La tortura post-9/11 en los "sitios negros" de la CIA: médicos y abogados trabajando juntos
George J. Annas y Sondra S. Crosby
The New England Journal of Medicine
11 de junio de 2015
Traducción para www.sinpermiso.info: Enrique García
En diciembre de 2014 fue hecho público el Informe del Comité de Inteligencia del Senado de Estados Unidos
sobre la tortura. El informe de 600 páginas (un resumen editado del informe de
6.000 páginas todavía clasificado) documenta con detalles inquietantes el uso
por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de médicos, abogados y psicólogos
en su programa de tortura post-11/9 en más de una docena de "sitios
negros", o prisiones secretas, en todo el mundo (1). El Alto Comisionado
de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Zeid Ra'ad al-Hussein, ha
calificado el informe de "valiente y loable", al tiempo que condena
el programa de tortura que describe y observa que "la tortura no puede ser
amnistiada" y no se debe permitir que se repita (2). Para empezar a
entender esta forma de tortura, creemos que es necesario entender cómo médicos
y abogados colaboraron para superar sus inhibiciones profesionales.
Los profesionales médicos, principalmente contratistas privados, cumplieron cuatro funciones básicas en
los sitios negros: certificando que los sospechosos de terrorismo eran
"médicamente aptos" para la tortura; vigilando la tortura para evitar
la muerte y tratar las lesiones; desarrollando nuevos métodos de tortura; y, de
hecho, torturando prisioneros. Todas estas acciones tuvieron lugar sólo después
de que los abogados de la CIA y del Departamento de Justicia de EE UU
asegurasen a los profesionales médicos que tenían inmunidad judicial y no
serían legalmente responsables por violar las leyes estadounidenses e
internacionales contra la tortura, siempre y cuando utilizasen las técnicas
aprobadas en los memorandos legales (ya desautorizados) redactados para
justificar sus acciones. Los abogados acordaron proporcionar garantías de
inmunidad de que las técnicas de tortura específicas eran "métodos de
interrogatorio mejorados" legales sólo si los médicos les aseguraban que
iban a estar presentes para prevenir un daño permanente a los presos. La CIA
creó más de una docena de sitios negros de todo el mundo después de 9/11, en
los que se encarcelaron al menos a 117 presos; 39 de estos presos fueron
sometidos a una o varias técnicas de tortura.
De acuerdo con el informe del Senado y de los documentos en los que se basa, los médicos involucrados parecen
inicialmente haber tenido en el mejor de los casos sentimientos encontrados
acerca de su participación directa en la tortura, pero se acabaron convirtiendo
en participantes activos. En agosto de 2002, mensajes de correo electrónico de
la CIA incluyen frases como "[I] quiero advertir [al médico] que, con toda
seguridad, no ha estado nunca antes en su carrera médica en un sitio así"
y el comentario de que la visión de las cintas de vídeo de la tortura de la
bañera de Abu Zubaydah (el primer terrorista entregado a la CIA) "ha
producido un fuerte sentimiento de futilidad (y [il] legalidad)". Siete
meses más tarde, en marzo de 2003, uno de los médicos en el lugar cuestionó el
plan para someter a la tortura de la bañera (waterboard) al supuesto
autor intelectual del 9/11, Khalid Sheikh Mohammed (conocido como KSM), por
cuarta vez en 24 horas, ya que el borrador del manual de la Oficina de
Servicios Médicos (OMS) de la CIA establecía que tres sesiones de tortura de la
bañera en 24 horas era el máximo aceptable. El abogado del Centro de
Contraterrorismo aseguró al personal del sitio que el médico estaba equivocado
al creer que había sido aprobado dicho límite. Más tarde, ese mismo día, el
médico escribió a la OMS, diciendo: "las cosas están evolucionando
lentamente de manera que la visión de la OMS como la conciencia institucional y
el factor limitante se esta convirtiendo poco a poco en aquellos que se dedican
a maximizar los beneficios de una manera segura y a mantener el culo de todos alejados
de los problemas.
La tortura de la bañera que sufrió KSM, como casi todas las otras torturas llevadas a cabo, fueron
supervisadas directamente por dos psicólogos contratados, ex supervisores del
programa SERE (supervivencia, evasión, resistir, escapar) de la Fuerza Aérea de
Estados Unidos, que fueron contratados para desarrollar un programa de
interrogatorios que fuese el "reverso como procedimiento" del
programa SERE, para hacer hablar a los sospechosos de terrorismo. En su lugar,
se apoyaron casi exclusivamente en lo que llamaron "indefensión
aprendida", una técnica basada en la investigación con perros, que se
utilizó para tratar de romper la resistencia del prisionero hasta el punto que
se sintiese lo suficientemente indefenso como para confesar lo que sus
torturadores quisieran. Antes de que KSM fuese sometido a la tortura de la
bañera, los dos psicólogos (sus nombres falsos de la CIA eran Swigert y Dunbar;
sus nombres reales son James Mitchell y Bruce Jessen) había utilizado la
desnudez, la privación de sueño (hasta 180 horas) de pie, las bofetadas e
insultos de advertencia, sujetar el rostro, los golpes abdominales, la posición
de cuclillas, y el “emparedamiento” (empujar contra una pared "con rapidez
y firmeza" a los presos). El Departamento de Justicia había aprobado estos
métodos, siempre y cuando se realizaron con un médico presente.
El uso de métodos de tortura no aprobados ilustra, pensamos, la imposibilidad de confinar la tortura a los
métodos definidos legalmente. Por ejemplo, agentes de la CIA amenazaron a los
hijos de KSM, un método universalmente condenado que fue, sin embargo, más
tarde declarado "legal" por el Centro de Contraterrorismo, siempre y
cuando las amenazas fuesen "condicionales", cualquiera que esa el significado
de la palabra. Otro método no autorizado llamado "chorreo de agua"
(una variante de waterboarding) "fue desarrollado con la
orientación de los abogados de la CIA [Centro de Contraterrorismo] y la Oficina
de Servicios Médicos de la CIA" trabajando juntos. Los médicos y los
abogados se concedieron constantemente permiso para hacer todo lo que creían
que era importante para "salvar vidas". Otra técnica no aprobada,
descrita como "alimentación rectal," consistió en la introducción de
alimentos por vía rectal para demostrar dominio sobre el prisionero (a pesar de
que no es posible nutrir a través de la mucosa rectal). Se utilizó esta técnica
de tortura, por ejemplo, en Majid Khan, que estaba en huelga de hambre.
Oficiales médicos de la CIA habían "hablado de rehidratación rectal como
un medio de control de la conducta". Tras tres semanas en huelga de
hambre, la alimentación nasogástrica fue sustituida por un "régimen de
tratamiento más agresivo". "Majid Khan fue sometido a alimentación e
hidratación involuntaria rectal, incluyendo dos botellas de Ensure. Más tarde
ese mismo día, la “bandeja del almuerzo”, de Majid Khan, que consistía en
humus, pasta con salsa, nueces y pasas, fue hecha puré e introducida por el
recto. Se sucedieron otras sesiones de alimentación e hidratación rectal".
No existe, por supuesto, ninguna recomendación médica para la alimentación rectal, y el hecho de que fuese
llevada a cabo por o bajo la supervisión de un médico no puede convertir esta
técnica de tortura en un procedimiento médico. Sin embargo, se utilizo como
coartada una justificación médica para legitimar su uso cuando se hizo público.
Por ejemplo, en respuesta al informe del Senado, el vicepresidente Dick Cheney
dijo que la alimentación rectal no había sido aprobada, pero que creía que "se
hizo por razones médicas". Sería más preciso describir la alimentación
rectal como una técnica de asalto sexual. En el contexto del constante estado
de desnudez de la mayoría de los presos del sitio negro, parece razonable
concluir que el objetivo de la alimentación rectal era la dominación y el
castigo: es decir, se trataba de venganza, no de medicina. En las cárceles de
Estados Unidos, la medicina (y la salud pública) también se han utilizado para
justificar demostraciones de dominancia a través de la desnudez forzada de los
presos, en forma de registros corporales obligatorios rutinarios (3).
La minoría republicana de la comisión del Senado (en la actualidad la mayoría) publicó una refutación del
informe, argumentando que era incompleto, ya que se basaba exclusivamente en
documentos y no incluido entrevistas a los participantes. La minoría tampoco
estaba de acuerdo en que no se hubiera obtenido ninguna información útil mediante tortura, señalando correctamente que
no hay manera de recrear un escenario sin tortura para ver qué información se
hubiera podido obtener sin ella. Por otro lado, si “funciona” o no la tortura -
como si la esclavitud "funciona" o no - es simplemente una pregunta
equivocada(4). Tanto la una como la otra son prácticas reconocidas internacionalmente
como crímenes contra la humanidad que no están justificadas.
En 2004, Robert Lifton(5) escribió en el New England Journal of Medecin que es posible conseguir que los
médicos se convierten en torturadores si se les pone en "situaciones
provocadoras de atrocidades”. Una de estas situaciones es sin duda un sitio
negro de la CIA, un lugar sin existencia oficial que se crea con el objetivo
principal de extraer información de los sospechosos de terrorismo. El informe
del Senado apoya la conclusión de Lifton y sugiere que una manera de tratar de
prevenir la repetición de estos programas de tortura es, como ha dicho el
presidente Barack Obama, eliminar los sitios negros por completo. El informe
añade a nuestro conocimiento cómo abogados y médicos pueden colaborar entre sí
para racionalizar la tortura - una dinámica que también se ha dado en prisiones
militares, entre ellas Abu Ghraib y Guantánamo, e incluso en algunas cárceles
de Estados Unidos, especialmente las prisiones de máxima seguridad y otras que se
basan en gran medida en el confinamiento solitario.
Más allá de la eliminación de los sitios negros, los abogados tendrán que apoyar a los médicos que quieren
mantener su ética (y actuar de acuerdo, entre otras normas legales, con los
Convenios de Ginebra), a aquellos profesionales sanitarios que se niegan a
torturar y negar cobertura legal a agentes de la CIA y contratistas para que
puedan violar la legislación relativa a los derechos humanos. Y en todas las
ocasiones, los médicos deben actuar sólo de manera consistente con las buenas
prácticas médica aceptadas, con el consentimiento de sus pacientes.
Notas:
George J. Annas es profesor del departamento de Derecho de la Salud, Bioética y Derechos Humanos
de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Boston. Sondra S.
Crosby es profesora de la facultad de Medicina de la Universidad de Boston, EE UU.
Fuente: http://www.sinpermiso.info/articulos/ficheros/tortura.pdf
¡Hazte voluntario para traducir al español otros artículos como este! manda un correo electrónico a espagnol@worldcantwait.net y escribe "voluntario para traducción" en la línea de memo.
E-mail:
espagnol@worldcantwait.net
|