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Continúa el genocidio en Gaza, que pone al descubierto la depravación sin fin de Israel y la continua complicidad criminal de Occidente

3 de diciembre de 2023
Andy Worthington


Secuelas de un bombardeo israelí en Tall az-Zaatar, en el norte de Gaza, el domingo 3 de diciembre de 2023 (Foto: Fadi Alwhidi/Anadolu).

Durante 47 días, del 8 de octubre al 23 de noviembre, el Estado de Israel bombardeó sin tregua a los 2,3 millones de civiles atrapados en la Franja de Gaza -sujetada a "una prisión al aire libre" desde 2007, cuando Israel impuso un bloqueo total a sus habitantes- con tal ferocidad que 20.031 personas murieron, entre ellas 8.176 niños y 4.112 mujeres, según la ONG Euro-Med Human Rights Monitor, con sede en Ginebra. La ONG también señaló que más de 36.350 personas habían resultado heridas -muchas de gravedad- y que 1,7 millones de personas, casi tres cuartas partes de toda la población, habían sido desplazadas, ya que casi un cuarto de millón de viviendas quedaron total o parcialmente destruidas.

Para dar una necesaria perspectiva a esas estadísticas, lo que significaba era que, durante 47 días, Israel había matado a 174 niños cada día: siete niños cada hora, o uno cada ocho minutos y medio. Para entender lo grotesco y sin precedentes que es el asesinato de niños a esta escala, el 7 de noviembre Al Jazeera analizó las tasas de mortalidad infantil en otros grandes conflictos del siglo XXI -en Afganistán, Irak, Siria, Ucrania y Yemen- estableciendo que la tasa de mortalidad infantil en esos conflictos era de entre 0,6 y tres niños al día.

Se trataba de un bombardeo en alfombra a escala industrial, con algunas de las bombas más pesadas y mortíferas jamás inventadas por los depravados que trabajan en la industria armamentística, muchas de las cuales fueron suministradas por Estados Unidos, y sin embargo, a pesar de que los expertos internacionales reconocieron casi de inmediato que se trataba del castigo colectivo de toda una población civil, en respuesta a los ataques perpetrados por militantes de Hamás el 7 de octubre, en los que, según los informes iniciales, habían muerto 1.400 israelíes (una cifra revisada más recientemente a la baja a 1.200), los líderes occidentales se mostraron unidos en su apoyo acrítico al "derecho a defenderse" sin reservas de Israel."

Al parecer, ni siquiera les perturbó ligeramente el lenguaje utilizado por los dirigentes israelíes, cuando, por ejemplo, el presidente de Israel, Isaac Herzog, respaldó plenamente el castigo colectivo de toda la población de Gaza, declarando: "Es toda una nación la responsable. No es cierta esta retórica de que los civiles no son conscientes, no están implicados, no es en absoluto cierta" - o por las implicaciones del "asedio total" implementado por el ministro de defensa israelí Yoav Gallant el 8 de octubre, cuando declaró, sin ambigüedades: "He ordenado un asedio total a la Franja de Gaza. No habrá electricidad, ni alimentos, ni combustible, todo está cerrado", y añadió, ominosamente: "Estamos luchando contra animales humanos y actuaremos en consecuencia".

Temor a un genocidio

En la segunda semana, el apoyo incondicional de Occidente no había disminuido, a pesar de que sólo el número de niños muertos había superado el millar, y en la tercera, cuando empezaron a notarse los efectos del "asedio total", los expertos de la ONU advirtieron de que "privar a 2,2 millones de personas de alimentos esenciales, combustible, agua, electricidad y medicinas" era "una violación del derecho internacional humanitario". Los expertos también condenaron las exigencias de Israel de que toda la población del norte de Gaza se trasladara al sur como "una violación del derecho internacional humanitario y penal", señalaron que el castigo colectivo estaba "absolutamente prohibido por el derecho internacional y equivale a un crimen de guerra" y, en su crítica más enérgica, denunciaron "una campaña continua de Israel que da lugar a crimen de lesa humanidad en Gaza", y advirtieron del "riesgo de genocidio contra el pueblo palestino".

A principios de noviembre, la idea de que se trataba realmente de un genocidio (que ya había mencionado en mi primer artículo sobre la "guerra" el 11 de octubre) había empezado a tomar fuerza. El 28 de octubre, Craig Mokhiber, director de la Oficina en Nueva York del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, lo calificó como "un caso de genocidio de libro de texto" en una extraordinaria carta de dimisión, en la que lamentaba que la ONU hubiera "fracasado persistentemente en nuestro deber de cumplir los imperativos de prevención de atrocidades masivas, de protección de los vulnerables y de rendición de cuentas de los autores", con especial referencia a "las sucesivas oleadas de asesinatos y persecuciones contra los palestinos a lo largo de toda la vida de la ONU".

Hice un seguimiento el 1 de noviembre, cuando el número de muertos en Gaza superó al de la masacre de Srebrenica en Bosnia en 1995, que The Guardian, en 2020, describió como "la única masacre en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial que ha sido calificada de genocidio", y el 8 de noviembre explicó con más detalle cómo "el genocidio es una demostración única del mal, de la eliminación de toda decencia humana en la búsqueda decidida, por parte de un grupo de personas, de la aniquilación de otro", señalando cómo la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de 1948, el primer tratado de derechos humanos aprobado unánimemente por la Asamblea General de las Naciones Unidas, afirma sin ambigüedades que el genocidio implica "la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso" mediante medidas que incluyen "matar a miembros del grupo" (generalmente mediante matanzas masivas), "causar graves daños físicos o mentales a miembros del grupo" e "infligir deliberadamente al grupo condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física total o parcial", todo lo cual estaba -y sigue estando- claramente ocurriendo en Gaza.

Sin embargo, mientras los líderes occidentales -sin duda asesorados por sus abogados- empezaban por fin a moderar su entusiasmo hasta entonces sin paliativos por que Israel hiciera lo que quisiera en Gaza con comentarios astutos sobre la necesidad de que también intentara reducir al mínimo las víctimas civiles, sobre el terreno en Gaza no eran sólo los incesantes bombardeos los que estaban causando una pérdida de vidas tan extraordinaria; también lo eran los efectos del "asedio total", y también el cataclísmico -y desnudamente malvado- asalto israelí a los hospitales de Gaza.

Los efectos del "asedio total" y la guerra en los hospitales de Gaza

Debido al control total por parte de Israel de todos los movimientos de personas, bienes y servicios hacia y desde la Franja de Gaza desde 2007 -impuesto como venganza porque Hamás se hizo con el control del gobierno de Gaza-, esta franja de tierra densamente poblada, aproximadamente del mismo tamaño que el este de Londres, había dependido enormemente de la ayuda exterior -y de lo que proporcionaban a regañadientes sus ocupantes israelíes- para gran parte de sus alimentos y agua (porque Israel había degradado deliberadamente sus propios suministros de agua), y todo su combustible y suministros médicos.

El hambre -un componente importante de los asedios a lo largo de la historia- también empezó a perfilarse como una de las muchas y viles armas de guerra de Israel. Antes del 7 de octubre, más de cien camiones diarios transportaban alimentos a Gaza, por lo que cortar el suministro era mortal, sobre todo porque los israelíes también atacaron deliberadamente panaderías y supermercados.

Sin embargo, fue en los hospitales donde los daños del "asedio total" fueron más evidentes, ya que se agotó el combustible para alimentar los generadores necesarios para producir electricidad y también empezaron a agotarse los suministros médicos. Esto, por sí solo, habría bastado para crear una catástrofe humanitaria, pero, para agravar los daños, Israel también empezó a atacar hospitales, alegando que se utilizaban -o túneles bajo ellos- como centros de mando de Hamás.

Todos los aspectos de la guerra de Israel contra los hospitales -cortarles el combustible y los suministros médicos, y bombardearlos- constituyeron el más atroz de los crímenes de guerra, porque se supone que los hospitales siempre deben estar protegidos en tiempo de guerra, pero, como para hacer alarde de su absoluto desprecio por el derecho internacional humanitario, Israel empezó entonces a cerrar hospitales y a obligar a su personal y a sus pacientes a evacuarlos y, en el caso del hospital Al-Shifa, el mayor de Gaza, a invadirlo con tropas terrestres en la esquiva búsqueda de militantes de Hamás.

Nunca se encontró ningún centro de mando, a pesar de la ridícula propaganda producida por los militares israelíes en un intento de justificar su "conquista" de un hospital, y, aunque Israel obviamente esperaba que nadie que lo viera se detuviera durante mucho tiempo en el estomagante contraste entre sus propias acciones y las de los valientes médicos y el personal sanitario, que, sin combustible ni suministros médicos, la situación de 39 bebés prematuros, que tuvieron que ser sacados de sus incubadoras por falta de combustible, despertó por fin un sentimiento de indignación en los corazones congelados de políticos y periodistas de todo el mundo.

Escribí sobre la guerra de Israel contra los hospitales de Gaza -y su guerra contra los bebés prematuros de Gaza- en dos artículos, el 14 y el 18 de noviembre, cuando cuatro de los bebés prematuros habían muerto, así como todos los pacientes supervivientes de la unidad de cuidados intensivos, y justo después de que Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS (Organización Mundial de la Salud), explicara en una reunión de la Asamblea General de las Naciones Unidas que "sólo 10 de los 36 hospitales de Gaza siguen funcionando, con apenas 1.400 camas hospitalarias", y que lo que esto significaba, además de "bebés prematuros que mueren al interrumpirse los sistemas de soporte vital", era que "más de 2.000 pacientes con cáncer, 1.000 con enfermedades renales, 50.000 con enfermedades cardiovasculares y 60.000 con diabetes [estaban] todos en peligro al interrumpirse su tratamiento", así como "hasta 200 mujeres que dan a luz cada día en las peores condiciones imaginables".

El escándalo de los bebés prematuros consiguió finalmente que Israel actuara, permitiendo a la OMS y a varias organizaciones de la ONU visitar Al-Shifa, que describieron como una "zona de muerte", y, el 20 de noviembre, evacuar a los bebés prematuros supervivientes -31 para entonces- a un hospital del sur de Gaza y, desde allí, a Egipto.

Israel se libró de un desastre de relaciones públicas muy particular, pero para cualquiera que prestara atención, evitar la etiqueta de "asesinos de bebés prematuros" no era un gran logro cuando seguían siendo "asesinos de bebés", habiendo matado, en ese momento, a más de 5.000 niños y bebés, la mayoría en sus incesantes bombardeos.

Las mortíferas revelaciones de la "pausa" de siete días

Finalmente, el pasado viernes 24 de noviembre, 47 días de despiadados bombardeos y matanzas quedaron "en pausa", cuando el gobierno israelí aceptó finalmente un intercambio de rehenes/prisioneros: algunos de los cerca de 240 rehenes que los militantes de Hamás habían secuestrado el 7 de octubre, a cambio de algunos de los muchos miles de prisioneros palestinos en las cárceles israelíes, muchos de ellos capturados cuando eran niños, y muchos nunca acusados de delitos, pero, en cambio, mantenidos en "detención administrativa", donde, como en Guantánamo (en parte influenciado por el largo proceso de "detención administrativa" de Israel), los cargos y los juicios pueden ser aplazados sin fin.

Esto era lo que Hamás había estado pidiendo durante muchas semanas, pero evidentemente a Israel le preocupaba mucho menos la suerte de los rehenes que matar al mayor número posible de civiles palestinos en bombardeos, y el acuerdo sobre los rehenes sólo se produjo finalmente tras las importantes críticas y protestas contra el gobierno israelí que emprendieron las familias de los rehenes.

La liberación de los rehenes fue otro desastre de relaciones públicas para Israel, por mucho que los medios de comunicación occidentales se quejaran e intentaran mirar hacia otro lado. En su mayoría parecían haber recibido un buen trato, mientras que los palestinos liberados -muchos de ellos niños- contaban historias truculentas y bien corroboradas sobre el trato que habían recibido bajo custodia militar israelí.

Igualmente devastador para Israel, la "pausa" permitió por fin a los palestinos revelar al mundo el alcance de la destrucción israelí de la infraestructura de Gaza, con barrios enteros arrasados, así como la destrucción sistemática de hospitales, escuelas, universidades, mezquitas y bibliotecas, otro claro ejemplo de la intención genocida de Israel, que se suma a todas las vidas perdidas, incluidas las de personas específicamente atacadas: médicos y profesores universitarios, por ejemplo, y periodistas, que han sido atacados y asesinados en mayor número que en cualquier conflicto anterior.

Familias devastadas -cuando las tropas israelíes no se lo impidieron o no les dispararon- regresaron a sus casas para encontrarlas destruidas, y trataron desesperadamente de encontrar a sus familiares enterrados bajo los escombros. Algunos hablaron de su alivio por no ser bombardeados o vigilados por drones -por primera vez en la historia, para algunos palestinos más jóvenes- y algunos incluso hicieron excursiones a la playa, donde, justo antes de la "pausa", los soldados israelíes habían estado izando banderas israelíes en señal de la "reconquista" de Gaza.

También se reanudó la ayuda humanitaria, aunque no en cantidades suficientes para compensar todos los daños causados por el asedio, sobre todo porque 1,8 millones de personas se habían quedado sin hogar y vivían en tiendas de campaña o al aire libre, algo especialmente alarmante con la llegada del invierno, y los hospitales, por supuesto, estaban en su mayoría tan dañados o destruidos que haría falta mucho más que una pausa de una semana para que pudieran volver a funcionar.

La historia más horrible que surgió durante la "pausa" se refería a cinco bebés prematuros cuyos cadáveres en descomposición fueron encontrados en el Hospital Infantil Al-Nasr, que había sido evacuado por la fuerza el 10 de noviembre, en plena manía israelí de destruir o cerrar hospitales. Me había hecho eco de esta historia el 14 de noviembre, cuando compartí un post en X de la comentarista y activista palestina Nour Odeh, quien afirmaba que el director del hospital había confirmado que los médicos "fueron obligados a abandonar el hospital a punta de pistola y se llevaron a los pacientes con ellos. Al menos 2 murieron en la carretera hacia el sur. También tuvieron que dejar atrás a 3 niños con respiración asistida porque no se permitió a las ambulancias evacuarlos", y añadió: "Se desconoce su destino".

Esto me había parecido terriblemente significativo en ese momento, pero había pensado que sería imposible que alguien llegara al hospital para evaluar la situación. La "pausa", sin embargo, permitió a un equipo del canal de televisión emiratí Al-Mashhad hacer el espantoso descubrimiento - de los cinco bebés muertos, en lugar de los tres señalados por el director del hospital el 10 de noviembre.


Captura de pantalla (detalles difuminados) de la cobertura del canal de televisión emiratí Al-Mashhad de los bebés prematuros muertos en el hospital infantil Al-Nasr, en el norte de Gaza.

Esto debería haber sido noticia de primera plana, pero en los principales medios de comunicación sólo NBC News ha informado de ello, y también fue cubierto en el Reino Unido por el Daily Mirror y el Daily Mail. Ningún dirigente político lo ha abordado en absoluto y ahora, por supuesto, se ha olvidado convenientemente porque, el viernes por la mañana, tras siete días en los que Hamás liberó a 80 rehenes israelíes y 24 rehenes de otros países, a cambio de 240 prisioneros palestinos, Israel reanudó sus bombardeos sobre Gaza, para horror de todos los que esperaban que la "pausa" pudiera conducir a un alto el fuego permanente, y a pesar de que alrededor de 136 rehenes israelíes siguen retenidos.

Israel alegó que Hamás no había cooperado en la liberación de más rehenes, aunque en mi opinión la valoración de Hamás -que Israel había tomado una "decisión previa de reanudar su agresión criminal contra la Franja de Gaza"- era más acertada.

Se reanudan los bombardeos incalculablemente malvados

Y así, poco después de las 7 de la mañana del viernes, comenzó de nuevo la carnicería y la aniquilación del pueblo palestino de Gaza, con más de 700 personas -incluidos niños- muertas ayer en bombardeos, la mayoría en el sur, y con muchos más heridos. En respuesta a las quejas de Estados Unidos sobre el número de víctimas civiles (a pesar de que Estados Unidos también sigue suministrando armas a Israel), el gobierno israelí creó un mapa que dividía el sur de Gaza en cuadrículas, y alegó que estaban dando instrucciones a la población para que se desplazara de una zona a otra mientras perseguían específicamente sus objetivos militares.

Sin embargo, incluso dejando de lado la falta de acceso a Internet para descargar el mapa, o la pura inverosimilitud de que familias enteras -a menudo con miembros ancianos y heridos- pudieran arrearse como ovejas de una cuadrícula a otra, las mentiras de Israel sobre los objetivos militares específicos ya habían quedado al descubierto, en vísperas de la reanudación de las hostilidades, en una investigación de +972 Magazine, realizada con Local Call, que demostraba, basándose en fuentes israelíes, que Israel estaba utilizando un programa de inteligencia artificial -codificado "Habsora", o "El Evangelio"- para identificar objetivos. Como lo describió +972 Magazine, el programa "puede 'generar' objetivos casi automáticamente a un ritmo que supera con creces lo que era posible anteriormente", y fue descrito por un antiguo oficial de inteligencia como facilitador de una "fábrica de asesinatos en masa".

Como explicaba el artículo, el programa no sólo se utilizaba para identificar las supuestas ubicaciones de los altos dirigentes de Hamás, sino que también revelaba los supuestos domicilios de quienes no eran más que "operativos menores de Hamás", y aprobaba su eliminación a pesar de la consiguiente pérdida de vidas civiles. Como explicó una fuente, de forma escalofriante: "Nada ocurre por accidente. Cuando se mata a una niña de 3 años en una casa de Gaza, es porque alguien del ejército decidió que no era un gran problema matarla, que era un precio que merecía la pena pagar para alcanzar [otro] objetivo. No somos Hamás. No son cohetes lanzados al azar. Todo es intencionado. Sabemos exactamente cuántos daños colaterales hay en cada casa".

En un artículo de seguimiento, The Guardian señaló que, cuando se utilizó la IA en los ataques contra Gaza en 2021, Aviv Kochavi, entonces jefe de las FDI, declaró con admiración que "en el pasado producíamos 50 objetivos en Gaza al año. Ahora, esta máquina produce 100 objetivos en un solo día". Un oficial, sin embargo, explicó a +972 Magazine cómo la ampliación de los objetivos a supuestos "miembros subalternos de Hamás" -cosa que no había ocurrido anteriormente- había causado tantas muertes. "Son muchas casas", dijo el funcionario, y añadió: "Los miembros de Hamás que realmente no significan nada viven en casas por toda Gaza. Así que marcan la casa, la bombardean y matan a todos los que están allí".

Mientras llovían ayer las bombas, James Elder, portavoz de UNICEF, en un hospital ya abarrotado del sur de Gaza, donde se concentró la mayor parte de los bombardeos, se mostró desesperado ante lo que calificó de "guerra contra los niños", y declaró: "No podemos ver más niños con las heridas de la guerra, con las quemaduras, con la metralla ensuciando sus cuerpos, con los huesos rotos", y añadió: "La inacción de quienes tienen influencia está permitiendo la matanza de niños en Gaza".

Para los que observábamos desde lejos, la sensación de hundimiento al reanudarse los bombardeos era paralizante; para los que estaban sobre el terreno, era casi indescriptible.

El sur de Gaza está ahora terriblemente superpoblado, ya que el ejército israelí obligó a muchas personas a desplazarse desde el norte, donde los soldados ya están ocupando las antiguas viviendas de la gente. Quds News Network publicó una foto de un soldado israelí que "parecía estar preparando comida, de forma burlona", tras apoderarse de una casa en Beit Hanún, lo que llevó al académico palestino Nour Joudah a afirmar: "Cuando decimos otra Nakba, realmente desearía que estuviéramos exagerando. Están entrando en las casas, utilizando las cocinas. Son como recuerdos de 1948 e historias de casas ocupadas con comida aún caliente".

Claramente, la intención de Israel es -todavía- seguir matando a tantos civiles como sea posible, recuperando totalmente el norte de Gaza, mientras obliga a la población palestina restante a acercarse lo más posible al paso fronterizo de Rafah con Egipto, con la esperanza todavía vana de que Egipto acepte a 2. 3 millones de refugiados en la península del Sinaí, o de que otros países ayuden acogiendo ellos mismos a los refugiados.3 millones de refugiados en la península del Sinaí, o que otros países ayuden acogiendo a refugiados ellos mismos, olvidando -si es que alguna vez lo supieron, o incluso les importó alguna opinión fuera de su maligna burbuja sionista de absoluto derecho- que el sentimiento anti-inmigración está en su punto más alto en todo el mundo occidental, y que nadie va a complacerles.

Mientras tanto, como explicó Muhammad Shehada, director de comunicaciones de Euro-Med Human Rights Monitor, en un hilo de X en vísperas del fin de la "pausa", la crisis humanitaria sobre el terreno es devastadora.

"7 días de alto el fuego no han cambiado gran cosa", afirmaba, y añadía: "Cero electricidad. Tiendas totalmente vacías. Inmensas dificultades para conseguir incluso agua salobre. Colas de horas para conseguir pan o arroz. Escombros por todas partes. Colapso social total. La gente está muy estresada, enfadada y nerviosa todo el tiempo. Se producen peleas cada pocos metros. El orden civil se derrumba".

Y añadió: "Todas las personas con las que he hablado han visto sus casas bombardeadas por Israel SIN RAZÓN ALGUNA. También las casas de sus familias. 50-60 personas hacinadas en pequeños apartamentos. Los refugios escolares de la ONU son espantosos e inhabitables. Las tiendas pierden agua de lluvia y no protegen del frío por la noche. Las intoxicaciones alimentarias y las enfermedades intestinales proliferan, pero no hay hospitales capaces de recibir a los enfermos, la prioridad son las heridas que ponen en peligro la vida. Las amputaciones siguen siendo generalizadas por heridas que, de otro modo, habrían podido tratarse fuera de Gaza".

¿Hay un final a la vista?

Ninguno de nosotros sabe lo que vendrá después, pero sólo puedo esperar que el analista político Mouin Rabbani, en X, tenga razón cuando, en un hilo de ayer, sugirió que la intención de Israel de continuar sus bombardeos durante "al menos dos meses más", como Netanyahu dijo al Presidente Biden, según informes de prensa, probablemente se vea frustrada, ya que Biden parece haber declarado que Israel "sólo tiene dos semanas".

Como declaró Rabbani, "es extremadamente improbable que sus patrocinadores estadounidenses y europeos permitan a Israel otros 50 días de guerra. Su principal preocupación, cada día más probable, es una escalada regional incontrolada y las ramificaciones que esto podría tener en sus intereses regionales y globales, y también en sus economías. Sus declaraciones de preocupación por los asombrosos niveles de muerte y destrucción en la Franja de Gaza, y por la emergencia humanitaria que se prevé que provoque epidemias, quizá incluso hambrunas, en la Franja de Gaza, son para consumo público. Al fin y al cabo, es poco sincero que estos gobiernos se lamenten de una realidad que alentaron, justificaron, defendieron, permitieron y, en muchos casos, participaron directamente en su creación."

Y añadió: "También es cierto que estos gobiernos, el de Estados Unidos en particular, podrían transformar esta realidad con una simple llamada telefónica. Si así lo decidieran. Más bien, estas declaraciones de preocupación están diseñadas para desviar la presión pública y política sobre dichos gobiernos para un cambio de política, proporcionar cobertura a su complicidad en la guerra de Israel, y formular una justificación más aceptable para eventualmente llamar a un alto a la ofensiva de Israel."

Rabbani explicó: "Sospecho que en la próxima semana veremos un nuevo acuerdo de tregua. En última instancia, y una vez más suponiendo que Israel siga fracasando militarmente (la hipótesis más probable y plausible, pero no segura), los palestinos no van a liberar a sus prisioneros más valiosos, los altos mandos militares israelíes, sin obtener la liberación de los altos dirigentes palestinos en las cárceles israelíes. También pedirán que se garantice el fin de la guerra de Israel en la Franja de Gaza y la retirada de las fuerzas israelíes a sus posiciones del 7 de octubre. Será un trago muy amargo para Israel. Pero los resultados del fracaso militar tienden a ser amargos, y Estados Unidos y Europa ayudarán a Netanyahu (o a quien le sustituya) a tomarse su medicina."

¿Es esto posible? No lo sé. Pero lo que sí sé es que millones de personas en todo el mundo no queremos otra cosa que el fin del implacable asesinato de niños (y civiles de todas las edades) por parte de Israel, y que seguiremos exigiendo un alto el fuego permanente, y tratando de asegurarnos que se pueda alcanzar un acuerdo duradero que ponga fin por fin a la depravación genocida colonialista de los colonos israelíes, y que permita a palestinos e israelíes vivir en paz.


 

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