Atardecer en Guantánamo
23 de enero de 2009
Andy Worthington
El martes por la noche, mientras el recién investido presidente Obama pedía a los jueces de las
comisiones militares de Guantánamo que suspendieran los procedimientos durante
cuatro meses, "en interés de la justicia", y con el fin de dar
"tiempo al recién investido presidente y a su administración para revisar
el proceso de las comisiones militares, en general, y los casos actualmente
pendientes ante las comisiones militares", Joanne Mariner, de Human Rights Watch, tomó esta foto de la puesta
de sol sobre Camp Justice.
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Construido con un coste de 12 millones de dólares, Camp Justice, que ha sido la sede de las comisiones
desde el 11 de septiembre de 2007, estaba destinado a proporcionar espacio para
que se celebraran seis juicios simultáneamente, en los días en que la
administración Bush creía que hasta 80 presos de Guantánamo serían propuestos
para juicio en el novedoso y muy criticado sistema que fue concebido por
primera vez por Dick
Cheney y sus asesores cercanos en noviembre de 2001.
Su futuro es ahora incierto, como Joanne y su colega Stacy Sullivan explican en un reportaje desde
Guantánamo para Salon,
y como yo también analizo en mi último artículo, Caos
y mentiras: Por qué Obama hizo bien en detener los juicios de Guantánamo. Si hay
justicia -y el presidente Obama
cree sin duda que debería haberla-, las últimas palabras que se pronuncien
en estas salas serán las de despedida del coronel Patrick Parrish, juez del
caso de Omar
Khadr, que concluyó la vista del martes diciendo: "Volveremos a
reunirnos mañana, a menos que la comisión ordene otra cosa".
Como he informado durante los últimos
20 meses, las Comisiones han sido un desastre de principio a fin, unánimemente
criticadas por los propios abogados militares defensores del gobierno por
estar amañadas y ser inconstitucionales, declaradas ilegales por el Corte Supremo en 2006, desbaratadas
en ocasiones por los propios jueces y capaces de emitir sólo tres veredictos:
un acuerdo de culpabilidad politizado en el caso de David
Hicks, una sentencia
inesperadamente indulgente en el caso de Salim
Hamdan, chófer de Osama bin Laden (cuya liberación
en diciembre echó por tierra la lógica de Guantánamo), y una condena a cadena
perpetua para el agente de Al Qaeda Ali
Hamza al-Bahlul en vísperas de las elecciones presidenciales, tras un
juicio espectáculo perturbadoramente
unilateral. Aquí
se pueden consultar los perfiles de 16 de los 18 presos que se enfrentaban a
cargos cuando se suspendieron las Comisiones, y hace sólo cinco semanas se
presentaron cargos contra otros
dos. Para un análisis de algunos de los principales fallos de las
Comisiones, véase El
corazón oscuro de los juicios de Guantánamo, y El
ex fiscal de Guantánamo condena los juicios "caóticos" en el caso de
un adolescente víctima de tortura.
Mi agradecimiento a Joanne por permitirme utilizar la foto, y espero sinceramente que éste sea mi último
post sobre el injustamente llamado Campamento de la Justicia.
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