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21 de agosto de 2015

El Mundo no Puede Esperar moviliza a las personas que viven en Estados Unidos a repudiar y parar la guerra contra el mundo y también la represión y la tortura llevadas a cabo por el gobierno estadounidense. Actuamos, sin importar el partido político que esté en el poder, para denunciar los crímenes de nuestro gobierno, sean los crímenes de guerra o la sistemática encarcelación en masas, y para anteponer la humanidad y el planeta.




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20 años desde la invasión ilegal de Irak… ¿Por qué siguen Bush, Cheney y Blair libres todavía?

20.3.23
Andy Worthington

Traducido por El Mundo no Puede Esperar 12 de abril de 2023


Un collage de George W. Bush, Tony Blair y la invasión de Irak creado para Salon en 2015.

Hace 20 años, un día como hoy, la coalición encabezada por EE.UU. invadió Irak ilegalmente, sin la aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU y con base en afirmaciones falsas de que Irak poseía armas de destrucción masiva, que podría utilizar para lanzar un ataque contra el Oeste.

Aquellos de nosotros que somos lo suficientemente viejos para haber vivido esta espantosa época y haber reconocido el alcance de las mentiras, no hemos perdonado — y jamás lo haremos — a aquellos que nos llevaron a una guerra ilegal.

Para los neoconservadores en la administración de George W. Bush — principalmente el vicepresidente Dick Cheney y el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld — Irak fue un asunto sin terminar después de la primera guerra en 1991 y, desde 1998 en adelante, Irak fue un cambio de régimen a través del centro de estudios del Project for a New American Century (PNAC), fundado en 1997, cuyos miembros incluyeron otras figuras prominentes de la administración de George W. Bush, incluyendo a Paul Wolfowitz (el adjunto de Rumsfeld), Richard Perle (consejero del Pentágono como director del Comité Asesor de la Junta de Política de la Defensa (Chair of the Defense Policy Board Advisory Committee)) y John Bolton (otro consejero de seguridad que también fue embajador de la ONU del 2005-06).

Los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001 finalmente les dieron a los neoconservadores del PNAC la oportunidad para presionar para un cambio de régimen en Irak como parte de la “guerra contra el terror” del gobierno de Bush declarara como resultado de los ataques. Oficiales británicos que estuvieron presentes en el Pentágono al momento de los ataques mencionaron con conmoción cómo la inmediata respuesta de algunos oficiales estadounidenses fue sugerir la inmediata invasión de Irak, aunque subsecuentemente tomó tiempo para que se fabricaran excusas.

Éstas involucraron falsas declaraciones acerca de que Saddam Hussein tenía un programa portátil de armas biológicas (inventadas por una fuente iraquí conocida como ‘Curveball’) y que — para amarrar la “guerra contra el terror” — los representantes de al-Qaeda se habían reunido con Saddam Hussein en un esfuerzo para asegurar armas químicas y biológicas. Esta fue una mentira que dijo Ibn al-Shaykh al-Libi, quien manejaba un campo de entrenamiento independiente en Afganistán y quien hizo la falsa declaración después de que fuera detenido en Afganistán en diciembre del 2001 y enviado a Egipto para ser torturado.

En abril del 2009, escribí extensivamente acerca de este episodio y del rol traidor de Dick Cheney al usarlo para justificar la invasión ilegal de Irak, en un artículo titulado “Incluso en el mundo crudo de Cheney, la historia de Al-Qaeda-Irak es una nueva bajeza” ; con un artículo de seguimiento, después, al-Libi, que había sido enviado de vuelta a Libia después de años en “sitios negros”, murió en una prisión libia semanas después, titulado “Dick Cheney y la muerte de Ibn al-Shaykh al-Libi”.

El Reino Unido jugó un rol muy importante en justificar el falso prospecto para la invasión de Irak, en una historia turbia que involucró lo que fue descrito como un “informe sexuado” relacionado con inteligencia acerca de las supuestas ADM (armas de destrucción masiva o WMD, por sus siglas en inglés), la muerte misteriosa del experto en armas Dr. David Kelly y un ataque sin precedentes contra la BBC por parte de Tony Blair y su secretario de prensa Alastair Campbell.

Aunque la presión para la guerra tuvo un encuentro con protestas globales sin precedentes — con decenas de millones de personas protestando alrededor del mundo el 15 de febrero del 2003, incluyendo por lo menos uno y medio en Londres, que fue por mucho la protesta más grande de la cual he sido parte — todos fuimos aplastados, como moscas inoportunas, por nuestros líderes. Este fue el resultado que llenó a muchos manifestantes de profundo malestar acerca de la efectividad de la protesta, pero también sirvió para recordarles a otros que, cuando millones se unen contra la injusticia, el único resultado sensato de un movimiento de protesta enorme debe ser reusarse a regresar a casa e intentar provocar una revolución aterciopelada.

La guerra por sí misma fue, como cualquiera con algo de sentido previo sabía, un desastre. Cientos de miles de iraquíes han muerto en lo que el proyecto ‘Costs of War’ de la Universidad de Brown llama “violencia directa relacionada con la guerra causada por Estados Unidos, sus aliados, el ejército iraquí y la policía, las fuerzas de oposición al momento de la invasión hasta octubre del 2019”, y otros nueve millones que han sido desplazados.

Opiniones difieren acerca de qué tan estable está Irak ahorita, pero lo que no estaba en duda era lo desestabilizadora que fue la invasión y ocupación (y brutalidad estadounidense) en términos de desencadenar violencia sectaria — inicialmente, a través de la cabeza teórica de la insurgencia, Abu Musab al-Zarqawi y después a través de Daesh (también conocido como ISIS o Estado Islámico), lidereado por Abu Bakr al-Baghdadi, quien procediera a aterrorizar no sólo a Irak sino a mucho del Medio Oriente (especialmente Siria) y para inspirar ataques terroristas en el Oeste.

De manera irónica, ISIS se reunió por primera vez en Camp Bucca, una de las muchas prisiones estadounidenses en Irak, aunque generalmente es menos conocida que su mucho más brutal contraparte Abu Ghraib, en donde se tomaron las fotos de prisioneros siendo sujetos a tortura y abuso (bajo órdenes del ex comandante militar Geoffrey Miller de Guantánamo que fue enviado a “Guantánamo-lizar” Abu Ghraib en el 2003).

En un artículo del Guardian acerca de los orígenes de ISIS en el 2014, Martin Chulov explicó la importancia de la prisión, declarando que “la revelación de abusos en Abu Ghraib había tenido un efecto radicalizado sobre muchos iraquíes, quienes veían la supuesta civilidad de la ocupación estadounidense como una pequeña mejoría sobre la tiranía de Saddam. Mientras que Bucca había tenido algunas quejas de abusos antes de su clausura en el 2009, era vista por los iraquíes como un símbolo potente de una política injusta que arrasaba con esposos, padres e hijos — algunos de ellos no combatientes — en redadas de barrios regulares y los enviaba a la prisión por meses o años”.

Como mencionó Chulov, “en ese momento, el ejército estadounidense respondió que sus operaciones de detención eran válidas y que prácticas similares habían sido implementadas por otras fuerzas en contra de las insurgencias — como los británicos en Irlanda del Norte, los israelíes en Gaza y el West Bank y los regímenes sirios y egipcios”, sin ningún tipo de reconocimiento evidente de cómo todo lo anterior representaba unos de los más notorios abusos de derechos humanos en la historia reciente.

Hoy, mientras reflexionamos acerca del comienzo de la invasión y ocupación ilegal de Irak, no puedo dejar de notar que, sólo hace tres días, la Corte Criminal Internacional emitió una orden de arresto en contra de Vladimir Putin (y Maria Lvova-Belova, la comisionada para los derechos de los niños en la Oficina del Presidente de la Federación Rusa) “por el crimen de guerra de la deportación ilegal de la población (de niños) y la transferencia ilegal de la población (de niños) de áreas ocupadas de Ucrania a la Federación Rusa” y, sin embargo, a la fecha, ninguno de los responsables del asesinato en masa de civiles en Irak, desde el 2003 hacia adelante, han sido enfrentado responsabilidad por sus acciones.

Como explicó George Monbiot en un artículo para el Guardian el día de hoy, ¿‘Cuántos de aquellos que piden el arresto de Putin fueron cómplices de la invasión ilegal de Irak’?, la hipocresía es asombrosa. “Quién es enjuiciado”, explicó Monbiot “es un asunto de la justicia de los vencedores”. Hasta que fuera anunciado este gran cargo, los únicos casos llevados ante la ICC — 31 en total — habían involucrado a líderes africanos.

Como declaró Monbiot, “¿Es esto porque África es el único continente en donde han ocurrido crímenes contra la humanidad? No. Es porque los africanos acusados de dichos crímenes no gozan de las protecciones políticas otorgadas a los líderes del occidente que perpetúan atrocidades incluso más grandes”.

Putin (y Maria Lvova-Belova) ahora ha sido añadidos a esta lista, pero, hasta que George W. Bush, Dick Cheney, Tony Blair y otros hayan enfrentado responsabilidad, la mentira permanente será que, en el occidente, los líderes, de alguna manera están arriba de la culpa, que cuando son acusados de crímenes de guerra (y la evidencia indiscutible existe para establecer que es, de hecho, el caso) la única responsabilidad civil es pretender que es aceptable, de hecho, cuando se examina el comportamiento de nuestros propios líderes considerar los llamados para su enjuiciamiento nada más que una diferencia de opinión que, mientras permitida, no debería ser tomada seriamente.


 

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