En The Guardian: Fallos de inteligencia en Guantánamo
12 de marzo de 2009
Andy Worthington
Para Comment
is free, de The Guardian, "¿Quiénes son 'lo peor de lo peor'?" es
un artículo que escribí en respuesta a la noticia (aún no corroborada por una
fuente independiente) de que Abdullah Ghulam Rasoul, preso afgano liberado de
Guantánamo en diciembre de 2007, ha reaparecido como Mullah Abdullah Zakir,
líder talibán responsable de atentados con bombas colocadas al borde de las
carreteras en Afganistán.
Además de brindarme la oportunidad de mencionar la importante labor realizada por la Facultad de
Derecho de Seton Hall para desmentir la actual mitología del Pentágono sobre el
número de presos liberados de Guantánamo que han "vuelto a la
lucha","el artículo también me dio la oportunidad de preguntar por
qué se consideraba plausible que Guantánamo tuviera una tasa de reincidencia
cero (en comparación, por ejemplo, con la enorme tasa de reincidencia de los
presos violentos en el sistema penal), y también de preguntar por qué nadie
estaba examinando las razones de la aparente incapacidad del Pentágono para
averiguar a quién ha estado reteniendo en la prisión.
No abordé otra cuestión importante: si algunos del puñado de presos que han "vuelto a la
lucha" lo hicieron porque habían sido radicalizados por sus brutales
experiencias bajo custodia estadounidense. Y ello por dos razones concretas
(más allá del hecho de que no tenía espacio para hacerlo). La primera es que
creo que muy pocos de los prisioneros han sido transformados por sus
experiencias en hombres violentos. Considera extremadamente difícil convertir
en terroristas a hombres encarcelados injustamente que antes no tenían relación
alguna con el terrorismo, y también soy consciente de que la mayoría de los
presos de Guantánamo sobrevivieron a sus experiencias gracias a su fe.
La segunda razón es que, en el caso concreto de Rasoul, parece probable -ya que fue capturado en un coche
con un alto dirigente talibán, el mulá Mohammed Fazil, que sigue detenido en
Guantánamo- que fuera, en todo momento, un miembro comprometido de los
talibanes, aunque durante los interrogatorios afirmara que sólo era una figura
periférica. Sin embargo, también es importante señalar que la decisión de
liberarlo directamente no fue tomada por las autoridades estadounidenses, sino
por sus homólogos afganos. Como todos los presos afganos liberados de
Guantánamo desde agosto de 2007, Rasoul no fue puesto en libertad a su regreso
a Afganistán, sino que fue encarcelado en un ala de la prisión
Pol-i-Charki de Kabul (reformada por las autoridades estadounidenses en
virtud de un acuerdo que nunca se ha explicado adecuadamente) hasta que las
autoridades afganas decidieron ponerlo en libertad.
Tal vez, en otras circunstancias, habría sido retenido por Estados Unidos como prisionero de
guerra de acuerdo con las Convenciones de Ginebra (y ahora estaríamos
debatiendo cuánto tiempo pretende Estados Unidos seguir en guerra en un país
que tiene su propio gobierno electo desde octubre de 2004), pero tal y como
están las cosas, por supuesto, Guantánamo nunca fue un campo de prisioneros de guerra
y fue, en cambio, un lugar fuera de la ley, donde todo el mundo -ya fuera un
terrorista, un soldado de los talibanes o un civil capturado por error- era
retenido sin derechos y tratado de forma abominable.
Para consultar otros artículos que examinan otros errores cometidos por las autoridades
estadounidenses en la liberación de prisioneros -y otros ejemplos de propaganda
descarada por parte del Pentágono-, véase Si
la administración estadounidense se hubiera comportado con inteligencia, el ex
recluso de Guantánamo que se inmoló nunca habrían sido puestos en libertad
e Identificación
del ex terrorista suicida de Guantánamo desata la propaganda del Pentágono.
¿Quiénes son "lo peor de lo peor?”
12 de marzo de 2009
Andy Worthington
Las informaciones sensacionalistas sobre antiguos presos de Guantánamo que "vuelven al campo
de batalla" sugieren un fallo de los servicios de inteligencia
Según funcionarios estadounidenses y británicos, Abdullah Ghulam Rasoul, preso afgano liberado de
Guantánamo en diciembre de 2007, ha aparecido como líder talibán responsable de
atentados con bombas colocadas al borde de las carreteras contra las fuerzas
británicas. Aunque es posible que esto sea cierto -aunque hasta ahora no ha
habido ninguna confirmación independiente de que el hombre que se hace llamar
Mullah Abdullah Zakir sea efectivamente el ex preso 008-, las afirmaciones de
que esto supone "una posible complicación para los esfuerzos de la
administración Obama por cerrar la prisión" son en gran medida exageradas.
No es el primer caso de un ex prisionero que "vuelve
al campo de batalla", por supuesto, pero un debate honesto sobre la
importancia de estos prisioneros reincidentes se ha visto frustrado por el
sensacionalismo de los medios de comunicación, por la negativa del Pentágono a
respaldar sus afirmaciones habituales sobre el número de prisioneros que han
"vuelto a la lucha" y, quizás lo más importante, por la negativa de
cualquiera de las partes implicadas a examinar la situación en Guantánamo y a
preguntarse por qué el Pentágono parece tener tantas dificultades para saber a
quién ha estado reteniendo en la prisión.
En enero, cuando el Pentágono emitió un comunicado de prensa en el que anunciaba que 61 ex
prisioneros habían regresado al campo de batalla, los investigadores de la
Facultad de Derecho Seton Hall de Nueva Jersey, que han seguido de cerca los
pronunciamientos periódicos del Pentágono sobre los ex prisioneros,
respondieron señalando que el "DoD ha emitido cifras de 'reincidencia' 43
veces, y cada vez se han equivocado". El profesor Mark Denbeaux, del
Centro de Política e Investigación de la Facultad de Derecho, explicó:
"Cada vez que se les ha exigido que identifiquen a las partes, el DoD se
ha visto obligado a retractarse de sus identificaciones falsas y de sus
cifras". Y añadió: "Han contabilizado a personas como 'reincorporadas
a la lucha' por haber escrito un artículo de opinión en el New York Times
y por haber aparecido en un documental exhibido en el Festival de Cannes".
No se trata de negar que se haya liberado a hombres realmente peligrosos, pero cuando el Pentágono dio a
conocer las últimas cifras infundadas, incluso Robert Gates, el Secretario de
Defensa, se distanció de ellas, explicando que, de hecho, la tasa de reincidencia
era del "cuatro o cinco por ciento", aunque añadió que "ha
habido un repunte en los últimos meses". Teniendo en cuenta que el índice
de reincidencia de los delincuentes violentos en el sistema penitenciario
estadounidense ronda el 60%, y que países de todo el mundo liberan
sistemáticamente a los presos una vez cumplidas sus condenas, aunque muchos de
ellos vuelvan a cometer otros delitos violentos, el secretario de Defensa se
encargó de inyectar algo de cordura en el debate, preguntando implícitamente
por qué se consideraba plausible que Guantánamo tuviera un índice de
reincidencia cero.
Sin embargo, el principal problema del sensacionalismo que rodea las noticias sobre Abdullah Ghulam
Rasoul es que oculta algunas verdades incómodas sobre la propia Guantánamo. La
primera es que, aunque las autoridades estadounidenses pregonaban la prisión
como un lugar que albergaba "lo peor de lo peor", nunca supieron a
quién tenían en su poder, porque se habían asegurado a la mayoría de los
prisioneros mediante sustanciosos pagos de recompensas en Afganistán y
Pakistán, y porque se habían negado a examinar a ninguno de los prisioneros en
el momento de su captura según los tribunales competentes establecidos por las
convenciones de Ginebra. En plena arrogancia de la administración Bush, el asesor
jurídico del vicepresidente estadounidense Dick Cheney, David Addington,
impulsor de las maniobras extralegales de la administración, insistió en que el
presidente había designado a todos los prisioneros como "combatientes
enemigos" en el momento de su captura, sin utilizar prueba alguna, y que
no era necesario revisar el fundamento de esa decisión.
Los abogados y los activistas de derechos humanos han tardado muchos años en poder rebatir estas
injustificables afirmaciones en un tribunal, y mientras tanto las decisiones
sobre a quién liberar de Guantánamo se han basado principalmente no en nociones
de justicia ni en consideraciones sobre la amenaza que representan los presos,
sino en acuerdos diplomáticos con los países de origen de los presos. Las
demandas de repatriación de los hombres han surgido precisamente porque los
presos no estaban recluidos ni como sospechosos de delitos ni como prisioneros
de guerra, sino como "combatientes enemigos" sin derechos, y por
tanto podrían haberse evitado si la "guerra contra el terror" se
hubiera llevado a cabo de acuerdo con las leyes vigentes.
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