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21 de agosto de 2015

El Mundo no Puede Esperar moviliza a las personas que viven en Estados Unidos a repudiar y parar la guerra contra el mundo y también la represión y la tortura llevadas a cabo por el gobierno estadounidense. Actuamos, sin importar el partido político que esté en el poder, para denunciar los crímenes de nuestro gobierno, sean los crímenes de guerra o la sistemática encarcelación en masas, y para anteponer la humanidad y el planeta.




Del directora nacional de El Mundo No Puede Esperar

Debra Sweet


Invitación a traducir al español
(Nuevo)
03-15-11

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¿Amenazó Hillary Clinton al Reino Unido por la revelación de torturas de Binyam Mohamed?

26 de mayo de 2009
Andy Worthington


Lo pregunto porque hace dos semanas, en el marco de un largo proceso judicial en el que Binyam Mohamed, ex preso de Guantánamo y víctima de "entregas extraordinarias" y tortura, está intentando convencer al gobierno británico de que revele las pruebas que obran en su poder sobre su encarcelamiento ilegal y tortura, la política del gobierno de resistirse a la revelación lloriqueando que causaría un daño irreparable a la relación de intercambio de inteligencia entre EE.UU. y el Reino Unido entró en una nueva fase crítica cuando se entregó una carta al gobierno británico. Revelada posteriormente a los abogados de Mohamed, estaba marcada como "comunicación de la administración Obama", pero con los nombres de la agencia implicada y del autor de la carta tachados.

El autor anónimo afirmaba que la postura adoptada por la administración Obama era la siguiente: "Si se determina que [el Gobierno de Su Majestad] es incapaz de proteger la información que le proporcionamos, incluso si esa incapacidad es causada por su sistema judicial, necesariamente tendremos que revisar con el mayor cuidado la sensibilidad de la información que podemos proporcionar en el futuro."

A continuación, la carta se refería a la publicación por parte del presidente Obama de cuatro memorandos del Departamento de Justicia que pretendían redefinir la tortura y defender su uso por parte de la CIA, y afirmaba: "Ni en [esos cuatro] memorandos, ni en ninguna de las declaraciones de la administración que acompañaron a su publicación, se hizo referencia a la identidad de ningún gobierno extranjero que pudiera haber ayudado a Estados Unidos". Dada la desclasificación de la información altamente sensible contenida en los memorandos, el hecho de que el presidente se abstuviera de proporcionar información alguna sobre gobiernos extranjeros es indicativo de que Estados Unidos sigue preservando el secreto de dicha información por considerarla crítica para nuestra seguridad nacional."

La carta continuaba: "Los siete párrafos en cuestión [un resumen de los documentos del Reino Unido, recopilado por los jueces] se basan en información clasificada compartida entre nuestros países. La divulgación pública de esta información, razonablemente, podría causar graves daños a la seguridad nacional del Reino Unido. Concretamente, la divulgación de esta información puede dar lugar a un estrechamiento de las relaciones entre EE.UU. y el Reino Unido, así como de las relaciones del Reino Unido con otros países."

La identidad del autor fue una de las muchas cuestiones que rebotaron en el Tribunal Superior el viernes, cuando los abogados de Mohamed trataron una vez más de impugnar la negativa del gobierno británico a entregar los documentos que obran en su poder, Pero la información más interesante que surgió de estas discusiones fue cuando uno de los abogados de Mohamed se refirió al autor de la carta como "él", y se produjo una carcajada de los que habían sido informados de la identidad del autor, lo que provocó especulaciones, por supuesto, de que "ella" no era otra que Hillary Clinton, la Secretaria de Estado de EE.UU..

¿Será verdad? ¿Lo sabremos algún día? Tal vez no, pero si lo es, la Sra. Clinton y su equipo son al menos más sutiles que sus predecesores. El pasado agosto, cuando comenzó toda esta farsa, Stephen Mathias, adjunto de John Bellinger, escribió una carta mucho más lacónica -y pomposa- desde el Departamento de Estado, en la que declaraba: "Ordenar ahora la revelación de información de los servicios de inteligencia de EE.UU. sólo tendría los efectos marginales de un daño grave y duradero a la relación de intercambio de inteligencia entre EE.UU. y el Reino Unido, y por tanto a la seguridad nacional del Reino Unido, y de una intervención agresiva y sin precedentes en los procesos de adjudicación, aparentemente en funcionamiento, de un viejo aliado del Reino Unido, en contravención de principios bien establecidos de cortesía internacional."

Lamentablemente, ni el Gobierno británico ni el estadounidense están escuchando a los jueces - Lord Justice Thomas y Mr. Justice Lloyd Jones - que nunca han estado de acuerdo en que la divulgación fuera remotamente perjudicial, y declararon, hace muchos meses, que "no consideraban que una democracia regida por el Estado de Derecho esperara que un tribunal de otra democracia suprimiera un resumen de las pruebas contenidas en informes de sus propios funcionarios o de funcionarios de otro Estado cuando las pruebas fueran relevantes para las acusaciones de tortura y tratos crueles, inhumanos o degradantes, por políticamente embarazosas que pudieran ser".


 

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