Sigue en ascenso la fea ofensiva antiinmigrante estadounidense
Un agente migratorio detiene a una madre y su hijo provenientes de Honduras, a
los cuales probablemente vaya a separar, junio de 2018. AP photo
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Washington, D.C., 26 de junio: unas familias estadounidenses con hijos protestan
contra la separación forzada de los hijos a sus padres en la frontera. AP photo
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Presos inmigrantes obligados a elegir entre estar separados de sus hijos, y la
detención indefinida juntos, mientras el gobierno acomoda las bases militares
para ser campos de concentración
1° de agosto de 2018 | Periódico Revolución | revcom.us
El mundo entero presenció con horror en junio cuando el régimen de Trump y Pence mostraba cómo es la
“tolerancia cero” en manos de unos sádicos fascistas crueles. Estaban grabadas
a fuego en la mente y en el corazón de la gente de todo el mundo las imágenes
de los hijos atemorizados arrancados a sus padres migrantes que acababan de ser
arrestados en la frontera sur con México.
Ante una creciente crisis política internacional, Trump emitió una orden ejecutiva
el 20 de junio diciendo que el Departamento de Seguridad Nacional “mantendría
en custodia a las familias migrantes” mientras se espere que se vean sus casos
en las cortes, un proceso que puede durar meses o más. En otras palabras, en
lugar de dividir a las familias, mantendrían a toda la familia detenida indefinidamente.
Días después, un tribunal federal ordenó que el gobierno volviera a unificar a las
familias que habían destrozado, comenzando con sus madres y padres a 100 niños
menores de 5 años. Lo que todo esto se reveló es que a los monstruos que
manejan el gobierno de Estados Unidos no les importa un comino las vidas que
están destruyendo. Ni siquiera tienen los registros necesarios para volver a
unificar a muchos de los hijos con sus padres. El gobierno no puede encontrar a
los padres y madres de 38 de los 100 niños porque fueron deportados o fueron
liberados, y no los puede encontrar. Ahora el gobierno admite que los padres y
madres de al menos 450 niños fueron deportados a sus países de origen sin sus
hijos, y sin forma de volver a juntarlos con sus hijos. Y al 26 de julio, la
fecha límite ordenada por la corte para volver a unificar a las familias, el
gobierno dijo que todavía tenía en custodia a 711 niños que habían sido
separados de sus padres.
Desde los años 1980, según lo establecido en la ley, el gobierno no puede retener por
la fuerza a niños en centros de detención más allá de los 20 días. Pero una
decisión del 9 de julio de un juez federal dijo que “los padres también pueden
renunciar afirmativamente a los derechos de sus hijos a la libertad expedita y
colocación en centros bajo autorización del estado”. Lo que esto significa es que
el gobierno puede arrestar a las madres y padres con sus hijos, y mantenerlos
juntos bajo custodia por hasta 20 días. En ese momento, las madres y padres
tienen que elegir: estar separados de sus hijos y verlos liberados y colocados
en un centro del estado o entregados a un patrocinador, o renunciar al derecho
del niño a ser liberado y mantener indefinidamente al hijo con sí mismos en el
campo de detención.
Campamentos de internamiento (concentración) para migrantes sin documentos
Días antes de emitir la orden ejecutiva del 20 de junio, Trump declaró: “Estados
Unidos no será un campo de migrantes y no será un centro de detención de
refugiados. No ocurrirá bajo mi mandato”. Pero la realidad es que Estados Unidos podría llegar a ser
un país de campos de concentración para migrantes.
La orden ejecutiva de Trump también autorizó que el secretario de Defensa James
Mattis “tomara todas las medidas legalmente provistas para proporcionar a la
Secretaría, previa solicitud, cualquier centro existente disponible para albergar
y atender a las familias de extranjeros, y deberá construir tales centros de
ser necesario y compatible con la ley”. Han llamado a las fuerzas armadas a que
proporcionen 20.000 espacios para albergar a familias migrantes en bases
militares. El Departamento de Salud y Servicios Humanos ya ha inspeccionado
tres bases en Texas (la base del Ejército Fuerte Bliss y las de la Fuerza Aérea
Dyess y Goodfellow) para determinar su “idoneidad”. También están contemplando
la base de la Fuerza Aérea Little Rock en Arkansas.
Si prosperan los planes para usar estas bases militares, no sería la primera vez
que en Estados Unidos el imperialismo ha puesto a enormes cantidades de
personas en campos de concentración. En 1942, Estados Unidos arrestó en redadas
y en la Costa Oeste, metió a 120.000 ciudadanos y migrantes de origen japonés
en campos de concentración durante cuatro años, aún después de la participación
de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.
Cerrando la puerta a patadas a los solicitantes de asilo
El 11 de junio, Jeff Sessions, el procurador general de Trump, declaró que estaba
eliminando dos grandes categorías de asilo político bajo las cuales muchos
refugiados han buscado el refugio: la violencia doméstica y la violencia de
pandillas. No fue sino hasta 2014 que el máximo tribunal en lo migratorio de
Estados Unidos (la Junta de Apelaciones de Inmigración) decidió que las mujeres
que son víctimas de la violencia doméstica severa en países como Guatemala, El
Salvador y Honduras pueden ser elegibles para asilo como categoría específica
de víctimas de la persecución. Sessions de plano descartó de manera desdeñosa a
esta decisión, y los 30 años de precedentes de la misma, muy consciente que
miles de mujeres que temían que perdieran la vida debido a la violencia
doméstica se verán forzadas a regresar a sus países de origen y posiblemente
enfrentar la muerte. Y la declaración de Sessions de que son ineligibles para
el asilo las personas que huyen de la violencia de las pandillas en países como
Guatemala, especialmente las y los adolescentes, que son perseguidos por las
pandillas y sus ultimatums de unírseles o morir, será una pena de muerte para
miles de estos jóvenes de ser obligados a regresar a sus países de origen.
En resumen, en los casos de muchos menos solicitantes de asilo se aceptarán
“fundamentos creíbles para el asilo”, y muchos más serán deportados, con mucho
más velocidad. Este régimen está muy pero muy dispuesto a forzar a miles y
miles de refugiados a encontrarse con la muerte, en nombre de reducir los casos
pendientes de aquellos que esperan las audiencias de asilo.
No se deje engañar por las aparentes “sacudidas y arranques” del régimen de Trump y
Pence a medida que apriete el trinquete de la extremadamente cruel persecución
a los inmigrantes. Están poniendo en marcha y actuando para ejecutar sus planes
fascistas. Y Trump y Sesiones han envenenado sistemáticamente el ambiente en
torno a los inmigrantes, con la satanización al extremo que se están
justificando de forma grotesca las acciones oficiales más feas (y aquellas de
las fuerzas fascistas “extraoficiales” las que este régimen está movilizando)
no sólo contra los inmigrantes sin documentos sino contra todos los
inmigrantes. Esta es la clave y lo que está al frente de la agenda fascista de
la supremacía blanca abierta y del vil chovinismo de “Hacer que Estados Unidos
vuelva a tener grandeza”.
La pregunta que hay que hacer, y contestar con la verdad, es: ¿por qué tantos
miles de personas se arriesgan la vida y la de sus hijos para emprender la peligrosa
travesía por la frontera hacia un país en el que se les trata como
“criminales”? Debido a su desesperación de huir de la situación infernal creada
en sus países POR los imperialistas de Estados Unidos. La gran mayoría de los
inmigrantes que el gobierno hoy está metiendo en campos de detención
(concentración) son pobres de América Central. En los años 1970 y 1980, los
reaccionarios regímenes y guerras avalados por Estados Unidos hicieron que
cientos de miles de personas huyeran de sus hogares en Guatemala, El Salvador y
Honduras. Muchos de ellos llegaron a Estados Unidos, donde los jóvenes se
encontraron en las comunidades marginadas de las ciudades desprovistas de
trabajos con sentido, al mismo tiempo que se aceleraba el terror y
encarcelación en masa de la policía bajo la “guerra contra la droga”. Esta
situación, junto con la moralidad “perro-come-perro” del capitalismo azuzaba el
enorme crecimiento de las pandillas en lugares como Los Ángeles, y muchas
personas expulsadas de América Central resultaron atrapadas en eso.
Luego, cuando Estados Unidos deportó a miles de estos mismos jóvenes centroamericanos
en nombre de una “guerra contra las pandillas”, fueron enviados a la fuerza a
países devastados que apenas conocían. Se trasladó la “cultura de las pandillas”
que se inició en Estados Unidos a estas condiciones, la que ha echado raíces de
formas feas en los barrios devastados, extremadamente pobres y hacinados de
América Central. Y esto ha ejercido un gran impacto en los países pequeños y ya
muy empobrecidos, donde una gran parte del campo ya había sido devastada y las
economías arruinadas. La continua intervención de Estados Unidos ha contribuido
a mantener en el poder a una serie de regímenes lacayos reaccionarios. La
horrorosa violencia de las pandillas, incluidas las batallas entre diferentes
sectores de la policía y las fuerzas armadas aliadas con varias pandillas, ha
llevado a muchas personas entre las masas populares a considerar que su única
esperanza de sobrevivir es huir a Estados Unidos y solicitar asilo. Estas son las personas que
los gobernantes de Estados Unidos, con los fascistas hoy en la cúpula, están
tratando como animales.
El respaldo abierto de Estados Unidos a los escuadrones de la muerte de extrema
derecha y a los regímenes reaccionarios en estos países va de la mano con la
continua dominación económica y la devastación de los países al sur de la
frontera estadounidense, una frontera que en sí es el producto de las guerras
de conquista de Estados Unidos. El funcionamiento de este sistema
capitalista-imperialista ha generado un gran desequilibrio entre los países
imperialistas del mundo, el “primer” mundo, y el inmenso número de naciones
oprimidas, el “tercer” mundo. Esto genera masas de migrantes del tercer mundo,
las cuales buscan refugio y medios de subsistencia, lo que ahora se ha
exacerbado más por todo el mundo debido a las devastadoras guerras y el cambio
climático. Frente a esto, los gobernantes se apoyan en la cada vez mayor
militarización de las fronteras y deportación de los migrantes como respuesta a
lo que perciben como “el problema”. Por eso antes de que Trump y el régimen
fascista aumentaran los ataques a los migrantes a nuevos extremos de
criminalidad y crueldad, Obama fue el “Deportador en Jefe” responsable de un
número mucho mayor de deportaciones durante su mandato en comparación con sus
predecesores, mientras que siempre promocionaba la “seguridad fronteriza”. Los
sectores fascistas de la clase dominante de este sistema, como Trump, Pence y
Sessions, promueven formas extremas de satanización de los migrantes,
apoyándose en la supremacía blanca que impregna a esta sociedad y la refuerzan,
dado que la mayoría de los migrantes son centroamericanos y sudamericanos.
La satanización, la criminalización y la deportación de los migrantes está
arraigada profundamente en el sistema —en el sistema del capitalismo-imperialismo— y surge del mismo. El Partido
Demócrata, como lo demostró Obama, no es la respuesta, porque ellos representan
y refuerzan el mismísimo sistema — y apoyarse en ellos es peor que inútil, y
contribuye a apuntalar toda esta estructura opresiva. Para superar de manera
fundamental esta situación intolerable —y llegar a una sociedad y un mundo
mucho mejores—, hay que DERROCAR este sistema por medio de una revolución real
— a reemplazarlo por una sociedad y sistema radicalmente diferentes, con el
objetivo de eliminar todas las divisiones sociales por todo el mundo, la
opresión y la explotación por este sistema, que generan este problema en primer
lugar. Y desde esta perspectiva, es aún más crucial que emprendamos una feroz
resistencia contra esta escalada de ataques a los inmigrantes, uniéndonos con
las decenas de millones de personas cuya conciencia está conmocionada por el
alcance y la naturaleza de estos actos del régimen de Trump y Pence.
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