El traslado de Guantánamo
Paul Craig Roberts CounterPunch 23 de diciembre de 2009
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
La decreciente banda de verdaderos creyentes de Obama ha recuperado los
ánimos porque su hombre ha terminado por cumplir una de sus muchas promesas – el
cierre de la prisión de Guantánamo. Pero no está cerrando la prisión. La
trasladará a Illinois, EE.UU., si los republicanos lo permiten.
A decir verdad, Obama ha vuelto a derrotar a sus partidarios. El cierre de
Guantánamo significaba dejar de retener a personas en violación de nuestros
principios legales de habeas corpus y proceso debido y dejar de torturarlas en
violación de las leyes estadounidenses e internacionales.
Todo lo que se propone Obama es trasferir a 100 personas, contra las cuales
el gobierno de EE.UU. no está en condiciones de presentar un caso, de la prisión
en Guantánamo a otra en Thomson, Illinois.
¿Están consternados los residentes de Thomson porque el gobierno de EE.UU. ha
elegido su ciudad para continuar su violación flagrante de los principios
legales de EE.UU.? No, los residentes están felices. Significa puestos de
trabajo.
Los desafortunados prisioneros tenían una mejor probabilidad de obtener su
liberación de Guantánamo. Ahora se enfrentan a dos senadores de EE.UU., un
representante de EE.UU., un alcalde, y un gobernador estatal que tienen un
interés creado en la detención permanente de los prisioneros para proteger los
nuevos puestos de trabajo en la prisión en una localidad devastada por el
desempleo.
Ni el público ni los medios han mostrado el más mínimo interés en saber cómo
llegaron los detenidos a la cárcel. La mayoría de los detenidos eran gentes sin
protección que fueron capturados por señores de la guerra afganos y vendidos a
los estadounidenses como “terroristas” para cobrar la recompensa ofrecida. Al
público y a los medios les bastó que el secretario de defensa de la época,
Donald Rumsfeld, declarara que los detenidos de Guantánamo eran las “780
personas más peligrosas del mundo.”
A la mayoría los liberaron después de años de abuso. Al parecer, los 100 que
deben ser trasferidos a Illinois han sido tan terriblemente maltratados que el
gobierno de EE.UU. teme liberarlos por el testimonio sobre su maltrato que
podrían dar a organizaciones de derechos humanos y a los medios extranjeros.
Los aliados británicos de EE.UU. muestran más conciencia moral de la que
pueden reunir los estadounidenses. El ex primer ministro Tony Blair, que dio
cobertura a la invasión ilegal de Iraq del presidente Bush, está siendo
condenado por sus crímenes por testimonios del oficialismo del Reino Unido ante
la Investigación Chilcot.
El Times de Londres del 14 de diciembre resumió el caso contra Blair
en un titular: “Intoxicado por el poder, Blair nos embarcó en la guerra.” Dos
días después el First Post británico declaró: “El caso de crímenes de
guerra contra Tony Blair es ahora sólido como una roca.” En un momento
desprevenido a Blair se le escapó que estaba a favor de una conspiración para la
guerra haciendo caso omiso de la validez de la excusa [armas de destrucción
masiva] utilizada para justificar la invasión.
El movimiento para procesar a Blair como criminal de guerra gana fuerza. En
el First Post Neil Clark informa: “Existe un desprecio generalizado hacia
un hombre [Blair] que ha ganado millones [su recompensa del régimen de Bush]
mientras cientos de miles de iraquíes mueren por el caos desatado por la
invasión ilegal, y quien, con una arrogancia sobrecogedora, parece pensar que
está por encima de las reglas del derecho internacional.” Clark señala que la
práctica de Occidente de enviar a dirigentes serbios y africanos ante el
Tribunal de Crímenes de Guerra, mientras se exime del mismo, está perdiendo
fuerza.
En EE.UU., claro está, no hay un intento semejante de responsabilizar a Bush,
Cheney, Condi Rice, Rumsfeld, Wolfowitz, y a la gran cantidad de criminales de
guerra que formaron el régimen de Bush. Por cierto, Obama, al que gustan de
odiar los republicanos, se ha excedido en su esfuerzo por evitar que la cohorte
de seguidores de Bush tenga que rendir cuentas.
Aquí, en el Gran EE.UU. Moral sólo responsabilizamos a celebridades y
políticos por sus indiscreciones sexuales. Tiger Woods está pagando un mayor
precio por sus amigas que el que Bush o Cheney tendrán que pagar un día por las
muertes y vidas arruinadas de millones de personas. La consultora Accenture Plc,
que basó su programa de mercadeo en Tiger Woods, ha eliminado a Woods de su
sitio en Internet. Gillette anunció que está sacando a Woods de sus anuncios
impresos y radiales. AT&T dice que reconsidera su relación con Woods.
Al parecer, los estadounidenses consideran que la infidelidad sexual es más
grave que invadir países sobre la base de acusaciones falsas y engaños,
invasiones que han causado las muertes y el desplazamiento de millones de
personas inocentes. Hay que recordar que el Congreso no destituyó al presidente
Clinton por sus crímenes de guerra en Serbia, sino por mentir sobre su
affaire con Mónica Lewinsky.
Los estadounidenses están más molestos por las aventuras sexuales de Tiger
Woods que por la destrucción de la libertad civil de EE.UU. por los gobiernos de
Bush y de Obama. Parecería que a los estadounidenses no les importa que durante
los últimos 8 años “su” gobierno haya recurrido a las prácticas de detención de
hace 1.000 años – simplemente agarrar a una persona y arrojarla a un calabozo
para siempre sin presentar una acusación y obtener una condena.
Según los sondeos, los estadounidenses apoyan la tortura, una violación del
derecho estadounidense e internacional, y no les importa que su gobierno viole
la Ley de Inteligencia Extranjera y los espíe sin obtener mandatos judiciales.
Al parecer, los animosos ciudadanos de la “única superpotencia existente” tienen
tanto miedo de los terroristas que están dispuestos a renunciar a la libertad
por la seguridad, un logro imposible.
Con una complacencia sorprendente, los estadounidenses han renunciado al
vigor de la ley que protegía su libertad. El silencio de las escuelas de derecho
y de las asociaciones de abogados indica que la era de la libertad ha terminado.
En resumen, el pueblo de EE.UU. apoya a la tiranía. Y es hacia donde vamos.
…………..
Paul Craig Roberts fue secretario adjunto del Tesoro en el gobierno de
Reagan. Es coautor de “The Tyranny of Good Intentions” Su nuevo libro
“How the Economy was Lost,” será publicado el próximo mes por AK Press
/ CounterPunch. Para contactos, escriba a: PaulCraigRoberts@yahoo.com
Fuente: http://www.counterpunch.org/roberts12222009.html
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