El legado terrorista propuesto por Bush: una base legal para la guerra perpetua
01 de septiembre de 2008
Andy Worthington
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Justo cuando uno piensa que no puede haber más propuestas escandalosas por parte del actual
gobierno de pato cojo, y que todo se reduce a una carrera directa entre Barack
Obama, un hombre con un profundo respeto por el Estado de Derecho, y John
McCain, quien, me temo, puede permitir que los espíritus malignos de Dick
Cheney y David Addington mantengan su presencia en los pasillos del poder,
George W. Bush, el presidente menos popular de la historia, ha hecho un último
intento desesperado por asegurar su belicoso legado deslizando un pasaje
extraordinario en la legislación propuesta que trata sobre las apelaciones
legales presentadas por los prisioneros de Guantánamo a raíz de la sentencia
del Tribunal Supremo. Bush, el presidente menos popular de la historia, ha hecho
un último intento desesperado de asegurar su belicoso legado deslizando un
pasaje extraordinario en la legislación propuesta que trata de las apelaciones
legales presentadas por los prisioneros de Guantánamo a raíz de la sentencia
del Corte Supremo en el caso Boumediene
contra Bush.
Como lo describió Eric Lichtblau en el New York
Times, los asesores del Presidente, creyendo que "muchos
estadounidenses pueden haber olvidado" que "Estados Unidos sigue en
guerra contra Al Qaeda" -lo cual es un error fácil de cometer, dado que es
tan peligroso como engañoso calificar de "guerra" la resistencia a
pequeñas bandas de criminales terroristas- "quieren que el Congreso lo
diga" y que "reconozca de nuevo y explícitamente que esta nación
sigue inmersa en un conflicto armado con Al Qaeda, los talibanes y
organizaciones asociadas, que ya se han proclamado en guerra contra nosotros y
que se dedican a la matanza de estadounidenses."
Debo admitir que en realidad no puedo entender por qué los asesores del Presidente deberían
considerar este compromiso como especialmente importante, ya que la legislación
aprobada por el Congreso tras los atentados del 11-S -la
Autorización para el Uso de la Fuerza Militar, aprobada el 14 de septiembre
de 2001- nunca ha sido derogada, y establece, de forma inequívoca que "el
Presidente está autorizado a utilizar toda la fuerza necesaria y apropiada
contra aquellas naciones, organizaciones o personas que él determine que
planearon, autorizaron, cometieron o ayudaron a los ataques terroristas
ocurridos el 11 de septiembre de 2001, o que albergaron a dichas organizaciones
o personas, con el fin de prevenir cualquier acto futuro de terrorismo
internacional contra Estados Unidos por parte de dichas naciones,
organizaciones o personas."
Notoriamente, esta es la legislación que lanzó la toma de poder que es el principal legado de la
"Guerra contra el Terror" para el poder ejecutivo de los Estados
Unidos: la declaración de guerra abierta que permitió al Presidente y a sus
asesores iniciar dos guerras, socavar la Constitución estadounidense, hacer
trizas las Convenciones de Ginebra, desdeñar el habeas corpus, destrozar la
Carta de Derechos, desechar el Manual de Campo del Ejército, crear de la nada
un sistema de juicios espectáculo para terroristas, espiar impunemente a
ciudadanos estadounidenses y despreciar la Convención de la ONU contra la
Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes.
Por lo tanto, sólo puedo suponer que, como una especie de grotesca pareja de poder que renueva
ostentosamente sus votos matrimoniales, Bush, Cheney y Addington han presentado
esta legislación en un intento de renovar sus propios votos mortales de horror
interminable con el Congreso y el pueblo estadounidense. Miopes y arrogantes
hasta el final, presumiblemente interpretarán esto como un intento de apoyar a
John McCain y al Partido Republicano frente a un asalto a la seguridad nacional
por parte de los liberales retrógrados, mientras que todos los estadounidenses
lúcidos deberían verlo como lo que realmente es: otro intento cínico de
absolver a la administración de su vasto catálogo de crímenes de guerra
intentando una vez más engañar al público estadounidense de que son los
salvadores de Estados Unidos en lugar de un poder ejecutivo dictatorial, al
servicio únicamente de sus ansias de poder y de las arcas de sus aliados
corporativos manchados de sangre, y que como resultado exigen que el pueblo
estadounidense viva en un estado permanente de miedo paranoico y xenófobo.
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