Dentro de Guantánamo (I)
Los últimos de Guantánamo: 20 años en la cárcel de los monos color naranja
- En Guantánamo quedan 30 presos, la mayoría sin cargos o a la espera de un juicio militar
- TVE visita la base militar y habla con antiguos presos y antiguos cargos de la administración Bush
05.05.2023
Por Cristina Olea (Enviada especial a Guantánamo)
No hace tanto tiempo, el campo Rayos X era una de las cárceles más famosas del mundo. En ella vimos a
los primeros presos de Guantánamo, arrodillados y esposados,
vestidos con monos de color naranja. Ahora parece un campo de prisioneros
fantasma. Hace tiempo que a los presos los trasladaron a celdas más robustas.
En estas jaulas con paredes de barrotes y alambre ya solo se alojan la maleza y
los animales salvajes. Nos tropezamos con algunos huesos de animales en el suelo.
Son las 7 de la mañana de un día de finales de abril y el calor empieza a ser sofocante. Los insectos nos
atacan con furia. En pocos minutos los cuatro reporteros que estamos visitando
el campo y el escolta del Pentágono que nos acompaña acabamos llenos de
picaduras. Aquí, en estas celdas al aire libre, malvivieron durante meses
decenas de presos, capturados por Estados Unidos en medio mundo, en plena
conmoción por los atentados contra las Torres Gemelas. Empezaron a llegar en
enero de 2002. El campo Rayos X era una prisión improvisada en tiempo récord en la base
militar que Estados Unidos tiene en la isla de Cuba.
Mansoor Adayfi tardó semanas en descubrir dónde estaba. Recuerda el trayecto:
"Nos desnudaron, nos pegaron, nos humillaron, nos pusieron un mono naranja, nos
taparon los ojos, me pegaron durante todo el camino". Él es yemení, pero
el 11 de septiembre de 2001 estaba en Afganistán. Cuenta que un señor de la
guerra lo vendió a la CIA. Tenía 18 años, pero dijeron que era un general de Al
Qaeda, "un pez gordo".
Mohamedou Ould Slahi todavía no había llegado a
Guantánamo. Primero pasó por la base de Bagram, en Afganistán, uno de los
agujeros negros donde militares estadounidenses torturaron a prisioneros.
Mohamedou recuerda el miedo en los ojos de su madre el 20 de noviembre de 2001,
cuando la policía fue a buscarlo a su casa en Mauritania para interrogarlo.
"Veía a mi madre por el espejo retrovisor, se iba haciendo cada vez más
pequeña, ella estaba rezando. Fue la última vez que la vi". Ella murió
años después, mientras él estaba encerrado en Guantánamo. Llegó a esa prisión
en agosto de 2002.
Allí les dieron números por nombres: los llamaron
prisionero 441 y 760. Los dos describen los abusos de los primeros años.
"Era como un laboratorio para experimentar con prisioneros", dice
Mansoor, "cada día es igual al anterior y tu única tarea es sentir el dolor".
A Mohamedou lo sometieron en 2003 a un 'interrogatorio especial', aprobado por
el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. "Me privaron de dormir, me
agredieron sexualmente... y cuando ya me estaba acostumbrando a la tortura me
amenazaron con secuestrar y violar a mi madre. Les dije: escribid lo que
queráis en un papel y yo lo firmo".
"Nos dimos cuenta de que la mayoría eran inocentes, pero no queríamos
reconocerlo"
Mientras tanto, en Washington, Larry Wilkerson empezaba a pensar que Guantánamo había sido un gran error. Era
el jefe de gabinete de Colin Powell, el líder de la diplomacia estadounidense
en aquel momento. Wilkerson participaba en todas sus reuniones matinales, y
cuenta que "enseguida me di cuenta de que la mayoría de los presos eran inocentes.
Diría que de los primeros que llegaron a Guantánamo, el 85 o el 90 por ciento
eran inocentes. A muchos los vendió su vecino a la CIA por unos
miles de dólares."
Wilkerson está convencido de que los más altos cargos del gobierno lo sabían. "Iban a las mismas
reuniones que yo. A veces eran muy tensas. El ministro de Exteriores del Reino
Unido le pedía a Powell que repatriase a los presos con pasaporte británico.
Pero Rumsfeld no lo permitía. Y creo que la razón es que él sabía que esas
personas eran inocentes, y no quería que se descubriese. No querían reconocerlo".
Theodore Olson tiene una opinión muy distinta. Él era procurador general y asesoró a la administración Bush sobre
cómo capturar y tratar a terroristas después de los atentados del 11 de
septiembre. Aquel día él estaba en su despacho en el departamento de Justicia y
un ayudante entró y le dijo que encendiese la televisión. "Yo estaba
paralizado, como cualquier persona, por todo aquel horror, viendo las Torres Gemelas".
Su teléfono sonó y era su esposa Barbara. "Me sentí aliviado al escuchar su voz". Ella había
tomado esa mañana el vuelo de Washington a Los Ángeles. Pero no lo llamaba para
tranquilizarlo. "Me dijo que habían secuestrado su avión, que estaba al
fondo, retenida con los demás pasajeros".
Iba en el avión que los terroristas estrellaron contra el Pentágono.
Una cárcel en tierra de nadie
La idea de colocar una prisión para terroristas en la isla de Cuba no fue suya, pero Olson defiende
que fue la mejor solución para "limpiar las calles de terroristas.
Estábamos en peligro y éramos los responsables de evitar más atentados". La postura de Estados
Unidos es que estaban en una 'guerra contra el terror',
los miembros de Al Qaeda eran combatientes enemigos, "y en cualquier
conflicto hay detenidos a los que no puedes soltar porque son una amenaza para
tu país, y no siempre puedes llevarlos a cárceles estadounidenses porque sus
actividades han sido en otro lugar. La base de Guantánamo no era territorio
estadounidense, era terreno alquilado a Cuba". Tierra de nadie, un
lugar donde no aplicaron la ley estadounidense.
Las celdas y las condiciones actuales son muy diferentes a las de 2002, los presos pueden leer libros y ver
la televisión, pero hace años que los periodistas no podemos ver la prisión. En
ella quedan 30 presos. Solo uno de ellos ha sido condenado por un tribunal militar.
Otros diez presos siguen a la espera de juicio, entre ellos cinco sospechosos
de los atentados del 11S.
Los otros 19 presos nunca han sido imputados. A tres los llaman los "prisioneros eternos", porque Estados
Unidos no tiene planes de juzgarlos, pero tampoco de soltarlos.
Los mantiene encerrados con el argumento de que son detenidos de guerra,
"combatientes ilegales", demasiado peligrosos como para quedar en libertad.
Por último, otros 16 presos están a la espera de que un país los acoja.
Hay un tribunal que revisa periódicamente el estatus de los presos.
Mansoor y Mohamedou estuvieron en Guantánamo 14 años,
sin cargos, hasta que, en su última revisión, Estados Unidos
reconoció que probablemente ni estaban luchando con Al Qaeda ni sabían nada del
11S. Mohamedou perteneció a Al Qaeda a principios de los 90, cuando los
muyahidines luchaban contra el gobierno comunista de Afganistán. Siempre ha
dicho que después se desvinculó y que nunca participó en nada contra Estados
Unidos. Ahora está en Holanda. A Mansoor lo enviaron a Serbia, un país del que
no conocía el idioma. Lo único que había escuchado sobre ese país eran
historias sobre el genocidio de musulmanes bosnios, pero no le dieron otra
opción.
La mayoría de los presos nunca han sido imputados
La vida después de Guantánamo "no es fácil", coinciden los dos. Mohamedou cuenta que le cuesta
dormir, tiene una pesadilla recurrente. También le cuesta tratar con gente, durante
14 años estuvo en régimen de aislamiento la mayor parte del tiempo. Mansoor
cuenta que tienen que luchar contra el estigma de haber estado en Guantánamo.
Por la prisión han pasado 779 musulmanes. La mayoría, como Mansoor y Mohamedou, nunca han tenido
cargos en su contra, y a lo largo de los años los trasladaron a otros países.
Al final de su mandato, George Bush quiso cerrar Guantánamo.
Se había convertido en la peor publicidad para Estados Unidos, un reclamo para los terroristas para
reclutar. Obama prometió cerrar la prisión, pero no lo consiguió. Se topó con
el Congreso, que prohibió trasladarlos a territorio estadounidense. Trump
prometió lo contrario, llenar Guantánamo de "gente mala", tampoco lo
cumplió. Biden prometió de nuevo cerrarla. Desde que llegó a la Casa Blanca,
han transferido una decena de presos. Los casos se negocian uno a uno. Quedan
30 por resolver.
Wilkerson dice que la prisión no ha servido para nada bueno: "Yo veía prácticamente todos los
papeles que pasaban por la mesa del presidente y puedo decir que no conseguimos
información de inteligencia útil. Lo hicimos en nombre de la lucha
contra el terrorismo, pero no conseguimos información que
nos ayudase en ese conflicto, hicimos daño a muchos inocentes y de algunos
todavía estamos intentando deshacernos", lamenta.
Olson no cree que haya sido un error. Pero hay algo que no le gusta: los juicios no llegan.
En Guantánamo siguen cinco sospechosos del 11S, el atentado en que murió su mujer, sin fecha para
ser juzgados. "Me preocupa que esto se eternice", dice,
"no es justo para las víctimas, y es insostenible mantener a la gente en
el limbo para siempre". Él pide al gobierno que negocie con los acusados,
si aceptan declararse culpables y cumplir cadena perpetua.
Más de dos décadas
después del 11S, después de cuatro presidentes, muchas promesas y condenas
internacionales... la cárcel de Guantánamo sigue abierta. Cada
vez se habla menos de ella y cada vez los periodistas tenemos más restricciones
para acceder y mostrar el lugar. Mansoor y Mohamedou han relatado su calvario
en dos libros. "Y nadie me ha pedido perdón", remata Mohamedou.
Fuente: https://www.rtve.es/noticias/20230505/ultimos-guantanamo-20-anos-carcel-sin-cargos/2443635.shtml
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