cuando ordenaron a la población que se trasladara del norte de la Franja de Gaza al sur por su seguridad, los bombardearon durante el trayecto y a su llegada, asegurándose de que todos los palestinos supieran que ningún lugar de Gaza era seguro.

Además, el "asedio total" anunciado por Yoav Gallant el 8 de octubre se ha mantenido despiadadamente durante los últimos 24 días. Bajo la presión, posiblemente, de Estados Unidos, finalmente se permitió la entrada de uno o dos diminutos convoyes de ayuda, pero su capacidad para frenar la crisis humanitaria ha sido nula. Toda la población dispone ahora de sólo el 5% del suministro diario de agua que necesita y que tenía antes del 7 de octubre, y cientos de miles de habitantes de Gaza tienen que beber ahora agua sucia o contaminada.

También escasean los alimentos, una situación agravada por el ataque israelí a las panaderías y que recuerda cómo, antes de la masacre de Srebrenica, los serbios de Bosnia también utilizaron el hambre como táctica de guerra, como, por supuesto, hicieron los nazis con los judíos en la Segunda Guerra Mundial. Además, en los hospitales, la falta de medicinas y de combustible para mantener el suministro eléctrico ha contribuido a escenas de desesperación medieval, con médicos obligados a realizar operaciones sin anestesia y con el menguante suministro eléctrico amenazando con matar, en cualquier momento, a unos 130 bebés prematuros en incubadoras. Si se les preguntara, los portavoces del gobierno israelí sin duda defenderían, estoy seguro, que la muerte de estos bebés es necesaria para evitar que crezcan y se conviertan en futuros terroristas.

Aunque el secretario general de la ONU, António Guterres, los mandatos especiales de la ONU y numerosas ONG, grupos de ayuda y organizaciones médicas han condenado las acciones de Israel como crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y genocidio, basándose en todos los crímenes evidentes mencionados anteriormente, no pueden hacer nada al respecto. El Consejo de Seguridad de la ONU, roto y dividido, no puede ponerse de acuerdo sobre una resolución vinculante, y mucho menos hacer cumplir ningún llamamiento a la moderación, mientras que los que tienen el poder -principalmente el gobierno de Estados Unidos, pero también otras potencias occidentales- siguen negándose incluso a pedir un alto el fuego humanitario.

Ahora murmuran perogrulladas sobre la defensa de los civiles palestinos -quizá porque sus abogados les han dicho que, de lo contrario, podrían ser cómplices de genocidio-, pero es poco probable que sus acciones sirvan para impedir que algún día, espero fervientemente, los investigadores les condenen por su evidente y continua complicidad en los crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y genocidio de Israel.

¿Tiene Israel un plan a largo plazo?

A lo largo de todo esto, los objetivos de Israel no han sido examinados en absoluto, excepto por quienes catalogan sus crímenes. El castigo colectivo estaba definitivamente claro al principio, pero luego la intensidad del asesinato de civiles por parte de Israel empezó a ser muy evidentemente genocida en su alcance. También se ha aludido con regularidad a la limpieza étnica, pero no fue hasta hace unos días cuando -más allá de las descabelladas palabras de políticos y periodistas sionistas asesinos- se hicieron evidentes los contornos de cualquier plan a largo plazo.

Mientras que, obviamente, se sigue matando a tantos civiles como sea posible, un documento de inteligencia filtrado -no ningún tipo de documento respaldado oficialmente, pero que claramente coincide con lo que los dirigentes israelíes están pensando- recomendó nada menos que la expulsión total de los 2,3 millones de palestinos de la Franja de Gaza a la península egipcia del Sinaí -su "traslado forzoso y permanente", según +972 Magazine, que publicó por primera vez una traducción al inglés del informe el 30 de octubre.

Como explicó +972 Magazine:

    El documento recomienda que Israel actúe para "evacuar a la población civil al Sinaí" durante la guerra; establecer ciudades de tiendas de campaña y más tarde ciudades más permanentes en el norte del Sinaí que absorban a la población expulsada; y luego crear "una zona estéril de varios kilómetros ... dentro de Egipto, e [impedir] el regreso de la población a las actividades/residencias cerca de la frontera con Israel." Al mismo tiempo, los gobiernos de todo el mundo, encabezados por Estados Unidos, deben movilizarse para poner en práctica la medida.

Abundando en algunos de estos puntos, Vice News señaló que el plan recomendaba que los dos millones de palestinos expulsados fueran "alojados en ciudades de tiendas de campaña y atendidos por un corredor humanitario antes de que se construyeran ciudades permanentes", y recomendaba también que "esta estrategia se presentara a la comunidad internacional como un enfoque humanitario para minimizar las víctimas civiles del asalto israelí a Gaza y se acompañara de un impulso para que los países árabes y occidentales acogieran también a los refugiados palestinos".

Sobre esta base, el borrado de la mayor parte posible de la infraestructura de Gaza, y los esfuerzos para obligar a la población a trasladarse al sur de la Franja de Gaza, todo tiene un sentido horrible, aunque nadie de los implicados parece tener idea de cómo, en la práctica, se puede persuadir al presidente de Egipto, Sisi, para que acepte a más de dos millones de palestinos expulsados, cuando se ha negado repetidamente a contemplar la posibilidad de hacerlo.

Como informó ayer Middle East Eye, sin embargo, según el sitio web israelí Ynet, "Israel está proponiendo condonar una parte significativa de las deudas internacionales de Egipto a través del Banco Mundial" para atraer al gobierno de Sisi, "actualmente sumido en una crisis de deuda", a aceptar el plan, con, aparentemente, sin tener ni idea ni preocuparse de cómo afectaría esto a los palestinos, para quienes una segunda Nakba -que significa "catástrofe" y se refiere al desplazamiento masivo y la desposesión de 750.000 palestinos en el momento de la fundación del Estado de Israel en 1948- es una idea intolerable.

Después de haber pasado 56 años en la Franja de Gaza, como refugiados de su tierra y sus antiguos hogares, que fueron tomados por Israel, y de haber pasado, además, los últimos 16 años en una "prisión al aire libre" bajo un bloqueo israelí permanente, es difícil imaginar que muchos de ellos estén dispuestos a ser desposeídos de nuevo.

Además, la manía de limpieza étnica de Israel -esta vez impulsada tanto por el ejército como por los colonos de extrema derecha- está creando un problema cada vez mayor en Cisjordania y Jerusalén Este, donde vive el resto de la población palestina. Como era de esperar, la violencia israelí -que nunca está lejos- ha aumentado enormemente desde el 7 de octubre, a pesar de que la excusa de Hamás no tiene peso aquí, ya que es la Autoridad Palestina, y no Hamás, la que ostenta el limitado poder político que hay en Cisjordania. A pesar de esta verdad incómoda, existe un temor muy real de que la violencia israelí en Cisjordania también aumente de forma incontrolable, ya que Occidente sigue dando luz verde a Israel para que cometa las atrocidades que quiera.

Para que esto se resuelva, algunos limpiadores étnicos del gobierno israelí deben estar esperando que Jordania pueda finalmente ser persuadida de acoger a todos los 3 millones de habitantes de Cisjordania, aunque eso, para ser francos, parece aún más improbable que el inviable plan del Sinaí.

Llamamiento a un alto el fuego inmediato

Como siempre, la solución a la crisis palestino-israelí no puede resolverse mediante la violencia sin fin -o, estoy seguro, mediante una segunda Nakba, y es importante señalar que, según el derecho internacional humanitario, el desplazamiento forzoso de toda una población es otro crimen de guerra que añadir a la ya asombrosa lista de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad de Israel. Es de esperar que los acontecimientos de las últimas semanas -tan vergonzosamente respaldados por Occidente- hayan revelado esta verdad, ya que la alternativa es siempre, de una forma u otra, genocida en su intención.

Estados Unidos y los demás partidarios de Israel en Occidente tienen que reconocerlo por fin y ejercer la presión que sin duda tienen para pedir un alto el fuego humanitario inmediato, el intercambio de rehenes y el establecimiento urgente de un nuevo proceso de paz, vigilado por la comunidad internacional.

Es una fantasía, lo sé, pero perdónenme por agarrarme a un clavo ardiendo mientras asisto impotente a un genocidio, y mientras concibo una animadversión implacable hacia todos los líderes políticos, expertos y supuestos intelectuales de Occidente que, de alguna manera, han respaldado o apoyado una máquina de matar de un salvajismo tan voraz que, durante las últimas tres semanas y media, ha estado matando a niños y bebés palestinos a razón de seis por hora, cada hora de cada día.

Eso nunca se perdonará, porque el genocidio nunca es excusable, y menos cuando sus instigadores y apologistas siguen manteniendo que son un caso especial, por encima de la ley, por encima de la moralidad y por encima incluso de las demostraciones más básicas de decencia humana fundamental.


 

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