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Binyam Mohamed vuelve a casa desde Guantánamo, mientras aumentan las acusaciones de tortura

21 de febrero de 2009
Andy Worthington


The Washington Post publicó el viernes la noticia de que Binyam Mohamed, residente británico, preso de Guantánamo, víctima de "entregas extraordinarias" y torturas, y objeto de casos judiciales de gran repercusión a ambos lados del Atlántico, regresará al Reino Unido "a principios de la semana próxima", según "una fuente implicada en el proceso, que habló bajo condición de anonimato porque no está autorizada a hablar sobre el tema."

Binyam ha oído estos rumores antes -desde diciembre, de hecho, cuando dijo a sus abogados: "Ha llegado a mi conocimiento a través de varias fuentes fiables que mi liberación de Guantánamo al Reino Unido había sido ordenada hace varias semanas"-, pero ahora parece haber pocas razones para dudar que los rumores sean ciertos. Aunque la historia de la entrega y tortura de Binyam (durante 18 meses en Marruecos, de julio de 2002 a enero de 2004, y luego en la "prisión oscura" de la CIA en Afganistán) es de dominio público desde hace tres años y medio -y hace tiempo que se ha establecido que el complot para detonar una "bomba sucia" radiactiva en Nueva York, en el que supuestamente estuvo implicado, no era en absoluto un complot, y que sólo había confesado haber participado en él debido a las torturas a las que fue sometido -la administración Bush sólo abandonó sus afirmaciones a regañadientes el pasado mes de octubre, cuando un juez estadounidense exigió ver las pruebas.

En el Reino Unido, el caso de Binyam ha sido aún más significativo. El pasado agosto, dos jueces del Tribunal Supremo condenaron a los servicios de inteligencia británicos por su papel en su entrega y tortura. Los jueces se mostraron preocupados al descubrir que el MI5 había enviado agentes a interrogarle en mayo de 2002, cinco semanas después de que fuera detenido en el aeropuerto de Karachi, porque debería haber quedado claro que estaba retenido ilegalmente en Pakistán, y también criticaron a los servicios de inteligencia por proporcionar y recibir información sobre él desde julio de 2002 hasta febrero de 2003, cuando sabían que estaba incomunicado, y no deberían haber participado sin recibir garantías fundadas sobre su bienestar. La relación del Reino Unido con Estados Unidos, declaró los jueces, "iba mucho más allá de la de un espectador o testigo de la presunta fechoría".

El Departamento de Estado de EE.UU. contra David Miliband

Los jueces también indicaron que consideraban que la información contenida en 42 documentos en posesión del gobierno británico, relacionados con la entrega y tortura de Binyam, debía ponerse a disposición del público. Sin embargo, el ministro de Asuntos Exteriores, David Miliband, respondió invocando cuestiones de seguridad nacional para impedir la divulgación de los documentos, y también presentó una carta del principal asesor jurídico del Departamento de Estado estadounidense, John Bellinger, en la que se indicaba que su divulgación perjudicaría la relación entre las agencias de inteligencia británica y estadounidense. "Queremos afirmar en los términos más claros", decía la carta, "que la divulgación pública de estos documentos o de la información contenida en los mismos puede provocar graves daños a la seguridad nacional de EE.UU. y podría perjudicar los acuerdos existentes de intercambio de inteligencia."

Sin embargo, a pesar de los más fervientes deseos del ministro de Asuntos Exteriores, las preguntas sobre el trato dado a Binyam -y sobre la complicidad británica en su entrega y tortura- no han desaparecido. Precisamente el pasado fin de semana, la atención sobre el papel del gobierno británico se agudizó considerablemente cuando, después de que David Miliband negara que EE.UU. hubiera hecho una amenaza específica e intentara explicar que se trataba sólo del "principio fundamental" de confidencialidad entre un país y otro, un "ex alto funcionario del Departamento de Estado" declaró al Observer que la carta que mencionaba el posible "daño" a la relación de intercambio de inteligencia entre EE.UU. y el Reino Unido había sido solicitada directamente por el Ministerio de Asuntos Exteriores.

"Lejos de ser una amenaza", declaró el ex funcionario, "fue solicitada [por el Ministerio de Asuntos Exteriores]. El Foreign Office lo pidió por escrito. Dijeron: 'Danos algo por escrito para que podamos hacerlo constar'. Si nos dan una carta explicando que se oponen a esto, entonces podremos proporcionársela al tribunal".

Como informó The Observer, el Ministerio de Asuntos Exteriores trató inmediatamente de restar importancia a su papel, confirmando que había solicitado la carta al Departamento de Estado, pero alegando que era simplemente "sensato y apropiado" exigir una declaración de EE.UU. como parte del procedimiento judicial. Sin embargo, otros no estaban convencidos, y el diputado tory David Davis acusó al ministro de Exteriores de actuar para "evitar el bochorno de su propio Gobierno".

La tortura pakistaní como "parte de una política británica deliberada"

Si la noticia del domingo ya era lo suficientemente preocupante para el gobierno, su credibilidad disminuyó aún más durante la semana, después de que The Guardian examinara el testimonio realizado el verano pasado, durante la revisión judicial de Binyam, por un agente del MI5 identificado sólo como Testigo B, que fue responsable de interrogar a Binyam en Pakistán, antes de su entrega a Marruecos. Como explicó The Guardian, el testimonio del Testigo B indicaba que las circunstancias del interrogatorio de Binyam en Pakistán formaban parte de una política británica deliberada, ideada por asesores jurídicos de los servicios de seguridad y del gobierno.

Las declaraciones se produjeron hacia el final del siguiente intercambio, en el que el testigo B fue interrogado por Dinah Rose QC, quien comenzó leyendo el siguiente extracto de las notas del agente sobre su entrevista con Binyam en mayo de 2002: "Le dije a Mohamed que tenía la oportunidad de ayudarnos y ayudarse a sí mismo. Las autoridades estadounidenses decidirán qué hacer con él y esto dependerá en gran medida de su grado de cooperación."

    P. ¿Por qué le dijo que las autoridades estadounidenses decidirían qué hacer con él?

    R. Porque esperaba que las autoridades pakistaníes lo transfirieran a las autoridades estadounidenses.

    P. ¿Por qué esperaba que eso ocurriera?

    R. Porque eso había ocurrido en casos anteriores de los que yo tenía conocimiento y también porque en algún momento me habían dicho que esa era la intención de las autoridades estadounidenses.

    P. ¿Habló con algún estadounidense antes de entrevistar al Sr. Mohamed?

    R. No estoy seguro de poder dar una respuesta completa a esta pregunta en sesión pública.

    P. Me contentaré con dejárselo al Sr. De La Mare [el abogado especial designado para representar a Binyam en las sesiones a puerta cerrada, en las que se debatieron pruebas secretas]. ¿Tenía usted entendido que era legal que el Sr. Mohamed fuera transferido a las autoridades estadounidenses de esta forma?

    R. Considero que esa es una cuestión que compete a la alta dirección del Servicio de Seguridad y al Gobierno.

    P. ¿Le había dicho alguien alguna vez que era o no legal?

    R. No recuerdo que me lo dijeran en absoluto, no.

    P. ¿Le preocupó en algún momento?

    R. Siempre que realizaba una entrevista, tenía cuidado de asegurarme de que contaba con la autorización de mi dirección para proceder, y así lo hice en este caso. Era consciente de que la cuestión general de entrevistar a los detenidos había sido debatida con profundidad por los asesores jurídicos de la dirección del Servicio de Seguridad y por el Gobierno, y actué en este caso, como en otros, con la fuerte impresión de que se consideraba correcto y legal.

Abrir la caja de Pandora: otros ejemplos de tortura

The Guardian también sugirió que lo que describió como "una política oficial de interrogatorios" había conducido a la tortura y el maltrato de otros prisioneros británicos, una caja de Pandora que el gobierno británico también ha estado tratando desesperadamente de ocultar. El pasado mes de julio, por ejemplo, Ian Cobain, de The Guardian, informó por primera vez de las acusaciones de que los servicios de inteligencia británicos habían "subcontratado" la tortura de ciudadanos británicos a los servicios de seguridad de Pakistán. El artículo de Cobain mencionaba tres casos concretos:

    Un estudiante de medicina, que no quiso ser identificado, explicó que "fue secuestrado a punta de pistola en agosto de 2005 y retenido durante dos meses en las oficinas de la Oficina de Inteligencia de Pakistán, frente a la Alta Comisión Adjunta británica en Karachi", donde fue "azotado, golpeado, privado de sueño, amenazado de ejecución y presenció cómo torturaban a otros reclusos". Añadió que fue interrogado sobre los atentados terroristas de julio de 2005 en Londres, y que "tras ser torturado por agentes paquistaníes fue interrogado por agentes de los servicios de inteligencia británicos". Ahora trabaja en un hospital del sur de Inglaterra, tras licenciarse en 2007, pero sigue traumatizado por lo que le ocurrió.

    Tariq Mahmood, de 35 años, taxista de Sparkhill (Birmingham), fue secuestrado en Rawalpindi en octubre de 2003 y liberado sin cargos unos cinco meses después. Su familia explicó que "fue torturado y que agentes del MI5 y de los servicios de inteligencia estadounidenses intervinieron en su maltrato".

    Tahir Shah, escritor londinense, fue detenido en 2005 y retenido durante 16 días. Interrogado también sobre los atentados de julio de 2005, ha declarado que fue interrogado en "una cámara de tortura totalmente equipada", que contenía "mangueras, látigos y equipos eléctricos", donde "estuvo encapuchado y encadenado durante largos periodos y privado de sueño". Según The Guardian, "no alegó que funcionarios británicos estuvieran implicados, pero cree improbable que no hubiera sido informados".

En diciembre de 2008 salieron a la luz otros dos ejemplos. En "The Testimony of Zeeshan Siddiqui" (PDF), publicado por Cageprisoners, el ex estudiante de ingeniería explicaba cómo había sido secuestrado en mayo de 2005 y torturado horriblemente durante diez días. Después estuvo retenido otros siete meses. Aunque no tenía conocimiento de que los servicios de inteligencia británicos estuvieran implicados en modo alguno en el trato que recibió en Pakistán, está claro que el gobierno británico actuó posteriormente basándose en la información que obtuvo de él mediante el uso de la tortura. Tras regresar al Reino Unido, se le impuso una orden de control, se le etiquetó y, esencialmente, se le sometió a una forma de arresto domiciliario. Con el tiempo", explicó Cageprisoners, "se quitó la etiqueta de la orden de control y se fugó de la orden". Siddiqui sigue en paradero desconocido".


Aún más chocante es la historia de Rangzieb Ahmed, de Rochdale, declarado culpable por un tribunal británico y condenado a un mínimo de diez años de cárcel por ser miembro de Al Qaeda y dirigir una célula terrorista compuesta por tres personas. Como informó The Guardian, al jurado no se le permitió oír que a Ahmed le arrancaron tres uñas con alicates durante un calvario de un año en Pakistán, de agosto de 2006 a agosto de 2007, a manos del ISI (Inter-Services Intelligence), la mayor agencia de inteligencia de Pakistán, ni que fue "golpeado con palos, azotado con cables eléctricos, humillado sexualmente y privado de sueño". Tampoco se informó al jurado de que no se había comunicado a la Alta Comisión Británica que estaba detenido hasta poco antes de su liberación en el Reino Unido (donde posteriormente fue detenido de nuevo), de que "el MI5 y la policía de Greater Manchester pasaron preguntas a los ISI para que las formularan a Ahmed durante su interrogatorio" y de que agentes del MI5 también le interrogaron mientras estaba bajo custodia de los ISI.

Antes de que comenzara el juicio, el abogado de Ahmed, Michael Topolski QC, intentó sin éxito que se detuviera, argumentando, con cierta justificación, que, "debido al trato que recibió en Pakistán, sería un abuso del proceso judicial que su juicio siguiera adelante". Topolski señaló que los agentes británicos, los servicios de seguridad y la policía "consintieron o fueron cómplices de su tortura al facilitar preguntas a sus torturadores", y que seguir adelante con el juicio "supondría para Gran Bretaña un claro incumplimiento de sus obligaciones, en virtud del derecho internacional, de reprimir y desalentar la tortura." Para un relato detallado de las experiencias de Ahmed, y su explicación de cómo se encontraba en Pakistán para ayudar en labores de socorro, véase "The Testimony of Rangzieb Ahmed" (PDF), publicado por Cageprisoners justo después de su condena.

El alcance total de las turbias conexiones entre el MI5 y las agencias de inteligencia paquistaníes aún no se ha revelado, por supuesto, pero es claramente una cuestión que necesita una investigación exhaustiva, especialmente cuando The Guardian declaró la semana pasada que había "sabido por otras fuentes que la política de interrogatorios estaba dirigida a un alto nivel dentro de Whitehall y que se ha desarrollado aún más desde la detención de [Binyam] Mohamed en Pakistán". Afortunadamente, la Comisión Mixta de Derechos Humanos, presidida por el parlamentario Andrew Dismore, está investigando el asunto y, hace dos semanas, declaró que la ministra del Interior, Jacqui Smith, sería llamada a declarar. Dismore explicó que había llegado a creer "que los servicios de seguridad pueden estar operando al amparo de una cláusula de escape al estilo James Bond".

Algunas razones pragmáticas para el regreso de Binyam

Como resultado de toda esta actividad, no es de extrañar que Binyam Mohamed pueda estar de vuelta en el Reino Unido el lunes. Sin embargo, aunque hay que felicitar al gobierno británico por haber presionado para su liberación durante los últimos 18 meses -desde que solicitó por primera vez su regreso al Reino Unido en agosto de 2007-, espero no sonar demasiado cínico al añadir que conseguir su regreso también tendrá el efecto de reducir al mínimo el debate público sobre su caso. Al igual que los residentes británicos devueltos en marzo y diciembre de 2007, Binyam no tendrá derechos a su regreso y, hasta que el gobierno británico resuelva su situación de residencia, no estarán dispuesto a hablar de sus experiencias, aunque quisiera hacerlo. Y lo que quizá sea más importante, sus partidarios también se verán obligados a guardar silencio en su nombre.

Esto no quiere decir que el gobierno intente eludir todas sus responsabilidades por lo ocurrido a Binyam. Como quedó claro en octubre, cuando Jacqui Smith pidió a la fiscal general, la Baronesa Scotland, que investigara las "posibles infracciones penales" por parte del MI5 y la CIA, el Gobierno ha abierto canales de alto nivel para investigar el caso de Binyam, y sus partidarios se alegraron, sin duda, al oír el miércoles que la baronesa Scotland ha pedido ahora el asesoramiento de Keir Starmer, el Director de la Fiscalía Pública.

Como informó The Guardian, la Baronesa Scotland escribió una carta a Andrew Dismore, en la que explicaba que había visto las pruebas que el MI5 había entregado en secreto al Tribunal Superior, y afirmaba: "Estoy, con el asesoramiento del DPP, considerando el material para determinar si hay base para invitar a la policía a llevar a cabo una investigación criminal en relación con uno o más individuos.

Aún así, queda por ver si se llevará a cabo una investigación en toda regla sobre el caso de Binyam y, en caso afirmativo, qué tipo de calendario se prevé. Como señalaron los jueces del Tribunal Superior hace dos semanas, sigue abierta otra vía para llegar a la verdad, ya que el Comité de Servicios de Inteligencia (ISC), un comité de investigación independiente que ya investigó el caso de Binyam en 2005 y 2007, ha recibido copias de los 42 documentos cuya divulgación el Gobierno ha luchado tanto por suprimir y, en palabras de los jueces, podrá "hacer preguntas inquisitivas y difíciles" a los testigos de los servicios de inteligencia "sobre las importantísimas cuestiones planteadas". Sin embargo, mantengo, a pesar de ello, que el inminente regreso de Binyam al Reino Unido es útil para el gobierno a varios niveles diferentes, no todos ellos relacionados con la búsqueda de justicia.


 

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