En The Guardian: ¿Cuándo se cerrará Guantánamo?
11 de enero de 2009
Andy Worthington
Para Comment
is free, de The Guardian, "¿Se cerrará algún día
Guantánamo?" es uno de los varios
artículos que he escrito con motivo del séptimo aniversario de la apertura de
la prisión de la administración Bush para la "Guerra contra el
Terror" en Guantánamo (Cuba), donde los 248 presos restantes -de un total
de 779- siguen recluidos ni como prisioneros de guerra, protegidos por los
Convenios de Ginebra, ni como sospechosos de delitos que serán juzgados en
tribunales federales.
En este artículo, examino lo que Barack Obama tendrá que hacer para cumplir su promesa de cerrar
Guantánamo, sugiero que el Reino Unido debe aceptar a los presos exculpados
para expiar su inquietante
complicidad en las entregas y torturas en la "Guerra contra el
Terror", y reflexiono, tristemente, sobre cómo las recientes noticias de
que 30 presos se han embarcado en una huelga de hambre para protestar por sus
condiciones de confinamiento son comprensibles tanto como grito de
desesperación como respuesta a la repatriación
en noviembre de Salim
Hamdan, chófer de Osama bin Laden que había sido condenado por proporcionar
apoyo material al terrorismo el verano pasado, pero que -a diferencia de los
presos supuestamente menos significativos detenidos sin cargos ni juicio- había
recibido una condena
sorprendentemente indulgente que llegó a su fin hace dos semanas.
¿Se cerrará algún día Guantánamo?
Andy Worthington
The Guardian
11 de enero de 2009
Siete años después, sin cargos y sin ningún indicio real de cierre, muchos de los presos de la cárcel están
en huelga de hambre
El 11 de enero es el séptimo aniversario de la prisión estadounidense de Guantánamo.
Las perspectivas para los 248 presos que siguen allí (de un total de 779) son
más positivas que hace un año, a pesar de que el 90% de ellos no han sido
acusados de ningún delito y están recluidos en condiciones de aislamiento más
gravosas que las que soportan los delincuentes convictos en el territorio
continental de Estados Unidos.
Aunque en los últimos 12 meses sólo se ha liberado a 30 presos, la elección de Barack Obama, que ha prometido
cerrar Guantánamo, prohibir la tortura y transferir los juicios por terrorismo
a los tribunales federales estadounidenses como parte de un esfuerzo por
recuperar la posición moral de Estados Unidos, indica que se vislumbra el final
del experimento penitenciario de la administración Bush, que ha sido
horriblemente novedoso.
Aun así, el equipo de transición de Obama se ha mostrado notoriamente hermético en lo que respecta a
la letra pequeña de la audaz promesa del presidente electo. Obama señaló
recientemente que cerraría la prisión en un plazo de dos años, pero aún no ha
explicado cómo piensa abordar los dos mayores obstáculos para el cierre de la prisión.
El primero de ellos consiste en encontrar un nuevo hogar para los cerca de 60 presos cuya
liberación ha sido autorizada tras múltiples juntas militares de revisión, pero
que no pueden ser repatriados debido a los tratados internacionales que impiden
la devolución de ciudadanos extranjeros a países donde corren el riesgo de ser torturados.
Los esfuerzos por persuadir a otros países para que ayuden aceptando a los presos exculpados han tenido
resultados desiguales hasta la fecha. Como expliqué
la semana pasada, el éxito de estas negociaciones puede depender de la voluntad
de Obama de aceptar en Estados Unidos a varios presos exculpados, aunque la
revelación del miércoles de que se ha pedido formalmente al gobierno británico
que acepte presos puede acelerar el proceso.
Los críticos
dentro del Reino Unido han insistido en que el cierre de Guantánamo no es
asunto británico, pero esto pasa por alto la realidad de la "relación
especial", por la que el Reino Unido ha estado más profundamente implicado
que ningún otro país en la guerra contra el terrorismo, haciendo la vista gorda
a los vuelos
de entrega a través del espacio aéreo británico y, muy posiblemente,
también haciendo la vista gorda al uso del territorio de Diego García, en el
océano Índico, para albergar una prisión secreta en alta mar.
Además, el gobierno británico ha participado en el intercambio de información de inteligencia con
Estados Unidos en una serie de casos de entrega y tortura profundamente
inquietantes, como los de los residentes británicos liberados Bisher al-Rawi y
Jamil El-Banna, que fueron capturados por la CIA en Gambia, y el residente
aún encarcelado Binyam
Mohamed. El verano pasado, en una revisión judicial del caso de Mohamed,
los jueces del Tribunal Superior británico dictaminaron que la participación
británica en la detención ilegal de Mohamed en Pakistán, y el posterior
intercambio de información de inteligencia entre Estados Unidos y Reino Unido,
mientras Mohamed permanecía incomunicado en un lugar desconocido, "fue mucho
más allá de la de un espectador o testigo de la presunta fechoría."
El segundo gran reto de Obama consiste en convocar a un órgano de expertos independientes para que
lleve a cabo una revisión sólida y escéptica de las alegaciones del gobierno
contra el resto de presos. Nadie duda de que haya individuos realmente
peligrosos en Guantánamo, pero los apologistas de la administración que han
revisado las alegaciones contra los presos -más recientemente, el Weekly
Standard y la Brookings Institution- han cometido el error de tomarlas al pie
de la letra.
Los apologistas han ignorado convenientemente un informe
del Comité de Servicios Armados del Senado, publicado en diciembre, que
establecía que el principal método de la administración para extraer
confesiones de los prisioneros consistía en técnicas de tortura chinas de
ingeniería inversa, enseñadas en las escuelas militares estadounidenses para
entrenar a los reclutas a resistirse a los interrogatorios en caso de ser
capturados. Estas técnicas no sólo son ilegales en virtud de los Convenios de
Ginebra, sino que también están diseñadas para obtener confesiones falsas.
Siete años es demasiado tiempo para que alguien permanezca detenido sin cargos ni juicio bajo ninguna
circunstancia, y lo último que se necesita ahora es que nuevas disputas hagan
descarrilar la liberación de la mayoría de estos hombres. Lo que hace que este
aniversario sea especialmente deprimente es la noticia de que 30 presos han
iniciado una
huelga de hambre para protestar por el hecho de que sigan encarcelados. Salim
Hamdan, chófer de Osama bin Laden, condenado
el verano pasado por apoyo material al terrorismo tras un juicio ante una
comisión militar en Guantánamo, fue repatriado
a Yemen en noviembre para cumplir el último mes de su condena.
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