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El juicio del 11-S en Guantánamo: La oscura farsa continúa


Los cinco presos de Guantánamo acusados de participar en los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001. De arriba abajo: Khalid Sheikh Mohammed, Ramzi bin al-Shibh, Mustafa al-Hawsawi, Ali Abd al-Aziz Ali (alias Ammar al-Baluchi) y Walid bin Attash.

Andy Worthington
Close Guantánamo
8 de julio de 2014

Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar 25 de septiembre de 2023

En dos artículos, éste y otro que publicaré próximamente, ofreceré información actualizada sobre las comisiones militares de Guantánamo, el sistema de juicios que la administración Bush sacó de los libros de historia de Estados Unidos en noviembre de 2001 con la intención de juzgar, condenar y ejecutar a presuntos terroristas sin las garantías que ofrecen los juicios ante tribunales federales y sin las prohibiciones habituales contra el uso de información obtenida mediante tortura.

Notoriamente, la primera versión de las comisiones resucitada por la administración Bush se vino abajo en junio de 2006, cuando, en el caso Hamdan v. Rumsfeld, el Corte Supremo dictaminó que el sistema de comisiones carecía de "facultades para proceder porque sus estructuras y procedimientos violan tanto el Código Uniforme de Justicia Militar como los cuatro Convenios de Ginebra firmados en 1949".

No obstante, el Congreso reactivó posteriormente las comisiones, en otoño de 2006, y, aunque el Presidente Obama las suspendió brevemente cuando tomó posesión de su cargo en 2009, el Congreso las reactivó por segunda vez en otoño de 2009.

A pesar de ello, sólo se han resuelto ocho casos desde que comenzó la "guerra contra el terror": tres bajo el mandato de George W. Bush (David Hicks en marzo de 2007, Salim Hamdan en agosto de 2008 y Ali Hamza al-Bahlul en noviembre de 2008) y cinco bajo el de Barack Obama (Ibrahim al-Qosi en julio de 2010, Omar Khadr en octubre de 2010, Noor Uthman Muhammed en febrero de 2011, Majid Khan en febrero de 2012 y Ahmed al-Darbi en febrero de 2014). De los ocho, en seis se llegó a un acuerdo de culpabilidad, y la credibilidad que tenían las comisiones se hizo añicos cuando las dos únicas condenas que implicaban juicios reales -las de Salim Hamdan y Ali Hamza al-Bahlul- fueron anuladas en apelación en octubre de 2012 y enero de 2013 sobre la base de que los crímenes de guerra por los que fueron condenados no estaban reconocidos internacionalmente y habían sido inventados por el Congreso. Puede encontrarse más información sobre todos estos casos en un artículo que elaboré en marzo, titulado "La lista completa de presos acusados en las comisiones militares de Guantánamo."

El gobierno apeló en el caso de Ali Hamza al-Bahlul, y el pasado mes de octubre se celebró una vista, aunque el tribunal aún no se ha pronunciado. Sin embargo, las sentencias Hamdan y al-Bahlul ya han hecho que el gobierno abandone sus planes de seguir adelante con otros juicios distintos de los que se están celebrando actualmente: el de Khalid Sheikh Mohammed y otros cuatro hombres acusados de participar en los atentados del 11-S; el de Abd al-Rahim al-Nashiri, acusado de planear el ataque contra el USS Cole en 2000; y el de Abd al-Hadi al-Iraqi, uno de los últimos hombres en llegar a Guantánamo, en abril de 2007.

Todos estos hombres estuvieron recluidos en "sitios negros" de la CIA antes de su traslado a Guantánamo, donde, como expliqué en mi última actualización sobre las comisiones en marzo, "fueron sometidos a tortura, lo que, por supuesto, hace improbable un juicio justo y abierto, y ha dado lugar a un prolongado juego del gato y el ratón, ya que el gobierno intenta suprimir toda mención a la tortura, mientras que los equipos de defensa tratan de sacarla a la luz."

En este artículo, ofreceré información actualizada sobre el juicio del 11-S, y en un segundo artículo que aparecerá a continuación examinaré la evolución del caso de Abd al-Rahim al-Nashiri y la comparecencia de Abd al-Hadi al-Iraqi.

Las vistas suelen celebrarse cada tres meses aproximadamente, y en 2013 los abogados defensores en el juicio del 11-S dedicaron gran parte de su tiempo a impugnar una orden de protección, dictada en diciembre de 2012 por el juez jefe de las comisiones, el coronel James L. Pohl, por la que se aceptaban las peticiones de los fiscales de que el material facilitado a la defensa (a través del proceso conocido como "descubrimiento") se sometiera a una orden de protección, porque "contiene información que, si se difunde sin autorización, podría suponer una amenaza para la seguridad pública y la seguridad nacional y podría implicar los intereses de privacidad del acusado y de terceros."

Como ya expliqué en octubre de 2013:

    [L]os abogados de los presos argumentan que la orden de protección viola la Convención contra la Tortura de la ONU, específicamente a través de la aceptación del juez Pohl, como dijo Katherine Hawkins [abogada e investigadora], de que "las "observaciones y experiencias" de tortura de los acusados en los sitios negros de la CIA son clasificadas." Los abogados de los hombres señalan que la prohibición "viola el requisito de la Convención contra la Tortura de que las víctimas de tortura tengan 'derecho a quejarse' ante las autoridades de los países donde son torturadas, y convierte a la comisión en 'cómplice en la ocultación de pruebas de crímenes de guerra'".

En diciembre, en la última vista del año, Ramzi bin al-Shibh, uno de los cinco presuntos co-conspiradores del 11-S, "fue expulsado dos veces de la sala por interrupciones: en la primera ocasión gritó: '¡Esto es tortura! Tenéis que parar la privación de sueño y los ruidos'", como expliqué en un artículo en marzo. Y añadí: "Esto llevó a cuestionar su competencia mental, pero no se habían abordado hasta el 31 de enero de este año, porque se negó a hablar con una junta de salud mental cuyos miembros dijeron al juez que, por tanto, no sabían si era apto para ser juzgado". Como consecuencia, el juez Pohl se vio obligado a aplazar la siguiente ronda de vistas, prevista para febrero, y éstas no se celebraron hasta abril, cuando la competencia de bin al-Shibh volvió a estar bajo escrutinio.

El extraño caso de la investigación del FBI sobre el equipo de defensa del 11-S

Sin embargo, el estado mental de bin al-Shibh se vio eclipsado casi de inmediato por lo que parecía ser un nuevo escándalo, cuando, el 14 de abril, los abogados de la defensa "acusaron al FBI en audiencia pública de intentar convertir a un agente de seguridad del equipo de la defensa en un informador secreto", como lo describió el Miami Herald, lo que llevó al juez Pohl a pedir inmediatamente un receso.

Jim Harrington, abogado defensor civil de bin al-Shibh, declaró que dos agentes del FBI habían visitado el domicilio del oficial de seguridad de defensa de su equipo, en busca de información sobre quién había facilitado a los medios de comunicación una declaración realizada por Khalid Sheikh Mohammed que había salido a la luz en enero.

Los Oficiales de Seguridad de Defensa, que trabajan para contratistas externos, "tienen habilitaciones de seguridad Top Secret", según el Miami Herald, y se les asigna la misión de "orientar a los miembros del equipo, tanto abogados como analistas, sobre qué información debe ocultarse en los expedientes judiciales y qué información puede divulgarse sin clasificar".

Jim Harrington señaló que, cuando el FBI se puso en contacto con él, el oficial de seguridad de Defensa -que, según dijo, había sido suspendido posteriormente del caso- fue obligado a "firmar un acuerdo de no-divulgación que parecía involucrarle en una relación continua de informante."

En una moción de emergencia de la defensa, los abogados declararon: "Aparentemente, como parte de su estrategia de litigio, el gobierno ha creado lo que parece ser una relación de informante confidencial con un miembro del equipo de defensa del Sr. bin al Shibh, y le ha interrogado sobre las actividades de todos los equipos de defensa. Las implicaciones de esta intrusión en el campo de la defensa son asombrosas. La implicación más inmediata, sin embargo, es que todos los equipos de defensa tienen un potencial conflicto de intereses entre su lealtad a sus clientes y su interés en demostrar su inocencia a los investigadores del FBI."

El 15 de abril, el juez Pohl, dejando de lado la cuestión de la competencia de bin al-Shibh al afirmar que era "competente hasta que alguien argumentara lo contrario" (en palabras del Miami Herald), "ordenó a todos los que trabajaban para los equipos de defensa del 11-S que notificaran a su abogado principal si las agencias gubernamentales estadounidenses, incluido el FBI, se habían puesto en contacto con ellos", y "también solicitó una propuesta de los abogados defensores sobre qué pruebas debía reunir, a qué personas debía interrogar". Cuando se le preguntó si estaba al corriente de la investigación, el fiscal jefe, el general de brigada del ejército Mark Martins, dijo: "No, no lo estábamos".

Extrañamente, resultó que la declaración de KSM ni siquiera se consideraba una prueba del caso, y había sido declarada no clasificada por la CIA, aunque una presentación de emergencia de la fiscalía a finales de febrero reveló que "los fiscales trataron dos copias como pruebas judiciales después de que los abogados de la defensa les entregaran el documento" en diciembre.

El 17 de abril, el general de brigada Martins anunció que el abogado del Departamento de Justicia Fernando Campoamor-Sánchez había sido nombrado asesor especial del proceso, y se le dio de plazo hasta el 21 de abril "para explicar al juez, en una 'presentación completa de los hechos', lo que [había] podido descubrir sobre lo que el FBI [estaba] haciendo."

Por su parte, el juez Pohl reconoció lo que parecía ser una investigación del FBI. "Ahora mismo", dijo, "parece por el estado del expediente actual" que "hay algún tipo de investigación del FBI sobre el equipo del señor Mohammad".

El 21 de abril, Campoamor-Sánchez confirmó que el FBI estaba llevando a cabo una investigación relacionada con el juicio del 11-S, pero sin relación con la publicación de la declaración de KSM. En una presentación de nueve páginas ante el tribunal, escribió, como lo describió el Miami Herald, que el gobierno "mantuvo específicamente a los fiscales del juicio del 11-S en la oscuridad" sobre lo que describió como una "investigación preliminar".

El 21 de abril, Campoamor-Sánchez confirmó que el FBI estaba llevando a cabo una investigación relacionada con el juicio del 11-S, pero sin relación con la publicación de la declaración de KSM. En una presentación de nueve páginas ante el tribunal, escribió, como lo describió el Miami Herald, que el gobierno "mantuvo específicamente a los fiscales del juicio del 11-S en la oscuridad" sobre lo que describió como una "investigación preliminar".

El Herald añadió que la presentación "no aclara qué está investigando el FBI". En su lugar, Campoamor-Sánchez declaró que había entregado al juez "un segundo documento clasificado" en el que describía "la naturaleza de la investigación preliminar real del FBI que se está llevando a cabo". Añadió que cualquier divulgación más amplia "pondría en peligro una investigación criminal en curso del FBI", y explicó en una nota a pie de página que el desencadenante de una investigación preliminar era "[c]ualquier "alegación o información" indicativa de una posible actividad criminal o de amenazas a la seguridad nacional."

Campoamor-Sánchez solicitó al juez Pohl un plazo adicional de 30 días para obtener más información sobre la investigación, y el juez accedió y aplazó el procedimiento hasta junio. Cuando el tribunal volvió a reunirse el 16 de junio, Campoamor-Sánchez afirmó con seguridad que "no hay ningún informante o topo en el bando de la defensa", y añadió que la actividad del FBI "no creaba ningún conflicto de intereses porque los agentes no estaban investigando a los abogados defensores, sino sólo interrogando a su personal de apoyo". También afirmó que los abogados de la defensa "deberían confiar en el argumento de la acusación, respaldado por una declaración jurada del FBI, de que la investigación que inició la controversia al interrogar a miembros del equipo de la defensa estaba cerrada."

Los abogados defensores no estaban del todo tranquilos. "Tengo un temor razonable. Estoy ajustando mis velas. Estoy recortando mis velas", dijo al juez David Nevin, uno de los abogados de Khalid Sheikh Mohammed. Los abogados explicaron que habían descubierto cuatro episodios distintos de interrogatorios del FBI a miembros del personal, en el marco de dos investigaciones que ahora se les pedía que creyeran cerradas, aunque sólo se habían enterado de ellas porque el hombre interrogado en abril, Dante James, especialista en clasificación del equipo de Bin al-Shibh, se lo había contado. Los otros, como explicaba el Miami Herald, eran "un lingüista del equipo del presunto cerebro, Khalid Sheik[h] Mohammed, en enero de 2013" y, en noviembre, "dos ex agentes de las fuerzas federales del orden que trabajaban como investigadores civiles" en los equipos de Ramzi bin al-Shibh y Mustafa al-Hawsawi.

Aunque la mayoría de los abogados defensores dijeron al juez Pohl que el descubrimiento de la investigación del FBI había creado "sospechas e incertidumbre en los equipos de defensa del 11-S", un abogado, Walter Ruiz, dijo que no había encontrado ningún conflicto de intereses. Ruiz representa a Mustafa al-Hawsawi, un saudí capturado con KSM en Pakistán en marzo de 2003, acusado de proporcionar ayuda financiera y organizar los viajes de algunos de los secuestradores del 11-S, y explicó que, aunque uno de los dos investigadores civiles interrogados por el FBI era su investigador civil, Thomas Gilhool, "había hablado de lo que había hecho el FBI tanto con Gilhool como con Hawsawi y había llegado a la conclusión de que, por su parte, no existía ningún conflicto de intereses."

Además, él y su cliente buscaban un juicio separado porque a al-Hawsawi "no le interesan más retrasos". Ruiz dijo que un juicio separado "le permitiría litigar más rápidamente varias cuestiones", en particular las condiciones en el Campo 7, donde están recluidos los "detenidos de alto valor". Lo calificó de "pseudoaislamiento, que en detenciones de larga duración a veces se considera tortura". También criticó la falta de contacto familiar y lo que describió como la inadecuada provisión de instalaciones religiosas, y calificó la forma en que los hombres han sido retenidos de "tremendamente vergonzosa para nuestras fuerzas armadas."

¿Cuál será el impacto del informe del Senado sobre la tortura en el juicio del 11-S?

Aunque las circunstancias en las que se descubrió la investigación del FBI arrojaron otra sombra sobre la credibilidad de las comisiones, además de proporcionar otro retraso de muchos meses en las aparentemente interminables audiencias previas al juicio, no fue el único problema que salió a la luz en los últimos meses.

El 2 de abril, James Connell, uno de los abogados de Ali Abd al-Aziz Ali (alias Ammar al-Baluchi), uno de los cinco presuntos co-conspiradores del 11-S, estaba "intentando conseguir una copia del informe secreto del Senado sobre los interrogatorios de la CIA que ha provocado una amarga ruptura entre la agencia y el Congreso", como lo describió el Miami Herald. Connell explicó que "el informe y los documentos relacionados contienen información sobre la tortura de su cliente". El informe de 6.300 páginas, encargado por el Comité de Inteligencia del Senado, tardó cuatro años en completarse y fue entregado al comité en diciembre de 2012, pero aún no ha sido publicado, ya que todas las partes implicadas -y en particular la CIA- discuten sobre qué parte del mismo debe permanecer clasificada.

Los esfuerzos de Connell no han dado resultado hasta ahora, pero el 22 de mayo el Miami Herald informó de que su interés por el informe sobre torturas, y sus repercusiones para el juicio del 11-S, era compartidas por el senador Carl Levin (demócrata de Michigan), presidente del poderoso Comité de Servicios Armados del Senado, y la senadora Dianne Feinstein (demócrata de California), presidenta del Comité de Inteligencia del Senado.

En una carta al presidente Obama, fechada el 6 de enero, escribieron: "Le escribimos para instarle a que dirija todas las acciones apropiadas para abordar el actual retraso en el juicio ante la comisión militar de Khalid Shaykh Mohammad [sic] (KSM) y otros cuatro detenidos procesados en Guantánamo en relación con los atentados terroristas del 11-S". Y añadieron: "Gran parte del retraso está relacionado con la continua clasificación de la información relativa al ya desaparecido Programa de Interrogatorios de Detenidos de la CIA."

Como trataré en detalle en mi segundo artículo, de próxima publicación, en el que ofrezco información actualizada sobre las comisiones militares, el 17 de abril el juez Pohl ordenó a la CIA que facilitara detalles de la detención en el "sitio negro" - "nombres, fechas y lugares"- a los abogados de Abd al-Rahim al-Nashiri. El juez explicó que los abogados "tienen derecho a la información para preparar la defensa de Nashiri". Los abogados de Khalid Sheikh Mohammed han pedido al juez Pohl que haga lo mismo en el caso de su cliente, pero los avances son lentos, ya que la CIA sigue resistiéndose a la orden del juez Pohl en el caso de al-Nashiri.

Sin embargo, los senadores Levin y Feinstein se hicieron eco de las preocupaciones de los abogados en su carta. Levin y Feinstein en su carta, en la que afirmaban que era urgente que se desclasificara la información pertinente, porque "el retraso está socavando aún más la reputación de las comisiones militares ante la opinión pública estadounidense y ante nuestros amigos y aliados en el extranjero". Y añadían: "La continua clasificación de la información también interfiere en los esfuerzos de nuestro país, largamente aplazados pero importantes, por sacar a la luz pública el equivocado programa de la CIA al que usted puso fin acertadamente hace casi cinco años."

Los senadores también dijeron que si la administración no resolvía estas cuestiones, el juicio del 11-S debería trasladarse a un tribunal federal, donde, por supuesto, se suponía que iba a tener lugar, tras un anuncio del fiscal general Eric Holder en noviembre de 2009, hasta que los críticos iniciaron una reacción violenta y el presidente Obama dio marcha atrás.

En una carta fechada el 10 de febrero, la asesora de la Casa Blanca, Kathryn Ruemmler, respondió afirmando que el presidente Obama comparte el compromiso de los senadores de "facilitar el enjuiciamiento de los acusados en relación con los atentados del 11-S", pero añadió que "las decisiones de desclasificación, incluso con respecto a programas de legado histórico, se basan en hechos y deben tomarse con la máxima sensibilidad hacia nuestra seguridad nacional."

Ruemmler también señaló que el presidente y el director de la CIA, John Brennan, "se han comprometido a trabajar con ustedes y con otros miembros de sus respectivos comités para garantizar que la información relativa al programa RDI [entrega, detención e interrogatorio] sea desclasificada, en consonancia con nuestros intereses de seguridad nacional."

Acertadamente, creo, el Miami Herald describió la carta Levin-Feinstein como "el último giro en lo que ha estallado en una extraordinaria batalla entre bastidores entre la CIA y sus supervisores en el Congreso sobre la investigación de 40 millones de dólares del Comité de Inteligencia del Senado sobre el programa de interrogatorios", aunque la cuidadosa respuesta de la Casa Blanca sólo mostró que los frenos siguen puestos respecto a la eventual publicación del informe.

Y mientras tanto, en Guantánamo, la justicia, en los casos de Khalid Sheikh Mohammed y los otros cuatro hombres acusados de participar en los atentados del 11-S, parece tan esquiva como siempre.


 

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