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Desde Guantánamo, el huelguista de hambre, Abdelhadi Faraj describe la agonía de la alimentación forzada

Andy Worthington | 18 de julio de 2013

Traducido del inglés por El Mundo No Puede Esperar 26 de julio de 2013

“Durante los años de Bush, las soluciones parecían posibles. Bajo el gobierno de Obama, parece que no hay voluntad de resolver el problema”.

Aunque he estado muy ocupado durante los últimos meses con un número constante de artículos sobre Guantánamo y la actual huelga de hambre, no he podido hacer un seguimiento de todo lo que se ha puesto a disposición hasta ahora. En cuanto a la publicidad, ha habido una mejora en los años anteriores a la huelga de hambre que recordaban a los medios de comunicación del mundo sobre la existencia actual de la prisión, cuando historias sobre Guantánamo disminuyeron rotundamente, y todos los involucrados en la campaña para cerrar la prisión y para representar a los hombres aun retenidos allí se estaba convirtiendo, creo que es justo decir, en un tarea desanimada y exhaustiva.

Sin embargo, es también profundamente deprimente que haya sido necesaria una huelga de hambre de toda la prisión para hacer que a la gente se dé cuenta de la injusticia permanente que existe en Guantánamo, donde 86 hombres que deben ser liberados siguen retenidos (liberados en enero de 2010 por parte de las Fuerzas de Tareas Conjunta de Guantánamo), y otros 80 que en su mayor parte, son detenidos indefinidamente sin cargos ni juicio. Y es deprimente ver que, a pesar de hacer un discurso poderoso ocho semanas atrás, y prometer reanudar con la liberación de presos, el Presidente Obama ha ahora fracasado en liberar a alguien.

Con el Ramadán en curso, ha sido una leve caída en el número total de prisioneros en la huelga de hambre — 80, según el ejército de los Estados Unidos, de 106, aunque ha habido un ligero aumento en el número de prisioneros que han sido alimentados a la fuerza — de 45 a 46.

Ayer, un juez rechazó una petición presentada en nombre de tres prisionerosShaker Aamer, el último residente británico y Ahmed Belbacha y Nabil Hadjarab, dos argelinos — pidiendo al tribunal que ordene al gobierno detener la alimentación forzada, y la toma de medicamentos sin su consentimiento, una petición por parte de otro prisionero, Abu Wael Dhiab, un sirio, fue rechazada también la semana pasada. Los cuatro huelguitas de hambre, junto con otros 86 hombres deberían haber sido liberados pero aún están detenidos.

En la sentencia de la semana pasada, la jueza Gladys Kessler (designada por Bill Clinton) no parecía estar completamente feliz, cuando los jueces en el Tribunal de Apelaciones ataron sus manos con respecto a la jurisdicción sobre los prisioneros, debido al fallo anterior en el 2009. También reconoció que las autoridades médicas describen la alimentación forzada como tortura e insistió al decir que el Presidente Obama tiene la autoridad y poder para tratar con la huelga de hambre y la alimentación forzada, como comandante en jefe.

Ayer, sin embargo, la jueza Rosemary Collyer (designada por Bush) no tenía ningún interés en criticar a nadie más que a los presos y a sus abogados. En su opinión, escribió que, aunque los presos habían formulado su movimiento con la intención de detener la alimentación forzada, su "verdadera queja es que Estados Unidos no les permitía cometer suicidio a causa del hambre". Agregó, "el derecho al debido proceso bajo la quinta y decimocuarta enmienda no incluyen el derecho a cometer suicidio ni el derecho a la asistencia para hacerlo." También escribió que “no hubo nada tan impactante o inhumano en el tratamiento" como para considerarse una preocupación constitucional.

En respuesta, Jon Eisenberg, uno de los abogados de los presos, dijo que la jueza Collyer estaba equivocada al afirmar que los prisioneros estaban "exigiendo el derecho a suicidarse," como lo describe la Associated Press.

"Ella ha malinterpretado el propósito de la huelga de hambre. No es para cometer suicidio, es para protestar en contra de la detención indefinida", dijo Eisenberg, agregando que la opinión de la jueza con respecto a la alimentación forzada — la cual negó ser "inhumana"— no fue respaldada por los expertos. "Los defensores de los derechos humanos, la ética médica y los líderes religiosos dicen lo contrario," dijo el abogado.

La sentencia de la jueza Collyer — y su actitud desdeñosa hacia la alimentación forzada — me recordó a una carta escrita por Abdelhadi Faraj (aka Abdulhadi Faraj), otro prisionero sirio, que fue publicada hace dos semanas en el Huffington Post. Sr. Faraj (originalmente identificado por las autoridades como Abu Omar al-Hamawe) es uno de los 86 hombres que debería estar libre pero todavía esta detenido y que necesitan un nuevo hogar debido a la peligrosa situación en Siria. Además, es uno de los cuatro hombres que fueron capturados juntos, quienes debería haber sido ya liberados, aunque solo uno fue puesto en libertad — un hombre llamado Maasoum Mouhammed, quien fue provisto de un nuevo hogar en Bulgaria en mayo de 2010. Él también es uno de los huelguistas de hambre y, además, es uno de los 46 hombres que alimentan a la fuerza.

La carta, con sus descripciones desgarradoras de alimentación forzada y de abuso por parte de algunos militares fue traducida del árabe por el abogado de Abdelhadi Faraj, Ramzi Kassem, y la publico nuevamente para aquellos que no tuvieron la posibilidad de leerla anteriormente.

Una carta de Guantánamo
Por Abdelhadi Faraj, Huffington Post, 02 de julio de 2013

Este es mi llamado al mundo exterior, detrás de estos barrotes oxidados, en esta celda monstruosa. ¿Sabe el mundo lo que está sucediendo en esta prisión?

A pesar de los largos años en que los prisioneros han permanecido en este lugar desde el 2002 y hasta 2013, el gobierno estadounidense no parece estar interesado en resolver el problema. Los últimos meses han sido una de las etapas más duras vividas por los prisioneros aquí. Durante los años de Bush, las soluciones parecían posibles. Bajo el gobierno de Obama, parece que no hay voluntad de resolver el problema.

Alguna vez viví en comunidad con los demás prisioneros en Camp Six. Ahora estamos todos en régimen de aislamiento, con sólo dos horas de recreo al día. Algunos presos están demasiado débiles y enfermos como para salir de sus celdas, como consecuencia de la huelga de hambre y la reacción de los militares de EE.UU. a la misma.

Los militares aquí han utilizado la fuerza bruta contra nosotros. Nos han golpeado y utilizado balas de goma y gases lacrimógenos. Se nos ha confiscado todo de nuestras celdas; desde cepillos de dientes, hasta las mantas y libros. Nos han confinado en celdas sin ventanas, frías, fuera del alcance de los rayos del sol o de una brisa fresca. A veces, ni siquiera sabemos si es de día o de noche.

No es raro que los guardias de la prisión nos inspeccionen hasta diez veces en un solo día nuestras partes genitales y el recto.

Me veo obligado, todos los días, a sentarme en una silla de inmovilización, con los brazos, las piernas y el pecho atados fuertemente. Guardias corpulentos sujetan mi cabeza con las dos manos. Siento que me aplastan el cráneo. Entonces, los llamados enfermeros me introducen violentamente una sonda gruesa por la nariz. La sangre suele correr. Los enfermeros introducen la solución de alimentación máxima. No tengo palabras para describir el dolor que me causa.

Hace poco tiempo, un enfermero me arrancó brutalmente la vía de alimentación forzada, la arrojó sobre mi hombro y salió de la celda dejándome atado a la silla. Más tarde, el enfermero regresó a la celda, recuperó la sonda y la insertó de nuevo en mi nariz. Le pedí que la limpiara, pero él se negó.

Más tarde, cuando quise quejarme con otro enfermero sobre el incidente, me amenazó con introducir la sonda por el trasero si no suspendía mi huelga de hambre.

Y cuando traté de llevar el asunto ante un oficial médico, me dijo que me sujetarían a la cama y me harían orinar a través de un catéter introducido en mi pene si insistía en mantener mi protesta pacífica.

Llegué a pensar que yo era el único que lidiaba con el dolor severo de articulaciones, con una memoria debilitada, con dificultades para concentrarme como resultado de todo esto. Pero he descubierto que muchos de los huelguistas padecen los mismos síntomas. Sin darse cuenta, algunos incluso hablan consigo mismos cuando están solos.

Sabemos que hay protestas pacíficas en solidaridad con nuestra situación en muchos países. Incluso en los propios Estados Unidos, hay protestas para exigir que el gobierno de EE.UU. cierre esta prisión que ha perjudicado la reputación de Estados Unidos. Y la crítica internacional aumenta todos los días.

Nosotros, los huelguistas continuaremos exigiendo nuestros derechos. El presidente Obama podría comenzar liberando a quienes ya habían calificado para ello desde hace años y, acto seguido, por los presos que siguen sin ser acusados de ningún delito después de once años de cautiverio.

A pesar de las dificultades, las condiciones difíciles y los desafíos creados por el gobierno de EE.UU., los que estamos en huelga de hambre seguiremos protestando hasta que se cumplan nuestras demandas de justicia.

Andy Worthington es un periodista independiente, activista, autor, fotógrafo y cineasta. Este artículo apareció originalmente en su página web.


 

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