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21 de agosto de 2015

El Mundo no Puede Esperar moviliza a las personas que viven en Estados Unidos a repudiar y parar la guerra contra el mundo y también la represión y la tortura llevadas a cabo por el gobierno estadounidense. Actuamos, sin importar el partido político que esté en el poder, para denunciar los crímenes de nuestro gobierno, sean los crímenes de guerra o la sistemática encarcelación en masas, y para anteponer la humanidad y el planeta.




Del directora nacional de El Mundo No Puede Esperar

Debra Sweet


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Sexto aniversario de Guantánamo: Un símbolo de la arrogancia de EE.UU.

10 de enero de 2008
Andy Worthington


El 11 de enero de 2008 marca un aniversario especialmente sombrío, ya que la denostada prisión de la administración Bush en Guantánamo lleva abierta seis años. Aunque ya se ha liberado a más del 60% de los casi 800 detenidos, la situación de los 281 restantes es más sombría que nunca.

Detenidos sin cargos, sin juicio y sin forma alguna de saber cuándo serán liberados, si es que alguna vez lo son, los detenidos están aislados de sus familias, permanecen la mayoría de las veces 23 horas al día en régimen de aislamiento y ni siquiera se les conceden los escasos placeres -televisión, vida social y libertad para leer y escribir- de los que disfrutan los delincuentes convictos más endurecidos en el territorio continental de Estados Unidos. Aunque la tortura que predominaba en 2003 y 2004 parece haber remitido, sigue estando claro que la detención indefinida en circunstancias deliberadamente aisladas puede constituir tortura en sí misma.

También se sabe que algunos presos llevan varios años recluidos en régimen de aislamiento, y que decenas de huelguistas de hambre de larga duración siguen siendo alimentados a la fuerza dos veces al día de forma brutal. Sujetos en sillas de inmovilización, con 18 correas distintas, son alimentados a través de un tubo grueso introducido en el estómago por la nariz, que se retira después de cada alimentación en un intento deliberado de "doblegar" su voluntad.

Sorprendentemente, tras seis años de disputas jurídicas, los detenidos siguen sin disponer de medios efectivos para impugnar el fundamento de su detención. Aunque el Tribunal Supremo dictaminó en junio de 2004 que Guantánamo -elegido específicamente porque se suponía que estaba fuera del alcance de los tribunales estadounidenses- era "en todos los aspectos prácticos un territorio de Estados Unidos" y que, por tanto, los detenidos tenían derechos de hábeas corpus, los otros dos poderes del gobierno -el ejecutivo y el Congreso- han conspirado dos veces para eliminar estos derechos, y los resultados de una tercera impugnación presentada en diciembre no se conocerán hasta la primavera de 2008.

Mientras tanto, las esperanzas de desmantelamiento de Guantánamo dependen de la situación de los detenidos restantes. La administración ha admitido por fin que sólo tiene intención de celebrar juicios por crímenes de guerra contra aproximadamente 80 de los detenidos, aunque estas cifras no son necesariamente plausibles, ya que algunos altos funcionarios han estimado que los detenidos verdaderamente peligrosos son sólo 40 como máximo. Tampoco hay garantías de que los juicios se desarrollen sin contratiempos.

Ideadas por el Vicepresidente Dick Cheney y sus asesores en noviembre de 2001, las Comisiones Militares han sido condenadas por basarse en pruebas secretas y tratar de ocultar toda mención de tortura por parte de las fuerzas estadounidenses, y aún no han producido ni un solo resultado significativo. Aquejadas de disputas internas, y centradas actualmente en dos casos polémicos -el de Omar Khadr, un canadiense que sólo tenía 15 años cuando fue capturado en Afganistán, y el de Salim Hamdan, chófer de Osama bin Laden-, su único éxito ha sido el caso del australiano David Hicks, que aceptó un acuerdo de culpabilidad. Tras abandonar la acusación de haber sido torturado por las fuerzas estadounidenses, Hicks regresó a su país el año pasado para cumplir una condena de nueve meses por proporcionar "apoyo material al terrorismo", y acaba de ser puesto en libertad.

Es posible que otros 130 detenidos sean liberados este año, aunque en la actualidad la administración mantiene que puede retener a estos hombres indefinidamente. Con su típico desprecio por la ley, altos funcionarios han sugerido que pueden hacerlo porque los hombres son demasiado peligrosos para ser puestos en libertad, pero no lo suficientemente peligrosos para ser acusados.

El cierre de Guantánamo también se complica por el hecho de que 70 hombres, cuya liberación ha sido autorizada mediante revisiones militares, no pueden ser devueltos a sus países de origen -entre ellos China y varios regímenes norteafricanos- por temor a que sean torturados. En un intento por superar las salvaguardias internacionales que impiden la devolución de ciudadanos extranjeros a países donde corren el riesgo de ser torturados, el gobierno estadounidense se ha dedicado a firmar "memorandos de entendimiento" con algunos de estos regímenes. En este sentido, han actuado en connivencia con el gobierno británico, que pretende repatriar a presuntos sospechosos de terrorismo, recluidos sin cargos ni juicio bajo órdenes de control que equivalen prácticamente a un arresto domiciliario.

Considerados con razón inútil por los activistas de derechos humanos, estos acuerdos, que pretenden garantizar un trato humano, han sido traicionados por el gobierno tunecino en los casos de dos detenidos devueltos, y los tribunales de apelación de Estados Unidos y el Reino Unido han dictado recientemente sentencias encaminadas a anular estas dudosas políticas.

Seis años después de su apertura, Guantánamo, aunque ha disminuido en algunos aspectos, sigue siendo tan monstruosamente ilegal como siempre, e incluso a medida que se vacía se hace más evidente que detrás de él -en Afganistán, en Irak y en otros lugares secretos- se esconde un sistema aún mayor de detención indefinida que es aún menos responsable que este símbolo oscuramente icónico de la arrogancia de Estados Unidos.


 

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