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Violaciones en Afganistán: Las víctimas más vulnerables de la corrupción

Killid Correspondents
Rawa.org
1 de agosto de 2009

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Ser poderoso en Afganistán no sólo significa que puedes quebrantar las leyes del país. También equivale a que puedes abusar de tus conciudadanos de la forma más horrible y que nunca te van a castigar por ello.

Anisa, de doce años, llora sentada junto a su dolido padre. Anisa fue violada por una banda de cinco hombres hace algunos meses. “Quiero que cuelguen a los criminales”, dice sollozando. Las violaciones de niños y niñas se han incrementado mucho en los últimos años, según la Organización por los Derechos Humanos de Afganistán (AHRO, por sus siglas en inglés), que afirma que la mayor parte de los ataques sexuales son perpetrados por funcionarios del gobierno y otros hombres poderosos.

Es bien conocido que en Afganistán los hombres ricos y poderosos violan mujeres y niñas con total impunidad. La incapacidad del gobierno para acabar con estos horrores ha animado aún más a quienes ocupan cargos de autoridad a continuar abusando de los más vulnerables de Afganistán.

El pasado año, el hijo de un miembro de la Asamblea Nacional afgana violó a una niña de ocho años. Si se hubieran respetado las leyes afganas, habría sido severamente castigado.

Pero la familia de la víctima afirma que el violador tenía conexiones con las autoridades locales. En vez de castigarle, pudo conseguir que alteraran ilegalmente su tazkira (documento de identidad) para que apareciera con menos años de los que tiene y así escapar de la acusación de violación. Este cambio le permitió evitar el castigo por el crimen que la familia de la niña asegura que cometió.

Muneseh Rahimi, de la Facultad de Derecho de Kabul, afirma que esos hechos se producen continuamente.

En la provincia de Namangan, se produjo un suceso especialmente escalofriante cuando unos pistoleros violaron a una mujer y fueron sentenciados a ocho años de cárcel. Los hombres estuvieron menos de un año en prisión antes de ser liberados por un juez local. “El marido de la mujer violada dijo que no podían continuar viviendo en el distrito por toda la vergüenza que la familia había soportado. El juez les sugirió que se marcharan”.

Esas actitudes de la judicatura afgana sólo sirven para incrementar la violencia de los potentados contra las mujeres.

Hace dos meses, una mujer y su hija fueron violadas por un poderoso comandante local. Ese hombre advirtió al marido, que es profesor, para que se fueran del pueblo y encontraran un nuevo destino tan pronto como fuera posible. Cuando el hombre se negó, el comandante convocó una jirga [consejo] de líderes locales, que se situaron al lado del comandante y decidieron que, en efecto, la familia tenía que mudarse a otro distrito.

Encolerizado, el hombre dijo a las autoridades que si las violaciones cometidas no iban a ser legalmente castigadas, se uniría a los talibanes.

Haji Payinda Mohammad es un despiadado señor de la guerra de la provincia de Sar-e-Pul, al norte de Afganistán, que ahora forma parte  del parlamento y disfruta de inmunidad frente a sus brutalidades y crímenes. Su hijo, de 17 años, violó a Bashira, una muchacha de 14. No recibió castigo alguno debido al poder de Payinda.

Quienes residen en los distritos situados al norte, como Taher Youwaldish, dicen que la razón de que los talibanes hayan podido hacer incursiones en la zona es a causa del débil y corrupto sistema judicial. “La razón principal del éxito de los talibanes en el norte de Afganistán”, dice Nurullah Shahryan, de Mazar, “es la ausencia de la ley y la intimidación que individuos poderosos ejercen contra la gente local”.

Un ejemplo de esto mismo es el sistema afgano de prisiones. El pasado año salieron a la luz varios informes sobre ataques sexuales contra mujeres por parte de los guardias de la Prisión de Pulcharki. Las víctimas afirmaron haber sido violadas por sus guardianes y que algunas estaban embarazadas. Nunca se han presentado cargos contra esos guardianes.

El doble rasero legal aparece en las más extrañas formas. Una muchacha, que fue acusada de mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio, pudo conseguir escapar de su casa. Posteriormente, fue devuelta a su distrito y un juez la sentenció a un año y medio de cárcel aunque ella negó haber mantenido relaciones sexuales con alguien.

El escritor político Ahmad Saidi dice que en Afganistán los poderosos siempre se han marchado de rositas de los delitos por los que los pobres pagan. Señala el ejemplo que se produce con el tráfico: “Los poderosos conducen por nuestras calles y apenas conocen las normas de tráfico”, dice Saidi. “Pero imagine lo que ocurriría si el conductor medio las violara. Sería multado por la policía”.

Karim, un taxista de Kabul, es uno de esos conductores medios. “Si aparcamos el coche en un sitio no permitido, tenemos que pagar una multa de 300 afganis (casi 7 $USA)”, dice. “Pero un rico en un coche potente puede aparcar donde le dé la gana”.

El año pasado, esa inmunidad frente a los delitos de tráfico produjo la muerte de cinco peatones inocentes. Hombres poderosos con coches potentes iban conduciendo a toda velocidad por las calles de Kabul cuando golpearon y mataron a los peatones. El gobierno acabó pagando 100.000 afganis (2.027 $USA) a las familias de los muertos y 50.000 afganis (1.013 $USA) a cada uno de los heridos en el accidente.

Es vergonzoso que la misma gente –los contribuyentes afganos- a la que esos conductores ponen en peligro, tengan que pagar por su conducta temeraria.

Enlace con texto original en inglés:

http://www.rawa.org/temp/runews/2009/07/30/rape-the-most-vulnerable-victims-of-corruption.html


 

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